abril 11, 2025

Luis Tapia Iturieta

Estando en San Vicente de la Barquera me vengo a enterar del fallecimiento de Luis Tapia, Ingeniero agrónomo, y quien fuera Rector de la Universidad de Tarapacá donde tuve el gusto de trabajar hasta el año 1995. Me entero a tan solo dos semanas que falleciera mi mejor amigo en Arica, Yanko Ossandón. Poco a poco, los viejos tercios nos estamos yendo. Unos antes, otros después.

Es el sino de la vida. Mientras tanto, la universidad, la institución que nos cobijó, sigue viva, rejuveneciéndose, renovándose y creciendo de la mano de nuevas generaciones que traen nuevas ideas luego de conjugarlas con la experiencia de quienes se están yendo.

Tristeza y alegría van de la mano. Tristeza por quienes se van, alegría por haber dejado buena siembra, por quienes están dejando en alto el nombre de la universidad. Nosotros no somos más que aves de paso, en tanto que las instituciones quedan. Pero para que las instituciones queden, y no solo queden, crezcan, se desarrollen, quienes se van tienen que haber dejado buena siembra.

Hoy es Luis quien se nos va. Tuve el gusto de conocerlo en los años 80, en tiempos del Instituto de Agronomía. Y a fines de dicha década, con ocasión del plebiscito del 88 afianzamos nuestra relación a raíz de nuestro mutuo interés por dejar atrás la dictadura. Es así como para la primera elección de rector, una vez recuperada la democracia, el rector electo, Jorge Urquhart, nos llama para acompañarlo en su gestión. A Luis, como Director de Relaciones Internacionales (RRII), y a mi como Director de Planificación.

En un día de 1993 que recuerdo con brutal nitidez, Luis viene a mi oficina, cuando ambos teníamos nuestras oficinas en el campus Velázquez para informarme que estaba molesto, descontento con la gestión del rector, que estaba pensando en renunciar a la dirección de RRII para postular a la rectoría en la próxima elección. Para estos efectos me consultó si estaba disponible para apoyarlo. Mal que mal, compartíamos similar pensamiento político.

Le respondí que comprendía su desazón por las características que estaba asumiendo la rectoría de entonces, pero que no podía responderle sin saber si el rector al que estaba acompañando en el equipo directivo, Jorge Urquhart, se postularía a la reelección; que contara conmigo si Jorge no iba a la reelección, pero si Jorge decidía ir a la reelección, yo tomaría palco sin apoyar a ninguno de los dos.

Personalmente no quería abandonar el barco hasta que no llegara a puerto, esto es, al término del período rectoral; quería probarme a mí mismo si era capaz de tragar los sapos y culebras que habitualmente demanda todo tipo de trabajo en equipo, ahora en un equipo directivo. Sin duda que no fue la respuesta que Luis esperaba.

Había decisiones y actitudes del rector de entonces, Jorge, que tenían muy molesto a Luis, razón por la cual un buen día decide postularse a la rectoría, desafiando al rector en ejercicio si éste resolvía presentarse nuevamente.

Finalmente, Jorge Urquhart, desoyendo a quienes le desaconsejaban presentarse a la reelección, decide hacerlo. Me pide el apoyo y le dije lo que le había dicho a Luis. Si se presentaban los dos, no estaría con ninguno, y volvería a mi hábitat académico, a mi departamento de computación e informática.

El resultado fue elocuente. El rector en ejercicio pierde estrepitosamente y Luis asume la rectoría en 1994, cargo en el que es reelecto 4 años después, dejando como huella indeleble una sólida y extensa infraestructura física.

En 1995, por razones familiares decido radicarme en la región del Maule para extender mi vida académica en la Universidad de Talca. Por ello presento mi renuncia, la que llega a manos del entonces rector, Luis Tapia, quien me cita a su despacho para invitarme a retirar la renuncia y reemplazarla por un permiso sin goce de sueldo por seis meses. Recuerdo muy bien esta reunión por la calidez demostrada. Me dijo: Rodolfo, uno nunca sabe, pide un permiso y si las cosas no se dan como piensas, vuelves que acá te recibimos con los brazos abiertos. Le agradecí emocionado la oferta. Le dije, gracias, pero no, no quiero irme mirando para atrás, con una patita acá y otra allá. Tenía que jugármela, no podía irme pensando en la posibilidad de volver. Luis entendió, y me despidió deseándome éxito. Asegurándome al mismo tiempo que en la Universidad de Tarapacá siempre tendría las puertas abiertas. Y así ha sido. Cada vez que he ido a Arica y recorro la universidad, los recuerdos, las amistades, los afectos resuenan.

Gran abrazo Luis, ya nos reencontraremos cualquier día de estos en algún lugar del universo.

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