Es el sino de la vida. Mientras tanto, la universidad,
la institución que nos cobijó, sigue viva, rejuveneciéndose, renovándose y creciendo
de la mano de nuevas generaciones que traen nuevas ideas luego de conjugarlas
con la experiencia de quienes se están yendo.
Tristeza y alegría van de la mano. Tristeza por
quienes se van, alegría por haber dejado buena siembra, por quienes están
dejando en alto el nombre de la universidad. Nosotros no somos más que aves de
paso, en tanto que las instituciones quedan. Pero para que las instituciones
queden, y no solo queden, crezcan, se desarrollen, quienes se van tienen que
haber dejado buena siembra.
Hoy es Luis quien se nos va. Tuve el gusto de
conocerlo en los años 80, en tiempos del Instituto de Agronomía. Y a fines de dicha
década, con ocasión del plebiscito del 88 afianzamos nuestra relación a raíz de
nuestro mutuo interés por dejar atrás la dictadura. Es así como para la primera
elección de rector, una vez recuperada la democracia, el rector electo, Jorge
Urquhart, nos llama para acompañarlo en su gestión. A Luis, como Director de
Relaciones Internacionales (RRII), y a mi como Director de Planificación.
En un día de 1993 que recuerdo con
brutal nitidez, Luis viene a mi oficina, cuando ambos teníamos nuestras
oficinas en el campus Velázquez para informarme que estaba molesto, descontento
con la gestión del rector, que estaba pensando en renunciar a la dirección de
RRII para postular a la rectoría en la próxima elección. Para estos efectos me
consultó si estaba disponible para apoyarlo. Mal que mal, compartíamos similar pensamiento
político.
Le respondí que comprendía su desazón por las
características que estaba asumiendo la rectoría de entonces, pero que no podía
responderle sin saber si el rector al que estaba acompañando en el equipo
directivo, Jorge Urquhart, se postularía a la reelección; que contara conmigo
si Jorge no iba a la reelección, pero si Jorge decidía ir a la reelección, yo
tomaría palco sin apoyar a ninguno de los dos.
Personalmente no quería abandonar el barco hasta que
no llegara a puerto, esto es, al término del período rectoral; quería probarme
a mí mismo si era capaz de tragar los sapos y culebras que habitualmente
demanda todo tipo de trabajo en equipo, ahora en un equipo directivo. Sin duda
que no fue la respuesta que Luis esperaba.
Había decisiones y actitudes del rector de entonces, Jorge,
que tenían muy molesto a Luis, razón por la cual un buen día decide postularse
a la rectoría, desafiando al rector en ejercicio si éste resolvía presentarse
nuevamente.
Finalmente, Jorge Urquhart, desoyendo a quienes le
desaconsejaban presentarse a la reelección, decide hacerlo. Me pide el apoyo y
le dije lo que le había dicho a Luis. Si se presentaban los dos, no estaría con
ninguno, y volvería a mi hábitat académico, a mi departamento de computación e
informática.
El resultado fue elocuente. El rector en ejercicio
pierde estrepitosamente y Luis asume la rectoría en 1994, cargo en el que es
reelecto 4 años después, dejando como huella indeleble una sólida y extensa infraestructura
física.
En 1995, por razones familiares decido radicarme en la
región del Maule para extender mi vida académica en la Universidad de Talca. Por
ello presento mi renuncia, la que llega a manos del entonces rector, Luis Tapia,
quien me cita a su despacho para invitarme a retirar la renuncia y reemplazarla
por un permiso sin goce de sueldo por seis meses. Recuerdo muy bien esta
reunión por la calidez demostrada. Me dijo: Rodolfo, uno nunca sabe, pide un
permiso y si las cosas no se dan como piensas, vuelves que acá te recibimos con
los brazos abiertos. Le agradecí emocionado la oferta. Le dije, gracias, pero no, no quiero irme mirando para atrás, con una patita acá y otra allá. Tenía
que jugármela, no podía irme pensando en la posibilidad de volver. Luis
entendió, y me despidió deseándome éxito. Asegurándome al mismo tiempo que en
la Universidad de Tarapacá siempre tendría las puertas abiertas. Y así ha sido.
Cada vez que he ido a Arica y recorro la universidad, los recuerdos, las
amistades, los afectos resuenan.
Gran abrazo Luis, ya nos reencontraremos cualquier día de estos en algún lugar del universo.
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