abril 27, 2022

Carabineros de Chile: ¿un aniversario más?

Foto de Jorge Fernández Salas en Unplash

En la semana se conmemoró el 95° aniversario de Carabineros de Chile, institución señera en la vida nacional que vive tiempos complejos, y por lo mismo, desafiantes. Por ello, unos piden su reforma, en tanto que otros su reestructuración o refundación.

Con ocasión de este aniversario, su general director, Ricardo Yáñez, tuvo expresiones trascendentes, de interés público y que invitan a la reflexión. En su alocución sostuvo  que una reforma no va a solucionar el fenómeno delictual que atraviesa el país. Una verdad del porte de una catedral y que bien vale la pena destacar para que nadie se mueva a engaño. Efectivamente, cualquier reforma, reestructuración o refundación que se haga será absolutamente insuficiente si no abordamos otras esferas.

Lo dijo con meridiana claridad cuando -a propósito del fenómeno delincuencial que nos afecta desde hace tiempo- nos recuerda “que actuamos sobre los efectos de la desviación social y no sobre sus causas”. Esta reflexión es clave: mientras no encaremos las causas de lo que está ocurriendo, no hay reforma, ni refundación, ni reestructuración que valga.

Ese es el tema y me recuerda cuando tiempo atrás un gobernante afirmó que para enfrentar el hacinamiento carcelario al término de su gobierno iba a duplicar la superficie de las cárceles. Incrementó sustancialmente la capacidad de las cárceles, pero así y todo el hacinamiento persistió y sigue persistiendo. De nada sirve aumentar la capacidad de nuestras cárceles si vivimos en una sociedad que produce delincuentes a una tasa que supera con creces la capacidad de incrementar la capacidad de sus cárceles. Generamos más delincuentes de los que podemos recibir en nuestras cárceles. Ello explica que muchos delincuentes en vez de estar dentro de las cárceles, están fuera de ellas haciendo de las suyas.

Tendemos a irnos por la tangente, por lo más fácil, lo más simple: endurecer leyes, aumentar los efectivos policiales y militares, refundar o reformar instituciones. No va por ahí la micro.

El general director de carabineros no se guardó nada al afirmar que "Los fenómenos sociales que nos afectan son producto o resultado de la incapacidad de adaptación a la convivencia social y a la falta de entendimiento que resiente la tan anhelada seguridad y paz social". Concluye añadiendo que “la sola reforma a carabineros no va a solucionar el problema".

Explícitamente nos dice que estamos ante un modelo de sociedad que no provee seguridad ni paz social. La convivencia social y la falta de entendimiento se encuentran en remojo. Creo que da en el clavo: nos invita a repensar el país en que vivimos. Tarea en la que presumo se encuentra la Convención Constituyente.

Lo señalado no implica que Carabineros de Chile no requiera una reforma sustantiva, particularmente en lo que concierne a su subordinación al poder civil, a los protocolos vinculados al uso de la fuerza, al respeto irrestricto a los derechos humanos y a la auditoría de los cuantiosos recursos que manejan.

Pero ojo, que no se crea que con la sola reforma los problemas de delincuencia que enfrenta el país se resolverán. Es condición necesaria, pero no suficiente. La reforma debe ser acompañada por un nuevo modelo de sociedad. Un modelo de país que no tenga que andar pensando en tener más policías para enfrentar la delincuencia, sino que en mejores policías, pero por sobre todo, eliminar las causas de la delincuencia y de la desintegración social que nos está caracterizando.

Una sociedad que en vez de pensar en tener más cárceles, esté pensando en qué hacer con las cárceles que se están vaciando, como es el caso de Holanda.

abril 26, 2022

La vida lenta: ¿el tiempo vale oro?

Foto de Daria Nepriakhina 🇺🇦 en Unsplash
 Vivimos tiempos inverosímiles, en los que la velocidad cuenta como nunca. Atrás ha quedado la vida lánguida, parsimoniosa, rural, en la que dábamos tiempo al tiempo. Somos por ello ¿más felices? No lo sé, pero escribo esta columna porque al menos desde que jubilé siento una distensión que rara vez he sentido en mi etapa laboral y porque percibo que la vida lenta tiene su gracia, su secreto, su valor.

Sumergidos en una vorágine que nos atrapa, ella nos exige correr, galopar sin parar para poder asentarnos, clavar estacas, pero rara vez lo logramos. Algo nos mueve e impulsa a seguir, a producir más en menos tiempo, y por lo mismo, paradojalmente, a consumir más, a rodearnos de objetos no siempre imprescindibles. Curiosamente, a medida que ascendemos social y económicamente, la insatisfacción con lo que se tiene, pareciera que en vez de disminuir, aumenta. Pugnamos por más y más sin parar.

En la carrera contra el tiempo, atrás quedaron los almuerzos con entrada, sopa, plato de fondo, postre y café, además de la infaltable sobremesa. Ahora prima la comida rápida, en un dos por tres, no hay tiempo que perder.

Cuando enfermamos, la necesidad de recuperarnos rápido, de volver a la cancha, nos extrae del necesario tiempo y reposo, impulsándonos a ingerir remedios que fuercen la aceleración de nuestra rehabilitación, obviando las consecuencias colaterales que pudieran producirse.

La necesidad de no perder el tiempo, porque el tiempo es oro –como me lo recalcaba insistentemente un querido jefe que tuve por más de un lustro-, es lo que está tras muchos de los males de la sociedad moderna. Así es como se nos va la vida sin parar, salvo aquel que hacemos para seguir corriendo. De tanto correr estamos en los primeros puestos mundiales de obesidad, de depresión, de licencias médicas, de descontento con nosotros mismos.

La pandemia ha constituido una preciosa oportunidad, al menos para quienes estamos sobreviviendo a ella, para hacer ese necesario alto en el camino, para repensar nuestros objetivos y lo que hacemos, para restablecer una nueva forma de relacionarnos con los demás y con la naturaleza, para valorar la vida campestre, lánguida, parsimoniosa. Un alto para perder el tiempo y contemplar sin apuro la majestuosa cordillera que nos acompaña, así como los múltiples colores que nos ofrece la naturaleza, y ese mar que no tan tranquilo nos baña. Un alto para relacionarnos con quienes más queremos, con quienes nos rodean, para mirarnos y apoyarnos mutuamente, para distendernos.  

La necesidad de ser más productivo, de producir más en menos tiempo, tiene consecuencias: tensa. Paradojalmente los portentosos avances científico-tecnológicos que a diario observamos, tienden a esclavizarnos en vez de liberarnos en el marco de una cultura de la productividad de la que resulta difícil escapar. Son pocos quienes lo logran voluntariamente.

Se nos tiende a medir por la velocidad con que hacemos las cosas, con que producimos. Estamos rodeados de indicadores en tal dirección: el n° de pacientes que atendemos por hora; la cantidad de papers que somos capaces de generar por año; la tasa de alumnos que repiten de curso en los colegios. Son todos indicadores de velocidad, de nuestra capacidad para prestar servicios o elaborar bienes como si fuésemos máquinas productoras de salchichas. Es hora de volver atrás porque por este camino no tenemos solo al ser humano estresado, sino que también a la naturaleza. El cambio climático no es sino una consecuencia de la agresión a la que es sometida por parte nuestra al no darle tiempo al tiempo.

No estoy contra el progreso, pero éste debe ser para tener más tiempo libre para nosotros mismos, para reflexionar, para sentirnos mejor, no peor, para vivir en armonía con la naturaleza, no para acelerar su destrucción ni la extracción de los recursos que atesora.

Parece increíble, pero todo apunta a que el valor de la vida lenta es substancialmente superior al de la vida rápida.

abril 22, 2022

¿Qué se juega en Francia?

Foto de Il Vagabiondo en Unsplash

Este domingo 24 de mayo tiene lugar el balotaje presidencial francés entre Macron y Le Pen. Ambos llegan luego de obtener las dos primeras mayorías en la primera vuelta con 28% y 23% respectivamente. En tercer lugar llegó Melenchón, liderando a la izquierda insumisa, con un 22%. En términos gruesos se puede afirmar que Macron representa a una derecha o centroderecha neoliberal, arrogante y proeuropea, en tanto que Le Pen representa a una ultraderecha inconsistente, populista y nacionalista.

Los resultados de esta primera vuelta dan cuenta de tres rasgos en la política actual: fragmentación, fragilidad y polarización. Rasgos que hoy se muestran en todo su esplendor no solo en Francia: fragmentación expresada en la proliferación de candidatos y partidos; fragilidad manifestada en la ausencia de lealtad partidaria y la variación de votos de un mismo partido de una elección a otra;  y la polarización que se expresa en las preferencias por posturas extremas.

Si bien los números y las encuestas proyectan un triunfo de Macron, no se descarta una sorpresa que viene de la mano de un cansancio de andar votando por el mal menor junto con las ganas de patear el tablero. Ya en el balotaje de 5 años atrás, compitieron los mismos de ahora y el veto a la ultraderecha se expresó claramente: Macron duplicó la votación de Le Pen. En esa ocasión el lema fue todos contra Le Pen, pero este esquema hoy no funciona. La izquierda de Melenchon ya no está tan disponible de votar por un candidato como Macron para frenar a la ultraderecha. El mismo Melenchon, una vez que supo que Le Pen estaría en la papeleta del balotaje, dijo “ni un solo voto a Le Pen”, pero no estuvo dispuesto a endosar su respaldo y el de sus seguidores a Macron. De hecho las últimas encuestas destacan que para esta segunda vuelta quienes votaron por Melenchón no han decidido si han de votar y por quien, poco más de un 30% lo hará por Macron, y casi un 20% de ellos están abiertos a votar por Le Pen. Esta última cifra da cuenta del hastío del tradicional voto de izquierda, que suele concentrarse en los sectores populares, y de su disponibilidad para cruzar la acera votando ya no por un candidato de derecha o centroderecha, sino que por uno de la ultraderecha. Como para agarrarse la cabeza.    

Lo que estamos viendo en Francia es un fenómeno propio de la época que vivimos. La democracia, la globalización y la política están en entredicho al verse incapaces de abordar los grandes y complejos problemas que están afectando al mundo. No cabe duda que en Francia existe hartazgo y fastidio. La gente se siente defraudada y no es para menos. Se trata de un fenómeno que trasciende a Francia. La política no está respondiendo a las expectativas, ya sea porque ha sido esterilizada por el neoliberalismo o porque el lugar de la política ahora ha sido ocupada por la economía. Estamos en presencia de un nuevo dios, de un nuevo totalitarismo económico que indica que hay un único camino, el del libre mercado, que no hay otro. El resultado es una política capturada por la economía, y por lo mismo, propensa a corromperse bajo un ambiente en el que los grandes valores se dejan de lado cuando de obtener ventajas individuales se trata. 

Curiosamente esta visión está siendo compartida tanto desde la izquierda como desde la ultraderecha, diferenciándose tan solo en las propuestas de políticas conducentes a la solución de los males que nos afligen. La consecuencia de este panorama no es otro que la debacle de los partidos tradicionales –que en Francia está representado por el partido republicano  y el partido socialista, los que se redujeron a la más mínima expresión en la última elección. Pero no es un fenómeno exclusivo francés, dado que lo vemos también, en mayor o menor medida, en otros países tanto desarrollados como subdesarrollados. Ya sea pulverizando los partidos tradicionales –como ha sido el caso de Venezuela y Perú, entre otros- o transformándolos en meras máquinas de poder controlados por multimillonarios –EEUU por Trump e Italia por Belusconi, entre otros-. Todo apunta que estamos viviendo tiempos de convulsión, de decepción, confusión y/o desorientación.

En Francia la decepción se ha volcado contra Macron. Los votos de Melenchon, que supuestamente debieran volcarse hacia Macron, están en duda. Francia pareciera estar con cierto riesgo de que caiga en manos de Le Pen, lo que sería catastrófico para la Unión Europea, para el modelo de reconstrucción de Europa después de la segunda guerra mundial. Su triunfo representaría el regreso en gloria y majestad de los nacionalismos con todas las consecuencias que de ello se derivan.

abril 20, 2022

La caída de los proyectos del quinto retiro: ¿quienes ganaron? ¿quienes perdieron?

Foto de JD Mason en Unsplash

Al comienzo de esta semana en la cámara de diputados se votaron dos proyectos relativos a un quinto retiro del 10% de los fondos de pensiones. Uno de ellos, presentado por la inefable Pamela y su séquito, sin restricciones; y el otro, presentado por el gobierno, acotado a quienes cumplan algunas condiciones específicas (pagos de pensiones alimenticias y de deudas, entre otras).

El primer proyecto estaba en línea con los proyectos ya presentados para el primer, segundo, tercer y cuarto retiro. Su objetivo inicial, cuando la pandemia tenía consecuencias en el campo laboral y los apoyos desde el gobierno eran claramente insuficientes, fue el de posibilitar que desde los propios ahorros previsionales de los trabajadores se pudiese enfrentar la emergencia. Sin embargo, con el tiempo estos retiros han ido perdiendo razón de ser: primero, porque desde el propio gobierno anterior se empezaron a admitir acciones de apoyo a quienes se veían afectados; y segundo, porque la pandemia ha ido perdiendo fuerza y como consecuencia de ello, el mercado laboral se ha ido recuperando.

El gobierno actual, teniendo presente el contexto económico actual, no obstante que está sustentado por una coalición que en el pasado respaldó los proyectos de retiro del 10% anteriores, decidió no respaldar el proyecto mencionado en el apartado anterior. El fundamento de esta decisión se sustenta en el hipotético impacto inflacionario que un quinto retiro tendría en un contexto que de por sí ya tiende al alza de precios por factores internos y externos.

Para compensar esta decisión, como una forma de mostrar su sensibilidad frente a los problemas que subsisten, y para frenar el proyecto original del quinto retiro, el gobierno resolvió presentar un proyecto similar pero acotado, limitado a casos particulares. El resultado ya se conoce: ninguno de los proyectos alcanzó la votación requerida para su aprobación.

Es difícil imputar el resultado de las votaciones a la oposición o a la coalición gubernamental porque hubo votos cruzados. En general hubo diputados de oposición votaron por el quinto retiro sin restricciones y diputados de gobierno que votaron por el proyecto del quinto retiro acotado, pero no faltaron los díscolos de lado y lado que revolviendo el gallinero hicieron caer ambos proyectos.

¿Quién ganó? ¿quién perdió? Paradojalmente estimo que, en términos de los propósitos, ganó tanto la oposición como el gobierno. La oposición, por principio nunca ha querido retiro alguno, salvo algunos que lo hacen mirando la platea, y desde el gobierno el proyecto se presentó nada más que para frenar el que ya estaba en la cámara de diputados.

Desde el punto de vista del país se ganó en el sentido que lo ocurrido es una señal de la necesidad de ponernos serios de una vez por todas. Esto implica dejar de emborracharnos la perdiz presentando una y otra vez proyectos que apuntan a recurrir a los recursos que tenemos reservados para nuestra vejez. Y concentrar toda la energía y capacidad del poder ejecutivo y legislativo para abordar a fondo la tantas veces postergada reforma previsional.  

Si lo que se pretende es tumbar a las AFP es ridículo hacerlo por la vía de dejarnos sin un peso para nuestra vejez. ¿O acaso alguien cree que trabajaremos hasta el fin de nuestros días? ¿O que el Estado será quien se encargue de nosotros para tener una vejez decente y digna? No están los tiempos para milagros.


abril 15, 2022

Genocidio en Ucrania

Foto de Sebastiano Buratto en Unsplash

Sin duda que hay genocidio. No sé cuál es la definición, pero presumo que se acerca a lo que entiendo por tal: un asesinato en el que hay un victimario, en este caso Putin, el ejército y el gobierno ruso, y una víctima, en este caso todo un pueblo. Es genocidio y no asesinato porque está involucrado todo un pueblo indefenso mas allá de si es un porcentaje bajo o alto de la población de Ucrania. La destrucción que a diario estamos viendo en vivo y en directo, y que a la fecha 5 millones de ucranianos hayan huido de la guerra con una mano adelante y otra atrás es ilustrativo de lo que está ocurriendo. No hay justificación alguna y debieran avergonzarse quienes pretenden hacerlo amparándose en lo que otros países hayan hecho en el pasado remoto o reciente.

Para la 1ra y 2da Guerra mundial no existía la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la que se creó después de la última guerra mundial como una suerte de cortafuegos para que desde la órbita soviética no se tentaran por incursionar en Europa Occidental. A su vez, desde Europa Oriental se crea el Pacto de Varsovia en oposición a la OTAN, como mecanismo de defensa. Tanto la OTAN como el Pacto de Varsovia se crearon como resultado de la distribución del poder mundial al término de la 2da guerra mundial. Ambos eran pactos militares en defensa de la repartición del poder en Europa Occidental y Europa Oriental. Eran tiempos de guerra fría.

A fines de la década de los 80 como consecuencia de la perestroika y la glasnost en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), ésta se desintegra sin que nadie disparara un solo tiro. La división de Alemania y el muro de Berlin, representaron la distribución del poder entre las potencias hegemónicas de esos tiempos –USA y URSS-. A la desintegración de la URSS se suma la caída del muro de Berlin, la reunificación alemana y la derrota de los regímenes comunistas en los países que habían estado bajo el amparo del pacto de Varsovia. Este pacto desaparece, no así la OTAN, la que se expande a aquellos países que adhieren a la Unión Europea (UE).

Exasperada por la expansión de la UE y herida en su orgullo, en su amor propio, procurando reverdecer laureles de tiempos imperiales, Rusia se juega su último cartucho: su potencial nuclear para invadir y amenazar a diestra y siniestra. Es así como ahora nos encontramos con la paradoja de que a pesar de que la OTAN fue creada para prevenir una 3ra guerra mundial, pareciera que ella se nos viene encima, ahora generada por Rusia, aparentemente para frenar la expansión de la OTAN. 

Curiosamente, Putin está logrando el efecto contrario, porque Finlandia y Suecia, que no estaban en la OTAN, y tampoco en la UE, ahora apresuradamente desean estar bajo el alero de la OTAN por temor a un ataque ruso. Y Putin no encuentra nada mejor que reaccionar amenazando con ocupar armas nucleares si lo hacen. 

abril 12, 2022

Perú: con los días contados

Pedro Castillo, el actual presidente de Perú, las está viendo negras. Desde que asumió, hace menos de un año, el 28 de julio del 2021, no ha tenido un día de descanso ya sea por errores no forzados, por una oposición que no le ha dado tregua desde el primer día o por cualquier otra cosa. Su base electoral se le está yendo entre los dedos de la noche a la mañana. Salvo un milagro, que en política es de poca ocurrencia, lo concreto es que no se necesitan más de dos dedos de frente para darse cuenta que tiene los días contados. Ya se salvó jabonado de ser destituido.

Es interesante intentar escudriñar respecto de las razones por las cuales Castillo está entre las cuerdas, porque lo que allí está ocurriendo puede estar o llegar a replicarse en otras partes. 

El ascenso de Castillo a la presidencia del Perú fue meteórico. En la primera vuelta triunfó sobre 18 candidatos, obteniendo poco menos del 20% del total de votos, Fue seguido por Keiko Fujimori, hija del innombrable peruano que se encuentra encarcelado por los crímenes cometidos bajo su gobierno. Keiko pasó a la segunda vuelta con tan solo un 14% del total de votos emitidos. 

En el balotaje Castillo ganó a duras penas a Keiko con un discurso basado la necesidad de elaborar una nueva constitución con miras a refundar el Perú, y con un fuerte énfasis en el combate a la corrupción y a la clase política dominante. A menos de un año del inicio de su gobierno se ha visto zarandeado desde los más distintos ángulos, día tras día sin descanso, a punto tal que en términos boxeriles, podríamos afirmar que  hoy se encuentra al borde del abismo. Las razones las podemos esquematizar como sigue.

En primer lugar, la fragilidad de su base electoral, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Su base electoral está dada por su votación en la primera vuelta: menos del 20%. Si bien en la segunda vuelta alcanzó el 50%, la mayoría alcanzada se explica esencialmente por el rechazo que provoca la figura del padre de su oponente, Keiko.

En segundo lugar, la presencia de 18 candidatos en la papeleta electoral de la primera vuelta da cuenta de la fragmentación resultante de la cuasi desaparición de los partidos tradicionales dominantes -APRA y Acción Popular-. Lo señalado se ve corroborado por la composición del parlamento peruano ilustrativo del caleidoscopio político existente. En este contexto, la aprobación de cualquier ley requiere de negociaciones interminables entre una variedad de representantes de partidos políticos cuyos cuerpos de ideas cuesta identificar y diferenciar con nitidez.

En tercer lugar, la polarización política bajo distintos clivajes, entre los votantes del fuijimorismo y del antifujimorismo, así como el de los votantes de la sierra y los de la costa. Entre ambos casos hay todo un abismo, una zanja infranqueable. Curiosamente, si existe algún común denominador entre estos mundos, este sería el de la corrupción, el que empapa a todos ellos. Quien quiera que sea el que acceda a la cima del poder, por más que su programa explicite como objetivo combatir la corrupción imperante, a la hora de la verdad, la tentación de sucumbir ante ella se les hace irresistible. Lo prueban los distintos presidentes que por ello han caído en desgracia: unos fugados, otros condenados, otros encarcelados, otros procesados. Uno de ellos, para escabullir el bulto, se suicidó.

Si bien he hecho referencia al caso peruano, no es necesario ser muy avispado para percatarse que lo descrito, trasciende al Perú. Estamos ante un fenómeno que está afectando a muchos países –fragilidad, fragmentación y polarización política- que está socavando la democracia, la gobernabilidad democrática. Todo este proceso tiene causas que es necesario desentrañar si queremos vivir en una democracia de verdad y recuperar la capacidad de los políticos para representarnos y gobernarnos.

A buen entendedor, pocas palabras.

abril 07, 2022

El sol debe brillar para todos

Photo by Andrey Grinkevich on Unsplash

El pecado original de la carta constitucional que tenemos desde el 80 reside en su génesis, construida desde las alturas, por expertos, especialistas, abogados constitucionalistas de una corriente ideológica en particular e impuesta en un plebiscito sin padrón electoral alguno y en un contexto dictatorial. Si bien ha experimentado cambios no menores, mantiene la impronta de quienes la fraguaron entre cuatro paredes.

Muy distinto es lo que estamos viviendo ahora. Ya no son solo quienes saben de constituciones quienes están elaborando la propuesta que será sometida a escrutinio público en el plebiscito de salida. También están en la convención constituyente (CC) quienes viven sus consecuencias, los ciudadanos de a pie. Es primera vez en la historia del país que los de abajo están construyendo una nueva constitución con los de arriba, con las élites que desde siempre han tenido la manija.

Cuesta creerlo, pero lo que se está viviendo es algo inédito, y lo que está siendo sometido a prueba es la capacidad para que unos y otros trabajen conjuntamente. Para que los de arriba, las élites se percaten de la necesidad de abrirse, o como dijera quien fuera la primera dama del país, Cecilia Morel: “parece que vamos a tener que ceder algunos de nuestros privilegios”. Ese es el punto. Dejar de hacer lo que quieren, como si el país fuera de ellos. Cuando se trata de construir lo que se ha dado en llamar la casa de todos, se trata justamente de eso, que no solo de ellos, sino que de todos.

No se trata de excluir a quienes siempre han excluido. Para ello se instaló la regla de los dos tercios, de modo que nadie pueda barrer con el otro, de modo de tener una constitución a firme. Y los dos tercios no son monopolio de nadie, forzando a conversar, a buscar puntos de acuerdo. Quien juegue al todo o nada, lo perderá todo. De allí que el recorrido de esta CC esté siendo áspero, complejo, y nadie puede asegurar que llegue a buen puerto. Se navega por aguas tempestuosas, en medio de falsedades de marca mayor, de temores fundados e infundados.

A nadie le conviene que el barco zozobre, sino todo lo contrario, es hora de que toda la tripulación entiende que solo el trabajo conjunto, mancomunado nos permitirá salir airosos. El día en que esto se entienda, brillará el sol para todos, no para unos pocos. Esa es la idea.

abril 06, 2022

La Convención Constituyente en tierra derecha


La Convención Constituyente (CC) ya se encuentra próxima a ingresar a su fase final, no sin dificultades ni críticas. Unos ponen el acento en su composición, otros en sus actuaciones. Para los convencionales se ha tratado de un desafío mayúsculo. La CC nace como consecuencia de la explosión social de octubre del 2019 y de la aspiración de casi un 80% del país, por dejar atrás la constitución actual para tener una nueva constitución. En este escenario, se eligieron a los actuales constituyentes que conforman la CC. Su objetivo no es otro que dar origen a “la casa de todos”.

En la CC hay expertos constitucionalistas y quienes “viven” en el país, quienes pisan tierra, andan en micro y representan a quienes sufren las consecuencias de la constitución que tenemos, del modelo de sociedad que se ha construido, el neoliberal, individualista, depredador. Tenemos una CC cuyos integrantes reflejan la diversidad socioeconómica y política del país, sin exclusión alguna. Convencionales elegidos democráticamente y donde están representados todos los sectores, incluidos los de quienes desean perpetuar la actual constitución.

La CC no ha estado exenta de críticas desde los más diversos ángulos, unas con propósitos inconfesables, otras con un ánimo constructivo, positivo. Las primeras apuntan a obstaculizar las transformaciones que se requieren para disminuir la desigualdad que ha dado origen al malestar imperante y a mantener las características esenciales de la constitución que tenemos.  Estas críticas suelen provenir de las élites o castas beneficiadas en estas décadas gracias a sus posiciones de privilegio antes que como consecuencia de un esfuerzo y trabajo perseverante y responsable.

Las críticas constructivas expresan una preocupación e interés por llegar a buen puerto. Críticas que invitan a tender puentes antes que a cavar o profundizar fosas ya existentes. Esta asumo que es la intencionalidad de quienes se han dado en llamar amarillos por Chile, o quienes conforman el movimiento “una que nos una”.

Ambas críticas, tanto las que buscan socavar los resultados del trabajo que realiza la CC, como los que buscan mejorarlos, no pocas veces se solapan, viendo fantasmas o dando por verdadero lo que no son sino falsedades. A modo de ejemplo, se proyecta la imagen de que en la CC habría una suerte de aplanadora de un grupo sobre otro, y que por tanto no se estaría construyendo “la casa de todos”. Esto es de falsedad absoluta, por cuanto no existe grupo dominante alguno sin contrapeso. Por lo mismo nadie puede hacer lo que quiera ni poner el pie encima de nadie. Esto pareciera de difícil comprensión para quienes están habituados a manipular las cosas a su antojo.

La misma metodología de trabajo que se ha dado la propia CC impide cualquier manipulación que se quiera realizar. Desde el momento que algo se aprueba en una comisión debe pasar al pleno de la CC donde debe pasar la valla de los 2/3. Y bien sabemos que ningún grupo político por sí solo monopoliza los 2/3. Si una disposición aprobada en una comisión no supera los 2/3 del pleno, pero supera el 50% de los votos del pleno, vuelve a la comisión para su mejora a fin de que logre sortear la valla de los 2/3. Y si no supera el 50%, la disposición no pasa al borrador ni a revisión, simplemente va al tarro de la basura. Esta metodología de trabajo es la que garantiza que los maximalismos no tengan espacio dado que no lograrán superar el escollo de los 2/3.

En síntesis, todos están forzados a negociar dado que nadie tiene el sartén por el mango. Esto es lo que pareciera que tiene molestos a no pocos acostumbrados a hacer todo a su pinta, razón por la que no trepidan en entorpecer la andadura convencional.

El problema más complejo que se viene encima es el de la armonización de las disposiciones que se aprueben porque cada temática se ha abordado en forma aislada. Y llegada la hora de la verdad necesariamente deberán ensamblarse para conformar un cuerpo coherente donde las disposiciones aprobadas por el pleno se complementen entre sí sin entrar en contradicción. Ese sí va a ser un trabajo de filigrana.

Lo que de allí emerja, será sometido al escrutinio público en el plebiscito de salida. Si nos gusta, lo aprobaremos, de lo contrario, lo rechazaremos. Así de simple.