Desde hace tiempo venimos escuchando estas palabras como si fueran la panacea -lo que nos estaría faltando-, para que salte la liebre, esto es, salir del subdesarrollo. Dado que son palabras que se utilizan indistintamente, a veces dependiendo tan solo de la ocasión, e intrigado por sus respectivos significados decidí hacer un alto en mi andadura por esta vida para intentar descifrarlos.
Para ello me propuse identificar los verbos asociados, crear, innovar y emprender, para a partir de ellos efectuar las reflexiones pertinentes. Podemos observar que todos estos verbos denotan acciones, actividades.
La palabra crear la asocio a la acción de nacimiento, de dar a luz una nueva criatura, un nuevo producto, un nuevo servicio, un nuevo proceso, una nueva ideología, una nueva teoría. Se crea o no se crea, no existen matices ni intervalos de tiempos: existe o no existe la nueva criatura. Por tanto, la creatividad es una característica de quienes tienen o han desarrollado la capacidad para crear. Normalmente la creatividad se asocia al mundo artístico-cultural, sin embargo puede darse más allá de él. Quien crea algo lo hace empujado por una fuerza interior, por satisfacción propia, sin mayores pretensiones económicas.
Innovar, a diferencia de crear, suelo vincularlo al cambio y al mercado-, un cambio no necesariamente significativo, pero aceptado por el mercado, que ha logrado introducirse en él. Puede tratarse de un cambio tanto en la esencia como en la forma (estética) de un producto, proceso o servicio. La diferencia entre un invento y una innovación reside en que este último ha logrado ser comercializado en el mercado, ser demandado por él. Un nuevo producto podrá ser un invento, pero no será una innovación si el mercado lo rechaza o no lo acepta. Un innovador suele mirar el mercado para satisfacerlo, por lo que la innovación se entendería como un proceso que puede partir con una idea para culminar con un nuevo producto o un producto mejorado que se ha logrado introducir en el mercado.
Por último, emprender, tiene una connotación más económica vinculada al inicio de una nueva actividad conducente a crear valor, y que por tanto mira al mercado, al igual que innovar, pero con énfasis en el riesgo pudiéndose tener un resultado exitoso como un sonado fracaso, y en el que se incurre en una inversión –más o menos cuantiosa- que puede recuperarse o no. Todo emprendedor intenta no ser un empleado y tiende a querer tener su propia empresa, buscando su independencia. Tal independencia es relativa porque si bien deja de depender de un jefe o empleador, pasa a depender de un mercado al cual debe responder. Un mercado por lo general volátil, efímero, inasible. Por lo general un emprendedor anda en busca de nuevas oportunidades, aunque también los hay quienes lo son por necesidad, y que no son pocos, sobre todo en nuestros países de menor desarrollo. En estos casos la supuesta independencia no fue buscada, sino que es resultado de una pérdida de un empleo.
Potencialmente creo que todos, unos más otros menos, tenemos distintas dosis de creatividad, innovación y emprendimiento. Desafortunadamente este potencial no siempre logra desarrollarse, ya sea por desconfianza y/o temor al fracaso. Por tanto, si aspiramos a ser más creativos, innovadores y/o emprendedores, castigar el fracaso resulta fatal, al igual que defraudar la confianza.