junio 26, 2014

La oportunidad de Chile

Chile tiene la oportunidad de hacer nuevamente historia en este campeonato mundial. Ya hizo historia al dejar fuera de carrera a España, actual monarca del futbol mundial. Ahora, si elimina a Brasil, un país con tradición de producir jugadores de clase mundial, en su propia casa.

Así como Chile tenía la obligación de ganar su partido ante Australia, no la tenía para ganarle a España. La lógica señalaba que el favorito era España. Ahora también, la lógica futbolística nos dice que debe ganar Brasil, al igual que la lógica económica. Si Brasil no sale airoso en este lance, sería una catástrofe de proporciones, para la FIFA, para Brasil y para su gobierno.

En síntesis, Brasil no puede perder. Esta afirmación tiene lugar a pesar que se reconoce que en los partidos que ha jugado no ha brillado, ni cuenta con un plantel como los de antaño. La única figura descollante es Neymar. Lejos están los tiempos en los que el grueso de sus jugadores brillaban.

Chile, por el contrario, llega en uno de sus mejores momentos, con un plantel como nunca ha tenido. Nunca en su historia hubo tantos chilenos destacándose en los principales campeonatos más exigentes. Toda una generación de astros como difícilmente volveremos a tener. A diferencia del mundial del 2010 en Sudáfrica, ahora el plantel está más fogueado, experimentado. Sus jugadores se encuentren en la plenitud de su madurez.

Es la oportunidad soñada. Es cierto que Brasil no puede perder, que difícilmente los árbitros se podrán sustraer a la presión de los locales y de la propia FIFA que no querrá que le estropeen el negocio. Hay que asumir que tendremos árbitros y público en contra.

Es la oportunidad para que Chile vuelva a hacer historia, esta vez dejando en el camino a Brasil. La lógica está contra Chile, pero los partidos hay que jugarlos en la cancha. Nada está perdido de antemano. Se está en condiciones, como nunca, para jugar de igual a igual ante cualquiera en cualquier parte del mundo. Brasil tiene debilidades, su defensa es vulnerable.

Chile no puede darse el lujo de cometer errores. Deberá jugar con los dientes apretados, con velocidad, sin dejarse expulsar ni pisar el palito ante eventuales provocaciones. Con sangre fría y caliente al mismo tiempo, pero sobre todo, con confianza en que se puede.

El mordisco de Suárez

No me refiero a la mordida tal como se entiende en algunos países donde es sinónimo de coima, chantaje, o lo que se paga para obtener algo indebido. Me refiero a la mordida de Suarez, jugador uruguayo, o supuesta mordida como algunos prefieren catalogar, que tuvo lugar en el marco del campeonato mundial que se está desarrollando en Brasil.

Las imágenes televisivas, en este plano, son lapidarias, al igual que con los errores arbitrales. Difícilmente alcanzan a engañar.

La mordida está en boca de todos por los más diversos factores: por darse en un campeonato del mundo; por la relevancia del partido, dado que estaba comprometida la clasificación de los equipos en juego, ambos excampeones del mundo; por tratarse de la tercera mordida del mismo jugador.

Se podrá explicar, pero no justificar. Por más provocaciones a las que se haya visto afectado el jugador; por más que el futbol sea de meta y ponga y sin llorar; por más que se invoquen casos peores que hayan sido pasados por alto. Ningún jugador, por más importante que sea, por bueno que sea, está habilitado para morder, dentro y fuera del campo de juego. Por el contrario, a los buenos jugadores, como es el caso de Suárez, se les exige más. Son en cierto sentido, jugadores modelo, más allá del campo de juego.

La FIFA no lo pensó dos veces, e impuso rápidamente sanciones draconianas, aunque no tanto. Temía que lo inhabilitaran de por vida para jugar profesionalmente. Se le da una nueva oportunidad. Durante los meses que no podrá jugar ni concurrir a estadios, debe aprovechar de someterse a un tratamiento orientado a regular, controlar su descontrol en determinados casos.

Es cierto que las autoridades de la FIFA, con su historial no santo, sembrado de sobornos y corrupción, no son las más apropiadas para andar adoptando decisiones de esta índole, pero ello no disminuye la gravedad de la mordida.

Quienes defienden y/o justifican la conducta de Suárez, desde el propio Pepe Mujica, el presidente uruguayo, le hacen un flaco favor. Si queremos tener de vuelta a Suárez en las canchas, se tiene que asumir la necesidad de rehabilitarlo a través una terapia que le permita superar el duro trance en que se encuentra.

junio 19, 2014

Chile hace historia

Imposible esquivar la relevancia del triunfo de Chile sobre España en el mundial de fútbol que se está desarrollando en Brasil. Con Australia el partido había que ganarlo sí aspirábamos seguir con vida, tanto por las pretensiones nuestras como porque Chile tiene más historia futbolística y por el plantel con el que cuenta, donde casi todos juegan en el exterior, muchos de ellos en las principales ligas europeas.

Pero el partido con España era otra cosa. Mal que mal, son los actuales campeones del mundo y la historia tampoco nos favorecía. Si bien habían sido vapuleados por Holanda en el primer partido, necesitaban resarcirse de la derrota. Los últimos partidos de Chile tampoco ayudaban al optimismo, aunque se tenía la esperanza y confianza que los jugadores que pisaran el pasto darían lo mejor de sí. También se confiaba en la calma, la modestia, la tranquilidad de Sampaoli, un argentino que no parece argentino.

Se ganó categóricamente, con Chile en lo suyo, con desplante, no se achicó, no se amilanó, se paró con clase, confianza y seguridad. Atrapado en el pasado quedó ese juego de Chile arratonado, buscando el empate, evitando la goleada, refugiado en su propio arco.
España llegó herido al partido, sintió la goleada que le propinó Holanda, mostrando un juego que a ratos me hizo recordar el Chile de antaño, el del pase corto, el del juego bonito, pero ineficiente, sin contundencia. Chile logró la proeza de eliminar al campeón del mundo y pasar a la ronda siguiente. El partido con Holanda servirá para definir el primer y segundo lugar. Con lo ya hecho, Chile ya está haciendo historia.

Pero los jóvenes estandartes aspiran a más y todo Chile les acompaña. Sueñan, con los pies en la tierra, y nos están invitando a soñar como nunca antes. En esta hora bendita, hay que reconocer que este camino se viene recorriendo desde hace unos años, siendo uno de sus hitos, la llegada del loco Bielsa, quien a la distancia debe estar disfrutando del fruto de lo que sembró. Siembra que ha caído en tierra fértil gracias a los cuidados de Sampaoli, un entrenador que le hace bien no solo al futbol, sino que al país.

Desafortunadamente, la gran alegría ha sido parcialmente opacada por los desmanes que han acompañado las celebraciones. Desmanes que ponen en vitrina lo que no debe hacerse, a diferencia de los jugadores que nos están demostrando que el trabajo persistente, serio, responsable rinde frutos, provee satisfacciones, llenan de gozo nuestros espíritus.

Un triunfo histórico en el Maracaná. Como para llenarnos de orgullo.

junio 13, 2014

Partió la bolita

Esta semana partió el por muchos tan esperado campeonato mundial de futbol. Su inauguración, sobria, deslucida, opacada por las dificultades que su organización ha generado, no estuvo a la altura de otras, ni de lo que se esperaba tratándose de un país como Brasil, donde el culto a la actividad física, a la música y al futbol no tiene parangón.

El mismo partido inaugural dejó más dudas que certezas respecto del país anfitrión, sorprendido por un país como Croacia, sin mayor tradición futbolística. No son pocos los factores que pesan sobre el ambiente reinante en Brasil, que está impidiendo el despliegue multicolor y alegre que caracteriza a sus habitantes.

Entre estos factores se encuentra, qué duda cabe, el contraste, el choque que producen los millonarios recursos económicos disponibles para la organización del campeonato y la realidad socioeconómica que los brasileños de a pie enfrentan diariamente. Este contraste ha dado origen a las protestas que en diversas ciudades se han estado dando y que están impidiendo que puedan vivir el campeonato como una verdadera fiesta.

Otro factor no menos relevante es la sombra del maracanazo del 50 que Uruguay le propinó a Brasil en la final de entonces, cuando toda la afición brasileña y mundial daba por sentado que el título quedaría en manos de los dueños de casa. La fiesta estaba montada, nadie daba un peso por Uruguay. Sin embargo, a contrapelo de todos los vaticinios de entonces, la celeste sacó la garra charrúa, esa garra que tiene todo hijo nacido en esas tierras, aquella que no da pelea por perdida, que a punta de pundonor, fuerza y coraje permite enfrentar lo que se ponga por delante.

Chile por su parte llega a este mundial en una suerte de estado contradictorio. La afición tiene expectativas fundadas y no fundadas. Entre las fundadas se encuentran la de contar con un plantel de jugadores de lujo, experimentado, que juega en las ligas más importantes del mundo codeándose con los mejores del mundo. Chile es más que en el pasado, ya no juega arratonado, se planta de igual a igual. De allí que existe confianza en pasar a los octavos, a los cuartos de finales, y porqué no, a las semifinales y a la final misma.

Desafortunadamente, existen antecedentes que obligan a aterrizar estas expectativas. Entre ellas, los últimos partidos preparatorios, si nos ponemos una mano en el corazón, nos obligan a la mesura porque así como se jugó ante Egipto e Irlanda, no se llega a ninguna parte. La defensa fue un pasadizo que hizo agua por todas partes. La condición física en que llegan muchos no es de las mejores. Están fundidos. Matías tuvo que regresar a casa, Vidal está recién operado, Valdivia en cualquier momento se puede caer.

Escribo estas líneas antes del primer partido de Chile y cuando vean la luz ya se sabrá cómo le fue. La serie es difícil, pero el primer partido es clave, aparte de que el rival a enfrentar es abordable, Australia, un país sin mayor historial futbolístico. Por tanto, Chile tiene la obligación de ganar, sí o sí, sin atenuantes, sin importar si lo hace por goleada o no, jugando bien o mal. Si no se gana, la fiesta preparada con tanto entusiasmo habrá que desarmarla. Ganando, se podrá seguir soñando, en caso contrario, de nada servirán las excusas, el arbitraje, el clima, las lesiones, el infortunio.

Mañana será otro día.

junio 05, 2014

El diablo metió su cola: la calidad de la educación

Dentro de la discusión que ha tenido lugar por estos meses, está aquella que tiene que ver con los cambios al financiamiento y la institucionalidad de la educación. Quienes se oponen, reclaman que los proyectos de ley que el gobierno está presentando al congreso, orientados a poner fin al lucro, el copago y la selección, omiten lo relevante, la calidad de la educación.

En primer lugar, se constata la existencia de un cierto consenso de que no estamos conformes con la educación que tenemos. En segundo lugar, es importante recordar que lo que tenemos fue fraguado en la segunda mitad de la década de los 70, impuesto a comienzos de los 80 e institucionalizado el día antes de que asumiera el primer gobierno de la Concertación.

Lo que tenemos es un modelo creado para que hoy tengamos una educación de calidad. Al menos así lo explicitaron las autoridades de la época, hace ya más de 30 años, cuando no existía oposición, porque si a alguien se le ocurría oponerse, se le relegaba, despedía, desaparecía, torturaba, borraba, exiliaba.

Esta mayor calidad, según sus promotores, se obtenía por medio de una batería de medidas o políticas, algunas de las cuales me voy a permitir recordar.

Para tener más calidad, se municipalizó la educación, de modo que las escuelas estuvieran bajo el control de los municipios en vez del ministerio de educación, y por esta vía facilitar su gestión. Municipios, cuyos alcaldes eran nominados a dedo por el gobierno de la época, la dictadura del innombrable. Ellos sabrían poner a los directores más apropiados para que las escuelas subieran su calidad.

Para tener más calidad, se resolvió terminar con el financiamiento asegurado año a año, y cambiarlo por uno basado en vouchers, cupones, subvenciones por alumnos asistentes. La lógica subyacente en los ideólogos de la época era que una escuela de calidad atraería más asistencia, olvidando que ella obedece a múltiples factores que van más allá de la calidad de las clases que se imparten, como son la localización, el clima y la salud de los escolares.

Para tener más calidad, se decidió promover la inversión privada mediante la opción de crear nuevos establecimientos educacionales con fines de lucro y con subvención estatal. Esto bajo la lógica de que más establecimientos, generarían mayor competencia, y esta mayor competencia, traería inevitablemente, mayor calidad.

Para tener más calidad se liberalizó el mercado de la educación superior, donde cualquier institución de educación superior, no necesariamente universidad, podía abrir carreras de pedagogía, adonde podía entrar cualquiera. Total, el mercado se encargaría de seleccionar a los mejores profesores, porque los malos profesores no serían contratados. Así de simple.

Para tener más calidad se privilegió la libertad de enseñanza por sobre los derechos a la educación, en el marco de un racional donde se asume que las señales del mercado, los incentivos para emprender y la competencia no darían otro resultado que una educación de más calidad que la que teníamos en tiempos anteriores.

Posteriormente, en 1993, ya en tiempos de la Concertación, y ante la imposibilidad de sustituir el modelo educacional y de allegar todos los recursos públicos que la educación demandaba, para tener más calidad, se abrió la posibilidad del copago, esto es, que las familias complementaran la subvención estatal con un pago de las familias, en lo que se ha llamado el financiamiento compartido.

En resumen, para tener más calidad, se optó por desregular y privatizar la educación, convirtiéndola en un bien de consumo más, en la convicción de sus promotores, que de este modo alcanzaríamos a tener una educación de calidad. El resultado no es precisamente eso. Lo que nos legaron los próceres de entonces, ha sido una educación de mala calidad, y más encima, segregada y cara.  Una vez más, el diablo metió su cola.