junio 24, 2020

Invocando el espíritu republicano

A raíz de la difícil situación actual se ha estado invocando la necesidad de que impere un espíritu republicano en el quehacer nacional, particularmente en las altas instancias políticas. Esta invocación tiende a estar asociada a coyunturas complejas que demandan solidaridad y unidad para enfrentarlas como es el caso de cataclismos naturales –terremotos, inundaciones, aluviones- y guerras militares o sanitarias, como es en la que nos encontramos actualmente, contra covid19, que afecta no solo a nuestro país, sino que a todo el mundo.

Mi sentido común me dice que república es la antítesis de lo que se comprende por monarquía o dictadura, donde el poder no está concentrado en una persona, ni siquiera en una élite, y donde las controversias son resueltas civilizadamente, sin imposiciones ni menoscabos a terceros.

Cuando se incorpora el vocablo espíritu el tema adquiere otra dimensión vinculada a un entorno, a una manera de ser, donde un espíritu republicano implica un ambiente de escucha, de atención, de trato, de respeto al otro, de reconocimiento a los demás. No implica ausencia de conflictos, sino que muy por el contrario, implica reconocerlos y un espíritu capaz de procesar pacíficamente los conflictos, voluntad para buscar y concretar acuerdos sin menoscabo para nadie.

El espíritu republicano no se limita al momento en que se elige a un parlamento, o cuando hay un cambio de gobierno, o cuando se rinde tributo a los héroes de la patria. Supone mucho más que eso: una conducta, una forma de vida, de vivir y tratar a los demás, particularmente de parte de quienes ostentan posiciones de poder.

Las invocaciones a la unidad y solidaridad para abordar la crisis sanitaria, económica y social  caen a saco roto, y minan la credibilidad de quienes las emiten, cuando en medio de la pandemia y confinamientos, desde la casa de gobierno se cotizan productos gourmet –caviar, mousse de pato, paté de jabalí y mozzarella de búfala- para los menús de La Moneda. Da lo mismo si finalmente se concretó, o no, la compra. Lo concreto es que el solo hecho que se haya cotizado, revela una ausencia total de espíritu republicano.

Asocio a espíritu republicano el concepto de que las autoridades deben ser las primeras en respetar las obligaciones que se nos imponen a los mortales de a pie. Si por estrictas disposiciones sanitarias miles de familiares no han podido despedir como hubiesen deseado a quienes en estos días han fallecido, con mayor razón deben cumplir tales disposiciones quienes son nuestras máximas autoridades. Su incumplimiento por parte de la máxima autoridad del país atenta contra el espíritu republicano al que tanto gusta aludir: la real igualdad ante la ley.

La modestia y la austeridad también son expresiones muy estrechamente vinculadas a lo que entiendo por espíritu republicano. En este plano la derecha tiene un modelo en el olvido: Jorge Alessandri Rodríguez, quien viviendo con sencillez, en su calidad de presidente del país, se iba caminando desde su departamento a la casa de gobierno, sin escoltas ni choferes. Esa es la esencia del espíritu republicano que le permitió levantar al país luego del destructor terremoto de 1960, hace ya 60 años atrás. Bien haría la derecha en recordarlo y emularlo en estos tiempos de coronavirus.

(*) Photo by Tim Marshall on Unsplash

junio 19, 2020

La joya de la corona: Uruguay

En América Latina hay un paisito que se está distinguiendo por su capacidad para enfrentar el covid19: Uruguay. A la fecha solo ha registrado 24 víctimas fatales, menos de mil contagios, menos de 20 casos activos y con sobre un 90% de recuperados. Con 3 millones y medio de habitantes, Uruguay está dando que hablar en términos muy positivos. Si bien no se puede cantar victoria hasta que no termine el partido contra el coronavirus, vale la pena arriesgar algunas reflexiones que ayuden a explicar el hecho de que se esté manteniendo a raya la pandemia. 

 Algunos piensan que Uruguay tiene todo a su favor. No es así, tener a Brasil al lado, donde la pandemia está causando estragos no es para nada una ventaja, y menos cuando está gobernado por quienes conducen el país mirando por sobre el hombro al coronavirus. Brasil es vice campeón mundial en contagios y muertes. Entre Trump y Bolsonaro no hay diferencia alguna. Son lo mismo en distinto envase. Pero no nos vayamos por las ramas. Tampoco es una ventaja que el gobierno uruguayo esté recién asumido, mas encima de signo opuesto al anterior. Fue el primer y sorpresivo desafío que de un paraguazo tuvo que encarar el gobierno de Lacalle Pou, un hombre de derechas que encabeza una coalición multicolor como le llaman allá donde también está la ultraderecha militarista encabezada por quien fuera comandante en jefe del ejército uruguayo.

El modelo de abordaje de la pandemia por parte de Uruguay parece caracterizarse por los siguientes elementos. En primer lugar, desde el primer caso que se tuvo conocimiento el gobierno decretó emergencia sanitaria, cerrándose las fronteras, los aeropuertos y suspendiendo los servicios educacionales, religiosos y todos los eventos públicos. El gobierno no esperó a ver como evolucionaba lo que algunos llamaban despectivamente “la gripecita”. Se lo tomó en serio. 

En segundo lugar, el gobierno decretó una cuarentena voluntaria. No quiso coartar la libertad de sus ciudadanos y que a los uruguayos les es tan cara. Tanto la libertad como la justicia son dos conceptos que los uruguayos valoran muy fuertemente. Apeló y confió en la conciencia, el comportamiento y la responsabilidad del pueblo uruguayo. La respuesta, hasta ahora al menos, ha sido ejemplar. Se la tomaron muy a pecho, como una suerte de honor. 

En tercer lugar, tanto el gobierno como la oposición consensuaron tanto la emergencia sanitaria como la cuarentena voluntaria, así como la creación de un fondo coronavirus financiado con el 20% de los sueldos más altos de la administración pública –ministros, legisladores, funcionarios públicos-. 

En cuarto lugar, un sistema de salud, con un potente servicio público de atención primaria que está a la altura de las circunstancias, que no ha alcanzado a ser desmantelado y que en esta hora se valora en toda su magnitud. 

 A estos factores podemos agregar otros asociados a la baja densidad poblacional, la baja tasa de informalidad laboral en relación a otros países, así como al nivel educacional-cultural de sus habitantes que sin duda están ayudando a contener el coronavirus. Estos factores están incidiendo justamente porque el gobierno adoptó las medidas tomando en cuenta ese contexto.

(*) Photo by Amy Rollo on Unsplash

junio 13, 2020

¿Qué pasó? ¿Por qué renunció Mañalich?

Escribo estas líneas apenas me enteré del cambio del ministro de la cartera de salud chilena. Y me enteré a las 6 horas de producida la renuncia porque me encontraba podando ramas y chipeando las podas. Curiosamente, en el interregno me llegó un wsp desde Rapel, donde vive un familiar muy apreciado, que vive en la acera política contraria a la mía, y que me pedía que estuviese atento a algún llamado de Piñera para hacerme cargo del ministerio de salud. No le tomé el peso asumiendo que me estaba bromeando. Poco después me llega otro wsp de un amigo de muchos años, español, casado con chilena, jubilado y que vive en Luxemburgo con quien acabo de retomar una fluida comunicación. En este último wsp me informaba que lamentaba la renuncia del ministro de salud. Recién en ese minuto me cae la teja del significado del wsp.

La pregunta que surge es porqué renuncia cuando acaba de haber un cambio de gabinete donde uno de los cambios que muchos vislumbraban era en la cartera de salud. El cambio fue un mero juego de sillas ministeriales para recomponer el cuoteo político y prepararse para tiempos electorales. Muchos apostaban que el ministro Mañalich debía salir. Presumí que no caería en base a que no se cambia a un general que tiene la responsabilidad de enfrentar una guerra salvo que incurra en alguna locura o que se vislumbre una derrota de proporciones. En este minuto estamos enfrentando una guerra no convencional, porque el enemigo no es otro país ni otra persona o grupo de personas, es un virus, es covid19, de quien no existen mayores antecedentes. El general a cargo de esta guerra, en este caso es el ministro de salud.

Sin embargo, intempestivamente, ahora cayó. Desconozco si renunció, si le rechazaron la renuncia o si le pidieron la renuncia. Da lo mismo. Lo importante es que algo pasó en el interregno para que el presidente le quitara el piso a Mañalich, quien también fuera su ministro de salud durante los 4 años del anterior gobierno de Piñera. ¿Qué fue lo que pasó? No pueden haber sido los ataques de que ha sido objeto, las peticiones de la oposición, ni las políticas o las estrategias de comunicación implementadas. Todos estos elementos ya estaban antes del cambio de gabinete último y no fueron suficientes para derribarlo.

Desde el cambio de gabinete último hasta ahora visualizo dos grandes factores que deben haber incidido en la caída de Mañalich. Uno, que desde entonces los resultados indican que se está perdiendo la guerra en forma categórica, y dos, las contradicciones en los datos remitidos a la organización mundial de la salud (OMS) y a la opinión pública. Esta última razón, combinada con la primera, creo que fue la gota que rebalsó el vaso.

Todos sabemos que para ganar una guerra, convencional o no, es imprescindible tener a todo un país respaldando y acatando a sus autoridades, sus políticas, sus decisiones, sus acciones. Por los más diversos motivos, Mañalich no lo logró. El nuevo ministro tendrá la responsabilidad de lograrlo. De parte nuestra, los ciudadanos de a pie, tenemos la mejor voluntad para respaldarlo porque, mal que mal, en ello se nos va la vida.

junio 12, 2020

Un modelo con pies de barro

Imagen de PublicDomainPictures en Pixabay
Desde hace ya varias décadas que al país (Chile) se le han venido atribuyendo cualidades que covid19 está poniendo en duda. Entre las cualidades más destacadas se encuentran el crecimiento económico en las últimas décadas que nos ha vuelto más ricos, que somos más eficientes, que estamos entre los países menos corruptos. En concreto que seríamos un país moderno, en paz, un país modelo. Para unos, gracias a la revolución silenciosa del innombrable, el país inició una senda de progreso y crecimiento como nunca en la historia; para otros, esta senda se habría iniciado con la transición, con la llegada de la democracia actual y su reducción de la pobreza desde un 40% a menos de la mitad.

Unos lo atribuyen a la constitución del 80 que sentó las bases económicas y cuyas innumerables reformas no han sido capaces de alterar mayormente, otros lo atribuyen a la disciplina fiscal en que se empeñaron los gobiernos a lo largo de la transición y que no tocaron el corazón del modelo ni las turbias privatizaciones emprendidas en la década de los 80.

No obstante que la desigualdad se ha mantenido incólume, si es que no se ha visto incrementada, nadie duda que la pobreza material ha sido reducida significativamente a lo largo de todo este tiempo. Lamentablemente, los problemas que estamos viviendo a raíz de covid19, están mostrando la cara fea del modelo que tenemos. Si bien se está ante un fenómeno inédito que afecta a todo el mundo, del que nadie se verá eximido de sus consecuencias, debe reconocerse que hay países que han enfrentado de mejor manera la pandemia. Sería el caso de países que han contado con modelos políticos y económicos más sustentables, con autoridades guiadas más por el sentido común que por intereses creados, y una ciudadanía con la educación y cultura a la altura de la contingencia.

El más potente signo de que estamos asentados sobre un modelo con pies de barro está dado por lo que estamos viviendo en estos días. Autoridades que recién se están percatando de una realidad nacional marcada a fuego por la desigualdad, donde más de la mitad del país vive al borde de la cornisa a punta de un endeudamiento que no se sostiene en el tiempo sin que explote en algún minuto. Todo esto frente a un Estado que nunca tiene los recursos suficientes para asumir un rol protector de los más débiles, pero que siempre los tiene para asumir un rol represivo con miras a mantener “el orden”.

Desafortunadamente la pobreza material volverá por sus fueros y se explica porque su reducción en todas estas décadas ha sido sobre la base de la precarización del empleo y el endeudamiento. Covid19 tan solo está poniendo a la vista, sobre la parrilla, lo que el estallido social había insinuado.

Si queremos amortiguar el impacto que covid19 tiene sobre nosotros y las nuevas generaciones, es imprescindible que seamos capaces de enfrentar la realidad sin esconder nada bajo la alfombra: de situarnos fuera de la caja. No solo en Chile, sino que en todo el mundo.

junio 06, 2020

¿La docencia presencial en jaque?

Photo by NeONBRAND on Unsplash

La semana pasada escribí sobre el salto a la virtualización de la docencia que ha afectado a todos los niveles educativos –primaria, secundaria y terciaria- a raíz de las restricciones impuestas por las cuarentenas, confinamientos, distanciamientos sociales por el covid19 que está impulsando el teletrabajo en quienes tienen el privilegio de conservar su empleo. Muchos creen que el cambio se limita al paso de lo presencial a lo virtual, en seguir haciendo virtualmente lo que se hacía presencialmente.
Al respecto es necesario puntualizar al menos tres cosas: una, que lo virtual no reemplaza el quehacer presencial, particularmente en lo que se refiere a la actividad educativa; dos, que no se trata de replicar virtualmente lo que se hace presencialmente; y tres, lo que está ocurriendo ahora, es para salir del paso, mientras dure el temporal llamado covid19, no es para quedarse como algunos quizás estén pensando o soñando.
La educación virtual carece de elementos que son consustanciales al proceso formativo: humanidad, sociabilidad, en una palabra: calidez. La calidez que da el cara a cara, la interacción físico-mental entre el profesor y sus alumnos, al igual que entre los alumnos. El mirarse a los ojos, la observación de los gestos, las posturas, las reacciones, las emociones, los sentimientos, que retroalimentan la interacción segundo a segundo para ir modificando el proceso de enseñanza-aprendizaje según las circunstancias que la mediación tecnológica es incapaz de proveer.
Se equivocan quienes creen que la educación virtual replica lo que se hacía presencialmente, esto es, conectarse profesores y alumnos para que los primeros expongan y/o hagan lo mismo que hacían presencialmente, ya sea vía pizarra, presentaciones en powerpoint, fotografías, videos, u otras vías. Los códigos en los mundos presencial y virtual son muy diferentes, ponen en acción con distintas intensidades y maneras los sentidos –oído, vista, olfato, tacto, habla- con que nos relacionamos y recibimos o enviamos información.
Lo que hace la virtualidad, es abrir espacio a la posibilidad de enriquecer la educación presencial, complementándola, al ofrecernos la posibilidad de enfrentar emergencias como la que estamos viviendo en este minuto; de poner a nuestra disposición conocimientos de terceros disponibles en “la nube”; de implementar nuevas metodologías de enseñanza-aprendizaje.
Desafortunadamente en estas semanas de educación virtual ha estado tendiendo a ser a imagen y semejanza de lo que se hacía presencialmente. Esto se puede explicar porque en muchas instituciones el cambio tuvo lugar abruptamente. En otros casos porque los profesores no tenían la preparación y/o las capacidades para su implementación. En cierta forma estamos pagando el costo de la improvisación propio de quienes suelen posponer lo importante por lo urgente. Tuvo que invadirnos un virus –covid19- para que nos cayera la teja.
Como todo en la vida, no hay que irse a los extremos, no todo es blanco ni negro, hay toda una gama de tonalidades. Yerran quienes creen que la educación virtual llegó para sustituir el quehacer educacional presencial, más bien deberíamos afirmar que llegó para complementarlo. En este plano, por más inteligencia artificial que pongamos sobre la mesa, por más que le metamos robots, automatismo al proceso educativo, nunca va a alcanzar la riqueza que provee la interacción humana. Tampoco tiene sentido una docencia presencial que prescinda de las oportunidades que proveen las tecnologías de información y comunicación actuales.
Por último, no debemos perder de vista que la calidad en la educación no viene dada por su infraestructura física, sus plataformas tecnológicas, sino por sus profesores, por su compromiso y la pasión con que desarrollan sus funciones, por la motivación, el interés, la curiosidad que son capaces de despertar en sus estudiantes. Al respecto invito a ver un video en el que se destaca este punto.

Por todo lo señalado, pasada la emergencia actual, deberemos ser capaces de encontrar la ecuación más apropiada para el aprovechamiento de las potencialidades de lo presencial y virtual en el proceso formativo.

junio 04, 2020

Una virtualización de la docencia sobre la marcha

Photo by Austin Distel on Unsplash
Con motivo de la pandemia que está afectando a millones de personas a lo largo del mundo, y que está causando muerte y desolación, al igual que toda actividad económica, cultural, social y deportiva, el sector educacional está siendo profundamente afectado. Los establecimientos básicos, medios y superiores se han visto imposibilitados de desarrollar las funciones que les son propias en forma presencial.

Las restricciones asociadas a las sugerencias, recomendaciones y/o medidas adoptadas –confinamientos, cuarentenas, toques de queda, entre otras-, han sacudido a un sector caracterizado porque en esencia ha desarrollado su quehacer educacional bajo un formato tradicional, sin mayores innovaciones durante todo el siglo pasado y comienzos del presente. Los cambios experimentados han estado asociados al equipamiento físico, a los laboratorios, a la disponibilidad de computadores, antes que a la infraestructura física y a las metodologías de enseñanza-aprendizaje.

Si bien han emergido nuevos métodos de enseñanza-aprendizaje, sigue primando, la clase magistral, frontal, donde el profesor expone contenidos y los alumnos toman nota, escuchan. Si bien se está batiendo en retirada, a los profesores les ha costado abandonar un formato al que están habituados, pero que en los tiempos actuales ya no corresponde, tanto porque los estudiantes exigen un rol más activo, como porque los profesores ya no tienen el monopolio del conocimiento de los contenidos a tratar, los cuales se pueden encontrar en la red de redes, internet. Hoy, el rol del profesor es más de acompañamiento, orientación, motivación.

Unos establecimientos más que otros, particularmente universidades, han realizado importantes esfuerzos orientados a poner bibliotecas digitales y poderosas plataformas tecnológicas de información y comunicación al servicio de sus alumnos, docentes e investigadores. La intensidad de uso de estos recursos para los distintos propósitos –docencia e investigación- da cuenta del grado de involucramiento de los destinatarios. En no pocos establecimientos, tales bibliotecas y plataformas no han sido ocupadas en los términos que se esperaban.

Con la llegada de covid19, las instituciones educacionales han debido abandonar la docencia presencial para subirse, de golpe y porrazo, a una docencia virtual para la cual pocas estaban adecuadamente preparadas. Las dificultades han sido de distinto orden: entre otras, no todos los docentes están siendo capaces de adaptarse a esta imprevista nueva realidad; no todos los alumnos tienen acceso a internet en los términos requeridos; no todos los docentes y alumnos tienen el espacio y la tranquilidad en sus viviendas para trabajar y estudiar; no todos los establecimientos educacionales poseen la plataforma tecnológica informática capaz de soportar la simultaneidad de acceso a ella. A estos factores se debe agregar la tensión, el miedo y la incertidumbre reinante que las circunstancias actuales están generando. Todos estos elementos estamos llamados a dominarlos y no dejarnos dominar por ellos.

Como puede observarse, el desafío para los distintos actores es mayúsculo. La capacidad para sortear los obstáculos nos pone a prueba para que salgamos fortalecidos de esta contingencia que nadie se esperaba.
}