mayo 28, 2020

Razones en favor de las canastas


A raíz de mi última columna escrita sobre las famosas cajas o canastas familiares, a continuación se acompañan las razones dadas por el gobierno para distribuirlas a cerca de 500,000 familias que beneficiarían a 2 millones 500 mil de personas, con el propósito de efectuar un somero análisis de ellas. No obstante que conocía estas razones, de todos modos agradezco a quienes me las hicieron llegar.

1. Se afirma que asegura la provisión de alimentos ante las actuales necesidades, lo que no sucede al entregar plata que los necesitados podrían destinar a otros fines. Esto es ¿los destinatarios irán a comprar los productos de la canasta? O bien, ¿por qué cuando hay algún tipo de emergencia cualquier gobierno entrega, por ejemplo, frazadas? ¿por qué no le depositan en la cuenta rut para que compren frazadas, estufas, cocinas, etc.? ¿se ha pensado a qué público llega eso? ¿tienen EDUCACIÓN Y CULTURA para no comprar cualquier cosa menos lo más importante?

Respuesta: La lógica que inspira este argumento revela la desconfianza en la decisión de las familias al suponer que podría destinar los recursos a otros fines, razón por la cual sería necesario no otorgarle la libertad de definir qué comprar, sino que se le compra a su nombre. Sería interesante saber quiénes definieron el contenido de las cajas, con qué criterio lo hicieron y para qué tipo de familia. Es una lógica totalitaria, más propia de regímenes dictatoriales que de democracias, al adoptar decisiones entre bambalinas, las que afectan a terceros con recursos ajenos.

En relación a las preguntas ¿por qué cuando hay algún tipo de emergencia cualquier gobierno entrega, por ejemplo, frazadas? ¿por qué no le depositan en la cuenta rut para que compren frazadas, estufas, cocinas, etc.?

Afirmé en su momento que en caso de emergencias, como el de la pandemia actual, la provisión de canastas familiares tiene sentido si la cadena de abastecimiento está quebrada. Para el caso que se señala, frazadas, se trata de un bien único, no una canasta con muchos productos distintos, y no obstante ello, los distintos gobiernos han terminado optando por un bono invernal para atender las necesidades de abrigo, así como para el inicio de las actividades escolares se opta por el bono marzo para que la gente pueda comprar materiales escolares, en vez de proveerles de cajas con los materiales requeridos.

Respecto de las preguntas que ¿has pensado a qué público llega eso? ¿Tienen EDUCACIÓN Y CULTURA para no comprar cualquier cosa menos lo más importante? ¿quién te asegura que no vayan a comprar droga o vino?

Estas preguntas revelan una desconfianza, fundada o no, en la capacidad de las personas para decidir qué comprar. Bajo esta premisa debiéramos retroceder en el tiempo y volver al sistema donde los dueños de los fundos, de las salitreras, pagaban a sus peones u operarios con fichas que solo se podían ocupar para comprar en las pulperías que eran de los mismos dueños. Es como si el gobierno estuviese entregando canastas cuyos contenidos fueron comprados, con platas del Estado, a las empresas de los amigos de quienes conforman el gobierno.

Si desconfiamos en la capacidad de las personas para decidir qué comprar, me pregunto ¿por qué delegar en las personas la decisión de quienes han de gobernarnos o de legislar? Así era cuando el voto no era universal, cuando solo unos pocos podían votar, quienes tenían un patrimonio, la oligarquía, únicos iluminados de la época con derecho al voto.

2. Aunque la logística es más complicada, se asegura (por economías de escala) más por menos.

Respuesta: Las dificultades que se han puesto de manifiesto en el curso de los días dan cuenta que no se asignó el peso que correspondía al complejo abordaje logístico asociado a la cadena de abastecimiento. Afirmé en su momento que la cadena vinculado al aprovisionamiento de una canasta familiar, incluyen procesos que no son triviales: a) hay que definir e identificar el contenido de la canasta asociado al monto que se presupuestó; b) a quienes comprar; c) dónde almacenar la compra; d) cómo armar cada canasta; e) cómo distribuir las canastas y quiénes las distribuirán; y f) cómo entregar las canastas. Toda esta cadena tiene un costo que no es menor por más voluntarios que se tengan tanto para el armado de las canastas como para su distribución. Toda esta cadena tiene un costo, por más voluntariado que quieras ponerle, y que más probable que sea sustancialmente mayor que la economía de escala que eventualmente se haya podido obtener con la compra al por mayor. Me compro el argumento si la economía de escala es mayor que el costo logístico generado para proveer las canastas.

3. Se evita desplazamiento de gente a comprar alimentos y disminuir el contagio.

Respuesta: Este argumento se cae desde el momento que la llegada de las cajas no está impidiendo que las personas estén saliendo de sus casas, ya sea a trabajar o a efectuar las compras. De hecho, en el curso de los días en contagio ha ido in crescendo y nada indica que la llegada de las cajas esté aminorando este crecimiento. Me compraría el argumento si estuviésemos viendo una sustancial disminución de salidas a comprar por parte de la gente acompañada de una baja en los contagios. Creo que estamos viendo lo contrario,

Cabe agregar, algo vergonzoso y no por ello menos relevante: la manipulación política por parte de alcaldes, senadores, diputados, ministros, seremis y otros personeros políticos distribuyendo cajas, algunas de ellas con los nombres de los próceres, quienes simulan ser los benefactores.
Inevitables son también las suspicacias que despierta un gobierno con una impronta gerencial a toda prueba. Los recursos comprometidos son significativos, del orden de los 15 mil millones de pesos sin incluir los costos de la cadena de abastecimiento, más o menos la mitad del fraude que conocimos de los carabineros y que sería interesante cotejar con tantos otros fraudes. Ojalá algún día conozcamos la verdad en esta materia.

Por último se me señala que según la última encuesta CADEM, más del 80% de la población estaría aceptando la medida de proveer canastas familiares y estableciendo como corolario que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Al respecto quisiera aclarar que mi escrito no pretende ser la última palabra, tan solo pretende expresar lo que pienso. Si la mayoría está o no de acuerdo con lo que pienso, es otro cuento. No es mi intención congraciarme con la mayoría ni con la minoría, ni aferrarme a lo que pienso contra viento y marea. Por el contrario, sobre la base de buenas y poderosas razones estoy abierto a pensar de otra manera.

mayo 24, 2020

Las famosas canastas familiares

Photo by Kouji Tsuru on Unsplash
Cuando el presidente, por cadena nacional, anunció la provisión de dos millones y medio de canastas para las familias de menos recursos, para compensar en parte las dificultades asociadas a los menores ingresos que tienen por las medidas sanitarias aplicadas, me agarré la cabeza pensando en que si lo que quería era resolver un problema y anotarse un punto, al gobierno le saldría el tiro por la culata.

Lo que sobrevino después de la alocución presidencial parece haber sido una crónica de algo absolutamente previsible. Las críticas no tardaron en dejarse caer, porque el anuncio que generó amplia expectativa inmediata, fue acompañado de la más absoluta improvisación a la hora de la implementación. El anuncio presidencial implicaba un complejo abordaje logístico asociado a la cadena de abastecimiento al cual no se le asignó el peso que correspondía.

En efecto, cuando de una canasta familiar se trata, hay una serie de pasos a seguir que no son triviales: a) hay que definir e identificar el contenido de la canasta asociado al monto que se presupuestó; b) a quienes comprar; c) dónde almacenar la compra; d) cómo armar cada canasta; e) cómo distribuir las canastas y quiénes las distribuirán; y f) cómo entregar las canastas. Toda esta cadena tiene un costo que no es menor por más voluntarios que se tengan tanto para el armado de las canastas como para su distribución.

Uno se pregunta: ¿no era acaso más práctico agarrar el dinero asociado al costo del contenido de cada canasta, más el costo logístico más arriba mencionado, y depositarlo en la cuentarut de los destinatarios?

Las ventajas eran manifiestas para cualquiera con dos dedos de frente. Al azar mencionaré algunas de ellas. Uno, no nos complicamos la vida; dos, es de ejecución inmediata, no requiere tiempo de nada; tres, cada familia ocupa los recursos recibidos en lo que cree que más necesita sin recibir nada que no quiera; cuatro, se dinamizan las economías de barrio donde residen las familias receptoras, y por tanto con un importante efecto en cadena.

A estas ventajas agregaría otra no menos relevante: impide la vergonzosa manipulación política que hemos estado viendo estos días. Alcaldes, senadores, diputados y otros personeros políticos distribuyendo cajas, algunos de ellos con sus nombres. Politiquería barata. Y más encima algunos, haciendo gala de una inocencia a toda prueba, afirman que no lo hacen con intención política alguna, simplemente para asegurarse que lleguen a quienes deben llegar. Es uno de los problemas que tenemos: nos creen tontos, y a veces pareciera que lo somos, no solo hasta las 12, sino que las 24 horas del día.

A las ventajas ya mencionadas agregaría otra no menos importante: se evitan suspicacias respecto de eventuales negocios bajo cuerda. Mal que mal, el volumen de las compras a realizar es como para abrir el apetito de las más grandes empresas capaces de responder al desafío de la provisión. La magnitud de los recursos que involucra la operación cajas no es menor. Es importante asegurarse que todo el proceso haya sido transparente y que no haya nada bajo cuerda o fraguado en una cocina.

¿Cuáles son las desventajas? Me cuesta descubrirlas. Algunos quizás insinúen que debido a que la compra se hace al por mayor se consiguen mucho mejores precios y que con el valor del contenido de la canasta se obtiene mucho más que si con ese dinero uno va a comprar al negocio de la esquina. Dudo que así sea si al costo del contenido de la canasta se agrega el costo de toda la cadena de abastecimiento más arriba mencionada. Otra desventaja que se podría citar es que estamos en cuarentena y que por ello no podemos salir a comprar. Ojo, no todo el país está en cuarentena, y dentro de las comunas que están en cuarentena, no cuesta nada abrir una ventana de tiempo para realizar la compra con los recursos recibidos, tal como se está haciendo con los permisos que se conceden vía comisaría virtual.

Uno se podría preguntar ¿cuándo tiene sentido una decisión de esta naturaleza, distribuir canastas familiares a quienes las necesitan? La respuesta es clara: cuando la cadena de abastecimiento está rota, no funciona, y requiere una intervención. Es lo que puede ocurrir cuando estamos ante un terremoto. Claramente no estamos en esta coyuntura.

Por último ¿por qué no se incluyó el valor de la canasta en el ingreso familiar de emergencia que sí se ingresa a la cuentarut? Habría sido una inyección a la vena.

mayo 19, 2020

La lógica de Bolsonaro

Photo by James Jonathan on Unsplash
 El gobierno de Brasil, encabezado por Bolsonaro, no ha dejado de sorprendernos desde que ganó las elecciones presidenciales. Su populismo de derecha ejerce una atracción irresistible más allá de sus fronteras. En Chile, tanto Acción Republicana como la UDI siguen de cerca sus pasos y la lógica de sus actuaciones.

Partió su gobierno premiando a Moro, el impoluto juez del caso Lavajato, como ministro de justicia. La principal razón de Bolsonaro fue por haber sacado del camino a la presidencia a Lula como candidato, dejando el campo libre a Bolsonaro. Recientemente, se deshizo de Moro al tener la osadía de no detener las investigaciones que el poder judicial está realizando en torno a su familia, especialmente a sus hijos, y que Bolsonaro intentó interferir.

Ahora está enfrentado con los gobernadores regionales, recordemos que Brasil es un país federal, por discrepancias respecto de las acciones a tomar para enfrentar el covid19 que está causando estragos. Bolsonaro, desde el inicio, al igual que Trump, minimizó la pandemia, incluso burlándose de quienes advertían la gravedad del fenómeno en camino, los gobernadores regionales. Éstos se agarraban la cabeza a dos manos ante la indiferencia de un gobierno central que desoía las solicitudes de adopción de drásticas medidas –cuarentenas, cierre de escuelas, comercios y restricciones al transporte- para frenar los contagios y evitar que se llegara a la realidad que se está viviendo en la actualidad.

Incluso más, tilda de tiranos a quienes apoyan el distanciamiento social al afirmar que “el desempleo, el hambre y la miseria será el futuro de aquello que apoyen la tiranía del aislamiento social”. Para Bolsonaro la vida debe seguir, al igual que Trump, provocando la renuncia de su segundo ministro de Salud, quien alcanzó a durar menos de un mes en el cargo.

Ya el anterior había sido destituido por no compartir las decisiones de un presidente que frente al covid19 ha decidido mirar al techo y alentar a sus partidarios a oponerse a sus gobiernos locales. La política de Bolsonaro es ignorar la pandemia, continuar como si acá no pasara nada, y forzar el suministro de cloroquina a quienes se vean afectados por el covid19. Mientras tanto, la pandemia agarra vuelo en tierra brasileña a vista y paciencia de todos y arriesga extenderse más allá de sus fronteras.

La lógica de Bolsonaro es muy simple, la simpleza elevada a su máxima expresión: dejar que mueran quienes tienen que morir. Su política es, las cosas son como son, y por lo mismo, hay que dejar que ocurra lo que tenga que ocurrir. Fue taxativo al afirmar "¿más muertos? ¿y qué? yo no hago milagros". Lo que no puede ocurrir es que se detenga la actividad económica. Es la misma lógica de Trump y la que tenía Johnson en Inglaterra, hasta que se infectó y se vio comprometido. Ahí recién le cayó la teja.

No pocos adhieren a esta lógica, caracterizada por su inhumanidad, amparada en la amenaza del desempleo, el hambre y la miseria, como si ese fuese un destino inevitable, desechando abrirse a caminos humanitarios.

mayo 14, 2020

Cavilaciones en torno al covid-19

Photo by CDC on Unsplash
El covid19 nos tiene a todos perplejos, sin saber a qué atenernos. Ha generado un escenario nunca antes visto y no cuesta imaginar mucho lo que se vaticina. Si bien pandemias han habido muchas a lo largo de la historia, para las generaciones en vida, ninguna con este nivel de extensión y profundidad. Además, esta pandemia se da en un contexto de difusión, de información y desarrollo científico-tecnológico inexistente en el pasado. Se ha informado, comunicado y difundido a una velocidad sin precedentes.

Por lo mismo han saltado por los aires las elucubraciones, especulaciones y noticias falsas, las que se han vertido, particularmente por las redes sociales bajo el formato de videos postulando que el virus ha sido creado en algún laboratorio. Muchos de ellos hacen alusión a tenebrosos complots para obtener provechos políticos –aquellos que suponen la participación de China, USA o Rusia- o económicos-financieros –aquellos que creen en una industria farmacéutica coludida con investigadores-científicos vinculados a ella- o para sembrar el terror con propósitos inconfesables.

En estas líneas asumiré que el virus tuvo un origen accidental, y que tras él no hay intencionalidad malvada alguna, al menos hasta que alguien no me demuestre lo contrario. No soy proclive a sumarme a tesis sin mayor base.

Es importante resaltar que estamos ante un escenario inédito, y que por lo mismo, los gobiernos de distintos países han estado haciendo camino al andar, a tientas, a ciegas, a punta de prueba y error, a través de distintos mecanismos y estrategias. Unos más, otros menos, tomando decisiones centradas en la información provista por comisiones de expertos, apoyados por sistemas estadísticos más o menos sólidos, robustos, confiables, cotejando las consecuencias en términos sanitarios (salud), económicos (laborales) y/o políticos (elecciones), y las características de la población.

Las excepciones están constituidas por quienes se resisten a abordar el virus como un problema, los negacionistas. Trump y Bolsonaro están en esa línea, asumiendo que la vida debe continuar, que quienes tienen que morir, mueran. Así de simple. Y no les faltan adherentes. Total, de algo se tiene que morir uno. Pero en general, bajo gobiernos del más diverso signo, debe reconocerse que ha existido en los distintos países un esfuerzo por adoptar medidas que amortigüen el impacto sanitario-económico del virus.

Esfuerzo cuyos resultados están por verse, con mucho cuidado y con lupa. En base a qué indicadores mediremos estos resultados? Cuáles son los que dan cuenta de lo que queremos medir? La tasa de recuperados? La tasa de muertos por covid19? Qué mediremos? La resistencia de la población? La eficacia, o la eficiencia, del sistema de salud para enfrentar la pandemia? La eficacia, o la eficiencia, de las políticas gubernamentales? Cómo aseguramos que los resultados son confiables? Contra qué mediremos los resultados obtenidos? Contra los de otros países? De cuáles? Qué hacer si los resultados son los esperados? Bajamos la guardia? Levantamos las cuarentenas? de un viaje o gradualmente? dónde? Qué hacer para evitar rebrotes?

Para responder, estas y muchas otras interrogantes habrá que andar con pies de plomo. Ya habrá tiempo de analizar cuán exitosas han sido las medidas adoptadas por los distintos países. A vuelo de pájaro llama la atención el caso de Nueva Zelanda que ya ha reabierto su comercio, sus restaurantes y escuelas para niños. Dicho país, encabezado por una mujer, cortó por lo sano desde un comienzo: cerró sus fronteras. Pero ojo, recordemos que se trata de una isla, lo que facilitó el cierre.

Lo concreto es que mientras el virus esté entre nosotros y no se descubra la vacuna que lo neutralice, no nos queda más que adoptar los mayores recaudos posibles para evitar el colapso de los servicios de salud. No vaya a ser que terminemos muriendo en una cola de espera para ser atendidos. Y después, cuando los valores de los indicadores y el sistema de salud lo permitan, ingresar a una fase de normalización gradual, progresiva. No antes.

Referencia: http://victorramio.blogspot.com/

mayo 07, 2020

La nueva normalidad

Photo by Everton Vila on Unsplash
A raíz del virus que está infectando al país y al mundo, han surgido distintas expresiones, tales como “la nueva normalidad”, “retorno seguro”, entre otros, para dar cuenta de la necesidad de retomar cuanto antes el nivel de actividad precovid19.

Desde el lado sanitario se pone énfasis en la necesidad de desarrollar una serie de acciones orientadas al mantenimiento de una vigilancia epidemiológica y la aplicación masiva de tests diagnósticos, entre otras, con el propósito de controlar y/o suavizar las olas pandémicas que sigan a esta en la que nos encontramos. Al menos hasta que se encuentre la vacuna que la neutralice el covid19, que no pocos pronostican que se logrará de acá a fines del presente año.

Desde el lado económico la preocupación gira en torno a la recuperación de la actividad económica-productiva. Medio mundo está parado con consecuencias desastrosas. Ninguna de las generaciones vivas ha tenido un nivel de incertidumbre como la que hoy nos embarga y que nos atraviesa a todos. Unos más que otros, nadie está a salvo de sufrir lo que se nos viene.

En este contexto ¿qué se entiende por nueva normalidad? En general se asume que la nueva normalidad es la preexistente hasta la llegada del covid19 con un mayor nivel de preocupación sanitaria, con una revisión de los sistemas de salud imperantes, junto con una reanudación de la máquina económica-financiera-productiva.

Mi percepción es otra. La nueva normalidad no puede ser la que existió hasta antes del covid19, con algunos retoques o apretadas de tuercas. De ser así nos estaríamos farreando la oportunidad que nos brinda la pandemia de levantar la mirada, de abrir espacio a una verdadera una nueva normalidad.

En el ámbito económico los economistas tradicionales especulan en torno a los escenarios que se plantean en términos de letras (U, V, W y L). La primera (U) supone que solo después de un buen tiempo, se recuperará el nivel de actividad precovid19; la segunda (V) asume que una vez superada la emergencia, la recuperación será rápida; la tercera (W) postula que si bien vendrá pronto una recuperación, ella sería seguida por una nueva caída del quehacer productivo, para luego recuperarse hasta alcanzar los niveles esperados. La última alternativa (L) es sostenida por quienes estiman que el estancamiento llegó para quedarse, que no habrá recuperación alguna, o bien, que la recuperación será extremadamente lenta. Por ello, esta opción está asociada a la depresión, en tanto que todas las otras se relacionan con la recesión.

La mayoría de los economistas, que podríamos motejar como “realistas” en la materia, parece estimar que lo que ocurrirá tendrá forma de U, V o W, y una minoría, que el país y/o el mundo, se comportará como una L. Los optimistas son quienes postulan la V: que tendremos una pronta recuperación, como que acá no ha pasado nada. Y los pesimistas serían quienes creen en la L, que no habrá recuperación ni en el corto ni mediano plazo.

Lo interesante es que en todos los casos se piensa “dentro de la caja”, esto es, si volvemos al mundo en que vivíamos con todas sus características positivas y negativas. Se asume que el mundo es como es, que nuestros comportamientos son como son, que no tenemos vuelta. Estimo imprescindible, y la oportunidad está para “salir de la caja”. Es preciso pensar de otro modo, en una nueva economía que se aleje de la tesis del crecimiento permanente basado en la ocupación de recursos no renovables.

Estamos actuando como aquella familia que se está comiendo su capital. ¿Qué hará cuando se le acabe? La nueva normalidad está “fuera de la caja”. Algunas pistas están dadas en mis últimas columnas y muy probablemente también en las próximas.