noviembre 25, 2016

¿Fin del ciclo neoliberal?

En el tiempo, el mundo, el continente y el país parecen vivirse oleadas de distinto signo. Actualmente se estaría viviendo un alto dentro de una fase de neoliberalismo furioso preconizada por una derecha política capturada por el mundo financiero antes que por el mundo productivo. Una fase que tuvo entre sus mentores a economistas provenientes de la Universidad de Chicago, que en el caso chileno aprovechó la dictadura del innombrable para servir en una bandeja de plata el modelito que nos rige hasta el día de hoy con algunos aderezos introducidos para limar sus aristas más ásperas. No obstante esas variantes, conserva su esencia, su aroma bajo los cuidados de los múltiples sacristanes que no entienden tanta incomprensión por parte del común de los mortales.

En Estados Unidos de Norteamérica, en la década de los 80, su entonces presidente Reagan fue su impulsor, así como en Inglaterra lo fue la dama de hierro, Thatcher, gran amiga del innombrable. En Chile, este último se encargó de imponerlo a sangre y fuego, aprovechando estados de sitio, toques de queda y caravanas de la muerte, pero tomando la precaución de dejar fuera del modelo a las FFAA, particularmente en lo que se refiere al tema de las pensiones y la salud. Mientras la civilidad estuvo y sigue estando sometida a los vaivenes de las AFP y las ISAPRES, los miembros de las FFAA se abanican al margen de ellas.

A lo largo de todas estas décadas el predominio y peso del neoliberalismo ha sido tal que ha terminado por capturarlo todo, incluso a quienes en su momento lo criticaron, pero que una vez en el poder se vieron inhibidos de aplicar cirugía mayor, por razones que solo la historia sabrá comprender. Lo concreto es que el modelo persiste contra viento y marea, no obstante el creciente malestar que se observa por doquier y que aún no encuentra su cauce más allá de las marchas y las abstenciones en los procesos electorales.

Curiosamente, allí donde el modelo se impuso bajo el alero de los gurúes que pregonaban los beneficios de la libre competencia, de la globalización, del libre comercio se está observando similar desencanto al que se vive por estos lares. Ahora pareciera estarse produciendo un cierre de ciclo para darse inicio a otro que aún no logra visualizarse con claridad.

De tener tan abiertas las ventanas, algunas economías se resfriaron, a otras les dio pulmonía, y ahora no descartan en cerrarlas. Piensan que no es tan malo tener una base industrial mínima aún al precio de algún costo. Es así como en los propios Estados Unidos de Norteamérica parecen haberse hastiado con el libre comercio, los tratados de libre comercio, las rebajas arancelarias. Medidas a las que imputan que se hayan cerrado industrias y trasladadas a terceros países con mano de obra más barata y cuyas exigencias tributarias son más benévolas. El brexit en Inglaterra daría cuenta de similar fenómeno.

Lo que es para agarrarse la cabeza es que fue la derecha la que impulsó el desmantelamiento de la base industrial, y resulta que ahora es esa misma derecha, la que sale al rescate de esa base industrial y encabeza la cruzada en favor del proteccionismo. Lo expuesto señala que al interior de la derecha conviven al menos dos derechas, aquella más afín al neoliberalismo y asociada al ámbito financiero, y aquella más proclive al proteccionismo, que es la que estaría mostrando sus dientes.

Mientras tanto, la izquierda no atina, desconcertada, pues cuando alcanzó a gobernar  no atinó sino a administrar lo que había, en gran parte porque la economía se comió la política, anulándola por completo, para convertirla en un instrumento de los poderes fácticos. En Chile al menos, es la que estaría pagando los platos rotos.

noviembre 17, 2016

¿Quiénes son los irresponsables?

En Chile, con ocasión de la discusión en el parlamento en torno al reajuste en el sector público, se ha convertido en un tópico aludir a la necesidad de ser responsable en el manejo de las finanzas. El gobierno ha planteado un reajuste del 3,2%, propuesta que en una primera votación fue rechazada en virtud de la falta de acuerdo entre los propios parlamentarios de la Nueva Mayoría. En una segunda instancia, con tan solo ajustes, pero sin modificar el porcentaje del reajuste, el gobierno logró su aprobación con votos de la oposición y el rechazo de algunos de los parlamentarios que conforman la coalición oficialista. Esta realidad da cuenta de las fisuras en el seno del oficialismo que ponen cuesta arriba su eventual proyección.

El gobierno ha sostenido, una y otra vez, que este es un gobierno serio, que uno de los activos del país, desde los años 90, ha sido justamente el manejo responsable de las finanzas públicas. Que no va tirar por la borda lo que tanto ha costado y que no caerá en la tentación de dejarse llevar por populismos en un contexto no exento de dificultades. Que el país debe tener confianza en sus autoridades.

Para nadie es un misterio las ventajas que representa para el país disponer de un gobierno serio y responsable. Es lo mismo que ocurre en el seno de una familia. Tener como cabeza de familia a alguien que derrocha los recursos de los que dispone, gastando más de lo que se tiene, es pan para hoy y hambre para mañana. Si esto se repite mes a mes, el endeudamiento se torna insostenible. Nadie puede gastar más de lo que se produce sin un impacto a futuro mediato o inmediato, impacto que a nivel nacional tiende a expresarse en una inflación que suele desbocarse. Bien lo sabemos nosotros por lo que vivimos hace ya varias décadas y por lo que vemos que ocurre en otros países.

Sin embargo, ser serios y responsables no se limita a “cuadrar la caja”. Incluye la distribución de los recursos entre los distintos actores, tema que suele no abordarse porque entraña entrar “a picar”. Entraña analizar y discutir respecto de la proporción de recursos que se deben asignar a los distintos sectores –salud, educación, defensa y otros-; entraña también analizar y discutir en torno a la asignación de los recursos al interior de cada uno de estos sectores. Importa debatir respecto de la distribución de los recursos al interior de las organizaciones públicas, donde se ha tendido a conformar castas que llaman a escándalo. Unos están a contrata, otros de planta, otros a honorarios; para hacer lo mismo, pagan distinto; unos tienen asegurado el trabajo adinfinitum, otros deben mirarle la cara al jefe para que les renueven el contrato. No abordar estos temas, espinudos por cierto, pospuestos una y otra vez, es una irresponsabilidad mayúscula porque su discusión es de la esencia de la política. Lo que se ha hecho a lo largo de todas estas décadas, no ha sido otra cosa que eludirlo, ya sea conveniencia, por el binominalismo que ha conducido al duopolio político, o porque los poderes fácticos han logrado aceitar la representación parlamentaria, como lo prueban los diversos escándalos que han sacudido a la opinión pública. En breve, la economía y la inmoralidad ha anulado la política, reduciéndola a la más mínima expresión.

El resultado de lo expuesto es lo que tenemos: un país con una democracia castrada, con una clase política que se ha farreado la confianza que la ciudadanía había depositado en ella.

noviembre 11, 2016

Con la brújula perdida

Confiaba en el triunfo de Hillary, pero temía el de Trump. Se dio el de este último. Con ello la mayoría del pueblo norteamericano optó por patear el tablero, expresando una insatisfacción, un sentimiento de defraudación, un rechazo a lo existente, respaldando a un personaje que ni en sus mejores sueños se hubiese creído el cuento.

Votaron por Trump los marginados, los perdedores, los invisibilizados por los grandes medios de comunicación, los expulsados por un sistema, el neoliberal. Por lo visto, no son pocos. A ellos habría que agregar a los que no han sido expulsados, ni marginados, pero que sienten que en cualquier momento pueden serlo. Es la inseguridad sembrada por el neoliberalismo el que ha dado el triunfo a Trump gracias a su lenguaje y discurso simple, directo, al mentón, burdo, sin pelos en la lengua, apelando a las emociones y los sentimientos básicos de quienes están en la cuerda floja.

Es toda una paradoja que los perdedores voten por quien a sus ojos es visualizado como un ganador, la misma paradoja de la torturada que se enamora de su torturador, de quienes votan por candidatos formalizados, de pobres votando por multimillonarios.

La inmensa mayoría de los medios de comunicación estaban con Hillary, en tanto que en las redes sociales parecía dominar Trump. Ganó este útlimo. Algo parece estar cambiando.

Lo ocurrido en USA es la expresión de un desencanto con la política que ya se ha expresado en otras latitudes. En Inglaterra, por similares razones, ganó el brexit cuando desde la fiebre de las alturas todos daban por sentado que triunfaría la permanencia en la Unión Europea. En Colombia, su presidente Santos organizó toda una parafernalia en torno a un acuerdo de paz que plebiscitó en la confianza que el pueblo colombiano lo aprobaría. Pero no, perdió. En Chile, el rechazo en las últimas elecciones municipales se expresó por la vía de la abstención.

En Chile, el equivalente al triunfo de Trump sería el de alguien que no pertenezca a las élites, al establishment, a la clase política convencional. No se vislumbra ninguno en el horizonte. Quizá Farkas podría ser el equivalente a Trump, guardando el sentido de las proporciones, pero no se le ven ganas, aunque si se tirara capaz que arrase. Don Francisco está muy viejo.

Dando palos de ciego, con la brújula perdida, el mundo y Chile parecen buscar un destino que no encuentran.

noviembre 03, 2016

Elecciones en USA: Clinton vs Trump

A pesar de no vivir en USA, es imposible sustraerse a lo que ocurra la próxima semana con las elecciones presidenciales que tendrán lugar. La razón es muy simple: vivimos en un mundo global en el que estamos tan interconectados que lo que ocurre en cualquier parte del mundo no nos es indiferente. Particularmente cuando se trata de una potencia, en todo el sentido de la palabra, como es USA. Tanto en el plano ideológico, económico, científico, tecnológico, militar, cultural.

A ello se agrega que en esta ocasión uno de los contrincantes en la lucha por la presidencia es un candidato que ha roto moldes, Trump, y quien tiene al frente una candidata que se ha visto en singulares aprietos a lo largo de la campaña.

Trump ha roto moldes con su estilo directo, su lenguaje desenfadado, poco diplomático. Los candidatos con sus características, en otros tiempos, distintos a los actuales, no han llegado lejos. La pregunta que cabría hacerse entonces es ¿cuál es el atractivo de su mensaje para los tiempos que corren?

Mi tesis es que Trump es consecuencia del mundo que vivimos, de la pobreza cultural que aflige a USA, del neoliberalismo, de la exacerbación de la competencia, de la imposición de la economía sobre la política. El mensaje de Trump va dirigido a los perdedores, a quienes han perdido sus fuentes laborales, a quienes han visto precarizada su fuente laboral, a quienes se han visto acosados por el capital, y responsabiliza de ello a Wall Street, cuya influencia supera con creces a la Casa Blanca en Washington, a los tratados de libre comercio, a los inmigrantes. Entre sus estrafalarias propuestas se incluye la construcción de un muro, financiado por mexicanos. Un personaje con estas características, en tiempos normales, no tendría posibilidades de triunfo alguno. Sin embargo, hoy, sí las tiene. Un multimillonario, pero en quien las propias élites no confían. Un clásico self made man norteamericano que tanto gusta por esos lados.

Quiero creer que no ganará, pero el solo hecho que tenga alguna posibilidad de triunfo inquieta. Mal que mal, quien gane esas elecciones tiene la responsabilidad de conducir a USA cuya influencia sigue presente. En Inglaterra nadie imaginó que en el referéndum en torno a la pertenencia a la Unión Europea la mayoría se inclinaría por la salida (brexit).

Dado que el resultado de estas elecciones nos incumbe, quizá todo el mundo debiera tener derecho a votar en estas elecciones, en vez de limitarnos a esperar ver qué deciden los ciudadanos en USA.