febrero 22, 2024

El cuento de la independencia

Foto de Iftikhar Shah en Unsplash

Es bastante común en el mundo laboral hablar de dependientes e independientes, donde los primeros suelen tener un superior o jefe, un trabajo relativamente estable, y una remuneración fija. Los segundos, por el contrario, no tendrían jefe y sus ingresos tienden a ser inestables. Los independientes pueden ser tanto formales como informales.

Mi tesis es que la independencia como tal, no existe, al menos para los mortales de a pie sin mayores espaldas financieras capaces de soportar un chaparrón o los períodos de vacas flacas que inevitablemente la vida nos pone por delante; o para quienes juegan con las cartas marcadas al tener santos en la corte. Me temo que siempre somos dependientes de "algo".

En efecto, siempre seremos dependientes en un sentido estricto, si no lo somos de un jefe, de alguien con rostro y apellido, lo seremos de una multitud de seres anónimos, del inefable mercado, veleidoso mercado, del “cruel” mercado como en su momento lo calificó el expresidente Aylwin. También seremos dependientes de las reglas del juego, de los reglamentos, de las leyes que se imponen para “perfeccionar” los mercados para hacerlos más competitivos, pero que en la práctica no pocas veces lo “imperfeccionan” para deleite de personajes que se sitúan en la sombra.

Pero si estamos jugando limpio, estaremos a merced de un mercado al cual deberemos estar permanentemente atentos, que no debemos dejar ni a sol ni a sombra y que no perdona si te equivocas en tu estrategia, en tu marketing, en tu localización, en tu política de precios.

La independencia es muy apetecida. Emprender, no tener que mirarle la cara a ningún superior ni estar a merced de él es algo que atrae, pero que guarda tintes engañosos. Sin capital ni espaldas financieras es una trampa mortal. Lo escrito lo he comprobado en vivo y en directo.

Una vez lo fui por necesidad, por quedar sin trabajo. En mis tiempos mozos me tiré con un preuniversitario, partimos muy bien con una estrategia de marketing que iba al mercado que apuntábamos. Una estrategia de hormiga, laboriosa, de bajo costo, pero eficiente. Nos fue tan bien que se nos subieron los humos a la cabeza y decidimos apuntar más alto, cambiamos la estrategia de marketing, pusimos todos los huevos en una única canasta, y no pasó nada, fue un rotundo fracaso. Por suerte, justo al momento de fracasar logré ser seleccionado a un concurso académico en la Universidad del Norte, sede Arica.

Eran tiempos difíciles, ya con una familia y dos hijos, la remuneración que recibía, a duras penas alcanzaba para parar la olla. La tentación de la independencia para salir a flote seguía al acecho hasta que se presentó una oportunidad, la de crear la primera empresa de servicios computacionales en Arica: una empresa que demandó sangre, sudor y lágrimas, que prestó servicios tanto a empresas privadas, como públicas y municipales. Si nos iba bien, dejaría mi dependencia de la universidad donde impartía clases, para ser “independiente”. 

Todo iba viento en popa a punto tal que habíamos resuelto renovar el equipamiento computacional para satisfacer la creciente demanda de nuevos proyectos que con los equipos que disponíamos no estaban en condiciones de desarrollar. Dimos el pie para el nuevo equipo y el saldo en cómodas cuotas mensuales en dólares cuyo valor se había prometido mantener por varios años más. Vino la recesión, la promesa de mantener el valor del dólar no se cumplió. La consecuencia fue inmediata: nuestros costos presupuestados se duplicaron y los nuevos ingresos que presupuestamos tener no fueron tales porque los clientes decidieron posponer sus decisiones de implementar nuevos proyectos. Nos fuimos a pique. Por suerte no había abandonado la universidad. Tenía una patita en la dependencia (el trabajo en la universidad) y otra en la independencia, listo para ser “totalmente independiente”.

Me tocó conocer también otro caso, en el ámbito familiar, de quien fue contratado para asumir altas responsabilidades gerenciales en el ámbito de la producción en una empresa nacional. Todo iba bien, a punto tal que se creyó el cuento de la independencia, de para qué trabajar para terceros. No lo pensó dos veces. Se largó por su cuenta, todo bien, hasta que le fue mal. una cosa es estar a cargo de la parte productiva y otra, la gestión, el manejo del personal, la contabilidad, la gestión de compras, las ventas. De esclavo de los dueños de una empresa pasó a ser esclavo del mercado. Sin tener espaldas para soportar más que un par de temporadas malas, la salud terminó por jugarle una mala pasada: un infarto terminó con su vida.

En síntesis, no es broma tirarse con colores propios. Hay que andar con pies de plomo. La vida tiene sus vueltas. Otra cosa es con guitarra.

febrero 14, 2024

En el país del nunca jamás

Antes de iniciado el partido entre Colo Colo y Huachipato en el Estadio Nacional, se pidió un minuto de silencio para homenajear al expresidente Sebastián Piñera fallecido en un trágico accidente aéreo. Un partido por una supercopa que no logro entender qué tiene de super y donde la figura estelar sería el rey Arturo, luego de su incursión por ligas mundiales de primer orden para volver al club de sus amores. Garra Blanca, la barra brava de Colo Colo no podía estar ausente.


No faltaban los motivos para el minuto de silencio. Mal que mal, Sebastián fue accionista de Blanco y Negro, la sociedad controladora del club hasta el día de hoy, sociedad que ha sacado y puesto presidentes en Colo Colo desde que las sociedades anónimas hicieron su ingreso en el mundo de los negocios futbolísticos. No solo fue accionista, sino que gran accionista dado que estaba en posesión de importantes paquetes accionarios. Paradojalmente no era fanático de Colo Colo, sino que de la Universidad Católica. Es tal como están las cosas hoy.


Al final del día, el protagonismo del evento no fue del partido ni del rey Arturo, ni el homenaje al expresidente Piñera, sino la Garra Blanca gracias a los graves incidentes desatados a partir de la estruendosa pifiadera y cánticos contra Sebastián a que dio origen el minuto de silencio. No es primera vez que la Garra Blanca entra en acción para dejar una estela de destrucción y desorden a su paso. La pregunta que cabe hacerse es ¿quién financia a estas barras bravas? ¿quiénes les dan las entradas? No es primera vez que los desmanes tienen lugar. Lo ocurrido me recuerda el refrán “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Sin perjuicio de la responsabilidad que les cabe a quienes originaron la violenta destrucción de parte importante de un estadio recientemente remozado, sería interesante indagar respecto de quién tuvo la ocurrencia de instituir el minuto de silencio en una instancia que podría abrir espacio a reacciones encontradas difíciles de contrarrestar. Me temo que pasará el tiempo y no pasará nada, hasta la próxima destrucción.


En paralelo, por esos mismos días, los ministros de la Corte Suprema resolvieron renovar su flota automotriz que no alcanza a tener 10 años de antigüedad. El Ministro de Hacienda metió la cuchara afirmando que tiene un vehículo del 2015 y que aún le funciona lo más bien. Yo tengo uno del 2008 y también anda tiqui-taca. La resolución parece una tomadura de pelo al país: decidieron comprar 22 vehículos de una marca de alta gama avaluada en más de mil doscientos millones de pesos. O sea, cada vehículo sale por un valor sobre los 50 millones cada uno. ¿En qué país estamos? Después nos quejamos porque la gente está molesta, por la inseguridad, por el terrorismo. Esto es impresentable, tan impresentable que al interior de la propia Corte Suprema una minoría se percató que esto iba a generar ronchas. Dicen que este proceso de compra no ha terminado. Eso esperamos, porque abre espacio a echar pie atrás. De hecho dicen que de los arrepentidos será el reino de los cielos 


Desgraciadamente esto no es algo aislado. Se inscribe en una realidad que a la larga le cuesta caro al país: el desencuentro entre las máximas autoridades, tanto civiles como militares y el pueblo, la gente de a pie. Máximas autoridades que gozan de granjerías que debieran hacerlas sonrojar. Han perdido la vergüenza. Este desencuentro, en vez de reducirse en el tiempo, pareciera crecer, incidiendo en el malestar que recorre al país y que de alguna manera termina estando detrás de una violencia sin sentido como la descrita más arriba en el Estadio Nacional. Después nos agarramos la cabeza a dos manos porque no lo vimos venir.

febrero 07, 2024

La muerte de un expresidente

Ha muerto, imprevistamente, sorpresivamente, Sebastián Piñera, quien fuera dos veces presidente de la República de Chile. Los medios de comunicación y las redes sociales que estaban concentradas en la cobertura de los grandes incendios que afectaron el fin de semana pasado a la región de Valparaíso, se habían volcado a cubrir sus nefastas consecuencias, en términos de fallecidos, damnificados y destrucción del medio ambiente.

De un minuto a otro, lo que estaba en el tapete noticioso, fue desplazado por la noticia del fallecimiento de Piñera por asfixia por sumersión al precipitarse el helicóptero que pilotaba en el lago Ranco. El gobierno resolvió organizar un funeral de Estado. El país entero se vio conmovido, tanto entre sus adherentes, como adversarios.

A nadie dejó indiferente su muerte. Y no es para menos, dado su historial y su personalidad. No repetiré los hitos que jalonan su existencia que por lo demás se han reproducido hasta el cansancio en estos días. Solo diré que vivió al límite, al borde de la cornisa, al filo de la navaja, en los dos mundos, el político y el económico, en los que se movió como pez en el agua. No pocas veces entremezcló ambos mundos, a punto tal que le hizo merecedor a severas críticas que nunca llegó a aclarar, y que su muerte se llevó.

La derecha política nunca pudo considerarlo como uno de los suyos en el más pleno sentido de la palabra. Lo vio siempre como un afuerino por su origen demócratacristiano. Mal que mal, su padre fue uno de los fundadores de la DC. A esto cabe agregar que tuvo la osadía de haber declarado que para el plebiscito del 88, donde se definía la continuidad del innombrable, optó por el NO. A codazos logró abrirse paso en el seno de la derecha y llegar a ser candidato presidencial dejando en el camino a Lavín, entonces candidato de la derecha más dura. Y su elección como presidente de su primer gobierno se vio facilitada por la aparición de Marco Enriquez-Ominami (MEO), quien le propinó un golpe mortal a la candidatura de Frei Ruiz-Tagle en su intento de reelección. Por entonces ya la Concertación mostraba signos de agotamiento.

Tampoco el clásico empresariado nacional lo consideró como uno de los suyos. Más que un emprendedor, entendido como un creador de nuevas empresas, se le vio como un especulador, como un financista, un comprador-vendedor, con ojo de lince. Un personaje de una inteligencia superior, que se “las sabía todas”, que estaba al cateo de todo, capaz de anticiparse, en base a información privilegiada o no, de las oportunidades que el mercado, tanto político como económico-financiero, le ponía por delante.

La derecha le debe mucho a Piñera. Gracias a él pudo volver a reunir los votos que le permitieron acceder democráticamente a la presidencia, no una vez, sino dos veces. Anteriormente, por la vía democrática solo había alcanzado la presidencia en 1958, con Jorge Alessandri, postulado entonces como candidato “independiente”.

Para los efectos de las próximas elecciones presidenciales en menos de dos años más, Piñera como animal político que era, seguía vigente en todo el sentido de la palabra, en una suerte de estado de “reserva” a la espera del devenir de las candidaturas de Evelýn Matthei y José Antonio Kast, siempre dispuesto a lanzarse al ruedo. Su intempestivo fallecimiento cercenó su opción.

Tras la muerte de todo ser humano existe la tendencia a resaltar lo positivo de su paso por este mundo terrenal. Es bueno y sano que así sea, siempre y cuando no se nos pase la mano, esto es, sin exagerar mayormente. Por momentos, a la luz de lo que está apareciendo en las redes sociales, tengo la sensación de que unos lo están santificando, así como otros, demonizándolo. Por mi parte, me resisto a lo uno y a lo otro.

febrero 02, 2024

La racionalidad humana desafiada

Foto de Tengyart en Unsplash

Nos asumimos como seres racionales y nos escandalizamos, ponemos el grito en el cielo cuando observamos conductas, acciones o comportamientos inadecuados, los que solemos calificar de irracionales. Por lo mismo se asumen como excepcionales, de ocurrencia esporádica, puntual. Así el menos se asume a la hora de estudiar al ser humano. Se teoriza sobre la base que el grueso de nuestras decisiones sigue una lógica dada por la racionalidad dictada por los intereses individuales que nos mueven. De hecho, la teoría económica clásica supone un comportamiento racional de nuestra parte a la hora de concurrir al mercado.

Sin embargo, en la práctica, en la vida real, no parece ser así. La racionalidad tiende a ser empañada, en no pocas ocasiones, por la emocionalidad. De otra manera no sabría cómo explicar casos que la existencia diaria nos pone por delante.

Uno de estos es el caso de la reciente concurrencia de más de 30 mil personas al estadio monumental de Colo Colo, no para presenciar un partido, sino para observar la llegada desde las alturas, desde el cielo, en un helicóptero, de un jugador de futbol, Arturo Vidal.

Posteriormente un disfrazado caballero del medioevo ingresa a la cancha para investirlo como rey, alias el rey Arturo. Investido como tal, se dio el lujo de dar una vuelta olímpica alrededor de la cancha, montado en un caballo con una corona en su cabeza. Seguramente uno de su propiedad. No pudo contener la emoción ante los vítores que le prodigaba el público. Mal que mal estuvo poco menos de dos décadas jugando en el extranjero, en equipos de primera línea.

Todo un pueblo dándole la bienvenida a una de las estrellas más conspicuas de una generación dorada y que al mismo tiempo ha sido protagonista de más de un escándalo. Recaló en el equipo de sus amores no sin que antes existieran rudas negociaciones. Estamos en presencia de un caso en el que se combina el negocio puro y duro, la racionalidad elevada a su máxima expresión, con la emocionalidad con que se aspira atraer a los hinchas del futbol. Habrá que ver en qué termina este cuento.

En los últimos días de cada mes, al igual que en los primeros días del mes siguiente al vencimiento del plazo para renovar la revisión técnica de los vehículos motorizados, delante de muchas Plantas de Revisión Técnica (PRT) constatamos la existencia de largas filas de vehículos. La racionalidad nos dice que para evitar estos tiempos perdidos debemos anticiparnos, programarnos para no dejar estas actividades para última hora con las molestias y pérdida de tiempo consiguientes. La irracionalidad de nuestro comportamiento nos juega una y otra vez una mala pasada. Lo mismo para los efectos de los pagos de cuentas, de los permisos de circulación, de los pagos de impuestos, etc.

Estos dos casos, así como tantos otros, me hacen poner en duda que seamos racionales en nuestro comportamiento como homo economicus, tal como pregonan los economistas clásicos.