octubre 28, 2021

Tiempos de miedo

Photo by Melanie Wasser on Unsplash

Sin duda que el miedo guía no pocas conductas, actuaciones, decisiones, y bien lo saben quienes se dedican a manipularlo. El miedo se puede expresar de múltiples formas, via ansiedad, estrés, sobresalto, fobia, y en caso extremo, pánico. El miedo nos advierte, avisa de la inminencia de un peligro, o de lo que visualizamos como tal. Es un mecanismo de defensa. Quienes no tienen miedo no visualizan peligros, son los temerarios, quienes no saben lo que les espera. ¿Será posible no tener miedo?

El miedo es consustancial a la naturaleza humana y bien lo saben quienes ejercen el poder o aspiran alcanzarlo, estimulando, alentando el miedo. En las empresas, quienes detentan el poder querrán facilitar los despidos de los trabajadores que los fragiliza. Por su parte, éstos procurarán disponer de contratos que les aseguren tranquilidad y no vivir pendientes del miedo de perder el trabajo con el que se ganan el pan nuestro de cada día.

Sin duda que vivimos tiempos de miedo, siempre los hemos vivido. La contienda es desigual. El factor trabajo está supeditado al factor capital. Las organizaciones sindicales, cuya razón de ser es la defensa de los trabajadores, penan por su ausencia, por su pérdida de poder. Los tiempos de los grandes sindicatos han quedado atrás de la mano de la jibarización, tercerización, subcontratación empresarial. Hoy cada trabajador debe defenderse con sus propias uñas, negociando individualmente. Los menos calificados quedan indefensos, viéndose forzados a aceptar las condiciones que se les imponen. El miedo a perder el trabajo les acecha. Los más calificados, dependiendo de su especialidad y del mercado, son quienes tendrán la manija imponiendo condiciones gracias al poder del conocimiento que dispongan. En estos casos, son los empresarios a quienes les invadirá el miedo de perder recursos humanos valiosos.

El facto capital también la sufre. A los empresarios los alberga el miedo a la incertidumbre del mercado, a las veleidades de los clientes, al clima político-social, a la competencia, a la innovación tecnológica. Todos terminamos teniendo miedo, un miedo natural, producto de un futuro incierto, que no controlamos. Buscamos certezas para aminorar nuestros miedos.

Lo expuesto es extrapolable a la vida política y social de las naciones. En el caso de Chile, hace tiempo que vivimos tiempos de miedo, el que afecta, como si de un péndulo se tratara, primordialmente a unos o a otros, y en casos extremos, a todos. Es inevitable que en toda sociedad, a unos les vaya bien y a otros mal, que existan ganadores y perdedores, pero lo que es evitable, es que se tengan pocos grandes ganadores y muchos grandes perdedores.  Cuando ello se da, el miedo asoma por lado y lado. Entre los perdedores, surge la rabia, el malestar, la sensación de injusticia; entre los ganadores, el miedo a perder el sitial de ganadores conquistado. Entre éstos se apoyarán en que merecido lo tienen, porque es fruto de su esfuerzo, olvidando que no pocos de los perdedores se esfuerzan en grado suma sin que por ello puedan abandonar su condición de tales, así como entre los ganadores no pocos lo son gracias a granjerías mal habidas u oportunidades que otros no tuvieron.

En síntesis, así como el miedo tiene su lado positivo, también tiene su lado negativo, dado que paraliza, obnubila, dificulta el raciocinio. En consecuencia, gestionar, regular, controlar el miedo es el desafío al momento de actuar y decidir en las más diversas instancias. Dentro de poco nos corresponderá votar. Algunos votarán guiados por el miedo, otros lo harán sin miedo, y también estarán quienes se quedarán en casa, sin votar. De todo hay en la viña del Señor.

octubre 26, 2021

La frontera: factor de división o unidad

 

Photo by Markus Spiske on Unsplash

Las fronteras que nos dividen son creaciones humanas. El mundo nació sin fronteras, solo existían las geográficas, las imposibles se sortear como las montañas inaccesibles, los mares eternos, los climas insoportables. El tiempo ha ido alzando las fronteras políticas, culturales, económicas, raciales, religiosas. Mediante ellas clavamos estacas para delimitar lo que es de uno con el propósito es separar, dividir aguas.

Una vez creadas, habrá que defenderlas, evitar que sean vulneradas, a fin de que terceros, extraños, no se involucren en el país. A pesar de que en un pasado remoto no habría fronteras, no por ello se puede afirmar que no existían conflictos dentro de la vecindad, los que han existido desde siempre. Las guerras se producen por conflictos cuando las partes asumen que lo que se disputa es de uno, y no del otro.

Tales conflictos suelen ser territoriales pero también pueden ser culturales, religiosos, étnicos, económicos, políticos. En tal sentido las fronteras, antes que territoriales, son de otra índole, más divisoras que las geográficas, las que pueden ser de distinta naturaleza, y por lo mismo, los conflictos que han de tener lugar no necesariamente son geográficas.

En un país con determinadas fronteras geográficas, bajo una misma bandera  se supone viven personas que comparten una identidad, un idioma, una cultura, una misma mirada o visión de la vida. Sin embargo, nada impide que dentro de un mismo país convivan distintas banderas, culturas, idiomas, creencias en un ambiente de tolerancia, estabilidad y paz, aún cuando existen casos en que no es así. Como en África y Asia, donde existen países en los que coexisten distintas tribus con culturas y costumbres muy distintas entre sí, incluso más, que han sido divididas por las fronteras políticas creadas a partir de herencias coloniales. Convivencias entre tribus rivales que han dado origen a guerras o conflictos que se perpetúan una y otra vez.

En nuestro continente también muchos de nuestros países no son sino entelequias generadas en tiempos de la colonia o por imposición de terceros bajo la máxima de dividir para reinar.

Las fronteras, cualquiera sea su naturaleza, posibilitan, fomentan las divisiones, las que no necesariamente son malas per se, lo que dependerá de la mirada que se tenga, de la disposición de las partes, de si se persigue un ánimo de dominación o de colaboración. Así como toda frontera puede dividir, también posibilita la unión. Esto vale en todo sentido, ya sea que hablemos de quienes viven en otro país, de quienes tienen otro pensamiento político, tienen otra cultura, o son de otra raza. Si miramos con recelo a quienes no piensan como uno, lo más probable que ese recelo se extienda a otros ámbitos, como el racial o económico.

Por lo general hacemos referencia a las fronteras políticas o geográficas, pero también levantamos fronteras económicas cuando segregamos por situación económica. Es lo que hacemos cuando relegamos a los más pobres a ciertos barrios, mientras los más pudientes se refugian en enclaves lo más distantes posibles de los primeros. Cuando educamos a unos en un lugar y a otros en otro lugar. Existe una tendencia a cavar zanjas para resolver los problemas entre quienes son distintos, o piensan distinto, o tienen distinto color. Así como se pueden cavar zanjas o levantar muros, en su lugar podrían tenderse puentes, facilitar, en vez de obstaculizar el compartir lo que se piensa, cree o quiere, así como el trasvasije de un lugar a otro, o de un pensamiento a otro.

Tenemos una suerte de manía u obsesión con la creación de fronteras, de barreras, en la búsqueda de una suerte de seguridad frente a lo que vemos como una intromisión de lo foráneo. Sin embargo, el camino a la paz, a la convivencia pacífica viene de la mano de lo contrario. Y la mejor prueba de ello es la Unión Europea, la que ha derribado fronteras burocráticas y de toda índole, y no por ello los países que lo integran han perdido su identidad. Todo lo contrario, la han fortalecido. Claro, allá se han vivido dos guerras mundiales, pero han sido capaces de superarlas a menos de medio siglo de terminada la última guerra mundial.  Tampoco podemos decir que está exenta de problemas, ahí está el famoso brexit, así como ahora está la pugna con Polonia y Hungría, países que se resisten a reconocer la supremacía de ciertas disposiciones de la Unión Europea para garantizar el ordenamiento democrático en los países miembros.

Mientras tanto, nosotros, acá en América Latina, a más de doscientos años de nuestra independencia, seguimos comulgando con ruedas de carreta, alimentando nacionalismos fracasados, incapaces de fraguar una Unión Latinoamericana enfrascados en nuestras disputas por fronteras geográficas, políticas, raciales o económicas no obstante que compartimos los mismos problemas.

octubre 19, 2021

El dilema de la izquierda

 

Photo by Giulia May on Unsplash

Dentro de quienes se oponen al gobierno de Piñera, se distinguen al menos dos corrientes, la de quienes constituyeron la Concertación, esa inédita coalición que nos gobernó dos décadas desde los 90, y la de quienes conforman lo que se llama Apruebo Dignidad conformada por el Frente Amplio (FA) y el partido comunista (PC).

En las próximas elecciones presidenciales, estas dos corrientes se encuentran representadas por Gabriel Boric (GB) por la izquierda del FA-PC y Yasna Provoste (YP) por la centroizquierda que va desde la democracia cristiana (DC), el partido socialista (PS), partido radical (PR), y el partido por la democracia (PPD). No incluyo a la izquierda dura, que lleva como estandarte a Eduardo Artés, por ser una fuerza política marginal sin posibilidad alguna de ser elegido, atrapada en un pasado que ya no existe. Tampoco incluyo a Marco Enriquez-Ominami (MEO) por ser una candidatura meramente testimonial que ya tuvo su minuto de gloria.

Al momento de escribir estas líneas, según  las distintas encuestas, los dos primeros lugares están ocupados por GB  y José Antonio Kast (JAK). Los siguientes dos lugares están ocupados por YP y Sebastián Sichel (SS), la primera al alza y el segundo a la baja. Todas las señales apuntan a que el descenso de este último, SS, sería irreversible, salvo que JAK tenga un tropiezo mayúsculo. Así como el dilema en la derecha fue, o es JAK o SS, entre los opositores el dilema está en respaldar a GB o YP.

Entre paréntesis, la conmemoración del segundo aniversario de la revuelta social, dio lugar tanto a una masiva protesta pacífica como a la violencia desatada. Como siempre en las portadas se tiende a destacar el despliegue del lumpen para saquear, destruir y vandalizar a diestra y siniestra bajo la mirada impávida de un gobierno y una fuerza pública que brillaron por su ausencia. Si alguien cree que la violencia favorece a la izquierda, se equivoca. Uno de los candidatos, MEO, en la previa sostuvo algo que comparto íntegramente: ”cada piedra lanzada es un voto por JAK”. La razón es muy simple. Cuando la gente se siente insegura y sumergida en la incertidumbre, busca seguridad, certidumbre y orden, arrojándose en brazos de quienes la ofrecen gratuitamente por más que se sepa que no es por la vía de la represión ni la militarización como se resolverán los grandes problemas nacionales. Es paradojal que un gobierno que ganó las últimas elecciones presidenciales bajo las banderas del orden y la seguridad, termine en un clima de desorden e inseguridad, y que en lugar de asumir su responsabilidad, se la endose a la oposición. Acá me temo que hay gato encerrado.

Quienes se inclinan por GB se apoyan en la necesidad de correr el cerco, de modificar radicalmente el modelo de país que se ha configurado. El presidente del PC, Guillermo Teillier, en alusión al programa de gobierno levantado por GB, afirmó que este programa se tiene que cumplir y que no debe verse restringido por la medida de lo posible. Son quienes se visualizan como la verdadera izquierda, la legítima, la de quienes están cansados de votar por medias tintas. Una izquierda que si bien tiene claro lo que no quiere, no parece tener similar claridad respecto de lo que sí quiere, del modelo de sociedad que aspira construir ya que aquel que en su momento adhirió ha ido cayendo en desgracia. Los roces o discrepancias que en distintas instancias han surgido en su seno, sobre todo con el PC, ilustra las dificultades que les aquejan.

Quienes privilegian a YP, se fundamentan en la praxis, en una realidad marcada a fuego por la experiencia gubernamental, de que la política es una cancha en la que lo posible no puede ser ignorado sin pagar un alto costo por ello. Adhieren al concepto de que la política real, no en abstracto, está definida por la correlación entre las distintas fuerzas políticas y donde el voluntarismo no tiene cabida si no se tienen las mayorías indispensables para realizar los radicales cambios que se pregonan. Si bien comparten, con los adherentes de GB, la aspiración de superar el modelo de país existente, no están dispuestos a hacerlo a cualquier precio, sin asegurar la paz y la gobernabilidad. En tal sentido es proclive a la búsqueda de los mayores niveles de acuerdo posibles tras tales cambios, y por ello se les suele identificar con la centroizquierda. Ésta, a diferencia de la izquierda, tiene mayor claridad respecto del modelo de sociedad que aspira, que sería aquel imperante en los países europeos, particularmente en los nórdicos.

En síntesis, tal como en la derecha el dilema está monopolizado en SS o JAK, en la izquierda está centrado en GB o YP. No es ningún misterio que es el voto de los moderados, o de las trincheras, el que inclinará la balanza en un sentido u otro.

octubre 16, 2021

¿Cuán lejos está Qatar?

Photo by Radoslaw Prekurat on Unsplash

Al fin logramos ganar dos partidos al hilo. Ante Paraguay fue una victoria difícil en momentos claves. Frente a Venezuela fue más fácil, como era de presumir. ¿Es posible abrigar esperanzas de clasificación a esta altura? Difícil, muy difícil, porque se tendría que dar una constelación de resultados milagrosa. De hecho en la última jornada pareciera que las estrellas se alinearon a favor de Chile porque todos los resultados nos favorecieron. Con todo, me pregunto: ¿estamos para milagros? No lo creo, aunque bien sabemos que soñar no cuesta nada.

¿Qué tuvieron de bueno los partidos ante Paraguay y Venezuela? Las victorias, los resultados, la batalla que da el equipo, que los jugadores no se rinden, que queda una tenue esperanza, que emergen nuevos jugadores. Los chispazos de uno u otro jugador, los goles de Brereton, Pulgar e Isla.

¿Qué tuvieron de malo los partidos? Todo el resto. Si nos ponemos una mano en el corazón y no nos dejamos llevar por el exitismo, aparte de los goles, debemos reconocer que en largos pasajes de ambos partidos, el equipo se muestra errático, irregular, no pocos pases sin encontrar destino, pocos tiros al arco. En cierta forma, de no ser por lo que queda de la generación dorada, hemos vuelto a lo que éramos antes del loco Bielsa. Un equipo con poca chispa, mucho pase lateral, hacia atrás, y muchos momentos de juego intrascendente, a la espera del zapatazo, de algún arranque individual. El juego colectivo, electrizante, desapareció. Con Bielsa y Sampaoli, la orden era concentración, sumergirse en el partido, aperrar, el pase hacia adelante, en profundidad, el movimiento perpetuo, con la mirada puesta en el área del contrincante. La velocidad para correr, ya sea para atacar como para retroceder, era la marca registrada de un plantel que nos deleitaba. 

Todo eso siento que se perdió, que pocos rastros quedan. Que los positivos resultados de estos últimos partidos no nos engañen. El proceso de transformación del futbol chileno iniciado por Bielsa se truncó. Nos quedamos pegados en la generación dorada que ya vive sus últimos estertores. Las victorias no deben obnubilarnos. No podemos tapar el sol con el dedo. No se trata de sumirnos en el pesimismo, sino de ser realistas.

Recordemos que no se alcanzan las altas cumbres sin esfuerzo, sin proyecto, sin proceso, sin trabajo en equipo, sin convicción. Justo lo que está haciendo falta. Que los triunfos no nos emborrachen la perdiz. Tenemos que recuperar la senda perdida por la vía del esfuerzo, de un proyecto y un proceso, de trabajo colectivo, con convicción, desde las canteras, desde las divisiones inferiores.

Que vayamos o no a Qatar ya es lo de menos. Lo importante es recuperar la senda perdida.

octubre 14, 2021

El dilema de la derecha

Photo by Marcel Strauß on Unsplash

El adelantamiento al segundo lugar en las encuestas por parte José Antonio Kast (JAK), representante de la extrema derecha o derecha dura, en desmedro de Sebastián Sichel (SS), candidato de la derecha a secas o centroderecha como les gusta llamarse, coloca a la derecha ante un significativo dilema a no pocos de sus adherentes: ¿por quién votar?

Quienes tienden a inclinarse por JAK afirman hacerlo por distintos motivos. Unos, por convicción, por representar la verdadera derecha, la legítima; otros, por estar cansados de votar por exDC; otros por ser quien adhiere sin vergüenza alguna al régimen del innombrable; otros por la necesidad de privilegiar la necesidad de imponer orden y seguridad, relegando los temas de DDHH a un segundo plano. Todos estos motivos no son necesariamente excluyentes, más bien, se concatenan entre sí junto al del nacionalismo rayano en la xenofobia a propósito de los inmigrantes.

Quienes privilegian a SS aducen esencialmente razones prácticas, pragmatismo puro y duro, sosteniendo que en una eventual segunda vuelta, JAK tiene un umbral muy por debajo del 50%. Esto es, que en una segunda vuelta, JAK perdería en cualquier escenario. La candidatura de SS desde la derecha nace de la convicción de la necesidad de capturar el voto de centro. La lógica subyacente es que sin el centro no se gana. Respalda este razonamiento que desde 1990, cada vez que la derecha lleva a uno de los suyos, sin maquillajes, no gana. Estuvo a punto de hacerlo Lavín frente a Lagos, allá por el 2000, pero para hacerlo, tuvo que aggiornarse, morigerar su discurso clásico. Ni así pudo capturar todo el voto de centro que necesitaba.

No es ningún misterio que es el voto de centro el que inclina la balanza. El triunfo de SS en las primarias de la derecha tiene ese trasfondo. Bajo la bandera del independentismo, pero con el fuerte respaldo económico de poderosos grupos empresariales, logró imponerse dejando fuera de carrera a los candidatos de los partidos de la coalición gobernante.  Tal como hace ya más de medio siglo, en 1958, lo hiciera Jorge Alessandri.

A lo expuesto se suma un presente que plantea un escenario inédito para los partidos de la coalición gobernante. Si bien fueron capaces de realizar una primaria para dirimir la candidatura presidencial, de donde emergió con fuerza y sorpresivamente SS, dejando atrás a los candidatos de los partidos que sustentan al gobierno, nunca se previó que a poco andar se desplomara en las encuestas. Desplome inducido por representar la continuidad de un gobierno con un bajo nivel de popularidad y errores propios no forzados. Esta realidad se expresa en un alza de JAK, candidato que proviene de las entrañas de la UDI, razón por la cual, conserva no pocos vasos comunicantes con dicho partido, así como con los sectores más conservadores de RN. Esta relación se está expresando en el respaldo de no pocos militantes y parlamentarios de los partidos de la UDI y RN, quienes están inclinándose públicamente en favor de JAK en desmedro de SS en abierto desafío a lo dispuesto por las dirigencias partidarias.

Se asume que los resultados de las primarias son vinculantes, y por tanto comprometen, al menos éticamente, a los partidos participantes en ellas a reconocer y respaldar a quien emerja como ganador en ellas. Sin embargo, bien sabemos que los compromisos éticos son para cumplirlos, hoy parecen no ser más que banderas de escaso valor.

Este dilema que tiene la derecha en Chile, se repite en otros confines. En EEUU con el partido republicano, donde tienen al Tea Party en su interior; o en España, donde el Partido Popular (PP), de derecha, disputa su electorado con VOX, de extrema derecha. Fenómenos similares podemos observar en distintos países donde la derecha busca desmarcarse de versiones extremas con mayor o menor éxito.

Al otro lado de la acera, por la izquierda, también están ante un dilema, pero eso ya sería materia de una próxima columna.

octubre 06, 2021

Pandora papers

Photo by Katrina Mulfati on Unsplash
Por estos días se ha revelado una millonaria compraventa, en el paraíso fiscal de las Islas vírgenes Británicas, de la empresa Minera Dominga por parte de la familia del mandatario chileno, Sebastián Piñera, y Carlos Délano, uno de sus amigos de infancia. Carlos Délano junto con Carlos Lavín es uno de los famosos “hermanos Carlos”, a quienes por operaciones financieras fraudulentas en lo que se llamó caso PENTA, en su oportunidad no hallaron nada mejor que darles clases de ética en calidad de castigo. Millonaria compraventa que se realizó bajo la modalidad de tres cuotas, donde el pago de la última cuota estaba condicionada a que no se declarara la zona como santuario de la naturaleza, lo que impediría las actividades de la minera. Decisión que “casualmente”, al final del día, dependería del gobierno encabezado por el mismísimo Piñera.

La razón por la cual muchos recurren a paraísos fiscales para efectuar este tipo de operaciones, así como para depositar sus fortunas, apunta a eludir el pago de impuestos. Los paraísos fiscales son espacios, lugares, países, zonas, caracterizados por su discreción y seguridad, donde a nadie se le pregunta de dónde vienen esas fortunas. De allí que quienes tienen ingresos mal habidos y/o bien habidos pero que no quieren pagar los impuestos vigentes en sus países, opten por este camino. Para ello suelen recurrir a testaferros o palos blancos, amigos de fiar así como familiares.  

De esto se sabía, o sospechaba al menos, desde hace su buen tiempo. Existe un refrán que dice que cuando el río suena, piedras trae. En el caso de nuestro presidente es algo que se arrastra desde hace su buen tiempo, desde que alcanzó su primera presidencia, en el 2010. Un factor que debe haber incidido en su elección fue su fortuna. Mal que mal se asume que una persona de fortuna no tiene necesidad de incurrir en malas prácticas.

Craso error. No es difícil identificar a quien le gusta jugar al borde de la cornisa, a quien no se aguanta de jugar sobre la raya, espacio donde se sienten más cómodos. La lista está conformada por conspicuos personajes de todos los pelajes y en todos los rubros. Desde el político hasta el artístico. El innombrable también cayó en esta tentación, en la que probablemente muchos de nosotros caeríamos sin tuviésemos las fortunas que logran amasar en vida en buena y mala lid. La codicia no tiene límites. Los límites los impone la moral, y en los tiempos que vivimos –de neoliberalismo ramplón y rampante- la vara de la moralidad está por los suelos. Por lo tanto no debiera extrañarnos lo que estamos viendo.

Ahí tenemos al actual presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, quien en calidad de candidato tuvo la desfachatez de prometer una reforma tributaria para incrementar los impuestos a los más ricos mientras resguardaba su patrimonio en paraísos fiscales. El mismísimo Piñera, nuestro presidente, declaraba en Ecuador, hace un lustro, en el 2016, que es muy importante que los paraísos fiscales desaparezcan porque muchas veces se utilizan para actividades reñidas con la ley y con la moral, como lavado u ocultamiento de dineros que provienen del narcotráfico o del crimen organizado, o se utilizan para evadir impuestos. Tal cual. Un doble discurso que ya no resiste más.

Podrán darnos muchas explicaciones. Que no estamos ante delito alguno, que se trata de hechos ya conocidos y juzgados, que no se ha incurrido en ilegalidad alguna, o que no se tenía conocimiento de lo que se tejía. El entramado trasciende lo legal cuando de personajes que ostentan altos cargos públicos se trata. Por eso se habla de pandora papers, porque se abrió una caja de pandora que destapó lo que estaba guardado bajo siete llaves por más que se diga que todo es “de conocimiento público”.

Al igual que los ciudadanos de a pie, no me manejo para nada en el pirotécnico lenguaje de los expertos en operaciones financieras off-shore que parecen conocerlas de nacimiento. Mientras nosotros nos acalambramos enteros cuando no extendemos una boleta o cuando no declaramos algún ingreso, vemos como al más alto nivel se birlan recursos al por mayor.

El país ya no resiste más abusos ni corrupción legal por parte de quienes tienen la manija.  Se trata de un tema que se arrastra desde hace tiempo y que está en la génesis de la explosión social de hace dos años, en octubre del 2019. Es imperativo decir basta, dejar atrás todo asomo de corrupción “legal” y retomar la senda de la probidad.

octubre 04, 2021

A 33 años del plebiscito

Hace 33 años me encontraba viviendo con mi familia, y trabajando en Arica, la puerta norte de Chile. Eran tiempos de censura, la que se expresaba en requisiciones y revistas cuyas páginas contenían párrafos enteros en blanco, señal inequívoca de la vigencia de autoridades que se creían con derecho a borrar todo aquello que la población no debía leer. Eran otros tiempos. 

Se aproximaba el 5 de octubre de 1988, y en Arica se conformó el Comando local por el NO. En él se encontraba el entonces presidente del Colegio Médico de Arica, Dr. Salvador Urrutia. Éste me invitó a asegurar que los resultados del plebiscito reflejaran la voluntad ciudadana puesto que se temía que en caso de una derrota del régimen, éste incurriría en un fraude o la desconociera. Para impedirlo, en cada localidad se conformaron dos comandos por el NO dado que uno debía oficializarlo ante las autoridades. El otro pasó a ser el clandestino, el que actuaría en las sombras por si se intervenía el comando oficial. El clandestino quedó bajo la responsabilidad de un grupo denominado La Aventura del Pensamiento (LAP), interesado en el más pronto retorno a la democracia y en el que me tocó participar activamente. 

LAP procedió a definir la organización y planificación teniendo a mano los locales de votación y la cantidad de mesas en cada uno de ellos. Un apoderado en cada mesa se encargaría de proveer el resultado en ella; por cada local habría un enlace responsable de recoger el resultado de cada mesa. No eran tiempos de celulares ni internet. Eran tiempos de fax. 

Se definió un centro operativo, escogiéndose una casa esquina de uno de los tantos amigos que nos acompañaron en este desafío. En ella se habilitó una pieza con un computador y un fax para remitir a la capital del reino los resultados totales del plebiscito. Quien escribe estas líneas era el único que sabía dónde estaba esa casa para evitar su eventual intervención por parte gubernamental. 

En el día de la votación, un 5 de octubre, me tocó hacer la ronda por todos los locales recogiendo de los enlaces los resultados de las mesas para llevarlos a este local. Lo hacía en un Brasilia del 78, con tenida ad-hoc, pantalón y camisa beige, con pelo corto y bigote, sin barba. Ingresaba a los locales de votación a paso firme y seguro: los soldados se me cuadraban pensando que era un oficial. El enlace asignado al local me entregaba las hojas con los resultados a ese minuto y retornaba raudo al coche para dirigirme a otro local. Una vez recorridos todos, me dirigía a la casa esquina para entregar las hojas con los resultados de las mesas, asegurándome no ser seguido para que no se supiera dónde estábamos. Esto lo hice una y otra vez hasta que se tuvieran los resultados de todas las mesas. 

En la casaesquina dos jóvenes ingresaban los resultados de cada mesa en una planilla lotus 1-2-3, antecesor de las planillas electrónicas actuales (Excel). Fuimos los primeros en todo el país en remitir por fax los resultados alcanzados en Arica. La felicidad era máxima, el corazón bombeaba, contra viento y marea. Había triunfado categóricamente el NO. La tensión era mayúscula porque el gobierno se resistía a reconocer su derrota. Eran momentos de contención. La tentación por desconocer los resultados se estrellaron ante la contundencia del veredicto popular. Nadie se atrevió a celebrar esa misma noche. Solo al otro día se desató la alegría. 

Había triunfado el NO. 33 años han transcurrido desde entonces.