octubre 27, 2023

Revolución en Chile (parte 3 de 3)

Acá la última parte de lo que rescato del libro de una gringa, Sillie Utternut, que no es sino el pseudónimo de dos chilenos de tomo y lomo. Uno de ellos, Guillermo Blanco, talquino, Premio Nacional de Periodismo en 1999, y Carlos Ruiz-Tagle. Ambos, rescatan muy sabrosamente el ser chileno, como cuando la periodista recoge el siguiente diálogo entre los extranjeros afincados en Chile:

“Mire, el pueblo chileno es muy distinto de lo que Uds. Creen. No son bailarines de danzas tropicales, ni ociosos que se caen de siesta en cualquier esquina. Este es un pueblo inteligente, dinámico. Yo he trabajado con ellos y los conozco. Es impresionante la facilidad con que captan lo que se les explica. Y es increíble lo que un chileno puede hacer con un trozo de alambre”.

“Se descompone una plancha, un motor, una llave, y viene uno de estos maestros chasquilla, con un alambrito y la apariencia menos importante que se pueda imaginar. Y repara la avería ¡No sé cómo!

Prosiguiendo con sus indagaciones en busca de antecedentes revolucionarios en este pintoresco país, la gringa escuchaba:

“Entiendo que en Chile ha habido revoluciones, a pesar de todo” dijo uno, en tanto que una dama manifestaba que “lo que hace falta es un gobierno de orden”. “¿Sin dictadura? preguntó la periodista gringa. La respuesta fue inmediata: “Exacto, dictadura ya tuvimos, y creo que nos dejó vacunados para siempre. A mi pobre marido lo persiguieron en forma inaudita. Imagínese que un día lo corretearon a lanzazo limpio los guardias a caballo”. “¿Y vino una revolución?” “No del todo” fue la respuesta. “¿Cómo es eso? Insistió la gringa. “Lo botamos sin mover un dedo”. No comprendo respondió Sillie. “Justamente, sin mover un dedo, nadie movió un dedo. Nadie trabajó; nadie estudió, hasta que el caballero se dio por aludido y se mandó cambiar”.

“Sí, la última fue para derrocar a un dictador. A un hombre que comenzó gobernando legalmente, y después perdió la brújula y creyó que se encontraba en otro país latinoamericano”.

Respecto del ambiente político-social que se vivía, el siguiente comentario es ilustrativo del carácter único, que al menos en esos años, imperaba en nuestro país:

“Si estuviéramos en cualquier otro país latinoamericano … casi en cualquier otro, la conclusión sería: habría revolución. Pero estamos en Chile, donde existe una gran conciencia jurídica, un formidable respeto a la constitución y sus leyes. Y parte de la tradición nacional consiste en saber perder en las luchas políticas, por ardorosas que hayan sido. La norma latinoamericana de intentar una revolución cada vez que se pierde en las urnas no rige acá, se cree en el valor del sufragio”.

Todo esto, y más, está en este libro “Revolución en Chile” de Sillie Utternut que reencontré por azar en  Pullay, cuando por esas casualidades de la vida me invitaron a visitar una pequeña biblioteca que nunca imaginé pudiera existir por esos lares.

Si no lo tiene, búsquelo hasta encontrarlo. Es un fiel retrato del Chile de ayer que se mantiene incólume hasta la fecha con tan solo variaciones marginales.

 

octubre 25, 2023

Una oportunidad perdida

Foto de Mikhail Pavstyuk en Unsplash

Hace poco más de un mes atrás la figura presidenciable mejor posicionada, Evelyn Matthei, afirmó que no estaba disponible para poner su capital político para aprobar la constitución en camino de ser propuesta en diciembre próximo. Tenía varios y severos reparos a algunos de sus acápites, pero en lo fundamental su frustración obedecía a que este proyecto constitucional no estuviera siendo fruto de un acuerdo más amplio, que fuera más allá de la derecha.

Hoy, a pesar de sus reparos y frustración, afirma que votará a favor. No podía ser de otro modo dado el mundo del que proviene y representa. Y lo hace, en lo fundamental para cerrar un proceso abierto desde hace cuatro años, asumiendo que con ello se despeja la incertidumbre en la materia.

Dudo que un triunfo a favor reduzca la incertidumbre puesto que se abre un nuevo escenario marcado por una constitución cuyo sesgo hacia la derecha es más que evidente en circunstancias que el proceso constituyente fue gestado desde las entrañas de la izquierda. En tal sentido el resultado no podría ser más paradojal, a punto tal que se podría afirmar que a la izquierda le habría salido el tiro por la culata.

Desgraciadamente temo que más que un voto a favor en vez de reducir la incertidumbre, la incremente. Una constitución partisana, conservadora, integrista, cuasi religiosa y engañosa, llena de subterfugios y trampas como la que se está proponiendo, difícilmente nos traerá la paz y el desarrollo al que aspiramos. Esta intuición, asentada en la población, explica la ventaja que el voto en contra tiene hasta la fecha como lo ilustran las sucesivas encuestas. Habrá que ver si se consolida, o si la atosigante y bien aceitada publicidad en que se ha empeñado la derecha política y económica será capaz de revertir esta ventaja de quienes están en contra.

Se ha despilfarrado una oportunidad única de obtener lo que muchos ansiaban: la de tener una constitución que nos una, que sea la casa de todos. Recordemos que el proceso anterior fracasó por atender las demandas de tan solo un sector del país aprovechando la mayoría de convencionales alcanzada. La soberbia los hizo fracasar. Hoy estamos ante un escenario similar, pero donde ahora la mayoría ahora está en manos del sector opuesto. La mayoría alcanzada por la derecha y la ultraderecha, a pesar de sus expresiones de buena crianza iniciales, a la hora de la verdad no resistió la tentación de pasar máquina, de desmantelar la democracia al reducir el espacio para legislar, constitucionalizando aspectos destinados a introducir más amarres a los ya existentes, en vez de reducirlos.

Al inicio de este proceso confiaba en que hubiera un aprendizaje del proceso anterior que me inducía a votar a favor. El borrador que emergió del consejo de expertos, consensuado entre representantes de todos los sectores alimentó esa esperanza. Sin embargo, la introducción de enmiendas por parte de los republicanos sin mayor interés por alcanzar acuerdos, desnaturalizaron el borrador. Es así como a nuestras manos llegará una propuesta constitucional que me está forzando a votar por la opción en contra. Mi deseo de cambiar la constitución del 80 es para tener más democracia, no menos; más derechos, no menos; más libertad, no menos; más justicia, no menos; más igualdad, no menos; más estabilidad, no menos; más desarrollo, no menos.

Todo apunta a que quienes han elaborado esta propuesta constitucional que se plebiscitará, han tenido presente las palabras de Jaime Guzmán Errázuriz, ídolo de cabecera de muchos de ellos: “La Constitución debe procurar que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque – valga la metáfora – el margen de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella sea lo suficientemente reducido para ser extremadamente difícil lo contrario”.


octubre 22, 2023

Revolución en Chile (parte 2 de 3)

Siguiendo con el libro titulado Revolución en Chile escrito por una periodista norteamericana Sillie Utternut, y estando ya en la segunda mitad de la década de los 50 del siglo pasado, en vísperas de unas reñidas elecciones presidenciales que tendrían lugar en 1958, en el exterior se temía el estallido de una revolución. Numerosos periodistas extranjeros vinieron a ser testigos de una singular experiencia. Entre ellos estaba Sillie, quien al caminar los las calles de Chile y detenerse ante los numerosos kioscos de diarios y revistas de antaño, leía los rojos titulares apocalípticos:

“Siniestro crimen. Solo han encontrado la cabeza, descuartizaron a otra mujer en Apoquindo: ¡horroroso!”

“Crimen de horror de padre desnaturalizado. Mató a su hijito de 2 años a puñaladas. Todo porque ensució sus zapatitos nuevos”

“Confesó a asesino de La Vega: lo maté porque me dijo cachetón”

La gringa pregunta a su acompañante ¿suceden mucho estas cosas? La respuesta fue directa: “Todos los días. ¡Si en este país ya no se puede vivir!”

Sillie sigue caminando y se encuentra con un señor gordo de bigote cano, agricultor, que se lustraba los zapatos frente al palacio de gobierno de La Moneda. Él explicaba a nuestra gringa que con la ayuda de otros agricultores había “hecho este país”. Sillie no salía de su perplejidad ante tamaño lenguaje. Este pionero agricultor dividía el país en “nosotros” y “ellos”.

- “Nosotros” llamo a la gente de nuestra misma categoría, y “ellos” son una especie de antinosotros- explicaba el agricultor. La gringa estupefacta, insiste: ¿Cree posible dividir el país en estas dos categorías?”.

- “¿Dividir al país? ¿Está loca? El país es de nosotros. Ya le he dicho que lo hicimos nosotros. Ellos, por sus vicios, especialmente el del alcohol, no tienen donde caerse muertos”.

Pensar que este diálogo tuvo lugar hace más de 70 años revela que existen corrientes subterráneas que se mantienen contra viento y marea. El “nosotros” y “ellos” parece ya formar parte de nuestras tradiciones y hasta el presente todo apunta a que somos incapaces de romper esta dicotomía destructora.

En unos días más tendrán la tercera parte de esta trilogía en torno a un libro que vale la pena leer. Como para decir que no hay nada nuevo bajo el sol.

octubre 18, 2023

Revolución en Chile (parte 1 de 2)


 Unos años después de llegar a Chile, en la segunda mitad de la década de los 70, en mis años ariqueños, caminando por mercados de revistas y libros viejos, encuentro un libro cuyo título no dejó de llamarme la atención: Revolución en Chile. Su autora, una gringa, Sillie Utternut. Sin tapa, totalmente estropeado, me lo llevo por 100 pesos de entonces para leer algo que fue escrito en tiempos de la segunda administración del General Ibañez y en vísperas de las elecciones presidenciales del 58. Elecciones ganadas por Jorge Alessandri, alias El Paletas, cuyo slogan de campaña fue “A Usted lo necesito”.

No obstante haber sido escrito hace ya tanto tiempo -¿eran otros tiempos?- no pocos de sus acápites conservan una vigencia sorprendente, al menos en lo medular. Si alguno de quienes me leen conserva el libro en algún rincón olvidado de sus casas, le sugiero lo desempolve, sacude y devore. Les aseguro que no se arrepentirán. A continuación, van algunas de las ideas contenidas en este libro.

La gringa Sillie fue una periodista norteamericana enviada a Chile para reportear respecto de una eventual revolución que se estaría a punto de producir. Al arribar a Chile tuvo que dar una conferencia para “los chicos de la prensa”. No obstante estar recién llegada y venir a recoger antecedentes, parecía ser ella la que tenía que rendir cuentas.

-¿Qué le parece Chile?- le disparó un periodista apenas pisó tierra chilena. Ya le habían anticipado que esta sería una de las primeras preguntas que le harían. Su respuesta no se hizo esperar: “Es un país maravilloso. Espléndido clima, lindas mujeres, excelentes vinos”. Los periodistas presentes hincharon sus pechos.

-¿Qué candidato cree que va a ganar las elecciones?- lanzó otro reportero. Sillie respondió: “No lo sé. soy extranjera, no conozco el ambiente¨. “Por eso es importante su opinión, no tiene prejuicios, es imparcial” retrucó el periodista.

A poco andar, Sillie detecta en Chile un gran valor por todo lo foráneo. De las marcas registradas observa que un alto porcentaje, sobre el 70% tienen nombres ingleses, y no encontró a nadie que supiera decir en español buffet, closet o gasfiter. Incluso en pleno centro de la capital Santiago, encontró un negocio de artesanía nacional llamado “Chilean Souvenirs”. ¿Hemos abandonado este hábito de extranjerizar? Por esos años este exagerado respeto por todo lo extranjero ¿sería indicio de la inquietud de un pueblo que sueña con trascender sus fronteras y aprender de otros más civilizados? Según lo explicaba entonces un joven sociólogo, esto se correspondería con una cierta tradición nacional llamada siutiquería.

En una de sus correrías, nuestra gringa se topa con un ascensorista, de entonces de filiación política radical, a quien luego de vencer su reticencia inicial a manifestar su opinión respecto de la pregunta ¿habrá revolución?, responde en forma fulminante: “No señora. El chileno es más aguantador que pisadera de micro. No se aburre nunca de que lo embauquen”. Toda una filosofía.

El aire que se respiraba por esos años estaba completamente politizado. El tema candente en calles, esquinas, bares y oficinas, no era otro que el de la política. Nadie obligaba a los chilenos a hablar de política: lo hacían por su propio, inte4nso e insaciable gusto. y de la forma más curiosa imaginable: despotricando contra la política. Cuando algo olía a podrido, se dejaba caer todo el peso del escarnio: “ahí está metida la política”, “eso es pura política”. Nadie parecía recordar la elemental definición de que la política es el arte de gobernar. Toda esta mentalidad fue la que condujo a que por esos años el presidente no fuera otro sino un militar elegido por la voluntad popular y que alegaba como virtud la de no ser político. El General Carlos Ibañez del Campo.

 

octubre 05, 2023

A 35 años del triunfo del NO

Hoy se conmemoran 35 años del triunfo con que el pueblo de Chile le dijo NO a la perpetuación de un régimen cuyos partidarios, hasta el día de hoy se niegan a identificar con una dictadura. Negacionismo a la carta. Acá y en todas partes la ultraderecha vuelve por sus fueros. En Argentina, uno de los candidatos presidenciales con mayores posibilidades de triunfo, sin arrugarse siquiera, minimiza los horrores de la sangrienta dictadura. Argentina al reducir los desaparecidos de 30 mil a menos de 10 mil. En Chile vamos por igual camino.

Imposible olvidar lo que fue la gesta del 5 de octubre de 1988. Yo estaba en Arica, era parte de un grupo clandestino que nos reuníamos en nuestras casas para deliberar y escribir libremente. Un grupo llamado La Aventura del Pensamiento, nombre propuesto por el legendario Jaime Barros Perez-Cotapos, médico pediatra que había sido relegado por la dictadura a Arica. Famoso por sus extravagancias de todo orden. Siempre de buen humor, de verbo sin igual, comprometido con la causa de los pobres. Había sido senador por la región de Valparaíso en representación del partido comunista del que se salió para conformar un movimiento de ultraizquierda, Espartaco, que tuvo corta vida. También se incorporó con mucho entusiasmo el doctor Salvador Urrutia, entonces presidente del Colegio Médico, gran hombre, amigo de todos y querido por todos. No fuimos pocos. Entre ellos Juan Prado, Jaime Rodriguez, Alvaro Silva, Luis Salgado, Oscar Arancibia, Patricio Arancibia, Mauricio Néspolo, Octavio Arratia, Santiago Arata. No sé si se me escapa alguien. Algunos ya no están, se fueron a la eternidad. Tuvimos también visitas ilustres como las de Juan Podestá, Sergio Bitar, Ignacio Balbontín y otras que no alcanzo a recordar.

Para el plebiscito, como La Aventura del Pensamiento participamos activamente haciéndonos cargo del escrutinio paralelo al del comando oficial del NO en prevención a cualquier intento de manipulación de los resultados. Eran tiempos de la planilla Lotus 1-2-3, de fax, sin celulares ni internet. Junto con jóvenes profesionales y estudiantes que se sumaron con entusiasmo al desafío de enfrentar la maquinaria oficial, conformamos un equipo de trabajo que iba desde los apoderados de mesa, apoderados de local, enlaces y quienes estaban en el centro de cómputo cuya localización se mantuvo en secreto para evitar que fuera allanado en caso que el régimen pretendiera desconocer nuestra victoria.

Fuimos los primeros de todo Chile, desde Arica, quienes entregamos vía fax los resultados obtenidos en la comuna, resultados que anticipaban nuestro triunfo, que la dictadura había sido derrotada en las urnas, con un papel y un lápiz. Pero aún teníamos que contener la respiración, no podíamos cantar victoria porque la dictadura no reconocía nada, posponía la entrega de los cómputos oficiales. La dictadura, vía el subsecretario de entonces, Cardemil, se resistía a asumir la derrota. Solo cuando el comandante de la Fuerza Aérea, el general Mathei, dijo que había ganado el NO, pudimos respirar. Las horas de tensión impedían celebrar como lo merecíamos.

Habíamos ganado. Se iniciaba un largo y pedregoso camino que aún continúa sin que aún lleguemos a buen puerto.

Abrazo!

 

octubre 01, 2023

En el día de los viejos

Foto de Bruno Martins en Unsplash

Hoy, 1 de octubre, es el día internacional de las personas en edad según lo estableció la Asamblea General de las Naciones Unidas hace ya más de 30 años, en 1990. Es el día de los que coloquialmente llamamos, los viejos, y que más elegantemente llamamos adultos mayores. Me encuentro entre ellos, hace ya 15 años.

El peso de los mayores de 60 años dentro del país se ha duplicado en tan solo 30 años, desde un 9% al 18% como consecuencia de la baja en la tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida. Si bien estas cifras están referidas al país que habito, la tendencia es similar donde quiera que se esté, al menos en los países del primer, segundo y algunos del tercer mundo. Y al paso que vamos, para el 2050, si es que el mundo sigue existiendo, en Chile pasaríamos a ser un tercio de la población total.

A pesar de que se dice que la sociedad no nos trata bien, mi experiencia como viejo, a ha sido tremendamente positiva, al menos hasta ahora. Si he sentido alguna discriminación, no ha sido negativa, sino todo lo contrario.

El envejecimiento es un proceso natural que debemos acoger con los brazos abiertos. Si bien vivimos en una sociedad que glorifica la juventud, no debemos perder de vista que toda etapa en nuestras vidas tiene sus gracias.

Llegar a viejo siendo autovalente, autónomo, independiente, con ganas de seguir revolviendo el gallinero es un logro que no es por azar. Para ello deben concurrir lo que he llamado las cuatro saludes: la salud física, la salud mental, la salud social familiar y la salud financiera. Y bien sabemos que ellas dependen fuertemente de la vida que hayamos tenido antes de llegar a la vejez.

Por ello me tomo la libertad de abrazar a todos los viejos, a sentirse orgullosos de ser tales, de apreciar sus ventajas, como son las de mirar las cosas, el devenir, desde cierta altura; de habernos quitado de encima las responsabilidades y tensiones que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida laboral; de observar y acompañar el desarrollo de nuestros hijos y nietos.

Por todo esto, como dijera en un almuerzo con otros amigos, donde estaba uno de sus hijos con su pareja, alzando las copas dije: “Arriba los viejos, el futuro es nuestro, tenemos todo un futuro en nuestras manos. Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas”.

No pudimos sino reírnos a carcajadas de nosotros mismos.