abril 24, 2008

Asumamos nuestra responsabilidad

Si bien a lo largo de la historia desde siempre se han presentado fenómenos reñidos con la ley o la ética, se tiene la percepción que existe un aumento de ellos. Esto puede deberse a diversos factores. Uno, que efectivamente hay más situaciones de esta naturaleza; dos, que en el pasado permanecían ocultos; tres, que tenemos una prensa más inquisidora, y por ello, están saliendo a flote más casos; y cuatro, que estemos ante una ciudadanía ejerciendo sus derechos. Probablemente una combinación de los tres primeros factores estén presentes, no así el cuarto. 

Por el contrario, la ausencia del ejercicio de ciudadanía creo que es una de las causas, porque de otra forma es inexplicable la sucesión de eventos impresentables que de alguna manera nos están retratando, ya sea como actores activos o pasivos. 

En la inauguración del hospital de Curepto participó medio mundo. Todos sabían que era un tongo, pero así y todo, solo más de un mes después de inaugurado, estalla el escándalo de que no estaba operativo. Todo Curepto tenía que saberlo, pero nadie dijo nada. 

Recuerdo también la inauguración del tren al sur por parte de Lagos, con bombos y platillos, además de globos. Lo tuvieron andando con pinzas, hasta que poco a poco se fue cayendo, se fueron abandonando tramos. Hoy tenemos solo tren hasta Chillán. 

Qué está revelando todo esto? Una relación de verticalidad, de relación con la autoridad de temor, de súbdito, de acatamiento de órdenes, de no ejercicio de la ciudadanía, de aplicar la política de “no meternos en forros”. Desgraciadamente este esquema en el que “la gente muere pollo” es el que hace posible que unos pocos hagan lo que quieran en tanto que muchos se enteran pero no hacen nada para cambiar las cosas. 

En un contexto de secretismo, de oscuridad que viene de tiempos inmemoriales, de sacralización del lucro a toda costa, de ausencia de controles –o de controles que no se activan- no debiera extrañarnos la proliferación de actividades ilícitas o irregulares. El neoliberalismo rampante sin control nos está pasando la cuenta. 

Es un imperativo moral cambiar este contexto por otro marcado por la participación y la transparencia. Esto es posible, no es algo que esté fuera de nuestro alcance. De nosotros depende. Participación no solo implica votar, sino que involucrarnos en nuestra vida barrial, laboral, social a través de las organizaciones correspondientes y que hoy agonizan. Nada nos perjudica más que la existencia de juntas vecinales inactivas, de sindicatos moribundos, de partidos políticos débiles. 

Este es uno de los mas grandes desafíos que tenemos si no queremos que los poderosos sigan haciendo y ganando lo que quieran y los débiles sigan siendo atropellados una y otra vez. El otro desafío es rescatar la solidaridad que se ha guardado en el baúl de los recuerdos y reemplazado por el afán de lucro sin ton ni son. Pero este es tema para otra columna.

abril 18, 2008

Emulando el circo romano

Tradicionalmente la prensa se encarga de informarnos de los múltiples crímenes que se cometen diariamente. En la última semana, esta información se vió desplazada por el rol jugado por el parlamento al juzgar y condenar, cual circo romano, a una ministra por irregularidades cometidas en el ministerio que se encontraba bajo su responsabilidad. Los hechos están siendo investigados por la contraloría, pero el parlamento se anticipó aprovechando su “nueva mayoría” construida con dos tránsfugas de la Concertación: la destituyó y no solo eso, la condenó a no ocupar cargos públicos en los próximos 5 años.

Sin perjuicio de la gravedad de los hechos denunciados, de las irregularidades detectadas y que aún faltan por delimitar, lo que ha llamado la atención es la saña con que la oposición se embarcó en esta acción. Si de irregularidades se tratara, muchos ministros que debían haber caído por razones mucho más poderosas, ni siquiera fueron acusados. Sospecho por tanto, que Yazna no ha sido sino un chivo expiatorio en virtud de encontrarnos en una sociedad, cuyo subconsciente, está marcado por su discriminación contra los indígenas y un machismo desesperado que se resiste a la emancipación femenina. A la luz de lo ocurrido, y de los femicidios que semanalmente tienen lugar, uno se pregunta cómo mierda fue elegida Michelle. En este contexto su elecciòn surge como una suerte de milagro.

Si bien el Senado debía pronunciarse jurídicamente, todo el mundo sabe que actuó como lo que es, un órgano político. Y por tanto, la actuación opositora se enmarca en la preparación del desalojo, poniendo a prueba la mayoría con que cuenta en el parlamento a espaldas de la ciudadanía.

Esto ocurre adportas de un período electoral que se iniciará con las próximas elecciones municipales seguidas de las elecciones parlamentaria y presidencial; ocurre cuando la Concertación lleva ya casi dos décadas gobernando.

Lo ocurrido con el nuevo hospital de Curepto ilustra la existencia de una cadena de autoridades que parecen súbditos serviles antes que ciudadanos empoderados capaces de decir y sostener la verdad: “El hospital no está listo”. No es primera vez. Otro ejemplo lo tenemos con el tren al sur que también se inauguró sin estar listo. Hacerlo por razones políticas es desnaturalizar el sentido de la política, es hacer polítiquería barata, cortoplacista, inmediatista. Nadie se atrevió a contradecir la orden de la autoridad. Reminiscencias de un pasado no muy remoto en el que toda orden era ley.

Lo que está ocurriendo no debilita la democracia, por el contrario, la fortalece si la Concertación fuese capaz de hacer la lectura apropiada de los hechos y adoptar los correctivos que corresponden. Más vale tarde que nunca. Los plazos se están agotando. No es mucho lo que pide la ciudadanía: tan solo quiere un gobierno decente, con capacidad de aprender de sus propios errores.

abril 11, 2008

El negocio de las universidades chilenas

El gobierno militar dio luz verde a la creación de universidades privadas sin mayores exigencias. Cualquier hijo de vecino, con o sin pergaminos, podía abrir una universidad. En las postrimerías de la dictadura, cuando se perdió el plebiscito, este proceso creativo se aceleró.

Tras estas nuevas universidades preparaban su desembarco del gobierno conspicuos personajes, en su mayoría, exministros, exsuperintendentes, poderosos hombres de negocios, todos fuertemente entrelazados por los más inverosímiles vericuetos familiares, quienes en un arrebato de generosidad y espíritu de servicio vieron en las universidades una vía para continuar prestando servicios a la nación que tanto querían. Esto ocurrió luego que la ciudadanía resolviera prescindir de ellos –en el plebiscito del 88- para que continuaran haciendo de las suyas desde el aparato estatal.

A diferencia de la educación básica y media, en la educación superior la legislación estipuló que las nuevas instituciones fuesen sin fines de lucro. Hasta el día de hoy se desconocen las razones por las que la legislación autorizó el lucro en los establecimientos educacionales privados básicos y medios –subvencionados con financiamiento público o no- , no así en el ámbito de la educación superior. A la luz de la lógica dominante entonces y perpetuada hasta nuestros días, esta dicotomía solo se explicaría como un arrebato de timidez, vergüenza ajena, o remordimiento de conciencia por parte de quienes fraguaron este engendro.

No obstante que estas universidades fueran creadas sin el más mínimo afán ni espíritu de lucro, como por milagrosa casualidad se han ido generando fortunas en torno a ellas. El afán de lucro –concebido como un camino a la santidad por quienes lo ensalzan una y otra vez- ha logrado el milagro de la multiplicación de los panes, perdón, de las universidades. Es así como hoy ingresan Pedro, Juan y Diego, no importando si reúnen los requerimientos académicos para cursar estudios superiores; lo que importa es que paguen. Es así como hay universidades privadas –reconozcamos que también existen algunas universidades públicas- que están produciendo profesionales como quien produce salchichas.

Para poner atajo a este proceso se ideó la acreditación, como mecanismo orientador de las decisiones por parte del mercado. Pero cuando unas y otras –mas temprano o mas tarde- terminan siendo acreditadas por el imperio de las influencias de un cada vez mas amplio círculo de personajes entrelazados unos con otros, y logrando su autonomía, como es lo que ha estado ocurriendo, solo resta por encomendarse al Señor.

abril 03, 2008

Los independientes

A raíz de los resultados de una encuesta, que delata una baja adhesión ciudadana tanto a la Alianza (15%) como a la Concertación (23%), algunos de los diputados y senadores autoproclamados independientes intentan aprovechar de llevar agua a su molino señalando su importancia en el sentir político nacional.

El tema es importante porque delata una profunda confusión. En primer lugar el propio concepto de independencia en materia política es de dudoso gusto. De partida, una postura independiente revela que no se adhiere a ninguna de las coaliciones existentes; por otro lado, si es que efectivamente son independientes, su conjunto no tiene una única postura. En la práctica, el conjunto de los independientes es una masa amorfa, que no se puede englobar en un único saco. De hecho existen independientes de derecha, así como otros lo son de izquierda, en tanto que otros lo son según la ocasión. Por otra parte, una posición independiente es muy cómoda, dado que no fuerza rendición de cuenta alguna ante nadie y carecen de brújula, salvo la que dicta su conciencia, la que se puede mover de lado a lado sin arrugarse siquiera. Eso explica porqué no existen gobiernos independientes, y cuando existen, son un desastre.

Desafortunadamente, tanto en Chile como en otros países, es un verdadero deporte denostar el valor de los partidos políticos, acción en la que los medios de comunicación juegan un rol crucial cuando machacan una y otra vez sobre sus debilidades sin enfatizar en la misma medida sus fortalezas. Con ello no hacen sino alejar a quienes están llamados a jugar un rol más activo en la sociedad.

Todo ser humano, desde el momento que vive en sociedad, junto con otros, en una polis, que piensa, pasa a ser un ser social, un ser político con un pensamiento conformado por un conjunto de ideas y valores respecto del tipo de sociedad al que aspira y los medios para alcanzarla. Si este conjunto coincide con el de algún partido o alguna coalición lo más razonable es que la persona milite en él; si estas ideas no coinciden pero se acercan a las que sostiene algún partido, adherirá a él y votará por sus representantes cada vez que sea llamado a hacerlo. Sin no existe tal partido, es su obligación moral dar origen a él. Es lo que han hecho y hacen los grandes hombres públicos sin necesidad de escudarse en la independencia.

Por eso la ciudadanía, a la hora de las elecciones, suele votar por quienes representan a los partidos antes que por los independientes que no rinden cuenta a nadie. Expreso lo anterior teniendo plena conciencia de las debilidades de los partidos, las que se explican en gran parte porque no nos involucramos ni comprometemos con ellos, adoptando la postura cómoda de mantenernos al margen para no quemarnos. En democracia es indispensable fortalecer los partidos políticos involucrándonos en ellos. Al no hacerlo, debilitamos la democracia y abrimos espacio a los aventureros que hacen política basados en la antipolítico, como aquellos que en sus tiempos de gloria despreciaban a “los señores políticos”. Aquellos que terminaron siendo los maestros de la corrupción.

El sistema binominal debe terminar, pero no para abrir espacio a un conjunto de gatos sueltos y pseudoindependientes que pretenden hacer lo que quieren en representación de una ciudadanía que los eligió dentro de un redil; el sistema binominal debe terminar para dar cabida a corrientes de opinión estructuradas que no se encuentran representadas en las dos coaliciones mayoritarias.

En una democracia de verdad, quien se margina del partido por el cual fue elegido pierde su cargo automáticamente, ya sea en el gobierno, en el parlamento o donde sea. Hay que ser muy frescos para continuar ocupando cargos que se ocupan en virtud de la militancia que en su momento detentaron.