enero 29, 2022

Las estadísticas

Foto de Carlos Muza en Unsplash

Es un tema que me ha gustado y perseguido toda la vida. Siendo estudiante, recuerdo haber sido ayudante de un curso de Estadística impartido por un profesor de apellido Prado en la histórica Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile localizada en Beaucheff. Luego fui profesor auxiliar y finalmente profesor titular ahí mismo. El libro base era uno cuyo título no recuerdo, pero sí recuerdo el apellido de su autor: Meyer. Eso fue en los años 1972-73, en pleno período “revolucionario”.

Mi primera práctica, en el verano de 1969, la hice en Fanaloza-Penco donde me correspondió elaborar estadísticas de producción. Eran tiempos de gloria de la empresa. Para ello me trasladé a Concepción donde residí un mes completo en una residencial localizada en la calle Colo Colo. En marzo de ese mismo año eran las elecciones parlamentarias. Yo aproveché de respaldar a un profesor de Economía de mi escuela, Joaquín Undurraga, quien se postuló como candidato a senador de la Democracia Cristiana (DC) en dicha región. La DC llevaba 3 candidatos: Undurraga, quien iba por la corriente tercerista de entonces, Alberto Jerez por la facción rebelde, y Tomás Pablo por la corriente oficialista o freista. Entonces gobernaba Frei Montalva. En el día trabajaba en Fanaloza haciendo mi práctica, y por las noches salía a pegar carteles a favor de Undurraga en los postes de luz. Al otro día los carteles desaparecían por obra del espíritu santo. No, poco después de quienes colocábamos estos carteles, otros voluntarios de las otras facciones, se encargaban de sustituir nuestros carteles por los de ellos. En la sede de la DC los partidarios de las corrientes de Jerez y Tomas Pablo se trenzaban en peleas de padre y señor mío. Nosotros, quienes estábamos con Undurraga éramos la corriente minoritaria, y por lo mismo ni nos enfrascábamos en esas trifulcas. Al final, de la lista DC en la región, fueron elegidos Jerez y Tomás Pablo, quedando fuera Undurraga. Fue una experiencia impagable que recuerdo hasta el día de hoy, más de medio siglo después.

En 1974 emigré hacia la puerta norte de Chile, la ciudad de la eterna primavera, Arica siempre Arica, para trabajar en la Universidad del Norte. Allá me tocó hacer clases de estadísticas a estudiantes de las carreras de Ingeniería Comercial y Educación de Párvulos. En esta última carrera el 100% de su alumnado eran mujeres. Aunque con ellas solo veía estadística descriptiva básica, ellas sufrían. Para ellas, el cálculo de medidas de posición y dispersión, el análisis de correlación, la construcción de tablas y gráficos, era todo un calvario. Por esos años, la década de los 70, yo era un veinteañero. Con los estudiantes de ingeniería comercial eran 3 los cursos: estadística descriptiva, probabilidades, e inferencia estadística. Estaba en mi salsa, pero poco a poco fui derivando a la computación allí donde no había nada, ni computadores ni nada, los primeros lenguajes de programación, fortran, cobol. Las estadísticas pasaron a ser pasado.

Al llegar a Talca, a la Universidad de Talca, en 1995 se me invitó a participar en un programa de posgrado, un magister en política y gestión educacional para impartir cursos de indicadores y sistemas de indicadores. Fueron dos décadas antes de colgar los guantes. Fueron cursos que siempre me interesaron fuertemente porque me permitían satisfacer mi inquietud por ver lo que hay bajo el agua, conocer la firme en torno a los indicadores y rankings.

Las autoridades, cual más cual menos buscan los indicadores que más les favorecen. Es así como hay quienes son obsesos de los rankings, sacando bajo la manga el ranking que más le apetece. Yo solo atino a fruncir el ceño, sacar a la pizarra los rankings para husmear en torno a sus bemoles, sus limitaciones, sus trampas. Lo que dicen y no dicen realmente.

Desafortunadamente las autoridades tienden a manipular los indicadores, las estadísticas. En tal sentido siempre he buscado despertar un espíritu crítico mínimo en los alumnos, recordándoles que no todo lo que brilla es oro. Los indicadores intentan dar cuenta de una realidad, pero por lo general esta realidad es de una complejidad tal que es imposible reducirla a un indicador. De allí la necesidad de un sistema de indicadores, que procure dar cuenta de todas las aristas de una realidad dada. Así y todo no es fácil encontrar los indicadores apropiados que conformen tal sistema de indicadores. A ello se agrega todo lo relativo a la validez de los datos, de sus fuentes, de sus mediciones.

Todas estas limitaciones las estamos viendo a propósito de la pandemia que nos aflige donde nos tiran cifras e indicadores al por mayor que en vez de clarificarnos el panorama pareciera oscurecerlo. Nos obligan a  filtrar la información que recibimos. Con todo, más vale tener algo que nada porque no tener indicadores es equivalente a andar sin brújula, a andar perdido. Tener indicadores es un avance, pero hay que andar con pies de plomo porque quien sabe a dónde te pueden llevar. Puede llegar a ser tan malo tener un deficiente set de indicadores como no tener indicadores.

La manipulación en estas materias anda a la orden del día, particularmente cuando de economía y política se trata. Lo que les importa es crecer, que el PGB crezca, no importa cómo, ni qué crece, ni a quienes beneficia. No basta tener un indicador asociado al PGB, también se requieren indicadores que nos digan qué sectores y quienes están aportando al PGB, así como de qué manera se distribuye este PGB. Por eso es tan importante tener la capacidad para discernir de modo que no nos metan el dedo en la boca.

La vieja política se resiste a morir

Foto de Colin Lloyd en Unsplash

La designación de los futuros ministros trajo cola, tal como seguramente ocurrirá cuando se haga lo mismo respecto de los subsecretarios y otras autoridades. Nada nuevo bajo el sol. Los dimes y diretes andan a la orden del día. Resulta penoso observar que no obstante los esfuerzos del gobierno entrante por superar la vieja política, ésta se resiste a batirse en retirada. A continuación algo más que un par de botones de muestra.

La recientemente única senadora electa de la Federación Regionalista Verde Social (FRVS), Alejandra Sepúlveda, se dio el lujo de oponerse al único ministro de su partido, Esteban Valenzuela, por considerar que a su juicio no tiene las condiciones técnicas para desempeñase como tal. Seguro que el nombre que ella había propuesto era otro, y pero no encontró nada mejor que airear su frustración.

Por el lado del partido comunista (PC) la decepción vino por quien ocupará la cartera ministerial de Hacienda, Mario Marcel. Consultado por la prensa, el secretario general del PC, Guillermo Teillier no encontró nada mejor que declarar que no lo conocía. Por otro lado, quien fuera su candidato presidencial, Daniel Jadue, fue más honesto al afirmar que lo conocía como neoliberal, con lo que dejaba traslucir el desacuerdo del PC con lo resuelto por el presidente electo.

A estos dos botones podríamos agregar otros. Como el del reclamo de Revolución Democrática (RD) que se siente menoscabado en relación a Convergencia Social (CS), el partido de Boric. Lo mismo ocurre con otros partidos del Frente Amplio que respaldaron a Boric desde sus inicios en la carrera presidencial. Se trata de una ensalada de partidos con sus respectivas siglas que el grueso de los mortales es incapaz de identificar y reconocer sus diferencias. No logro reconocer lo que distingue a unos de otros.

Otro ejemplo está dado por la postura desde diputados y senadores de la futura coalición de gobierno de respaldar un quinto retiro de las AFP, siguiendo las aguas de la diputada Jiles, en circunstancias que no está en el programa de gobierno. Agréguese que el presidente electo ha sido claro en oponerse a un proyecto de esta naturaleza.

Por último, no faltan posturas maximalistas que recuerdan tiempos, hace ya medio siglo, en que se pregonaba la necesidad de “avanzar sin transar”. Posturas que pavimentan un camino que nadie desea y cuyo destino ya conocemos quienes vivimos esos tiempos.

Todas estas dificultades no son compatibles con los propósitos que se persiguen, de realizar las transformaciones que el país requiere, gradualmente, paso a paso, firmemente. No son tiempos para andar echándole pelos a la sopa. Todo lo contrario, constituyen obstáculos que de continuar pueden llegar a ser vallas insalvables para los propósitos transformadores del futuro gobierno. Obstáculos mayores que los que eventualmente provendrán desde la derecha que desde ya se solaza con ellos. Una derecha  que se fortalecerá y apertrechará en el próximo parlamento que asumirá en marzo.

Las expectativas imperantes, las esperanzas puestas en el relevo generacional ameritan una nueva política despojada, exenta de todo aquello que tanto se ha criticado de la vieja política. ¿Será posible una nueva política? ¿O todo lo expuesto no será parte de la “real politik”, de la lucha por el poder?

enero 27, 2022

Etapas en el desarrollo de una competencia

Foto de Alex Kotliarskyi en Unsplash

En Europa, a fines del siglo pasado, en lo que se conoce como el Proceso de Bolonia, se procedió a la construcción del llamado Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) con miras a encarar los desafíos que plantea lo que ha llamado como la sociedad del conocimiento. Desafíos asociados a las las nuevas competencias exigidas por las empresas que enfrentan mercados crecientemente competitivos, a las metodologías docentes a aplicar, a las nuevas tecnologías de información y comunicación disponibles, y a la movilidad de estudiantes y profesores en distintos entornos culturales.

Con el Proceso de Bolonia a la vista, en el plano local, regional y nacional, a comienzos de la primera década del presente siglo, la Universidad de Talca fue pionera en la implementación de un modelo formativo orientado al desarrollo de competencias. No ha sido un período exento de dificultades, las que se han incrementado con la pandemia, que ha forzado una reducción de la presencialidad educativa, en favor de la virtualidad. Esto ha afectado al modelo desde el minuto que la competencia se entiende como la puesta en acción en la vida real de un conjunto de capacidades y habilidades que exige actividades educativas en terreno. Esta puesta en práctica se ha visto obstaculizada por el distanciamiento social, las cuarentenas, confinamientos y restricciones impuestas o recomendadas por las autoridades sanitarias con miras a sortear  la amenaza de covid-19.

Una vez que se supere la emergencia habrá que retomar el hilo. Para ello nada mejor que aprovechar el actual período para revisar, examinar lo  que se ha hecho, efectuando los correctivos que se desprendan del análisis. En este plano es interesante escudriñar en torno a un modelo de adquisición de competencias, creado en la década de los 80 por los hermanos Stuart y Hubert Dreyfus. Este modelo distingue 5 etapas según el nivel de desarrollo de competencia adquirido por la persona: novato, principiante avanzado, competente, profesional y experto.

Como novato, la persona necesita conocer y seguir reglas, instrucciones, procedimientos para determinar una acción y necesita de un monitoreo y retroalimentación de parte de instructores. Por lo mismo, un novato no está en condiciones de tomar decisiones ni actuar autónomamente.

Como principiante avanzado se asume que ya se conocen las reglas y normas vinculadas a un proceso o problema en forma global, reconociendo pasos, etapas en él, lo que logra en base a situaciones reales acompañado de un instructor.

Como persona competente se debe estar en condiciones de abordar un problema luego de tener experiencias en condiciones reales, en las cuales se reconocen patrones o principios recurrentes.

Como profesional se asume que ya se tiene una visión de conjunto, que se esté expuesto a todo tipo de situaciones, reflexionando y aprendiendo de la experiencia acumulada, con capacidad de retroalimentación a partir de los errores en que se pueda haber incurrido.

Finalmente, como experto ya se tiene el conocimiento y la experiencia para actuar adecuadamente en forma intuitiva y para descubrir conscientemente las normas o reglas presentes en una situación en particular.

En la práctica, las fronteras entre las distintas etapas no son claramente distinguibles, y por lo mismo, la evaluación para calificar en qué etapa se está dentro del desarrollo de una competencia, es compleja y requiere ser lo más objetiva posible. A su vez, tampoco es fácil identificar quienes habrán de ser los evaluadores.

En tal sentido se asume que se han identificado las competencias que habrán de incluirse en los perfiles de egreso de los profesionales, así como  el nivel del que se hacen responsables las universidades que se rigen por un modelo educativo orientado al desarrollo de competencias.

enero 25, 2022

Vientos de guerra

Foto de Juan Camilo Guarin P en Unsplash

Cuesta creer que pueda pasar a mayores, pero no se puede descartar. Basta un chispazo para que se desencadene una guerra cuando se está en tierra abonada, minada. Al menor traspié, se gatilla. Hoy el epicentro está en Ucrania, así como ayer lo estuvo en Bielorrusia y Kazajistán que fueron parte de la URSS, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La que se desintegró sin disparar ni un tiro. El férreo control que ejercía el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) se deshizo cual castillo de naipes. Los comunistas que estaban en el poder, de la noche a la mañana, se cambiaron de camisa, y se privatizaron para sí mismos empresas públicas sin el más mínimo pudor.

Lo hicieron siguiendo el modelo privatizador pinochetista chileno, donde quienes eran altos funcionarios públicos, entre los que destacan Julio Ponce Lerou y José Yuraszeck, pasaron a ser poderosos nuevos empresarios. Cuando, en los primeros tiempos de la transición hacia la democracia se quiso investigar por parte de la Cámara de Diputados, con Jorge Schaulsohn a la cabeza respecto de los turbios traspasos de empresas públicas a los privados, se dio vuelta la página a nombre de los intereses del Estado. Bastó un apriete del innombrable en su calidad de comandante en jefe del Ejército, para que todo se escondiera bajo la alfombra.

Bueno, pero no nos vayamos por las ramas. Estábamos en el tema de Ucrania a cuya frontera han acudido más de 100 mil soldados rusos. Tropas enviadas desde Moscú por orden de Putín, quien fue alto personero de la KGB, exjerarca comunista, hoy reconvertido, pero que sueña con reverdecer viejos laureles: una Rusia poderosa rodeada de una suerte de cinturón de seguridad constituida por los países que fueron parte de la URSS colindantes con países de la Unión Europea (UE).

Es claro que a Putin no le causa ninguna gracia que tales países que pertenecieron a la URSS se estén acercando a la UE, y menos aún a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Hasta el día de hoy a Putin le pesa la desaparición de la URSS, y de hecho la califica como una de las mayores tragedias del siglo pasado. No solo no le causa gracia alguna, sino que le resulta insoportable. No olvidemos que en 2014, en un dos por tres, Rusia se anexó la península de Crimea que pertenecía a Ucrania sin que la Unión Europea y EEUU reaccionaran más allá de reclamar para la galería pero nada más. Rusia no está dispuesto a perder lo que fue su área de influencia y que de alguna manera sigue siéndolo.

Importa destacar que en Ucrania y en todos esos países colindantes con la URSS y la UE, suelen existir tres grupos políticos claramente diferenciados: los prorusos, los proeuropeos, y los nacionalistas, que por lo general son de ultraderecha. Sus nombres lo dicen todo. Rusia se resiste a abandonar su rol imperial, de potencia mundial.

La UE juega con fuego si aspira extender sus fronteras hasta llegar a Rusia acogiendo a los países que estuvieron bajo la égida de la URSS. Y más aún si con ello las tropas de la OTAN pudiesen llegar a las fronteras mismas de Rusia. Nos guste o no, esto no es admisible para los rusos. En consecuencia, lo más sano, para distender el ambiente y evitar choques casuales o provocados, que estalle la chispa que gatille una guerra, es alcanzar algún acuerdo por el cual tanto la UE como Rusia renuncien a extenderse más allá de sus fronteras actuales y que los países que están entre ambos puedan desarrollarse manteniendo lazos con ambos. No escapará al lector que el petróleo y el gas en los subsuelos de dichos países están tras el apetito de la UE y Rusia.

enero 15, 2022

Qué monos pinta la filosofía

Foto de NeONBRAND en Unsplash

¿Podríamos afirmar que sin filosofía no tendríamos ciencia? Sin lugar a dudas. La ciencia nace de una inquietud, de un querer saber, de responder a las preguntas del millón ¿porqué? ¿para qué? Tales como ¿por qué al soltarse de una rama, la manzana cae al suelo? ¿por qué si tapamos un fuego, éste se apaga? ¿por qué "sale y se ponen" el sol y la luna? Todas preguntas que se plantean los científicos y que nacen de una búsqueda, de una inquietud, de un interés por saber más. Esta llama por saber más proviene de la filosofía sin duda alguna, aunque la filosofía va más allá, apuntando al sentido de nuestra existencia, nuestra razón de ser, el ser que queremos ser, inquietudes que a todo filósofo que se precie de tal lo desvela. De lo dicho filosofía y ciencia se hermanan, coexisten, se apoyan, se requieren mutuamente.

La paradoja reside  que en los tiempos que corren pareciera que lo hicieran por carriles opuestos, como si no tuviesen nada que ver. Se habla de que hay que desarrollar más ciencia, que hay que invertir más en ciencia, mientras en paralelo no faltan los iluminados que plantean la supresión de la filosofía. Mientras la ciencia “sirve”, porque de sus resultados surge la tecnología, y de su aplicación, innovaciones que redundarían en un mayor bienestar. Y la filosofía, muy bien gracias, no serviría para nada, a lo más para hacerse caldos de cabeza. Olvidan que sin filosofía no hay ciencia en el más estricto sentido del término porque obvia las preguntas en torno al para qué, a las consecuencias, las reflexiones respecto de las consecuencias.

Quienes plantean la supresión de los cursos de filosofía son los mismos que en su tiempo condenaron a Sócrates a beber la cicuta por corromper a la juventud con sus preguntas y creencias en los tiempos de Grecia clásica.

No es científico quien esté enfrascado en lo suyo, en su laboratorio sin un “open mind”, sin mirar lo que pasa afuera, sin hacerse las preguntas que todo científico, y que como filósofo debe hacerse ¿porqué? ¿para qué? Durante la segunda guerra mundial, había un científico que estaba en su laboratorio enfrascado en su investigación, sus escritos, sus ensayos, cuando soldados con sus armas en mano golpean fuertemente su puerta para arrestarlo por su condición judía. Enfrascado en su investigación,el científico solo atina a responder “un minuto, ya voy”. Los soldados echan abajo la puerta y se lo llevan sin que el científico entendiera lo que estaba pasando. Invito a ver este video:

En tal sentido me atrevería a afirmar que gran parte de la razón por la cual el mundo parece andar sin brújula, o con la brújula perdida, es justamente por falta de filosofía, por no cuestionarnos, por ni preguntarnos para donde vamos, qué queremos ser. Y así estamos. Desgraciadamente Sócrates no dejó nada escrito, todo lo suyo fue oral, conversaciones, preguntas, nos invitaba a interrogarnos, a dudar, a sembrar inquietudes, buscaba que cada uno de nosotros se cuestionara y se respondiera a sí mismo de modo de horadarnos en lo más profundo de nuestro ser.

Sócrates y un amigo español aluxemburguesado me han convencido de la urgencia de un curso de filosofía y otro de ética. Nunca es tarde para aprender!

enero 13, 2022

Inflación educacional

Foto de NeONBRAND en Unsplash

A propósito de una columna que escribí respecto de qué estudiar, una tía curicana me dijo que “lo único que tengo claro es que hoy ni en el colegio ni en la universidad se repite curso” y muy amablemente me pidió si podía explicárselo. Estas líneas son un intento en esa dirección en torno a una preocupación que aflige a no pocos.

Vivimos tiempos muy distintos a los de nuestros padres, así como a los que les está tocando vivir a nuestros hijos. El tema tiene aristas nacionales que se complementan con lo que está ocurriendo globalmente. De partida tendemos a creer que todo tiempo pasado fue mejor, que hoy todo es más fácil. No necesariamente ha sido y es así. Hay avances y retrocesos de los que somos testigos directos.

Sin duda que un 6 de ahora, en la escala del 1 al 7, no tiene el mismo valor de décadas atrás. Para sacarse un 6, cualquiera que fuera el establecimiento en que estudiáramos, había que ser una lumbrera. Hoy en cambio, da la impresión de que cualquiera puede sacárselo. En Chile esta inflación en las notas tiene varios componentes. Su inicio se remonta a los tiempos del innombrable con la persecución a los profesores en base a denuncias de los apoderados y se complementa con el abandono de la tradicional matrícula en aquel establecimiento educativo cercano al domicilio de los alumnos al que se estaba acostumbrado. Se introduce la competencia en la educación bajo el supuesto de que ello conlleva un aumento en la calidad de la educación que reciben nuestros hijos. Craso error.

Todo ello con una mirada de los alumnos, ya no como tales, sino como clientes, y todos sabemos que en el mundo de los negocios, el cliente siempre tiene la razón. En el mundo de la educación no se trata de darle en el gusto al alumno ni al apoderado. De allí que en este contexto el poder del profesor se ve disminuido frente al de los alumnos, lo que se expresa en una pérdida de la confianza del apoderado en el profesor. Cuando un alumno llegaba a casa con una mala nota, el apoderado asignaba la responsabilidad del mal rendimiento, sin duda alguna al alumno, conminándolo a enmendar. Ahora pareciera que la tónica fuese al revés. Frente a similar situación, el mal rendimiento se explicaría por fallas en el profesor, no en la falta de estudio del alumno.

A ello se agrega que la formación de los profesores, que era universitaria, se vio desvalorizada cuando el innombrable la dejó fuera de aquellas carreras que solo podían ser impartidas por las universidades. Este fue un menoscabo mayúsculo que solo vino a repararse con la llegada de la democracia en la década de los 90. Pero el daño ya estaba hecho.

En paralelo hemos entrado en una lógica de indicadores de deserción, repitencia, tiempos de titulación, con no pocas consecuencias perversas. Si bien el propósito de tales indicadores es elevar la calidad del proceso formativo, en no pocas ocasiones, la consecuencia es la opuesta. Pobre de aquel profesor con altas tasas de repitencia. Pobre de aquel director de escuela de una carrera con altos tiempos de titulación. El resultado de todo esto, lenta y paulatinamente, para evitarse mayores problemas, que los profesores tienden a aflojar la marca, a bajar los brazos, a no tensar la cuerda.

Por estos días se han estado dando a conocer las notas de enseñanza media de quienes han rendido la prueba para ingresar a las universidades, las que inciden en el puntaje con el que los alumnos postulan. Los establecimientos educacionales no han encontrado nada mejor que alzar las notas de sus alumnos para inflar sus puntajes de postulación y con ello facilitarles su ingreso a las universidades. Un ejemplo más del socavamiento ético que se está viviendo bajo la lógica del todo vale.

Por último, es importante destacar que en la formación de nuestros hijos hay tres componentes: la escuela, la familia y el contexto social. Es una triada en el que cada componente es esencial, no hay ninguno redundante. Pues bien, hoy pareciera que la familia ha abdicado de su rol educativo, ya sea por falta de tiempo, por estar abrumado de problemas o cualquier otro motivo. Se cree que la escuela tiene la responsabilidad total en esta materia. Otro craso error. 

enero 11, 2022

La hora de la verdad: ¿qué estudiar?

Foto de Windows en Unsplash

Hoy se inicia el proceso de postulaciones a las universidades. En relación a nuestros tiempos hoy parece ser de mayor complejidad la decisión a tomar por parte de los jóvenes que aspiran seguir estudios superiores. Digo esto porque en el pasado las opciones eran mucho menores, tanto en términos de carreras a elegir como a universidades. Hoy hay una diversidad de carreras y universidades que hace tan solo medio siglo atrás no existía. A ello habría que agregar que antes, no pocas veces la decisión la tomaban los padres, o en el mejor de los casos, los jóvenes con el apoyo de los padres. Hoy los jóvenes tienden a tomarla con autonomía de sus padres. Por otra parte, la frontera entre las distintas carreras era más nítida, a diferencia de la actualidad donde los límites muchas de ellas son difusos, borrosos, no siempre distinguibles.

Si bien los jóvenes nunca la han tenido fácil a la hora de postular, hoy parecen tenerla más difícil que nunca. La pregunta del millón que deben hacerse quienes hoy postulan a universidades, institutos profesionales o centros de formación técnica es ¿qué estudio? ¿qué carrera estudiar? A ella habría que agregar otra ¿dónde estudiar? Pero por el momento intentemos centrarnos en la primera. Solo una vez respondida la primera, tiene sentido abordar la segunda.

Las variables a considerar o evaluar son esencialmente tres: La primera tiene relación con lo que se quiere estudiar, con la voluntad, con lo que a uno le gusta. La segunda variable tiene que ver con la capacidad, con lo que se puede, si se tienen dedos para el piano. Y la tercera variable se vincula con la realidad laboral futura. Ojo, el orden en que están es absolutamente arbitrario y no indica orden de prioridad alguno, por lo que cada uno verá lo que prioriza.

El ideal es que las tres variables calcen, una suerte de bingo, esto es, que lo que uno quiera estudiar coincida con las capacidades que se tengan, esto es, la facilidad de aprendizaje de lo que se quiere, y con las perspectivas laborales futuras. Esto es, esudiar aquello que le gusta, para lo cual además se estaría bien dotado, y que para más remate su mercado laboral futuro sea promisorio. Desafortunadamente son pocos los que pueden darse ese gusto.

Yo quise estudiar periodismo pero en mi casa fueron taxativos: no! Porqué pregunté. La respuesta fue draconiana: no queremos muertos de hambre en la familia. Como en esos tiempos uno no cortaba ni pinchaba, solo atiné a preguntar: ¿Entonces qué estudio? La respuesta no se hizo esperar: ingeniería. Volví a preguntar: ¿porqué? La respuesta fue de una simplicidad aterradora: porque le pegas a las matemáticas. Nunca me había imaginado estudiar ingeniería porque lo asociaba a obras físicas, a construcciones, y de niño nunca había me había entusiasmado esa línea. No se me había ocurrido asociar las matemáticas con la ingeniería, la que asociaba más con la física y química. Pero bueno, estudié ingeniería, la sufrí, pero la sorteé no sin dificultades.

Otro caso es el de quien quiso estudiar arquitectura, lo que a sus padres llamó la atención porque lo veían más por el lado humanista, ya sea por la psicología o la abogacía. Pero sus padres no quisieron meter la cuchara. Eran ya otros tiempos, en el que el peso de los padres en las decisiones de los hijos menguaba. Estudió arquitectura porque quiso, pero al año tiró la toalla. No era lo suyo, no tenía dedos para el piano, lo que desprendió a la hora de los talleres, de las maquetas, de ver a compañeros que eran capaces de hacer maquetas con una facilidad que no tenía. Y de allí pasó a estudiar psicología.

Otro caso es el de quien quiso estudiar diseño gráfico. Los padres se agarraban la cabeza pensando de qué va a vivir. Pero el diseño gráfico lo tenía desde la cuna, desde niño agarraba servilletas y se ponía a dibujar, a hacer ilustraciones, historietas. Era lo que quería, lo que le gustaba y para lo cual tenía todas las aptitudes. Hoy no es muerto de hambre y tampoco anda al tres y al cuatro, se defiende, está en lo suyo. Los padres se alegran de no haber interferido.

En fin, no es una decisión fácil la que en esta semana deben tomar los estudiantes implicados. En todo caso, mi sugerencia es que no dejen de considerar las tres variables más arriba mencionadas para después no andar llorando sobre la leche derramada.

enero 10, 2022

La pregunta del millón

Foto de Emily Morter en Unsplash

Desde Uruguay me han hecho la pregunta del millón a raíz del resultado de las últimas elecciones presidenciales en la que triunfó Gabriel Boric con el apoyo del Frente Amplio (FA) y el Partido Comunista (PC), coalición que es identificada con la izquierda: ¿Quisiera saber por qué el pueblo de chileno que es muy criterioso, vota alternadamente, una vez a la izquierda y otra a la derecha?

Se trata de una interesante pregunta porque presume que el pueblo chileno es muy criterioso, mirada que pareciera estar bastante extendida a nivel mundial.

Mi respuesta textual fue: “Afirmas que el pueblo chileno es muy criterioso. No sé en qué te basas para afirmarlo. Personalmente no lo niego ni lo afirmo, simplemente no sé si lo es ni si es más o menos criterioso que otros pueblos. Por ejemplo, tengo mis dudas si es más criterioso que el pueblo uruguayo. Solo me atrevería a afirmar que en la viña del Señor hay de todo!”.

En relación a la pregunta propiamente tal ¿porqué el pueblo chileno vota alternadamente una vez a la izquierda y otra a la derecha? creo importante recordar que eso ocurre en muchos países, incluidos Uruguay, Ecuador y otros. No es un fenómeno exclusivo de Chile, sino que es de la esencia de la democracia y por lo mismo no debiera extrañarnos. En Uruguay, a la vuelta de la democracia se inició una transición de la mano de la derecha, con Sanguinetti a la cabeza de una coalición de centroderecha que duró más de una década, la que fue seguida por una de centroizquierda que también duró más de una década. Ahora están bajo un gobierno de derecha.

La alternancia es consustancial a la democracia. Si lo hacen bien, siguen, de lo contrario se cambian. Así de simple. Mucho tiempo en el poder, cansa, se pierde la brújula, se tiende a la corrupción, y se buscan nuevos aires. Esto vale para unos y otros. El drama es cuando los gobiernos se suceden sin alcanzar a terminar su período por sublevaciones, golpes u otros, dado que ahí se entra en terreno de nadie. También es un drama cuando los presidentes caen en la tentación de querer repetirse el plato haciéndose reelegir una y otra vez sin que siquiera haya un recambio dentro de la misma coalición gubernamental. Chile y Uruguay han escapado, al menos hasta ahora a esta tentación de que un presidente pueda ser reelegido. Quizás eso tenga que ver con una cierta sensatez, criterio o pudor.

También importa destacar que acá se ganó en segunda vuelta. Que en primera vuelta salió primero el candidato de la ultraderecha y segundo el de la izquierda. El primero fue un candidato que reivindica a la dictadura, que hizo trizas todos los esfuerzos de la derecha por aggiornarse, por desmarcarse de la sombra del innombrable y del gran empresariado que quiere jugar con cancha despejada, sin obstáculos.

Una derecha que sabe que para pasar el umbral del 50% necesariamente tiene que ir más allá de las banderas de la seguridad, la patria, el anticomunismo  y la sacrosanta libertad económica. Esa derecha fue sobrepasada por quienes relevan los problemas sociales a un segundo o tercer plano. Es así como en la segunda vuelta tan solo alcanzó el 44% del total de votos, el mismo porcentaje que sacó el innombrable (Pinochet) en el plebiscito del 1988 donde corriendo solo salió segundo. A poco más de tres décadas de entonces, los nostálgicos de la dictadura si bien permanecen incólumes, no les dá para ser mayoría.

Quien salió segundo en la primera vuelta, pero ganó por más de 10 puntos porcentuales en la segunda vuelta, Gabriel Boric, triunfó porque logró capturar no solo el voto de la izquierda, sino que el voto del centro. Triunfo que se explica porque, sin renunciar a dar inicio a un proceso de transformaciones, modificó su programa de gobierno en relación al presentado para la primera vuelta.

Proceso que apunta esencialmente a hincarle el diente a un neoliberalismo ramplón que nos corroe desde los tiempos del innombrable en Chile, Reagan en USA y  Tatcher en Inglaterra. Nosotros fuimos los conejillos de indias de un experimento que se ha vendido en el mundo como un modelo exitoso donde se proclaman a los cuatro vientos las bondades del mundo privado y las maldades del mundo público que muchos se han comprado sin asco alguno.

No adhiero a la tesis de demonizar a ninguno de los dos mundos porque creo que demonios hay en los dos mundos, los que hay que mantener a raya. Por ello no impulso más Estado ni más Mercado, sino que mejor Estado y mejor Mercado. Cuando hablo de mejor mercado hago referencia a más competencia en el mercado, no menos competencia como es lo que hemos estado viendo en los más diversos sectores a lo largo de todas estas décadas mientras de la boca para afuera se habla de que se está a favor de la competencia.  Mentira! Las colusiones entre grandes empresas están a la orden del día en Chile ante un Estado incapaz de castigar con cárcel a quienes incurren en tales colusiones a punta de corruptelas, sino que a lo más con multas irrisorias que las empresas pagan gustosas, o con simples sesiones o clases de ética.

Cuando hablo de mejor Estado me refiero a un Estado mas ágil, más eficiente, más liviano, menos burocrático, con competencias, atribuciones y capacidades para asegurar que los mercados operen en condiciones de competencia, para proveer de información a la ciudadanía de modo que no existan personas que posean información privilegiada que otros no tienen.

En fin, tal como nos enseñaron, un Estado para que el mercado tienda a ser perfecto y no para que sea lo más imperfecto posible. Paro acá porque s eme arranca la moto …. Je, je.

Por último, no hay que olvidar que en democracia, cuando llega la hora de votar, la gente tiende a evaluar al gobierno saliente, y si lo evalúa bien es proclive a renovarle la confianza a la misma coalición. De lo contrario, si lo evalúa mal, tiende a revocarle el mandato para asignárselo a la coalición opositora. Así de simple.

  

enero 05, 2022

Convención Constituyente: nueva mesa

Fuente: (1)
En la semana tuvo lugar la votación para la renovación de la directiva de la convención responsable de elaborar la nueva constitución. La primera directiva se había comprometido a estar por un período y ahora toca otro. La primera directiva estuvo encabezada por Elisa Loncon, mapuche, secundada como vicepresidente por Jaime Bassa, un abogado constitucionalista. Hicieron buena dupla, instalaron la convención y la pusieron en marcha superando toda clase de obstáculos, internos y externos.

Entre los primeros destacan la inexperiencia y la diversidad de muchos personajes provenientes de movimientos sociales; entre los externos, el desinterés del gobierno por colaborar y la oposición cerrada de una derecha reducida a la mínima expresión sin capacidad de veto por representar menos de un tercio del total de convencionales. Esto último es algo inédito porque por primera vez en la historia de Chile, la derecha no tiene el sartén por el mango para definir la constitución, y es lo que la tiene en ascuas.

La elección de la nueva directiva, al igual que la primera, es por el llamado sistema papal. Cada uno de los convencionales anota un nombre, se contabilizan los votos y si nadie tiene mayoría absoluta (78 votos), se vuelve a fojas cero para una nueva votación. Entre votación y votación, interrupciones de unos 15 minutos, para conversar, negociar, cocinar entre los convencionales de las distintas tendencias, bajar y subir nombres. A la derecha, constituida por una treintena de convencionales solo le cabe tomar palco, votando testimonialmente, viendo como se mueven las piezas en el tablero y eventualmente apoyar a quien les inspire menos temor.

Lo concreto es que en el primer día han transcurrido 8 votaciones sin que nadie emergiera con la mayoría necesaria, por lo que hubo que proseguir al otro día con una novena ronda. Finalmente salió humo blanco, la nueva presidenta es María Elisa Quinteros, de 40 años, odontóloga, que actualmente se desempeña como académica e investigadora en el Departamento de Salud Pública de la Universidad de Talca. Su nombre solo emergió al final luego de la caída de quienes aparecían como favoritos en las primeras instancias. Las negociaciones anduvieron a la orden del día entre los distintos grupos y grupúsculos. El espectáculo brindado no fue de los mejores, e ilustra las dificultades que encierran las negociaciones entre los distintos grupos de izquierda, así como entre éstos y los grupos de centro que se han ido conformando. 

Curiosamente, todas estas “conversaciones de pasillo” se están dando particularmente entre quienes han sido muy críticos con las políticas “en la medida de lo posible” que han caracterizado todo el período de transición vivido hasta ahora desde los años 90. Estos mismos críticos son quienes ahora están viviendo en carne propia que otra cosa es con guitarra, que las conversaciones, los diálogos, las cocinas entre los distintos grupos de interés son pan de cada día y muy necesarias cuando de política, cuando de democracia se trata.

Todo fue más fácil para definir la vicepresidencia. En una única ronda se resolvió: el elegido fue Gaspar Domínguez, médico de la Universidad de Chile, magister de Salud Pública, constituyente por la región de los ríos, de tan solo 32 años. Tanto él como María Elisa, son independientes, fraguados en el ámbito rural, social.

Aprovecho de rescatar dos diferencias sustantivas respecto del proceso bajo el cual se elaboró la constitución que nos rige, la de 1980. Una, que la constitución del 80 fue elaborada entre cuatro paredes, entre gallos y medianoches, sin que la plebe, los mortales, tocásemos pito alguno; y dos, sus protagonistas fueron todos personajes del mundo de la derecha, en un 100%. El resultado no pudo ser otro que un traje a la medida de la derecha, el que persiste hasta nuestros días gracias a los cerrojos impuestos y que solo pudieron ser sorteados en virtud de la rebelión social desatada en octubre del 2019.

De lo dicho se desprende que lo novedoso, lo diferente, estriba en que dentro de la convención responsable de elaborar la nueva constitución la derecha está presente con una bancada que no alcanza a ser el tercio del total de convencionales. Su relevancia dentro de la convención estará dada por la capacidad de los otros sectores para ponerse de acuerdo. Si la mayoría de los convencionales, que se agrupan dentro de la izquierda y el centro no se ponen de acuerdo, entonces ahí la derecha puede entrar a tallar. De allí que esté al aguaite.

Al menos por ahora, la manija la tienen quienes adscriben a un pensamiento de centro y de izquierda, siempre y cuando estos tengan la capacidad para ponerse de acuerdo. Esto último no parece fácil a la luz de los distintos grupos que se han configurado, de las tentaciones que encierran los pasillos del poder, y de las dificultades observadas para armar una nueva mesa que dirija la convención en esta nueva fase de trabajo orientada a la elaboración de la nueva carta constitucional.

No deja de impresionar cómo están cambiando las cosas. Las nuevas generaciones parecen estar tomando al toro por las astas. Nuestro próximo presidente asumirá con tan solo 36 años y la nueva mesa de la convención constitucional será presidida por una mujer de 40 años y secundado por un vicepresidente de tan solo 32 años. Solo nos cabe desearles lo mejor en beneficio del país.