octubre 31, 2020

¿La hora de los independientes?

Javier Allegue Barros on Unsplash

A propósito del reciente resultado del plebiscito se ha abierto el debate en torno a la inclusión o participación de independientes en las próximas elecciones de convencionales. Se trata de un debate que se da de tiempo en tiempo, particularmente cuando la política se encuentra degradada. Un caso extremo es representado por la frase “que se vayan todos”.

En Chile se dio a mediados del siglo pasado cuando un candidato presidencial, el llamado General de la Esperanza, Carlos Ibañez del Campo, ganó la contienda bajo el emblema de la escoba con la promesa de barrer con los políticos. En 1973, surge otro general, el innombrable, quien da un golpe para extirpar el cáncer marxista y eliminar a los “señores políticos”. Después de más de una década y media, los famosos “señores políticos” resucitaron en gloria y majestad.

¿Qué nos dice esto? No solo que son duros de matar, sino que la política existe per se, desde el minuto que hemos decidido vivir en sociedad, en comunidad, en una polis, con el objetivo acordar reglas de convivencia, resolver conflictos propios de toda convivencia humana. La política es el medio de resolución pacífica, civilizada de los problemas que surgen entre personas con distintos intereses. Es el espacio de conversación, de negociación, de armonización, y por lo mismo existe per se. No es algo que se pueda eliminar a voluntad sin que se imponga una visión en particular en desmedro de otras miradas, salvo que se recurra a la fuerza, a la imposición de unos sobre otros. Incluso en este caso se hace política, la política de la fuerza bruta por sobre la razón. La tentación de incurrir en ella está siempre latente, sobre todo cuando se cierran los espacios para el diálogo y la polarización, el extremismo asume el protagonismo.

Como seres humanos, con capacidad para pensar, razonar, argumentar, a través de nuestras vidas nos vamos formando, influimos en quienes nos rodean y somos influidos a través de un proceso de osmosis de los distintos cuerpos de ideas (ideologías) que circulan. Todo este proceso va forjando en cada uno de nosotros un pensamiento propio que rara vez coincide plenamente con las ideologías en boga.

Se tiende a “ordenar” las ideologías en una escala de izquierda a derecha. Las mismas ideologías se superponen entre sí en algunos de sus componentes, lo que explica que no pocas veces cuesta distinguir a unos partidos de otros.

Se puede ser independiente en el sentido de no militar en tienda política alguna, pero ello no significa que no se tenga pensamiento propio, que no se sienta más cercano no solo a un partido, sino que a varios, así como distante de otros. También está el caso de los independientes sin pensamiento propio, que son quienes no están ni ahí con la política, y que por lo mismo están a merced del viento, de cómo están las cosas, de cómo viene la mano.

La independencia no tiene porqué ser una virtud y la militancia un defecto. Aún más, lo razonable es que quien se sienta llamado a cumplir un rol público lo haga desde un partido político y no desde la “independencia”. De un político que milita en un partido uno espera que asuma la responsabilidad de representar los principios y la ideología partidarios. De un independiente uno puede esperar cualquier cosa, esto es, que el día de mañana salga con su domingo siete por el simple hecho de que no tiene que responder ante nadie, a diferencia de quien milita, quien se asume que debe responder a los desafíos que el partido se ha planteado.

Pero como sabemos, de todo hay en la viña del Señor. Hay políticos que han defraudado, y que son quienes desprestigian la política, así como hay independientes que son modelos de virtud política. De hecho, para las elecciones que se avecinan, afloran nombres de independientes que nos honran con sus eventuales postulaciones, así como militantes que nos deshonran con sus pretensiones. Y viceversa.

El desafío no es menor. En democracia tenemos la opción de elegir y nuestra responsabilidad es elegir bien entre los distintos candidatos. Para ello es indispensable que nos demos el trabajo de conocer y analizar las propuestas que unos y otros nos hacen, su factibilidad y la confianza que nos inspiran, sin dejarnos llevar por la publicidad ni por cantos de sirena.

Por todo lo señalado, hay que estar ojo al charqui para que no nos pasen gatos por liebres, ni unos ni otros.

octubre 25, 2020

Un triunfo apabullante que nadie imaginó ni en sus mejores o peores sueños

 

Hoy tuvo lugar el plebiscito que se desarrolló normal y ejemplarmente sin problemas hasta este minuto. Incluso se ha salido a celebrar a plaza Italia pasando a llevar las restricciones impuestas por el covid19. El resultado es impresionante por varios factores:


1.      Ganó el apruebo por alrededor de poco menos de un 80%, lo que nadie previó;


2.      Ganó la convención constituyente por similar porcentaje que tampoco nadie predijo;


3.      Una participación nunca antes visto -votaron más de 7 millones y medio de personas- por sobre el 50% del universo electoral, la más alta desde que se implementó el voto voluntario, ilustrativo del interés de la población por incidir en el plebiscito;


4.      La desigualdad se vio reflejada en los resultados: en las 3 comunas más ricas del país ganó el rechazo, en el resto de las comunas ganó el apruebo por paliza, lo que revela la existencia de al menos dos chiles;


5.      Se temía que la pandemia y la violencia registrada en el aniversario del estallido social y la quema de las iglesias impactaría en la participación y los resultados finales;


6.      Se dio a pesar de una campaña del terror, de las noticias falsas y de los bots orquestados por los partidarios del rechazo;


7.      Se dio a pesar de una oposición que ha sido incapaz de unirse en torno a un proyecto de país que permita verla como una alternativa capaz de ofrecer gobernabilidad.

Estos resultados podrían sugerir que quizás deberíamos tener dos constituciones: una para las comunas del rechazo, para que sigan con la constitución actual, y otra para el resto del país. En una de esas nos ponemos de acuerdo para eso.

Existía la impresión que ganaba el apruebo, pero nadie imaginó, ni en sus mejores o peores sueños, un resultado como el que se dio. Como pocas veces se puede afirmar, el pueblo habló, con contundencia, claramente. No hay espacio para dobles lecturas.

Qué nos dijo? Olvidémonos de la constitución actual. Borrón y cuenta nueva. Partamos con una hoja en blanco. En cambio las 3 comunas de mayores ingresos no quieren cambiar la constitución, a lo más unos retoques. Pero casi el 80% dijo lo contrario. Imaginemos el país que queremos, el país que sorprendió con una votación tan contundente como abrumadora. Un país con menos desigualdad, con menos abusos, menos individualista, sin zonas de sacrificio, más respetuoso del medio ambiente, más descentralizado. Un país que no solo consagre derechos, sino que los garantice disponiendo de los recursos financieros correspondientes a través de un sistema tributario progresivo, Un país donde no solo se consagre, garantice y proteja el derecho de propiedad dejando a los demás en el limbo. 

Con estos resultados, lo que viene es la elección en el próximo mes de abril, de los convencionales que tendrán la responsabilidad de elaborar una nueva constitución. Esto implica que nosotros tenemos que ser capaces de elegir a los convencionales más apropiados para el cumplimiento de las tareas asociadas a la elaboración de una nueva carta fundamental y que sean capaces de recoger lo que la gente ha señalado en el plebiscito.

El mandato es claro: una nueva constitución que tenga características opuestas a la actual. Así de simple. Del trabajo de los convencionales no puede salir una constitución similar a la que se está dejando atrás, una simple mano de pintura, de ser así el sentimiento de frustración, desencanto y/o defraudación puede desencadenar consecuencias que nadie desea.

Por todo ello, lo que viene no es broma. Deberemos seguir de cerca lo que viene, seguir participando activamente en el proceso que se ha desencadenado con la decisión plebiscitada. 

octubre 24, 2020

Interpretación resultados del plebiscito

A continuación acompaño tabla con mi interpretación de los resultados que se obtengan en en plebiscito, la que hago llegar con antelación.  Después vendrán los análisis de porqué se dieron los resultados que se dieron. A mi modesto entender los partidarios del Apruebo solo deberían sentirse satisfechos si alcanzan un porcentaje por sobre el 65%, así como los partidarios del Rechazo pueden sentirse satisfechos si alcanzan un porcentaje por sobre el 40%.


Esta interpretación es independiente de la abstención que se registre. Se puede observar que una alta abstención invalidaría el resultado que se tenga. En estricto rigor una alta abstención nunca ha invalidado resultado alguno. Han habido elecciones con alta abstención y no por ello se ha invalidado elección de presidentes, senadores, diputados ni alcaldes. Lo único que ocurre es una degradación de la representatividad, una hipotética desviación del resultado en caso que la abstención fuese distinta, pero eso no lo controlan quienes votan. Hay presidentes elegidos en un proceso electoral con alta abstención y no por ello han dejado de ser presidentes. 

Acá sucederá lo mismo. Si gana el rechazo con alta abstención, los partidarios de apruebo por más que la quieran invalidar, no lograrán evitar que la actual constitución siga roncando. Y si gana el apruebo, por más que quienes querían el rechazo objeten el triunfo por una alta abstención, se da curso al proceso constituyente contra viento y marea. 

La abstención se da en quienes no creen en que los resultados de una elección les pueda afectar y/o pueda afectar el destino del país. En esta ocasión también puede estar en medio de una pandemia, y unos no podrán votar por tener covid19, otros por temor. Si una alta/baja abstención favorece a unos u otros, no lo sé. Solo sé que mandan quienes votan, no quienes no votan.








octubre 19, 2020

Mentiras plebiscitarias

En el video que acompaño doy respuesta a la afirmación de un amigo quien sostiene "No me niego al cambio, pero hay que construir sobre lo ya avanzado. Es absurdo querer reinventar el país. Dos de las mentiras más grandes de este proceso constituyente. 

1. Un cambio de Constitución mejora las condiciones materiales de la existencia.
2. La Constitución será escrita por la señora Juanita (muy independiente ella)".





 

octubre 16, 2020

La democracia de los acuerdos (parte 2 y última)


La democracia de los acuerdos es de la esencia de una democracia en la que estamos todos sentados en la misma mesa con todas las cartas sobre la mesa, sin trampas, bayonetas ni el vil dinero circulando bajo cuerda. Por eso se hablaba en términos de “en la medida de lo posible”, y donde lo posible está dado por la correlación de fuerzas militares, empresariales, políticas y sociales. No está de más recordar que al iniciarse la transición, la correlación imperante no facilitaba mayormente las cosas. Sin duda que había caminos alternativos a los escogidos, y las consecuencias de haber seguido uno y otro entran en el plano de las especulaciones. Se pudo haber hecho mejor o peor. Con todo lo que ha ocurrido en estas décadas, si lo hubiésemos sabido en su momento, otras habrían sido las decisiones, las políticas.

Dentro de la oposición existe una tendencia a ver el vaso medio vacío, pero también podemos verlo medio lleno. Yo mismo me balanceo entre ambas miradas. A veces veo más el vaso casi vacío, otras el vaso casi lleno. Ningún país ha logrado encarcelar al jefe de la inteligencia, el Mamo Contreras. No pocos son los generales que están en la cárcel Peuco, que muy de lujo será pero no por ello deja de ser cárcel. Es preferible poner el acento en aquello que se logró en vez de aquello en que no se logró. No hay que olvidar que en un juego del todo o nada, solemos quedarnos sin nada. Tampoco hay que olvidar que todos los avances alcanzados en tiempos de la UP fueron hechos pebre y el resultado al final fue una dictadura. Soy un sobreviviente de la generación que la vivió, y siento que esa es la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas y que no podemos dejar de considerar. Es un chantaje indebido, cruel, pero a la realidad no se le puede torcer la nariz de buenas a primeras.

Discrepo con la tesis de que la crisis política actual sea consecuencia de la “democracia de los acuerdos”. Actualmente vivimos una crisis de la democracia representativa que no solo afecta a Chile, dado que basta mirar hacia afuera para darse cuenta que es global, en unos países más que en otros, por factores tanto internos como externos.  La crisis en que nos encontramos es consecuencia de la lacerante desigualdad imperante en todo orden de cosas que hasta ahora no hemos sido capaces de resolver.

La democracia para que sea tal exige que todos los contertulios no sean clones ni sean tan distintos, y acá nosotros somos demasiados distintos (desiguales). Puede haber democracia cuando el tamaño de los bolsillos difiere tanto entre unos y otros? Cuando el nivel cultural de quienes consumen Las Últimas Noticias o La Cuarta son el blanco predilecto de los Edwards y Said? Qué libertad tienen quienes están esclavizados por sus deudas? Mi tesis es que la crisis política actual no es consecuencia de la democracia de los acuerdos, sino que del desigual peso de los distintos actores. La desigualdad en este plano convierte a los acuerdos en imposiciones.

El poder de veto ejercido por la derecha no veo que se esté extinguiendo, lo que me temo se compruebe cuando sea capaz de licuar el proceso constituyente por la vía de lograr más de un tercio de los constituyentes. Quienes lo han visualizado con mayor claridad dentro de la derecha son Longueira y Lavin, quienes se han expresado sin vacilaciones a favor del apruebo.

Una constitución que se precie de tal debe tener una sólida mayoría. No basta una mayoría de poco más del 50% de la población. Debe ser fruto de un acuerdo sustancioso de una amplia mayoría en puntos clave de lo que queremos como país. Distinto es el caso de la constitución actual que fue fraguada entre cuatro paredes y que para cambiarla exige quórums calificados. En cambio si la constitución es construida entre todos, no entre cuatro patipelaos que piensan lo mismo, debe hacerse un esfuerzo sobrehumano para que sea fruto de una mayoría contundente y perdure en el tiempo. En este sentido no veo trampa alguna con el tema de los dos tercios; sí veo en extremo difícil alcanzar los dos tercios requeridos para aprobar una nueva constitución en un país tan quebrado y desigual como el nuestro donde la manipulación de voluntades está a la orden del día de la mano de las redes sociales capaces de amplificar falsedades al por mayor.

Si a esto agregamos que el divismo y el divisionismo que parecen estar caracterizando la andadura política social en que nos movemos, se dificulta la formalización de un poder político y social capaz de actuar con eficacia y eficiencia en el proceso de construcción de la constitución que necesitamos.

Por todo lo señalado, mi pronóstico respecto de lo que viene, es reservado.

octubre 14, 2020

Puntos perdidos

Photo by Alexander Londoño on Unsplash

Con Uruguay se perdió debiéndose haber empatado, y con Colombia se empató en circunstancias que se debió haber ganado. Así como con Uruguay no se cobró un penal a favor de Chile que pudo cobrarse, ahora con Colombia se cobró un penal a favor nuestro que pudo no cobrarse. De un máximo de 6 puntos jugados a la fecha tenemos tan solo un punto en circunstancias que debieron ser 4 puntos. Al final de las eliminatorias nos pesarán. Dejemos de lado lo fortuito. Como en la vida, a veces si, a veces no.

La especulación tiene su precio. Es lo que ocurrió en el partido con Colombia donde en los últimos minutos nos empataron al igual que en la semana que el triunfo de Uruguay sobre Chile. Así como en la era Bielsa-Sampaoli el juego de la selección chilena era siempre al ataque, sin pausa, a un ritmo vertiginoso, independiente del marcador, ahora todo cambió. Volvemos a lo de siempre, al pase lateral, hacia atrás, a la especulación con el resultado. Si vamos ganando, se espera que pasen los minutos; si vamos perdiendo se acelera el ritmo del partido si los oponentes lo permiten al replegarse.

Una lástima. Así difícil que lleguemos lejos. Los motivos del cambio parecen ser de diverso tenor. Uno de ellos puede ser el equipo técnico, los hay más conservadores, más audaces, proclives a defensas cerradas o a ataques suicidas. Otro factor, los jugadores, el plantel con que se cuente, de sus características, sus experiencias. No hago mención a la incidencia de la pandemia porque ella afecta a todos.

No tengo nada que objetar a la persona del entrenador actual de Chile, Reinaldo Rueda, un entrenador serio y responsable, pero confieso que soy un viudo de Bielsa-Sampaoli, quienes le cambiaron el pelo al futbol chileno, su mentalidad. A Rueda le pesa también el recambio generacional. Los de hoy no son los mismos de antes. De aquellos quedan pocos. Se está en fase transicional. Los nuevos son promesas que aún no estallan y quizás no le lleguen ni a los talones de quienes se están yendo, la generación dorada.

Como estamos, no es como para ilusionarse mayormente. Qatar 2022 no está cerca ni mucho menos. 

octubre 11, 2020

Narcisismo a la vista

Photo by Charles Deluvio on Unsplash

No es difícil identificar a quienes sufren del trastorno de personalidad narcisista, dado que se caracterizan por carecer de toda modestia dándose una gran importancia, en lenguaje coloquial, “por creerse la muerte”. Creen que tienen derechos que otros no tienen.

Por ejemplo, a interrumpir, pero no a ser interrumpidos. Se admiran a sí mismos mientras denigran a los demás; se creen superiores y miran por debajo del hombro a quienes les rodean; se sienten amos de las situaciones y ven en los demás a sus esclavos o inferiores; exageran sus logros y talentos, minimizando los de los otros; monopolizan las conversaciones y tienen que tener la última palabra. Confunden lealtad con incondicionalidad. Necesitan estar en la cresta de la ola, verse todos los días en el espejo y que este le dé el visto bueno. Sienten que no se equivocan, son los otros los que yerran. Creen que el mundo está a sus pies. Nunca son culpables de nada. Se sienten responsables de todo lo bueno, pero nada de lo malo.

Estas características llevan al narcisista a comportarse y asumir una gestualidad arrogante, altiva, engreída, prepotente, las que se ven retroalimentadas por quienes se sienten seducidos por ellas.  Si estas características van acompañadas de un lenguaje básico, simple, burdo, salpicado de mentiras, la seducción es amplificada sobre quienes viven enajenados y carecen de una mínima capacidad reflexiva, analítica. También hay quienes teniendo capacidad reflexiva la ocupan con el propósito de lograr favores por la vía de la adulación al narcisista e inflándole el ego. El narcisista pasa a transformarse en ídolo, en un nuevo dios de multitudes.   

Adivina buen adivinador de quién estamos hablando? Sí, adivinó! Del mismo, de Trump quien está dispuesto a todo con tal de conservar el poder con que cuenta. En los tiempos actuales, a nivel internacional no era difícil adivinar porque es único y no hay por dónde perderse.

El comportamiento y las actitudes de Trump dan cuenta de un narcisismo  cuyo signos y síntomas con claramente visibles cada vez con mayor frecuencia. Se trata de un trastorno que afecta a no pocos personajes públicos, no solo del ámbito político, sino que también en otros. Respiran, viven y se alimentan de llamar la atención a como dé lugar y de la imagen que proyectan.

A nivel nacional son varios los candidatos al cetro narcisista. Pero eso dejémoslo para otra ocasión.


octubre 10, 2020

La violencia nuestra de cada día

Photo by Amber Kipp on Unsplash
Photo by Amber Kipp on Unsplash

Los tiempos actuales parecen signados por la violencia, la que resulta amplificada o reducida en los medios de comunicación en función de los intereses de cada cual. Se trata de un fenómeno mundial del que pocos países escapan.

En el caso de Chile no deja de sorprender e intrigar el nivel de violencia imperante, esencialmente porque una de las ideas fuertes más potentes por las cuales la coalición de gobierno (Chile Vamos) accedió al poder ejecutivo fue justamente para reducirla, no para aumentarla. Estamos haciendo referencia a la violencia física, callejera, delincuencial, destructivas de la propiedad pública y privada. 

La derecha se asume que gobierna para proveer más seguridad, no menos seguridad. Sin embargo lo que estamos viendo es todo lo contrario, y el gobierno en vez de asumir su responsabilidad, no encuentra nada mejor que reprochar a la oposición de estar tras la ola violentista que azota al país.

Recuerdo muy bien que al asumir Piñera su primera presidencia, del 2010 al 2014, uno de los eslóganes esgrimidos fue “Se les acabó la fiesta a los delincuentes”. Desafortunadamente, fue todo lo contrario. La delincuencia persiste y al día de hoy podría afirmarse no solo que no se acabó la fiesta, sino que los delincuentes están de carnaval, aún en medio de la pandemia. Estamos hablando de la delincuencia en el más amplio sentido de la palabra, que incluye no solo robos y asaltos, sino que destrucción de bienes públicos y privados, así como aquellos delitos de cuello y corbata.

Estamos ante un gobierno que pareciera estar sobrepasado, que no atina, incapaz de hacerle frente, con las atribuciones y los recursos que la legislación le franquea. No solo eso, tampoco ha logrado identificar su origen así como a sus responsables. Todo parece quedar impune, tanto la destrucción que observamos a diario en la región de la Araucanía como en la plaza Italia y sus inmediaciones, así como en el resto del país. Dentro de la oposición política no cabe sino oponerse y desmarcarse totalmente, por convicción y doctrina, sin medias tintas, de toda violencia y todo acto al margen de la ley.

Por otra parte, estando a menos de un mes de un plebiscito constitucional, no escapará a nadie que los niveles de violencia actual son funcionales a quienes desean perpetuar la constitución vigente al alentar la inseguridad, la que invita a la adopción de medidas represivas e insurrección armada que no pocos se pueden ver tentados a apoyar.

Por lo expuesto imposible no pensar que tras la violencia que nos sacude hay todo un plan o montaje operado por sectores de ultraderecha con el propósito de imputárselo a la ultra izquierda. Al menos es lo que está haciendo Trump en USA. Todo es culpa de la izquierda radical mientras protege a los supremacistas blancos, representativos de la derecha radical.

La doctrina Trump exportada a varios países, entre ellos, Chile.

octubre 09, 2020

La democracia de los acuerdos (parte 1)

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Recomponer el clima de entendimiento fue un objetivo a alcanzar en los 90 y sigue siéndolo no obstante que en la actualidad es denostado por ciertos sectores. El plebiscito del 88 se ganó, entre otros objetivos, para dejar de vernos como “buenos o malos”, de amigos y enemigos que caracterizó a los tiempos de la dictadura. En democracia sin apellidos, está en su esencia la búsqueda de acuerdos. En contraposición a las soluciones militares que suponen la eliminación del enemigo, las soluciones civilizadas, propias de una democracia suponen acuerdos con los adversarios. Por tanto, lo natural, al salir de una dictadura, con un lápiz y un voto, lo razonable pasa por la búsqueda de acuerdos, no la imposición de unos sobre otros. Que esta disposición haya sido manipulada, desnaturalizada, vulnerada, decepcionada, por unos y/u otros, es otro cuento.

Sin duda que resulta grotesco ver a la derecha actual rememorando positivamente los tiempos de los “acuerdos” en circunstancias que fueron fieros opositores a los gobiernos de la Concertación aprovechándose de los cerrojos constitucionales imperantes, de una minoría sobredimensionada con un sistema electoral binominal y los famosos senadores vitalicios. Tan fieros que llegaron a limitaron las políticas a seguir: la derecha conservó el sartén por el mango. Hizo uso y abuso de la voluntad de entendimiento.

Después de la guerra todos somos generales. No pocos afirman que para el pinochetismo de esos años era muy cómodo mantener el poder sin gobernar. Sin embargo no fue tan cómodo como se quiere hacer creer. Por algo querían seguir gobernando, jugándosela para ganar el plebiscito poniendo por delante el caos si ganaba la opción contraria, al igual que ocurre en la actualidad con el plebiscito constitucional que tenemos adportas.

Si pusiéramos en una balanza el poder militar, empresarial, político y social, está claro que bajo la dictadura se eliminó el poder político y social, quedando concentrada la totalidad del poder en el poder militar, el cual se subordinó al poder empresarial. Los remanentes del poder político y social desde mediados de los 80 hicieron posible el triunfo del No en el 88. Pero ello no significó que el poder militar y empresarial se fuera para la casa y que el poder político y social regresara en gloria y majestad. Más de 15 años de dictadura que a sangre y fuego impuso un modelo neoliberal extremo dejaron su huella: un individualismo exacerbado que nos pena porque dificulta todo trabajo político-social colectivo. Todo ello en un contexto internacional de derrumbe del mundo soviético, de desarrollo científico-tecnológico sin precedentes y de crisis ecológica.   

Prueba lo señalado que recién después de más de 20 años del término de la dictadura se haya logrado, no sin dificultades, abrir espacio para cambiar la constitución que haga posible una nueva constitución que deje atrás la actual. La gran tragedia griega que se avecina es que en el próximo plebiscito lo más probable que ganen los adherentes del apruebo y la convención constituyente, pero pierdan a la hora de elegir constituyentes. Al final, capaz que terminemos dándonos puras vueltas de carnero para seguir con lo mismo, con la misma constitución. Ese es el drama que vive la división opositora actual y de la que se tiene que hacer responsable y no andar apuntando a terceros. 

El arranque eliminatorio

Photo by Ben Hershey on Unsplash

Partió la bolita eliminatoria para llegar al mundial en Qatar 2022. Chile y Uruguay abrieron los fuegos en el mítico Estadio Centenario, ya no a estadio lleno, sino vacío como producto de la pandemia.

En términos del resultado Uruguay partió con el pie derecho y Chile con el izquierdo. El árbitro incidió en el resultado validando un penal que favoreció a Uruguay, e invalidando otro penal por una jugada con las mismas características que habría beneficiado a Chile. Lo que pudo haber sido un dos a uno a favor de Chile, en pocos minutos se dio vuelta. Cosas del fútbol diría un futbolero.

Los partidos con Uruguay están salpicados de incontables anécdotas por lo que no debieran sorprender. Ayer fue el de un arbitraje donde para una jugada que favorecía al local se recurre al VAR y para la otra que beneficiaba a la visita, no. Doble rasero que se entendería si el partido fuese a estadio lleno, pero no a estadio vacío.

El partido se desarrolló en medio de una pandemia que tiene en ascuas a todo el mundo y que también incidió en el partido. No pocos jugadores no pudieron ser de la partida, en ambos cuadros, por estar afectados por covid19 o estar lesionados. Lesiones que en muchos casos se explica por falta de rodaje.

No fue un buen partido y era previsible que así fuera dadas las circunstancias. Ambos equipos llegaron a la cita sin el training ni el afiatamiento ni la totalidad de sus mejores jugadores. La pandemia dejó su huella. Además, ambos también se encuentran en fase de transición, de recambio de jugadores, con algunos que están terminando su ciclo y otros que recién lo inician.

Uruguay entró a la cancha con la ventaja de contar con un entrenador de la casa, el maestro Washington Tabarez, que ha estado a cargo de la selección desde hace mucho tiempo, todo un record, y al que además los jugadores y la afición uruguaya le tienen un especial cariño ganado a punta de trabajo, paciencia, empatía y filosofía. Distinto es el caso de Chile, que en el mismo período en que Uruguay ha contado con un único entrenador, ha tenido cuatro entrenadores (Bielsa, Sampaoli, Pizzi y Rueda). De la velocidad que lograron imprimirle Bielsa y Sampaoli al juego de Chile, así como de la generación dorada, ya no queda casi nada. Se extraña el desenfado, el vértigo, la pelota siempre hacia adelante, nunca hacia atrás que caracterizaron a las selecciones de Bielsa y Sampaoli. Eran partidos suicidas, donde no importando si se estaba ganando o perdiendo, siempre se jugaba al ataque.

El partido de ayer, no obstante que tuvo momentos de lucidez, me hizo recordar el Chile previo a la era de Bielsa-Sampaoli, cuando se recurría al pase lateral o hacia atrás. Me sorprendió ver al rey Arturo como una suerte de centro half de antaño, haciéndome recordar a Nestor “Tito” Goncalvez en Peñarol, a fines de los 50 e inicios de los 60. Levantando la mirada, con pases magistrales, marcando el ritmo del partido. También cabe destacar a algunos de los nuevos. Hay pasta en muchos de ellos.

Se pudo haber ganado, pero se perdió. Así es el futbol. Fue un partido de meta y ponga, de resultado incierto hasta el final, como siempre lo son cuando están implicados chilenos y uruguayos. Ni unos ni otros pueden dar por ganado partido alguno ni cantar victoria hasta que no suene el pitazo final. Este partido no fue la excepción.

La suerte aún no estás sellada. No hay que bajar la guardia. Qatar 2022 sigue estando al alcance de Chile y Uruguay.

octubre 01, 2020

Un debate que delata

Sin duda que el primer debate entre quienes disputarán la presidencia en EEUU en el próximo mes de noviembre, Trump y Biden, concentró la atención mundial. Se esperaba que fuera un debate duro, de golpes bajos, pero dudo que muchos imaginaran que fuera tal como lo fue.

En efecto, se asume que a la presidencia de un país, y menos a un país que se precia de desarrollado, de ser modelo de sociedad para muchos, llegan personalidades de fuste, creíbles, confiables, responsables del destino no solo de sus conciudadanos, sino que también de buena parte del mundo dado el poder que concentran: poder de construcción y de destrucción.

Los debates se vienen desarrollando desde la década de los 60, siendo quizás el más memorable, el de Kennedy versus Nixon, debate que fue capaz de dar vuelta los pronósticos y que demostró el peso que tendría la imagen televisiva, que se prolonga hasta la fecha. Ninguno de los debates en más de medio siglo de existencia ha sido tan pobre, tan degradante como el que vimos esta semana. Quizás el debate sea el retrato de una nación en estado de nerviosismo ante la emergencia de China, de pérdida de influencia, de decadencia, de transición a otro mundo. En este contexto el slogan “Make America great again” parece toda una ironía.

Conociendo a los protagonistas, si bien no se esperaba gran cosa del debate, era imposible prever que sería de tan bajo nivel. De un  presidente en funciones se espera que esté a la altura del cargo que ostenta, es quien se supone que debe defender su gestión, lo hecho durante estos cuatro años y su contrincante, Biden, el desafiante, el atacante. Sin embargo, lo que se vio fue todo lo contrario. Se observó a un presidente, Trump, agresivo, interrumpiendo permanentemente, insultando, agrediendo, logrando sacar de sus casillas a su rival, haciendo infructuosos los esfuerzos del entrevistador quien se vio totalmente sobrepasado.

Se sabía que Trump no se quedaría callado, se sabía de su agresividad, se sabía que no tiene pelos en la lengua, características que lo catapultaron a la presidencia desde fuera de la cancha al provenir del mundo empresarial, muy distinto al político. Lo que delató el debate, o confirmó, al menos a nivel mundial, es la catadura moral del personaje y el pobre valor que le asigna a la democracia.

La catadura moral se retrató en su postura frente a los impuestos al afirmar que como empresario no hizo sino lo que hacen todos: ver cómo escabullir el pago de los impuestos. Eso es lo que se espera de los mortales comunes y corrientes, pero no de quien ostenta y aspira a la primera magistratura de una nación. Para remate, Trump responsabilizó de ello a los políticos como Biden que son quienes hacen las leyes que terminan beneficiando a los empresarios. Lo que hizo Trump fue revelar la colusión de intereses entre el mundo de los negocios y de la política norteamericana, que de alguna manera se reproduce en no pocos países.

El pobre valor que le asigna a la democracia vino dado por su negativa a reconocer el resultado de las elecciones en caso de perderlas. Se guardó bajo la manga la posibilidad de desconocer el veredicto de las urnas amparado en la posibilidad de fraude a través del voto por correo. La verdad que no entiendo el argumento dado que esa posibilidad ha existido desde siempre en los EEUU. Con este argumento se impugnaría su propia elección cuatro años atrás.

Fue raro ver un debate donde el presidente en vez de defender su gestión, ataca por la vía de que el contrincante lo haría peor. Frente a los miles de muertos por covid19, la respuesta de Trump a Biden fue de antología: contigo habrían sido muchos más. Frente a los crecientes disturbios y conflictos raciales que afectan a EEUU, sin arrugarse Trump acusa a la izquierda radical, lavándose olímpicamente las manos

El comportamiento de Trump se está reproduciendo a nivel mundial. La derecha ha despertado, cansada de estar a la defensiva ha decidido salir a la calle, a dejar de ser timoratos, identificando como enemigo a todo aquel que no piense como ellos. Flor de demócratas que lo ven todo blanco o negro.

¿Quién ganó el debate? No lo sé. Si me ponen contra la espada y la pared, diría que ninguno de los dos. Veamos qué nos dicen los debates que vienen previos a la elección.  Pero de lo que no tengo duda alguna, es que el nivel de Trump y Biden, así como el del debate, nos dice que a nivel político-empresarial vivimos tiempos decadentes.