agosto 27, 2019

¿La política divide?


Por esas cosas de la vida, en estos días, me reencontré con un compañero de infancia en tiempos de boyscout, cuya familia tenía un fundo en Collipulli, adonde fuimos de campamento en la década de los 60.

Por esos años, los de la guerra fría, del mundo bipolar, en América Latina no pocos cayeron bajo el embrujo de la revolución cubana. En Chile, las elecciones presidenciales del 64 estuvieron marcadas por este contexto, con una poderosa izquierda marxista, una derecha que no atinaba, y una pequeña democracia cristiana (DC) en ascenso. La derecha, luego del naranjazo en Curicó del 63 paralogizada ante la inminencia del triunfo del candidato del Frente de Acción Popular (FRAP), Salvador Allende, deja caer a su candidato, el radical Julio Durán, para respaldar al candidato DC, Eduardo Frei Montalva, cuyo lema era Revolución en Libertad. Triunfa este último, siendo uno de sus lemas más recordados, el de Chile 2 Rusia 1, rememorando la hazaña de chile en el mundial del 62 en el legendario estado Carlos Dittborn, en Arica, la puerta norte de Chile. Todo un símbolo de los tiempos que se vivían.

Para la derecha, el gobierno de Frei Montalva fue mucho más allá de lo que esperaban, en tanto que la izquierda le negó la sal y el agua. El ambiente político estaba crispado, y hasta en las mejores familias se respiraban las diferencias, entre cónyuges, entre padres e hijos.

En la familia de mi compañero boyscout, el padre era de derecha y la madre demócratacristiana. En casa, mi tío era alessandrista, los almuerzos eran tensos. En casa de mi amigo, el dueño de casa optó por lo que consideró lo más sano. En esta casa no se habla más de política, porque la política divide. Donde yo vivía, en medio de un almuerzo mi tío zanjó abruptamente una discusión, rechazando que rebatiéramos a quien nos daba de comer.

De lo expuesto ¿se puede afirmar que la política divide? ¿no será la realidad la que nos divide? Las distintas percepciones, miradas, énfasis sobre las más diversas temáticas, no son acaso naturales, consustanciales a nuestra naturaleza humana, a nuestros intereses, a nuestras respectivas vivencias. La política no haría más que desnudar, poner sobre la mesa estas miradas, las que pueden ser tan similares como opuestas a las que uno tiene.

Hay sectores que enfatizan la necesidad de la unidad nacional. Muy loable por cierto, pero no se puede forzar, sobre todo en un contexto marcado por las extremas desigualdades en todos los planos, tanto económicos, como sociales, culturales, educacionales.

La política no divide, por el contrario, hace posible que las divisiones se expresen, se relacionen, se comuniquen. La división existe, es consustancial a la existencia de distintos pensamientos sobre las más diversas materias. La buena política, la verdadera, supone la existencia de redes de comunicación e información para la resolución pacífica de los conflictos o diferencias inherentes a toda sociedad, procurando que ellas no se exacerben, buscando puntos de confluencia, de negociación, de conversación. La mala política, o la politiquería, supone que los políticos no conversan, que no se escuchan, que los espacios son más de confrontación que de conversación. La política supone el uso de la palabra por sobre la bayoneta, de la persuasión, de la negociación por sobre la imposición.

La unidad nacional sin política es una falacia, es esconder los problemas bajo la alfombra. Proscribir la política, se ha comprobado que abre espacio a lo peor de una sociedad, la imposición de la fuerza bruta, de la hipocresía y de la delación.

Si no nos gusta la política como está, la solución no está en desterrarla, sino que en mejorarla, en rescatar su sentido más pleno, que no es otro que el de ser un espacio de conversación en torno a los problemas que nos aquejan para resolverlos de común acuerdo. Si no nos ponemos de acuerdo en un plazo razonable, dirimir mediante un voto emitido en forma libre, sin violencia y sin presiones.

Así de simple. La política existe desde el minuto que vivimos en sociedad, junto con otros. Cuando creemos, o afirmamos que no existe, o cuando se dice o amenaza que acá no se habla de política, estamos dejando que ella sea usurpada por terceros para que trapeen con la política llevando agua a su molino.

agosto 22, 2019

Reflexiones en torno a los Juegos Panamericanos

Hace un par de semanas terminaron unos juegos panamericanos que posibilitaron el lucimiento de Perú en su calidad de anfitrión del evento por su capacidad organizativa y sus instalaciones deportivas. Por su parte, cada país participante saca sus respectivas cuentas, efectuando un análisis comparativo vertical y horizontal. El primero, comparándose con respecto de sí mismo en similares eventos pasados, y el segundo a través de una comparación con otros países. Normalmente esta comparación se centra en el total de medallas de oro, o en el total de medallas obtenidas por cada país. Como es de esperar, unos salen mejor parados que otros. En la tabla que sigue, junto con las medallas ganadas por país, se incorporó el PIB/per cápita y su tamaño en millones de habitantes.

Fuente: Elaboración propia a partir de información proveniente de:
PIB p/cápita (dólares): https://datos.bancomundial.org/indicador/NY.GDP.PCAP.PP.CD?end=2018&start=2018&view=bar

Medallas p/país:
https://www.t13.cl/noticia/deportes13/polideportivo/lima-2019-asi-va-team-chile-medallero-juegos-panamericanos-10-08-2019

Población p/país (en millones de habitantes): https://es.m.wikipedia.org/wiki/Anexo:Pa%C3%ADses_y_territorios_dependientes_por_poblaci%C3%B3n

Si bien se trata de un ejercicio interesante, tiene sus limitaciones por referirnos a valores absolutos, los que suelen inducir a engaño o error por cuanto no dan cuenta de la realidad en su totalidad. A modo de ejemplo, si bien Estados Unidos tiene casi cuatro veces más medallas de oro que Argentina, no hay que olvidar que tiene una población de más de 6 veces la de Argentina. A ello se agrega un producto interno bruto per cápita tres veces mayor. Si hiciésemos una tabla basada en el total de medallas por millón de habitantes, las posiciones de los países sería otra. Lo mismo ocurriría si asociáramos el total de medallas ganadas por cada país con su respectivo PIB per cápita.

Otro ejemplo lo tenemos al comparar a Cuba con Chile. Cómo explicar que Cuba logre ganar más del doble de medallas de oro que Chile en circunstancias que su población es de poco más de la mitad de la población chilena y cuyo PIB per cápita sea un tercio del chileno? Como para agarrarse la cabeza si se tiene en cuenta que en Chile impera lo que no pocos consideren un exitoso modelo neoliberal, en tanto que en Cuba están bajo un fracasado modelo comunista.

Lo expuesto revela que debemos ser cuidadosos con los rankings y el uso de indicadores, los cuales rara vez logran dar cuenta de la realidad en su integridad, y por lo mismo, tiende a manipularse con fines non sanctos. La relación causa-efecto no es simple.

Tras las cifras hay políticas, en este caso, políticas deportivas, educacionales o de salud, poblaciones más o mejor dotadas físicamente, apoyos estatales, privados y/o faamiliares, que difieren de un país y otro, y que hacen y/o explican las diferencias. Conocerlas, identificarlas, nos ayudaría mucho a progresar en el sentido más profundo del término.

agosto 15, 2019

No llores por mí Argentina

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Fuente: http://www.record.com.mx/galerias/humor/no-llores-por-mi-argentina

Difícil resulta sustraerse a lo ocurrido en las últimas elecciones primarias presidenciales efectuadas en Argentina destinadas a definir los candidatos de cada una de las coaliciones políticas. Si bien estaba cantado quienes ganarían en cada una de estas coaliciones, la contienda electoral serviría para medir fuerzas, ver cómo viene la mano. Y así fue.

Si bien competían más de media docena de coaliciones, la atención estaba centrada en la votación que obtendrían la coalición oficialista, Juntos por el Cambio liderada por Macri, el actual presidente; la coalición opositora, Frente de Todos, encabezada por Alberto Fernández, quien fuera jefe de gabinete en el gobierno de Kirchner; y Roberto Lavagna, candidato de la coalición Consenso Federal. Esta última buscó romper la creciente polarización entre las dos primeras coaliciones embarcadas en una lucha frontal centrada en el eje peronismo-antiperonismo.

Para introducir una cuña en el peronismo, Macri se hizo acompañar como candidato a la vicepresidencia a un peronista moderado, en tanto que la candidata natural del peronismo, Cristina Fernández, en una jugada estratégica magistral, decidió dar un paso al costado, ofreciendo a Alberto Fernández, con quien ha tenido desavenencias no menores, que encabezara el Frente de Todos, relegándose ella como candidata a la vicepresidencia. Para sorpresa de no pocos, Alberto Fernández aceptó la oferta.

Los resultados de la elección fueron contundentes, echando por tierra todos los vaticinios de las empresas encuestadoras. El triunfo de la dupla peronista sobre la dupla oficialista, antiperonista, fue por paliza, bordeando el peronismo el 50% con una ventaja sobre los 15 puntos a la dupla encabezada por Macri.

Los resultados señalan que todos los esfuerzos, no solo ahora, sino que siempre, al menos hasta ahora por derrotar o dividir al peronismo han sido en vano. Ni las dictaduras militares, todas antiperonistas, han podido doblegar una fuerza política que puede pasar por altibajos, pero que de una u otra forma, resucita una y otra vez.

Cuál es la receta? La desconozco. El peronismo parece ser como una ameba, que se amolda según la ocasión, que es capaz de cobijar en su seno a moros y cristianos, que no encuentra parangón en ningún otro país. Si bien en sus inicios tuvo una ideología más o menos definida, a lo largo de su existencia ha logrado que se identifiquen con él, desde la izquierda montonera hasta la derecha neoliberal en tiempos de Menem.

El peronismo parece conservar la manija, seguir teniendo el sartén por el mango. Desde el advenimiento de la democracia en Argentina, los gobiernos no peronistas, el de Alfonsín y De la Rúa, no fueron capaces de terminar en el período constitucional para el cual fueron elegidos.

No obstante lo expuesto, si bien en las elecciones presidenciales de octubre está todo dado para que gane el Frente de Todos, no se puede cantar victoria antes de tiempo. Se ha jugado un primer tiempo, pero falta el segundo. Le ventaja parece irremontable, pero en política sabemos que todo es reversible.

Macri centró sus dardos en la corrupción olvidando dos cosas. Una, que en el tema de la corrupción no es un elemento diferenciador porque la ciudadanía asume que prácticamente todos están corruptos; y dos, que hay que gobernar pensando en la gente antes que en el FMI. Los argentinos están cansados de los préstamos del FMI que ellos no ven, pero que si ven que siempre deben terminar pagando. Esa es la madre del cordero. Quieren que se gobierne para ellos, no para el “mercado”, esto es, para los banqueros.

Aunque a destiempo, en forma forzada, ahora parece estar entendiéndolo. Le alcanzará para ganar en octubre? Ya lo sabremos.

agosto 06, 2019

Tiempo de aromos

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Por estos días, en la zona centrosur de Chile los aromos están en flor, luciéndose con su amarillo furioso, arrebatado, cuando el sol está radiante, en todo su esplendor, en pleno invierno. A pesar de los fríos que nos azotan, Imposible esquivar la sonrisa frente a los aromos que buscan alegrarnos el almanaque, ya sea en los campos, los caminos, como en las ciudades.

Me recuerdan la niñez, mi ciudad natal, Montevideo, donde por estos días también su aroma nos inundaba acompañando nuestros juegos en las plazas, parques y calles, cuando jugábamos a las bolitas, a los trompos, a las tapaditas con los figurines de antaño, con las pelotas de trapo.

Tanto los aromos como los árboles desnudos que se preparan para reverdecer sus laureles, invitan al optimismo en medio del frío, invitan a resucitar, a renovarnos una vez más. Es la invitación que por momentos también nos hace a nosotros mismos, a repensar lo que hacemos, lo que queremos en medio de un mundo que parece ir a la deriva, un mundo que hostiga a la naturaleza, que busca someterla, sin percatarse que al hacerlo, se está autoinfligiendo una herida mortal.

Cuando los problemas parecieran acosarnos por todos lados –la xenofobia, la homofobia, la inseguridad, la corrupción, el pesimismo- los aromos en flor nos sorprenden y llaman al optimismo, a mirar la otra cara de la medalla. Su amarillo brillante nos fuerza a levantar la vista en medio del frío invernal, a sonreir, a confiar, a abrirnos, a abrazar, a buscar puntos de encuentro, a recordar que hay caminos de solución, que la naturaleza es maravillosa.

En Europa los calores son de miedo, por sobre los 40 grados Celsius, el ártico se está derritiendo, China y USA agarrándose de las mechas, Bolsonaro afirmando que el Amazonas es suyo y que en él se podrá hacer lo que él quiera. En Chile una línea de buses opera con patente adulterada y una empresa proveedora de agua potable deja sin ese vital elemento a toda una ciudad por más de una semana por un error que deja al desnudo el nivel de precariedad bajo el cual opera. En Venezuela, si no fuera por la tragedia que encierra lo que se está viviendo en sus confines, uno creería que se trataría de una de esas telenovelas a las que nos tenían acostumbrados décadas atrás. Tragedia expresada en la emigración de millones de sus habitantes. En Argentina, su presidente haciendo malabarismos para reelegirse con el desembozado apoyo de plomo del FMI y la banca internacional.

La irrupción de los aromos en flor, en un ciclo que se repite todos los años, nos dice, una y otra vez, que no debemos bajar los brazos ni dejarnos llevar por el pesimismo. Muy por el contrario, nos recuerda que siempre existe una nueva oportunidad para hacer las cosas como corresponde, en base al sentido común. Tan simple como eso.

Aunque parezca mentira, el mundo no es una porquería. Otro mundo es posible. Renunciar a esto es como morir en vida. Hay que pelearla con la convicción de que sí, se puede. Los aromos nos señalan el camino.