junio 28, 2013

Cuentas alegres

Este domingo tienen lugar las primeras primarias presidenciales oficiales en la historia de Chile. Con todas sus limitaciones, constituyen un avance en el proceso de empoderamiento ciudadano. Las habidas anteriormente, por parte de la Concertación, eran a capela, con las patas y el buche, no legales, montadas por los partidos involucrados, con todas sus insuficiencias y debilidades. En el caso de la DC, el PPD, el PS y el PR, desde 1993 que en tres ocasiones delegaron en sus militantes y adherentes la decisión de elegir a su abanderado presidencial. En el caso de la Alianza, en todas las oportunidades anteriores, su candidato presidencial era elegido entre cuatro paredes; si eran incapaces de concordar en un candidato, ocupaban la primera vuelta como primarias. Solo tuvieron éxito en la última elección gracias al desgajamiento de la Concertación de algunos de los entonces llamados díscolos producto de su desgaste. Hoy, los candidatos de partidos que conforman dos agrupaciones, la Nueva Mayoría y la Alianza, han optado por recurrir a las primarias presidenciales. Otros candidatos rehuyeron las primarias optando por ir directamente a la primera vuelta que tendrá lugar en noviembre de este año.

A pesar de la relevancia, del hito que en la evolución democrática representan estas primarias, el foco de los medios de comunicación estuvo en otro lado: en los desmanes, los encapuchados, en las tomas de establecimientos educacionales, especialmente en aquellos establecimientos que serán locales de votación. No estuvo puesto en la masiva protesta estudiantil con apoyo de profesores y trabajadores mineros que tuvo una importante convocatoria del orden de 100,000 personas. Protesta que repone sobre la mesa la necesidad de cambiar un modelo educativo que deja mucho que desear. Mucha cámara, mucha prensa para la violencia, para los desmanes de unos pocos, y poca cobertura para los miles de manifestantes pacíficos. Me recuerda un grafiti en uno de los muros de Porto, en Portugal: “tanta casa sin gente, y tanta gente sin casa”.

Mientras los alcaldes de las comunas cuyos establecimientos educacionales buscaban afanosamente entablar diálogos con los estudiantes para que bajaran las tomas con miras a evitar el desalojo, se observaba un gran ausente: el gobierno. Y en él, su ministra de educación, Carolina Schmidt, quien se encontraba de vacaciones en Italia. El gobierno, sin disimulo, parece más interesado en sembrar inseguridad, a la espera de que la ciudadanía le pida más seguridad, petición que interpreta como más represión. Un gobierno incapaz de dialogar, de escuchar a estudiantes; un gobierno que parece querer ver delincuentes, encapuchados tras los estudiantes; un gobierno más interesado en agudizar los conflictos que en resolverlos, para que después la ciudadanía le pida mano dura, que sería lo que más le gusta. Por este camino vamos mal.

Recuerdo, cuando en Praga, la capital de la República Checa, con motivo de una protesta, los policías flanqueaban la manifestación, para protegerla, para evitar que sea infiltrada, para que se desarrolle pacíficamente, para que la gente no tema expresarse sin riesgo que derive en una violencia insensata. En Chile, esto parece impensable.

Lo increíble, es que al final del día, el gobierno saque cuentas alegres porque se desalojaron los establecimientos educacionales sin que se diera “un baño de sangre”, olvidando que dejó pasar el tiempo y que abortó un diálogo que se estaba dando entre los alcaldes con los estudiantes para un desalojo pacífico. Como si quisiera que todo diálogo fracasara, para así poder hacer una demostración de fuerza. Desafortunadamente, no pocos aún siguen creyendo que se educa con imposiciones, con la fuerza bruta, antes que con diálogo y persuasión. Para esto último se requiere prudencia, paciencia, infinita paciencia, de la que el gobierno parece carecer. Esta es la educación que se requiere; lo otra es la mala educación a erradicar.

junio 19, 2013

Por las buenas o por las malas

En Chile, las próximas elecciones son una nueva oportunidad para debatir distintas posiciones y miradas en torno al pasado, presente y futuro del país. En medio de este debate, las palabras de un destacado abogado constitucionalista, Fernando Atria, ha logrado que la derecha haga gárgaras con ellas poniendo el grito en el cielo por una supuesta voluntad de la oposición por cambiar la constitución que nos rige por cauces extrainstitucionales.

Los mismos que hoy se escandalizan ante la búsqueda opositora de alternativas que posibiliten un cambio en las reglas de juego que gobiernan nuestra convivencia, son quienes la impusieron “por las malas”.

Sería bueno que recuerden bajo qué circunstancias fue impuesta la constitución que nos rige. En tiempos del innombrable, cuando su palabra era ley, y entre quienes le rendían pleitesía se encontraba Jaime Guzman, el ideólogo de la constitución y fundador de la UDI, partido destinado a perpetuar el buen nombre del innombrable. Inventó un plebiscito fraudulento, sin registros electorales, allá en 1980, cuando la oposición era perseguida. Entonces, Eduardo Frei Montalva, sacó la voz en un histórico acto en el teatro Caupolicán, denunciando los atropellos. Dos años después, su voz fue acallada con su muerte.

Quienes hoy rasgan vestiduras ante una modesta advertencia de un abogado constitucionalista, son los herederos de quienes impusieron la constitución que nos rige “a las malas”. Entiéndase bien: nadie quiere cambiar la constitución a las malas, por el contrario, lo que se quiere es cambiarla “a las buenas”. El país demanda una constitución “por las buenas”, y la inmensa mayoría del país así lo quiere. Son otros quienes nos han impuesto e imponen una constitución “a las malas”. Una minoría, que por más de 30 años, ha logrado perpetuar una constitución que la mayoría rechaza. Una minoría que impuso cerrojos en la constitución que limitan los cambios solo a aquellos permisibles por esa misma minoría. Ella manda aunque gobiernen otros.

Este es el drama de Chile. Desde los 80 la constitución ha sufrido múltiples cambios, pero solo aquellos que la minoría admite, por tanto, estamos jugando en una cancha a la pinta de la minoría, siempre con viento a su favor. ¿Hasta cuándo? Este veto se está haciendo insostenible a la luz de las explosiones sociales que de tanto en tanto, en los más diversos rincones del país, y cada vez más frecuentemente, se están dando.
Los nudos que debemos desatar, queremos desatarlos por las buenas, pacíficamente, y ello demanda algún grado de disposición de parte de una minoría que se cierra a la construcción de un país más integrado, que no quiere guerra, sino paz, que no quiere jóvenes encapuchados, sino jóvenes estudiantes, que no quiere adultos mayores con pensiones miserables, que no quiere más abusos de los de arriba sobre los de abajo. ¿Es mucho pedir?

junio 14, 2013

Partió la bolita

En sendos debates televisivos, por primera vez, se confrontaron posturas, tanto de los candidatos presidenciales oficialistas, como opositores, de cara a las primarias que tendrán lugar a fin de mes. Entre ambos debates, como guinda de la torta, Chile avanzó hacia su clasificación al mundial de fútbol, con una victoria, que complementa la alcanzada la semana pasada en tierras guaraníes.

De la mano de Sampaoli, sin aspavientos, silenciosamente, Chile está revirtiendo el declive que experimentó con Borghi, recuperando el equipo la vertiginosidad, la seguridad, la contundencia, que en su momento alcanzó con el loco Bielsa, quien dejó su marca que perdura hasta hoy. Todo esto, junto con una pléyade de jugadores excepcionales, como nunca antes tuvo selección chilena alguna. Por tanto, en materia futbolística, vamos por buen camino.

A nivel político, en cambio, da la sensación, que estamos entrampados, divididos en bloques irreconciliables, que reflejan la creciente desigualdad existente en el país, que afecta todos los ámbitos.

En el debate opositor, no hubo temor en marcar con claridad las diferencias existentes entre los cuatro candidatos; por el lado oficialista más que un debate, lo que hubo fue un foro en el que llamó la atención la angustia, el temor de la derecha por un eventual triunfo de Michelle, que visualizan como una amenaza.

De otro modo no se explica la permanente alusión a la Concertación y a los comunistas. En este plano pareciera que quieren reproducir el clima de polarización y la campaña del terror implementada con ocasión del plebiscito. Tanto Allamand como Longueira, se centran en repetir una estrategia, la de yo o el caos, que en su momento fue un rotundo fracaso.

Las diferencias entre candidatos opositores y gobiernistas, están centradas en el modelo político –definido por una constitución política con cerrojos que la hacen inmodificable-; el modelo educacional –el más privatizado, segregado y caro a nivel mundial en relación a nuestros ingresos-; el modelo previsional –cuyas pensiones que no se condicen con el respeto que le debemos a los adultos mayores-; el modelo de salud -donde el acceso a sus servicios está dado por el tamaño de los bolsillos-; y el modelo laboral –sesgado a favor de una de las partes, la empresarial, en desmedro de los trabajadores-. Si hay algo en común en todos estos sectores, es la desigualdad y su consecuencia, los abusos.

De los debates se deduce que por el lado de la derecha, lo que se quiere es perfeccionar los modelos, hacerle ajustes, para darles más competitividad, convencidos que por esa vía, se reducirán las desigualdades y los abusos. Por el lado opositor, existe la convicción que los modelos requieren cambios sustanciales, avalados por más de 30 años de implementación de estos modelos, que si bien han permitido reducir la pobreza, han agudizado las brechas y los abusos.

junio 06, 2013

El ladrón detrás del juez

El caso de las pensiones a falsos exonerados políticos le ha venido como anillo al dedo al gobierno y a la derecha en tiempos de elecciones. La Contraloría emitió un informe en el que se concluye que casi 3,000 personas no reúnen los requisitos establecidos por la ley para calificarlos como exonerados políticos, esto es, personas que perdieron sus trabajos por razones políticas.

Como resultado de todo esto, han salido varios trapitos al sol que nos dejan con la boca abierta. Como es el caso de conspicuos personajes que reciben pensiones como exonerados políticos. Es una vergüenza. Se eximen de esta vergüenza quienes han renunciado a estos beneficios que por ley les pudiera corresponder, pero que por ética, por decencia, han resuelto no recibirlos.

Este es uno de los dramas que vive nuestro país. La decencia está por los suelos. Se asume que estas pensiones estaban destinadas a quienes la han pasado mal por razones políticas, perdiendo sus trabajos, siendo forzados a exiliarse, afectados por torturas y/o detenciones. El origen de la ley es impecable, apunta a reparar un daño manifiesto, pero su mal diseño e implementación han posibilitado su aprovechamiento por algunos.

Curiosamente, quienes hacen gárgaras con este escándalo, son quienes desde las sombras avivaron la cueca a los altos mandos de las FFAA para que tuvieran lugar las repudiables acciones que dieron origen a la ley que apuntaba a reparar en mínima parte el daño causado.

Lo que corresponde es separar la paja del trigo, esto es, investigar y que la justicia actúe sin contemplaciones, verificando que quienes reciban las pensiones sean efectivamente acreedoras de ellas; en caso contrario, deben detenerse y exigirse la devoluciones pertinentes, aunque esto último difícilmente pueda tener lugar. Debe tenerse presente que no siempre será posible verificar fehacientemente la condición de exonerado político a casi 40 años de los hechos. Sin perjuicio de lo expuesto, en aquellos casos de manifiesta mala fe en la aplicación de la ley, por una suerte de mínima decencia, debe ponerse atajo.

Junto con ello sería bueno que el gobierno y la derecha deje de seguir disparando al voleo y dejar que la justicia cumpla con sus obligaciones. Y sobretodo que, a través de dos de sus diputados, no se aproveche del pánico, presentando un proyecto destinado a amnistiar a los responsables de los delitos que motivan las pensiones a los exonerados políticos. El ladrón detrás del juez.