Hoy, actual alcalde de Las Condes, plantea la
necesidad de un gobierno de convivencia nacional, busca salir de la trinchera,
aspira recoger elementos propios de la socialdemocracia, y asume la necesidad
de una nueva constitución, de un nuevo pacto social apostando por el apruebo en
el próximo plebiscito. Las críticas no se hicieron esperar, tanto desde su
propio sector y de su propio partido, como de la oposición.
No se trata de cualquier personaje. Es un
candidato de fuste en cualquier elección, y está posicionado desde hace tiempo
en la pole position para la próxima elección presidencial, y gracias a una alta
y persistente exposición pública su nivel de conocimiento en la población es
alto.
La pregunta es ¿estamos en presencia de un caso
de extremo oportunismo político para moverse al compás del viento? ¿O de un
sano reconocimiento de una realidad que evoluciona o de que se estaba
equivocado? No lo sé.
Quisiera creer que su postura es sincera, que se
trata de un reconocimiento de que los ideales que abraza la socialdemocracia no
eran tan abyectos como pensaba. Desafortunadamente me resulta en extremo
difícil creerle, esencialmente por dos motivos. Uno, por tratarse de un
candidato a la presidencia bajo un escenario en el que el centro político está
huérfano, al menos hasta la fecha de escribir estas líneas. Presumo que está en busca de dicho nicho. Dos, por militar en
un partido, la UDI, que ha sido y es el sostén de un modelo político, económico
y social que promueve el individualismo y la competencia exacerbada, atributos
que se oponen a los que postula la socialdemocracia, basados en la solidaridad
y la justicia entre otros valores. Me resulta incompatible su postura actual
manteniendo la militancia en la UDI.
En síntesis, creería en sus palabras si no fuese
candidato a la presidencia y si no fuese militante de la UDI. Pero manteniendo
en alto su candidatura presidencial y su militancia en la UDI me resulta
imposible creer en que su posición frente al plebiscito sea sincera. Más parece
una estrategia política inconducente, salvo que la estupidez humana diga otra
cosa.