junio 24, 2022

Desde Berlín: tiempos inciertos

 

Foto de Raja Sen en Unsplash

Una vez más me encuentro en Berlín, ahora sin Angela Merkel al frente, sino que con Schölz como canciller, de la socialdemocracia alemana, quien está encabezando un gobierno de coalición con verdes y liberales. Con motivo de la invasión rusa a Ucrania, Alemania vive momentos cruciales tanto por su firme oposición a la decisión adoptada por Putin de invadir Ucrania no obstante su fuerte dependencia del petróleo ruso.

Observo una Alemania disponible para respaldar a Ucrania contra viento y marea, a pesar de las dificultades que ya le está reportando. Putin juega con la amenaza de cortar la provisión de petróleo en respuesta al apoyo financiero y de todo tipo que Alemania está proveyendo a Ucrania.

El pueblo alemán parece resignado a que el próximo invierno las verá verdes. Los precios ya están al alza, al igual que en todo el mundo como consecuencia de la guerra en Ucrania. Para amortiguar el impacto, el gobierno alemán está alentando el aumento de la superficie y la producción agrícola, al igual que la generación de energía solar y eólica.

Simultáneamente, está estimulando el uso del transporte público basado en electricidad, y el reacondicionamiento de las viviendas de modo que demanden menos consumo de petróleo. Al mismo tiempo se está desalentando el  transporte privado. Esto se está haciendo efectivo por la vía de generar un pasaje o ticket mensual único por persona por un valor de poco menos de diez mil pesos por persona que lo habilita para ocupar el transporte público por todo un mes todas las veces que quiera. Se trata de una promoción que partió este mes y por los próximos dos meses. El éxito que está teniendo esta iniciativa gubernamental hace presumir que se extenderá por todo el tiempo que sea necesario.

Desde hace años que tanto en Alemania como en otros países europeos, las circunstancias que se están viviendo están empujando y acelerando el uso de la bicicleta en paralelo a disposiciones de uso del espacio público que lo favorecen. Ello explica el masivo uso de las bicicletas tanto de parte de niños acompañando a sus padres, como de  jóvenes para desplazarse a sus establecimientos escolares, como de trabajadores para ir a sus lugares de trabajo. También se pueden observar personas mayores pedaleando felices de la vida de un lugar a otro sin temores. La seguridad que se respira no deja de impresionar gracias al irrestricto cumplimiento de las reglas de tránsito.

No es necesario control policial alguno para que los protocolos existentes, que no son pocos, sean respetados. A nadie se le ocurre cruzar a mitad de cuadra ni cruzar en alguna esquina sin que esté habilitada la luz verde para estos efectos. Eso los niños lo aprenden desde que asisten al parvulario y lo observan en el cumplimiento de sus mayores.

Los parques públicos, que en Berlín abundan sin que a ningún privado se le ocurra tentar a algún funcionario municipal o gubernamental para que le habiliten una inversión inmobiliaria en ellos con miras a obtener cuantiosas utilidades en zonas de alta plusvalía. Cualquiera que sea el color político de quienes habitan en este país, la valoración de lo público en estos confines es muy fuerte. No por ser de uso gratuito descuidan los espacios públicos como lo demuestra su limpieza y el cuidado de sus jardines. Pobre de aquel que sea sorprendido tirando algún papel a la calle o al parque. En los numerosos lagos que rodean Berlín sus riberas son públicas para uso y goce de la población que acude en masa los fines de semana y feriados. Familias enteras hacen sus picnics y al retirarse se preocupan de dejar todo limpio.

Lo señalado da cuenta de un extendido y fuerte pensamiento ecologista que se está expresando políticamente a través de un partido verde, que es parte de la coalición de gobierno, y que también está permeando a los restantes partidos políticos alemanes.

junio 16, 2022

Desde Nieder-Klingen

Por razones familiares me encuentro en Alemania, en un pueblito alemán de menos de mil habitantes llamado Nieder-Klingen, cerca de Darmstadt, que está localizado al sur de Frankfurt am Main.

La zona está repleta de pequeños pueblos similares distanciados por tan solo unos pocos kilómetros interconectados con excelentes caminos por donde circulan automóviles, todos en perfecto estado, a velocidades prudentes y donde las reglas de tránsito, tales como las velocidades máximas, son escrupulosamente respetadas. Entre ellos se encuentran unos pocos pueblos con más de 10 mil habitantes, todos comunicados entre sí mediante modernos buses.

Nieder-Klingen, al igual que todos los otros pueblitos, es precioso, donde las casas tienden a tener sus pequeños jardines cuyos moradores suelen tener sus huertos caseros. La basura orgánica es ocupada para mejorar las tierras o alimentar los animales con que los moradores se hacen acompañar, sean estos patos, gallinas, cabras, caballos, perros, gatos. Hasta los animales parecen estar educados. Escribo estas líneas acompañado del canto de un gallo. En esta época, todo está verde, con la primavera a punto de irse para dar paso al verano. Cada pueblo está rodeado de campos cultivados y árboles frutales entre los cuales hay senderos para hacer a pie o en bicicleta. Todo es privado pero parece público porque no hay alambradas ni divisiones a la vista. Abierto a todos.

Todo parece una fantasía, de película. No obstante la belleza visual que irradian estos pueblitos, no hay dónde tomarse un café ni una plaza donde se congregue la población. Todos están en sus casas o han salido en sus vehículos a abastecerse en algunos de los pueblos de mayor tamaño donde sí hay comercio. Por las noches Nieder-Klingen parece un pueblo sin vida, con casas donde pareciera que no hubiese moradores. La mayoría de ellas sin luces, sin saberse si es porque no hay nadie o porque ya están durmiendo.

Poco se sabe de la guerra en Ucrania y nada de la segunda vuelta en Colombia donde todo está que arde. Menos se sabe de la trifulca constitucional imperante en un lejano país cuya larga costa mira hacia un océano que obedece al nombre de Pacífico, pero que no tiene nada de tal.

Sólo se sabe que la naturaleza impone su ritmo, que es tiempo de cosechar cerezas por estos lados y que dentro de un par de meses será tiempo de cosechar manzanas y nueces. La vida gira en torno al campo. No sé si llamar agricultores, campesinos o granjeros a quienes viven de esta actividad. Los llamaría granjeros porque sus dueños son quienes trabajan el campo con el apoyo de maquinaria tanto tradicional como moderna. Cada uno trabaja en lo suyo y todo se conjuga tranquilamente.

La conciencia ecológica está presente por doquier y en todo momento. Sobre la mayoría de los techos de las casas podemos ver planchas solares destinadas a capturar la energía solar y todo el país parece empeñado en independizarse del petróleo ruso, buscando alentar la producción de automóviles eléctricos y el uso de los tranvías basados en la electricidad. Todo acompañado de políticas orientadas a disminuir el uso de los vehículos particulares y en favor de la locomoción pública. A partir de este mes el gobierno alemán decidió implementar un boleto válido por todo un mes por 9 euros (del orden de 8 mil pesos chilenos). Con este boleto puedes hacer uso las veces que quieras tanto de los buses de superficie como de los tranvías y los trenes del metro (U-Bahn y S-Bahn).   

junio 08, 2022

¿Rechazar para reformar?

Foto de Caleb Jones en Unsplash
Ya se han encendido los motores a favor de una u otra opción: apruebo o rechazo. Como en todo plebiscito la opción es dicotómica y contrapuesta. Rechazo implica que no se da curso a la constitución elaborada por la convención, por lo que la constitución del 80 mantiene su plena vigencia.

Para matizar la opción del rechazo se ha enarbolado la variante “rechazar para reformar”. Las razones son múltiples. Una de ellas, sería que la disconformidad con el  trabajo efectuado por los convencionales es tal que no están disponibles para aceptar la nueva constitución tal como salió de la convención. La segunda razón reside en no querer dar vuelta la tortilla como supondría la nueva constitución. Y una tercera razón es de orden práctico, político. Sin abrirse a reformar la constitución vigente, las posibilidades de triunfo de la opción rechazo se reducen significativamente. Para viabilizar esta opción, desde la derecha y la centroderecha se está promoviendo bajar el quórum de 2/3 actualmente exigido para reformar la constitución vigente.

No deja de llamar la atención esto último, dado que desde que entró en vigencia la constitución del 80, uno de los cerrojos impuestos desde la derecha fue justamente este, el de los dos tercios que a lo largo de todas estas décadas la derecha se ha empecinado en mantener contra viento y marea. Su objetivo no fue otro que cautelar la permanencia de sus elementos sustantivos, como dijera el mismísimo Jaime Guzmán, de modo de asegurarse que cualesquiera fuesen las fuerzas que asumieran el gobierno, no pudiesen efectuar modificaciones sin la venia del tercio minoritario.

Resulta curioso constatar lo que parecieran ser inconsistencias en las posturas de uno u otro sector. Desde el mundo de los convencionales, dominado por la izquierda, han propuesto que toda modificación que se quiera hacer a la nueva constitución debe tener un quórum de dos tercios, el mismo que exige la actual constitución. Desde la derecha reclaman que la izquierda está apelando al cerrojo que tanto criticó de la constitución del 80.

Pero hay una diferencia sustantiva. La constitución actual fue elaborada por un único sector en un contexto dictatorial, sin participación ciudadana alguna y con una oposición perseguida. Muy distinto a la nueva constitución trabajada por convencionales electos, no por expertos iluminados desde las alturas. Los convencionales actuales representan no solo a las élites, sino los intereses y la diversidad existente –política, social, económica y profesional- como nunca antes se conoció en la historia del país. Que nos guste o no, es otro cuento.  

Por otra parte, lo que ha salido de la convención ha pasado por varios tamices. Recordemos que todo artículo propuesto con el respaldo de la mayoría de los convencionales de la correspondiente comisión, debía pasar por el tamiz de los dos tercios del pleno. Y si en el pleno de la convención no lograba atraer a la mayoría, el artículo se iba al tacho de la basura; si superaba el 50% pero no alcanzaba el 67% el artículo volvía a la comisión respectiva para que tomara nota de las observaciones y efectuara las modificaciones pertinentes para que pudiese superar la valla de los dos tercios del pleno. No fue cosa de llegar y llevar. Por todo esto tiene su lógica que se quiera exigir un quórum que vaya más allá de la mayoría simple para poder realizar cualquier modificación que se le quiera efectuar.

Por último, importa consignar que la voluntad de dejar atrás la constitución del 80 por parte de no pocos de quienes adhieren la tesis del rechazo, lo más probable que quede en entredicho si es que llegara a triunfar. La razón es muy simple: una vez que ganaron, endurecerán sus posiciones y se agarrarán a la tesis de que se optó por mantener la constitución del 80. A lo más optarán por un cambio de barniz, de modo que el camaleón solo cambie de color.

junio 01, 2022

La Constitución no es un juego

 

Ya está en nuestras manos el borrador de la nueva constitución que nos propone la Convención Constituyente. Ahora se está en fase de armonización donde se le están dando sus toques finales para que emerja el texto constitucional que se nos propone y destinado a ser plebiscitado el próximo 4 de septiembre.

Si bien su génesis suele remontarse al estallido social de octubre del 2019, en estricto rigor viene desde hace bastante tiempo atrás. Para algunos desde el mismo minuto que se estructuró la actualmente vigente, la del 80, para otros desde que se inició la transición democrática en 1990. Nos engañamos una y otra vez. En el año 2018, con ocasión de un foro de ICARE ¿Cómo viene el 2018? el entonces ministro del interior del gobierno de Piñera, Andrés Chadwick, sostuvo que “hay que tener clara la brújula” y remató afirmando “No queremos que avance el proyecto de nueva constitución presentado por Michelle Bachelet” bajo el argumento de que la constitución no es un juego. El mismo ministro llegó a decir que “tenemos una clase media amplia, sólida y estable …”. Sin embargo todo lo que se veía sólido se volvió líquido y lo estable en inestable.

En cierto modo fue una suerte de cocción a fuego lento hasta que el estallido nos hizo ver que los cauces institucionales estaban siendo desbordados con una parte significativa del país fuera de la sociedad de consumo, resentida, descontenta, enrabiada, vulnerada, endeudada. La institucionalidad política fue incapaz de anticiparse, muy especialmente las fuerzas de la derecha, de asumir la urgencia de lo que se estaba cociendo. Hasta que se hizo imposible seguir estirando la cuerda, esto es,  eludir la necesidad de un nuevo pacto social, de una nueva mirada, de nuevas reglas de juego bajo las cuales pudiésemos vivir en paz.

Es así como se inició todo un proceso que partió por consultarnos si queríamos una nueva constitución o seguir con la constitución actual. Junto con ello, en caso que  optáramos por una nueva constitución, se nos consultó si deseábamos que fuese elaborada con la participación de parlamentarios del congreso nacional o solo por quienes fuesen expresamente elegidos con ese exclusivo propósito. El resultado de entonces fue apabullante en favor de la construcción de una nueva carta constitucional y sin participación de los parlamentarios. Posteriormente se procedió a la elección de los convencionales que tendrían la responsabilidad de proponernos una nueva constitución.

Hoy estos convencionales ya nos han hecho llegar el borrador correspondiente. Ha sido un trabajo no exento de dificultades. Su camino no ha sido un lecho de rosas ni mucho menos, sino que lleno de espinas. Mal que mal, estamos ante una sociedad, un país quebrado, con desigualdades e injusticias que nos están desangrando, en crisis existencial.

Por lo mismo, el desafío de la convención ha sido mayúsculo: que ponga como foco o faro de nuestras actuaciones la necesidad de cohesionarnos, de reducir las desigualdades de todo orden que nos laceran, de dotarnos de un mínimo estado social de derechos, de romper el centralismo reinante, de configurar una nueva relación con nuestros pueblos originarios y de conciliar crecimiento y desarrollo con la protección debida al medio ambiente. En los tiempos que corren, no puede ser que sigan existiendo “zonas de sacrificio”.

Confío que más allá de los dimes y diretes, de voces estridentes, de las falsedades que oscurecen la senda, la nueva constitución que se nos presente sea el marco en el que podamos desenvolvernos en paz y armonía entre iguales, sin privilegios. Os invito a leer con calma, sin anteojeras, el borrador que se ha dado a conocer para reconocer e identificar la dirección a la que apunta.