febrero 24, 2010

Otra cosa es con guitarra

En muchas ocasiones, a lo largo de la campaña, el presidente electo solicitó al país que le dieran una oportunidad. Que la Concertación ya había tenido su oportunidad y que ahora le tocaba a él. Este argumento, junto a muchos otros –los niveles de corrupción, de delincuencia, de desempleo, entre otros-, en conjunto con una campaña publicitaria multimillonaria, terminó por convencer a la ciudadanía de que era la mejor opción.

A pocos días de asumir el mando de la nación, no dejó de llamar poderosamente la atención que Piñera observara la existencia de un déficit fiscal, y que por ello, el presente año sería austero, razón por la cual no podría acoger todas las demandas ciudadanas, por justas y legítimas que fueran. Incluso denunció que se trata de uno de los déficits más altos de nuestra historia.

Cualquiera diría que Piñera se desayunó con este déficit, que lo ignoraba por completo al realizar sus promesas de campaña, y que por tanto, la Concertación y el gobierno lo habrían engañado. La verdad que dicho déficit era conocido por moros y cristianos, al menos entre quienes tienen la responsabilidad de conocerlo, en particular por parte de los encargados de los programas económicos de cada uno de los candidatos presidenciales, entre los que destaca Felipe Larraín, próximo responsable de resguardar las arcas fiscales. Mal que mal en noviembre último el Congreso Nacional aprobó un presupuesto para el presente año que prevé un déficit fiscal del 1,1%, con un aumento del gasto público de un 4,3% respecto del año pasado.

La verdad sea dicha: Piñera y sus boys estaban en conocimiento del déficit, y por tanto, la insinuación de que no podrá cumplir con las promesas de campaña por el pastelito que le dejan, suena a ponerse el parche antes de la herida, a sacarse el pillo, o bien, a que otra cosa es con guitarra.

Ahora afirman que por dicho déficit estarán obligados a “priorizar las necesidades más sensibles de la gente”, o bien, que “lo que se puede ver afectado es el timing de puesta en marcha de algunos programas”. Desde uno de los think tank del futuro gobierno, su director afirma que “habrá muchas cuentas por pagar”. Cualquiera diría que reciben un país en bancarrota, producto de una sucesión de gobiernos irresponsables e ineficaces.

Al momento de asumir el primer gobierno de la Concertación en el año 90, la deuda pública era de casi un 45% del producto interno bruto; hoy es de poco más del 5%. Lo curioso es que quienes están llorando sobre la leche derramada son los mismos responsables de una deuda pública sustancialmente mayor que la que ahora están recibiendo como gobierno. Parece una broma de mal gusto que los hombres de Piñera estén poniendo énfasis en el déficit fiscal que heredan, en circunstancias que saben perfectamente que este déficit fue ocasionado por la crisis más grande que ha tenido la economía mundial en los últimos 50 años. No solo eso, según los últimos estudios de la OCDE, Chile es el tercer paìs con el déficit más bajo de todos los países más desarrollados del mundo, superado tan solo por Noruega y Corea del Sur.

Por tanto, se teme que la intencionalidad que hay tras el ficticio debate en torno al déficit fiscal no sea otro que procurar contener las demandas que la propia campaña de Piñera se encargó de exacerbar mediante promesas incumplibles.

febrero 18, 2010

La institucionalidad partidaria

A raíz de la nominación de un exministro de la Concertación en el gabinete del presidente electo, se ha abierto todo un debate que muy probablemente continúe estos días con la nominación de los subsecretarios, y en las semanas que siguen cuando salgan los nombres de intendentes, gobernadores, seremis y direcciones de servicios públicos.

Se ha aludido al interés de Piñera por encabezar un gobierno de unidad nacional y de grandes acuerdos, lo que se justifica en contextos específicos y excepcionales. Lo razonable, lo habitual, en democracia, es que la unidad nacional se da sobre la base de la aceptación de las diferencias, de su expresión franca, a veces apasionada. La existencia de discrepancias es consustancial a una sociedad viva, dinámica, que aspira a más. La unidad nacional solo tiene sentido en este marco; en caso contrario supone sojuzgamiento de unos por otros. Por ello, en una sucesión democrática normal, sin crisis de por medio, ni económica ni política, hacer mención a un gobierno de unidad nacional pareciera tener un cierto sabor a marketing, a alpiste para los pajaritos.

Pocos pueden afirmar que el país se encuentra en crisis, particularmente cuando se cuenta con un gobierno encabezado por una presidenta con una popularidad por sobre el 80%. Es un país en vías de una consolidación democrática, tanto en un sentido político como económico. Los sucesivos encuentros entre los actuales ministros y los futuros, están dando cuenta de la transparencia con que se está efectuando un traspaso de conocimientos y experiencias. Traspaso que la oposición actual, ni en el mejor de sus sueños, nunca se imaginó al tenor de las persistentes críticas que efectuara en el curso de los últimos años, centradas en el afán de perpetuación de la Concertación en el poder ejecutivo.

Un gobierno de unidad nacional no se logra sobre la base de conversar con individuos del otro lado. En democracia se asume que existe una institucionalidad política que respetar donde los partidos políticos representan las distintas corrientes de pensamiento a las cuales adhiere la ciudadanía. Los partidos no se fortalecen ninguneándolos, por el contrario, se les debilita, y al hacerlo, sin querer queriendo, se promueven caudillismos, populismos, salidas de madre que nadie en su sano juicio desea. Si se es independiente, se tiene total libertad para acceder a una invitación para colaborar con un gobierno sobre la base de compartir su ideario. Distinto es el caso si se es militante de un partido que la ciudadanía ha resuelto colocar en la oposición, en cuyo caso si se le llama a colaborar, lo que corresponde es derivar la invitación a las instancias partidarias correspondientes.

Lo mismo vale en la relación del gobierno con la coalición que lo sustenta. Conformar un gabinete a espaldas de los partidos que lo auparon, no es ganar independencia, sino que asegurarse su propio fracaso. En democracia los partidos políticos no solo posibilitan alcanzar la presidencia, sino que también la gobernabilidad y estabilidad.

El presidente electo está equivocando su relación no solo con la oposición, sino que con los partidos que lo respaldaron, al relacionarse directamente con algunos de sus militantes en desmedro de sus directivas, salvo que su intención sea destruir a los partidos.

Desafortunadamente el exacerbado presidencialismo que caracteriza al régimen político chileno invita a caer en tentaciones como las que estamos viviendo en estos días. Se trata de una característica que con Pinochet alcanzó su máxima expresión, pero que no deja de atraer, particularmente cuando es la derecha la que asume la presidencia.

febrero 09, 2010

The dream team

Cuando hoy Piñera presentó lo que será su primer gabinete ministerial, se me vino a la cabeza el concepto de dream team, el equipo soñado. Un equipo para chuparse los dedos. Puso a los mejores, sin pensar en cuoteos, ni en premios de consuelos a perdedores en contiendas electorales.

Casualmente los mejores los encontró en su círculo, en su clase; casualmente cursaron sus estudios superiores en la Universidad Católica, salvo un par de excepciones, como la del negrito de Harvard; casualmente hay 4 militantes de RN y 4 militantes de la UDI; casualmente prácticamente todos son empresarios(as) y/o directores de empresas; casualmente la mayoría se autocalifica como independiente aunque se sabe que tienen el corazoncito bien tirado para la derecha; casualmente son personas que bajo los cánones actuales se califican como exitosas, aunque algunos de ellos hayan sido derrotados en contiendas políticas parlamentarias y/o municipales; casualmente para todos será un sacrificio, pero aceptaron la nominación gracias al espíritu de sacrificio que les caracteriza, y porque Chile se lo pide.

No está la chusma, solo gente de bien, de pedrigee, con capacidades gerenciales, que conciben al país como una empresa, donde los que manden no pueden ser torrantes de la calle, ni políticos que medran de la política. Gente que ha estado a cargo de grandes empresas, que sabe cómo se hacen las cosas, que saben cómo gestionar, que saben rentabilizar sus inversiones.

El país, uno de los que posee la mayor desigualdad de ingreso a nivel mundial, ha decidido, por la vía electoral, democrática, luego de 20 años de Concertación que muchos califican como los mejores años de su historia independiente, entregar el liderazgo del país al hombre más millonario del país, y que según los ranking, ostenta la posición 15 de los más ricos del mundo.

Entre los nominados, Jaime Ravinet, quien fuera alcalde de Santiago, ex ministro de Defensa en tiempos de Lagos. Derrotado en las últimas elecciones alcaldicias se replegó a sus actividades empresariales. Incapaz de resistir el llamado de la patria, no obstante las advertencias del que fuera su partido por casi medio siglo, la DC, optó por pasar a la otra vereda, obviando el impacto político que generaría su decisión, bajo la excusa de que los programas de defensa de los candidatos Frei y Piñera no diferían mayormente. Otros concertacionistas deben haber sido tentados –incluso se mencionaron los nombres de José Zalaquett para Justicia y de José Joaquín Brunner para Educación- pero pareciera que no alcanzaron a sentir el llamado patrio.

Al frente del Ministerio de Educación estará Joaquín Lavin, quien tendrá una nueva oportunidad para lucirse, como la tuvo cuando fue alcalde de Las Condes, y después de Santiago. Asume un ministerio complejo donde seguramente el Colegio de Profesores no le hará la vida muy grata. Aumentar la subvención escolar, abordar la “deuda histórica”, y detener la baja en la matrícula municipal serán algunos de los desafíos a encarar. Si sale airoso, lo más probable que el premio sea su candidatura presidencial para las próximas elecciones.

Al menos en la primera línea de fuego no aparece nadie del PRI ni de Chile Primero. No estarían dentro de los mejores. Quizá aparezcan en una segunda, tercera o cuarta fila: la de los subsecretarios, intendentes, seremis, directores de servicios. Quizá el pudor impidió que asomara Adolfo Zaldívar en el Museo de Historia Militar donde tuvo lugar la ceremonia; Fernando Flores debe estar preparando las maletas para retornar a USA luego de 8 años de sacrificio como honorable Senador de la República por la primera región; y Jorge Schaulsohn quizá quiso evitar encontrarse con su amigo del alma, Iván Moreira, el portavoz veraniego de la UDI que ya le está exigiendo a la Concertación que no sea odiosa.

En concreto, tendremos un gobierno de excelencia, de los más capaces, con un currículo de miedo que nos asegura que podremos dormir tranquilos. Con este equipo debiéramos tener la certeza que llegaremos a ser un país desarrollado antes que vuelva a cantar Gardel. Y si no lo logra, si fracasa, que a nadie le quepa duda que los responsables serán los partidos políticos incapaces de visualizar la necesidad de tirar todos juntos para adelante, de dejar atrás odiosidades y divisiones estériles e inconducentes.

Hace poco más de medio siglo la oligarquía accedió democráticamente al gobierno de la mano de Jorge Alessandri, alias El Paleta, bajo el lema “a Ud. lo necesito”. Fue llamado el gobierno de los gerentes, y generó altas expectativas que a poco andar se vieron defraudadas. Terminó sin pena ni gloria, abandonado a su suerte por los mismos que lo auparon cuando las cosas no se daban como pensaban.

Solo nos resta desearle lo mejor; desear otra cosa es de mala leche, andar echándole pelos a la sopa. Mal que mal, como dijera un gringo cuyo nombre no recuerdo hace ya varias décadas atrás, “lo que es bueno para la General Motors, es bueno para el país”.

febrero 07, 2010

¿Qué pasó? ¿Qué hacer?

La última elección presidencial, resuelta en segunda vuelta a favor del candidato de la derecha marcó el fin de un ciclo de gobiernos concertacionistas que alcanzó a durar 20 años. Un ciclo nada despreciable que si bien nos falta cierta perspectiva en el tiempo para analizarlo, algunos se adelantan a calificarlo como el más exitoso en la historia política chilena.

Concurren múltiples paradojas que llaman la atención, en especial una de ellas: que la Concertación haya perdido la elección bajo un gobierno que se despide con la más alta popularidad de la que se tiene registro en la vida nacional. Cualquier coalición de gobierno se la quisiera enfrentar una elección cuya presidenta ostenta una popularidad por sobre el 80%, y un gobierno con una por encima del 60%. No obstante ello, perdió.

Múltiples chivos expiatorios y razones se aducen para que ello se diera, entre los primeros, podemos destacar el candidato propiamente tal, los presidentes de los partidos de la Concertación, y de Escalona en particular, la irrupción de Marco; entre los segundos, las desinteligencias a lo largo de la campaña, rematadas con la renuncia de los presidentes del PPD y PRSD, y la no renuncia de los de la DC y el PS de cara a la segunda vuelta, las primarias llevadas a cabo para elegir al candidato, la no disponibilidad de medios de comunicación que le hicieran el peso a los proclives a la derecha comandados por las cadenas de El Mercurio y La Tercera, la estrategia de campaña, la ausencia de renovación de ideas, liderazgos, etc..

Más allá de todas las piruetas que hagamos, creo que todas las razones se concentran en una, la de habernos quedado sin propuesta, sin nada nuevo que ofrecer, la de habernos agotado, lo que se expresa en que el grueso de nuestra artillería estaba condensada en el slogan “No virar derecha”, esto es, nuestra invitación estaba dirigida a no votar por el candidato de la derecha. Creo, sinceramente, que ahí está la madre del cordero. Cuando terminamos votando por nuestro candidato para que no salga el otro, es signo de que algo anda mal. Y eso se reflejó en el resultado definitivo ya no podíamos seguir girando a cuenta de no volver a tener un gobierno de derechas. La ciudadanía se cansó de esta suerte de chantaje, conciente o inconciente, y la ruta de la muerte que definió este resultado estuvo dada por quienes habitualmente votaban Concertación, en esta oportunidad optaron por Marco en primera vuelta, y para sorpresa de muchos, posteriormente, para la segunda vuelta, no tuvieron empacho en cruzar la calle para votar por la derecha, pateando el tablero convencional.

En concreto, se perdió claramente. La Concertación habituada a ganar, perdió y deberá asumir la derrota, como ya lo está haciendo. La ciudadanía ha querido darnos un respiro de al menos 4 años, alejándonos de las tareas de gobierno, para asumir un rol opositor. Que este rol sea por 4 años o más dependerá tanto de cómo haga su tarea el nuevo gobierno, y cómo desarrollo su rol opositor la Concertación.

Personalmente lo veo como un respiro para volver por nuestros fueros, para sacarnos de tareas ejecutivas y volver a nacer, volver a soñar, a pensar, a reflexionar con miras a la emergencia de un nuevo amanecer, con nuevas propuestas, nuevos sueños a partir de una realidad que es muy distinta a la de 20 años atrás. Realidad que nosotros mismos contribuimos a generar, tanto para bien, como para mal. Con FFAA replegadas, no tanto como quisiéramos, pero replegadas en relación al peso y rol político que jugaban décadas atrás; con mayor conciencia en torno a los DDHH, aunque no tanto ni tan extendido como quisiéramos; con mayor cobertura educacional, sobre todo en los niveles de educación media y superior, aunque con persistentes insuficiencias en términos de calidad y de financiamiento público, al igual que en materias de salud y provisionales; con avances en materia de derechos laborales, pero donde la relación entre el factor capital y el factor trabajo sigue siendo en detrimento del segundo; sin senadores designados ni vitalicios, pero con un sistema binominal que encorseta y distorsiona el comportamiento de los partidos políticos a punto tal de desprestigiarlos ante la ciudadanía; antes las leyes se daban entre 4 paredes, pero aún falta mucho que transparentar. Para unos se ha corrido mucho, para otros, muy poco.

Piñera, en sus primeras declaraciones como condición de presidente electo, no se sabe si como frases de buena crianza, salidas del alma, o con propósitos destinados a facturar a la Concertación, ha propuesto un gobierno de unidad nacional y retomar la política de los acuerdos. Esta invitación constituye un primer desafío, de los muchos que tendrá en los próximos años la Concertación.

A la derecha le encanta hablar de unidad nacional, al igual como lo hiciera Pinochet, aún cuando para ello éste abrazara la causa de la seguridad nacional y bajo su amparo violara los DDHH de miles de ciudadanos. Dejemos de hablar de unidad nacional en abstracto. El concepto de unidad nacional debe estar dotado de contenido: ¿es posible hablar de unidad nacional con los niveles de desigualdad de ingresos existente? El mercado actual, a la libre, es el que nos caracteriza como uno de los países con mayor desigualdad de ingreso (índice de Gini), a pesar que por ley existe un salario mínimo.

La unidad nacional no pasa por omitir las diferencias, sino que por el contrario, ponerlas sobre la mesa, analizar sus causas y proceder en consecuencia para disminuirlas, sino erradicarlas. En democracia, con un país andando, no tiene ningún sentido hablar de un gobierno de unidad nacional. Se habla de una política de acuerdos, pero al mismo tiempo, los adherentes de Piñera, ya se anticipan a enjuiciar a la futura oposición acusándola de antemano de pretender hostigar al gobierno de Piñera. Estas conductas parecieran estar destinadas a “ablandar” a la futura oposición.

Nuestro rol deberá ser de oposición, la que no tiene apellidos, al igual que cuando se habla de democracia. Quienes desde ya pretenden definir la oposición que deberemos ejercer, son los mismos que hablaban de democracia protegida, corporativa, y un largo etcétera. Se es o no se es. Se es demócrata o no se es; se es opositor o no se es. Como opositores nuestra función será fiscalizar la actuación del gobierno, respaldando lo que ella, no el gobierno, estime como bueno, y rechazando, denunciando lo que la oposiciòn califique como malo. No nos negaremos a acuerdos que concuerden con nuestros principios, y rechazaremos aquellos que van contra lo que creemos. Así de simple.

En estos años, el gobierno se verá tentado por dividir a la Concertación, por lo que ésta deberá ser capaz de enfrentar los cantos de sirena si quiere tener alguna posibilidad de éxito en un futuro próximo. La ciudadanía juzgará al gobierno por su actuación, así como a la oposición. Es en función de estas actuaciones y de los proyectos que presenten al país en 4 años más como se decidirá la ciudadanía.

febrero 04, 2010

Vacaciones en Talca

Para el próximo martes 9 está programada la presentación del gabinete por parte del presidente electo. Para darle un toque mágico decidió hacerlo en el museo histórico nacional. Mientras tanto la expectación gira en torno a los nombres, si habrá cuoteo, si predominarán nuevos rostros, etc.

Todo esto en pleno período estival. En la región del Maule, y en Talca en particular, entiendo que la tasa de exportación turística siempre ha superado a la de importación, esto es, que la cantidad de maulinos que salen de la región por estas fechas supera con creces a la de quienes nos visitan. Sin embargo tengo la sensación que estos últimos, esto es, los turistas que vienen a la región cada año está creciendo significativamente.

Como pocas veces estamos viendo delegaciones, grupos de turistas que vienen de países lejanos, para apreciar las bondades de nuestra región. Los he visto en el mercado central, en los restaurantes, en los cafés, en los terminales de buses, en la feria (Crea), en los alrededores. Si bien la región nunca ha tenido una vocación turística, desde hace años se han estado desarrollando iniciativas de parte de distintos actores –agentes turísticos, servicios públicos, universidades- en procura de generar conciencia de nuestras bellezas naturales, de nuestro patrimonio histórico, de la bondad de nuestra gente, lo que en su conjunto habla de una calidad de vida excepcional. No obstante que no tenemos ninguna de las catalogadas maravillas de la humanidad, sí podemos enorgullecernos de la calidad de vida que impera en nuestra región. Calidad dada por la sencillez con que se vive, por la relación calidad/precio de nuestras frutas y verduras.

Si bien aún nos falta infraestructura turística, creo que lentamente vamos por el buen camino. Para un turismo de lujo nuestros viñedos están ofreciendo servicios hoteleros y gastronómicos de primer nivel; para un turismo popular en nuestra costa existe una amplia gama de servicios –Duao, Iloca, Pelluhue, Curanipe, Pellines, entre otros- donde disfrutan familias enteras, al igual que en nuestra cordillera para delicia de los montañistas. Por otra parte tenemos pueblos, poblados que mantienen ricas tradiciones y hospitalidad sin igual en tiempos de humitas, pasteles de choclos y porotos granados. Un imperdible es viajar en tren hacia la costa en el último ramal que va quedando, que bordeando el río Maule llega hasta Constitución, ciudad que tuvo su época de gloria.
Cada vez que me visitan parientes o amigos, si el tiempo me da, tampoco puedo dejar de llevarlos a Yerbas Buenas, a Villa Alegre, y si hay ánimo, para ir a ver las 7 tazas, al interior de Molina.

Mientas nosotros descansamos, y Piñera arma su equipo ministerial, la Concertación se va preparando para asumir el nuevo rol que la ciudadanía la ha asignado: ser oposición. Interesantes los tiempos que vienen. Todo esto con una presidenta que cuenta con un respaldo popular increíble, por sobre el 80%. Quienes nos visitan no pueden dejar de preguntarme: en nuestros países, cuando un presidente tiene una popularidad de esta magnitud, la coalición que lo apoya tiene el triunfo asegurado, sin embargo esto no ocurrió acá: ¿qué pasó? No tengo respuesta, razón por la que solo atino a encogerme de hombros.