septiembre 24, 2020

Cooperativismo: más allá del capitalismo y el comunismo

Hace exactamente un siglo, un joven de 30 años, Ernesto Bader, como cualquiera de nosotros en el presente, quería independizarse, ser dueño de su propio trabajo. No le satisfacía ser empleado, trabajar para otros. Quería revertir aquello de que el capital emplea, contrata personas, por un esquema en el que las personas ocupan capital.

Es así como luego de unos años de trabajar como empleado, decide arriesgarse, junto con su familia, y abandonar su condición de asalariado para independizarse, dando el salto de crear su propia empresa: una fábrica de resinas, polímeros y plastificadores, la que luego de tres décadas alcanza un tamaño mediano con más de 150 empleados. Pero ojo, crees independizarte, pero no haces sino cambiar de dependencia, porque ahora dependerás de tus clientes.

Tal como en su momento Ernesto estuvo en contra de la filosofía capitalista de dividir o separar a los que mandan o dirigen respecto de quienes son mandados o dirigidos, ahora que estaba “al otro lado del mesón”, poniéndose en los zapatos de los dirigidos, decide introducir significativos cambios con miras a incorporar una mirada humanista al interior de la empresa. Cambios que apuntaran a posibilitar un ambiente de libertad, felicidad y dignidad humana al interior de la empresa sin que por ello se perdiera rentabilidad y que no generaran resistencia en el sector privado. Ernesto se percató que para implementar estos cambios no bastaba con compartir los beneficios si no se transformaba la propiedad, y que era necesaria la aceptación voluntaria de un conjunto de restricciones.

Para estos efectos Ernesto resolvió organizar una cooperativa conformada por quienes trabajan en la empresa, junto con  establecer una suerte de “nueva constitución” destinada a distribuir el poder y delimitar los ámbitos de acción de la empresa mediante las seis reglas siguientes: una, la empresa no puede crecer más allá de tener 350 trabajadores, y en caso de ser necesario contar con mayor número de trabajadores, necesariamente deberá darse origen a nuevas empresas o unidades independientes; dos, ningún trabajador podrá exceder 7 veces la remuneración mínima, con independencia de la edad, sexo, función o experiencia; tres, todos los trabajadores son socios y nadie podrá ser expulsado de la cooperativa, excepto en caso de una conducta personal gravemente reprochable; cuatro, se crea un consejo de administración como máxima responsable de la empresa cuyos directores son nombrados por los socios de la cooperativa, quienes acordarán el nivel de remuneración; cinco, las utilidades generadas serán distribuidas como sigue: un 40% serán reinvertidas en la empresa, un 30% serán para los socios de la cooperativa, y un 30% para fines la comunidad en la que se encuentra instalada la empresa; y seis, se prohíbe la venta de sus productos a clientes que tengan propósitos bélicos.

No escapará al lector que se trata de una iniciativa sumamente audaz que no pocos auguraron fracasaría estrepitosamente por imponerse fuertes restricciones y tratarse de cambios que afectarían los derechos de propiedad. Sin embargo, a pesar de los pronósticos, de las dificultades y crisis en su devenir, la realidad demostró que la empresa fue creciendo en ventas, personal y utilidades, además de dar origen a varias empresas nuevas.

Para saber más:

https://www.scottbader.com/

https://en.wikipedia.org/wiki/Ernest_Bader

https://www.tesisenred.net/bitstream/handle/10803/525818/Tesi_Joaqu%C3%ADn%20Mu%C3%B1oz%20Traver.pdf?sequence=1&isAllowed=y

https://puntocritico.com/ausajpuntocritico/2018/09/02/lo-pequeno-es-hermoso-parte-xix-nuevas-formas-de-propiedad-por-e-f-schumacher/

https://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/9843504/04/19/Ni-capitalismo-ni-comunismo-asi-alcanzo-el-exito-el-empresario-Ernest-Bader-con-su-empresa-humanista-y-cuaquera.html

septiembre 21, 2020

Negacionismo a la carta

El negacionismo está campeando como nunca: no hay crisis climática, no hay crisis sanitaria, todo inventado. Y en el medio local chileno, el partido comunista niega que en Venezuela exista una dictadura y que se violan los DDHH, lo que es destacado por quienes hicieron la vista gorda en tiempos del innombrable. Éstos, a su vez niegan que bajo el susodicho se hayan cometido las atrocidades que se conocen. La negación está a la orden del día.

El negacionismo ha existido desde siempre, pero ahora pareciera que está viviendo sus mejores días alentado por las redes sociales capaces de multiplicarlo una y otra vez. El negacionismo consiste en rechazar la realidad, no querer verla, por la vía de ignorar, desechar los datos duros, las evidencias sembrando maliciosamente la duda, la incertidumbre. Sus promotores se amparan en elucubraciones y/o conspiraciones de la más diversa índole.

Su origen se basa en que pone en jaque las bases existenciales de aquello en que se cree y confía total, plena y firmemente. Suele ser patrimonio de posiciones extremas. A modo de ejemplo, por estos días observamos al partido comunista chileno rechazando rabiosamente el informe recientemente emitido por las Naciones Unidas sobre los DDHH en Venezuela. No ven, no quieren ver la realidad de lo que está ocurriendo en dicho país, la tragedia de un país dirigido por miembros de las FFAA venezolanas que se han corrompido a más no poder. Idéntica reacción tuvo el mismo partido en tiempos de Stalin, a quien hasta nuestro laureado poeta, Pablo Neruda, le dedicó un poema. 

La misma actitud tuvo y tiene desde la acera del frente, el soporte civil de la dictadura, los partidos de la derecha, la UDI y RN, quienes negaban hasta el cansancio la existencia de detenidos desaparecidos, torturados y violaciones a los DDHH. Sarcásticamente hacían alusión a los “supuestos” detenidos desaparecidos y hacían circular versiones de que se encontraban en el extranjero disfrutando de la vida. Incluso más, contraatacaban denunciando una campaña, una conspiración del marxismo leninismo internacional. Lo niegan todo por más evidencias que les refrieguen en la cara. Es la imposibilidad de ver la realidad, de no poder creer, de cerrarse a lo que está ocurriendo. 

Con la crisis climática y covid19 el negacionismo está viviendo sus mejores días de la mano de los nacionalistas, populistas y toda clase de movimientos ultras. Su vía de escape para no enfrentar la realidad es resistirse a creer en lo que está ocurriendo, aprovechándose de las circunstancias y dándole la espalda a toda evidencia que se les presente.

El negacionismo implica una renuncia a pensar, a ejercer nuestra capacidad reflexiva, y por lo mismo ha sido origen de las mayores catástrofes sufridas por la humanidad y que pueda experimentar a futuro. Nuestra obligación es rechazar todo negacionismo, y estar siempre abiertos a dudar de aquello en que creemos cuando las evidencias así lo señalan.

septiembre 18, 2020

La empresa cooperativa entra en acción

Photo by Austin Kehmeier on Unsplash
A raíz de mi última columna en que aliento a pensar fuera de la caja en que muchas veces estamos atrapados, el dilema capitalismo o estatismo, planteo la posibilidad de abrirse al concepto de cooperativismo afín con el espíritu de lo que suele llamarse economía colaborativa. Por ello vi con buenos ojos la iniciativa de una empresa pesquera islandesa que opera en el sur de Chile de traspasar el 20% de sus acciones a una cooperativa conformada por sus trabajadores. Creo que es el camino a seguir.

Entre las observaciones recibidas destaco dos que se relacionan fuertemente. Una que afirma que sería una situación ideal, pero que no está en nuestro ADN, ni de empresarios ni de trabajadores, dado que se requiere un nivel educacional apropiado.  La otra observación asimila el cooperativismo al capitalismo popular haciendo un recuerdo de lo que promovieron los ideólogos del capitalismo popular en tiempos del innombrable. Eran tiempos de crisis económica, comienzos de la década de los 80, cuando se privatizaron las empresas públicas más relevantes del país ofreciendo acciones a bajo precio a los trabajadores. Bastó que subiera el valor de las acciones para que los trabajadores las vendieran. El resultado fue la conformación de grupos económicos, muchos de los cuales sobreviven hasta el día de hoy.

Ninguna de las dos observaciones invalida el concepto de empresa cooperativa, sobre todo cuando observo las debilidades que encierran tanto la empresa capitalista como la empresa estatal. No se trata de eliminar estos tipos de empresas, sino que de abrir espacio a una nueva empresa basada en el concepto de la empresa para el que la trabaja, cuyos dueños y accionistas sean los propios trabajadores. Esta apertura será tan gradual como las circunstancias lo aconsejen, las que deben venir dadas por el contexto político, económico, social, educacional-cultural, tecnológico en que nos encontremos. Habrá sectores más proclives que otros, así como trabajadores más capacitados para avanzar en esta línea. En lenguaje actual, a propósito de la pandemia que nos afecta, debería ser un proceso paso a paso en la medida que se vayan cumpliendo  ciertas condiciones, las que pueden verse favorecidas mediante un clima e incentivos apropiados.

El otro alcance, vinculado a lo ocurrido en tiempos del innombrable, poco tiene que ver con el concepto de empresa cooperativa. En ésta, las acciones de la empresa son de los trabajadores, quienes no están facultados para venderlas a terceros mientras mantengan su vinculación laboral con la empresa. Y si dejan de trabajar en ella, solo pueden venderla a quienes trabajan en ella.

La filosofía de la empresa cooperativa busca superar la filosofía capitalista de dividir a las personas en quienes trabajan las empresas y quienes las dirigen. Ya a mediados del siglo pasado hubo una experiencia que subsiste con singular éxito hasta el día de hoy y a la que espero hacer referencia en una próxima columna.   

septiembre 13, 2020

Hacia una nueva empresa

Photo by Campaign Creators on Unsplash

La empresa pesquera islandesa FRIOSUR SpA decidió traspasar el 20% de su propiedad a quienes laboran en ella, sus trabajadores, quienes pasan a ser accionistas de ella a través de la Cooperativa de Trabajadores. Por medio de esta cooperativa pasarán a ser parte del directorio de la empresa.

La razón dada por el presidente de FRIOSUR SpA, José Luis del Río, es retribuir el trabajo, esfuerzo y compromiso que por muchos años han desplegado sus trabajadores, y que en ningún caso se trata de un regalo, sino un reconocimiento de algo justo.

Desconozco los detalles de la operación y las motivaciones de fondo que pudieren existir. Hay un historial de la empresa y su relación con senadores y diputados de la región de Aysén que invita a pensar en oscuros intereses entre distintos actores del mundo empresarial, político y de la pesca artesanal.

Sin entrar en disquisiciones, me quedo con lo que creo relevante: el camino que demanda el Chile de hoy. Es un imperativo dejar atrás la oposición capital-trabajo, propietarios versus trabajadores, para abrir paso a su fusión, donde los propietarios son los trabajadores. Es el camino de la concordia en contraposición al camino del conflicto. El propio ministro de hacienda, Ignacio Briones sostuvo que se trataba de un día especial al afirmar que “es un hecho notable, novedoso e innovador que avanza sobre un tipo de relación distinta, más colaborativa, entre empresarios y trabajadores, que pasan a ser parte de la propiedad del lugar donde trabajan”. Desde la acera política opuesta, el ex ministro de economía, Carlos Ominami, enfatizó que “va en el camino de estos nuevos tiempos, de incorporar a los trabajadores a la empresa y poner con ellos un ambiente de colaboración y no de conflicto”.

El desarrollo y su sustentabilidad están exigiéndonos una nueva empresa que busque la fusión del capital con el trabajo, que haga posible que la empresa sea de quienes la trabajan y que se vincule socialmente con el medio en que se localiza. Si bien no es un concepto nuevo, puesto que sus antecedentes se basan en el cooperativismo, cobra mayor vigencia que nunca dado el incremento de los niveles educacionales de los trabajadores de la mano de una mayor profesionalización en la conformación de las plantillas laborales y por la propensión de las empresas por disponer de estructuras más planas, menos jerarquizadas, más participativas, más flexibles, más humanas. 

En este contexto, el sentido común nos dice que la clásica división entre el capital y trabajo debiera ir perdiendo sentido y peso.

septiembre 07, 2020

La desesperada búsqueda de la vacuna covid19

Photo by L N on Unsplash

Desde la aparición de covid19, entre las batallas que se están dando para contrarrestar sus consecuencias, está la búsqueda de la vacuna que abata el virus. Dentro del intercambio epistolar que he estado sosteniendo con un gran amigo sobre las más diversas materias, una de ellas tiene que ver con la vacuna. Y lo que me ha dado a conocer es que la experiencia en el campo de la viriólogía y epidemiología, obliga a sacarnos de la cabeza la posibilidad de creer que podemos tener la vacuna de la noche a la mañana, de un día para otro. Esto, porque el desarrollo de una vacuna toma su tiempo, es un proceso en el que se pueden reconocer un conjunto de etapas imposibles de soslayar responsablemente.

Una primera etapa es de exploración que involucra trabajo de laboratorio e investigación básica donde se busca comprobar en células el efecto de una posible vacuna candidata. Si los ensayos fallan o arrojan resultados insatisfactorios, se descarta la vacuna y se prueban otras. En este proceso es importante la experiencia que se tenga, y una dosis de suerte. Respecto del tiempo que toma esta etapa es muy variable dado que depende tanto de la cantidad de experimentos de laboratorio que se realicen, como de los investigadores especialistas con que se cuenten y del financiamiento disponible. En el caso particular del virus covid-19, esta fase se está superando en menos de seis meses.

Luego se entra a la etapa preclínica de experimentación con animales, generalmente ratones o monos, nunca con seres humanos. Su propósito es analizar la respuesta inmunológica y su duración, si bien depende de los recursos que se le asignen, puede estimarse ente los 6 meses y uno o dos años.

Si en la etapa anterior se tiene la respuesta inmunológica esperada tiene lugar una tercera etapa que marca el inicio de ensayos clínicos con un reducido número de voluntarios para evaluar la seguridad y alcance de la respuesta inmunológica obtenida. Si los resultados descartan grandes riesgos, se prueba la candidata a vacuna en grupos independientes de personas, idealmente de edad, sexo y razas diferentes, para determinar mediante métodos estadísticos eventuales efectos nocivos. Es importante recurrir a grupos independientes y diversos de personas para los efectos de descartar consecuencias negativas en algún grupo que no se expliquen por la vacuna. Si no otorga las garantías suficientes, se descarta y no se prosigue con la vacuna. Su duración es de difícil estimación.

De tenerse la respuesta esperada se entra a una cuarta etapa, donde se realizan ensayos con grupos más grandes de personas escogidas aleatoriamente con miras a evaluar más a fondo la seguridad y capacidad inmunológica, así como estudiar las dosis a recomendar y el método de aplicación de la vacuna (oral, inyección cutánea, inyección subcutánea, etc.). Su duración también es de difícil estimación. Superado este escollo, se procede a la realización de ensayos con decenas de miles de personas, pruebas aleatorias buscándose evaluar más a fondo la seguridad en las personas y detectar posibles efectos secundarios que no hubieran surgido aun.  Acá también se prueban aspectos asociados a la prevención de la infección y la capacidad de producir anticuerpos relacionados con el patógeno, esto es, se prueba la eficacia de la vacuna.

Las etapas que siguen tienen que ver con la autorización oficial de la vacuna si las etapas anteriores han sido recorridas exitosamente; con la vigilancia de producción, lo que implica la inspección de las instalaciones de producción, la verificación de las pruebas de calidad (seguridad, composición, etc.). Una última  etapa está asociada al desarrollo de estudios posteriores al lanzamiento de la vacuna y que tienden a estar vinculados con un seguimiento de la seguridad y la eficacia que ofrece la vacuna.

Cabe mencionar que desde 1990 existe una etapa adicional asociada a un sistema de información en torno a los efectos secundarios negativos de las vacunas, el VAERS (Vaccine Adverse Event Research information System) destinado a detectar posibles señales de reacciones adversas  relacionadas con las vacunas (y también de otros medicamentos). Es preciso destacar que cada año se reportan 30.000 sucesos VAERS; de los cuales sobre un 10% describen reacciones médicas graves que terminan en hospitalización.

En síntesis, las vacunas se deben desarrollar, probar y reglamentar de manera meticulosa, bajo estrictos protocolos internacionalmente seguidos y reconocidos por la Organización Mundial de la Salud (la vilipendiada OMS).

El tiempo que exige la superación de estas etapas hasta la obtención de la tan esperada vacuna se contraviene con la tremenda presión social, económica y política que observamos en todo el mundo para un pronto retorno a la “vieja normalidad”. No es para menos. Pero fusionar, suprimir o reducir las etapas mencionadas, lo más probable es que tenga consecuencias que nadie desea.

Como puede verse, el camino que se tiene por delante es pedregoso y no parece razonable pensar que se pueda tener una vacuna en lo inmediato. Nada aconseja fusionar, suprimir o reducir ninguna de las etapas mencionadas. De lo contrario, se incurrirá en altos riesgos de consecuencias imprevisibles que nadie desea.

Por tanto, mientras no exista la vacuna, es imperativo perseverar en la prevención, mantener la sangre fría, y tener santa paciencia.

 

Nota al margen

Agradezco a quien me proveyó la información que hizo posible esta columna, escrita con el propósito de aclarar en medio de una niebla que dificulta la visión. Niebla conformada por un exceso de información irrelevante, no confirmada y/o poco representativa. Agradezco también haber aprendido que tras toda vacuna hay mucho trabajo de trastienda.

septiembre 04, 2020

El mundo al revés

 

<span>Photo by <a href="https://unsplash.com/@nxvision?utm_source=unsplash&amp;utm_medium=referral&amp;utm_content=creditCopyText">Nigel Tadyanehondo</a> on <a href="https://unsplash.com/s/photos/trucks?utm_source=unsplash&amp;utm_medium=referral&amp;utm_content=creditCopyText">Unsplash</a></span>
Photo by Nigel Tadyanehondo on Unsplash

En Chile, las últimas semanas han estado marcadas por el paro de los camioneros, la reconversión de Lavín, la reaparición de Longueira y sus consecuencias. Todos estos hechos se expresan en un contexto de crisis sanitaria, económica, política y social a 50 años, medio siglo del triunfo de Salvador Allende y de su coalición, la Unidad Popular. Lo que más ha llamado la atención es la tolerancia del gobierno ante un paro en medio de la pandemia. 

El paro de los camioneros no solo puso de manifiesto el sesgo del gobierno, sino que además mostró su irresolución, y por lo mismo, la debilidad política en que se encuentra. Los camioneros se dieron el lujo de amenazar y bloquear las carreteras sin mayores consecuencias para ellos, pero sí para terceros. Y nos encontramos con el inédito panorama de una oposición exigiendo al gobierno la aplicación de las herramientas legales que la institucionalidad prevé para posibilitar el libre flujo vehicular. El gobierno, por el contrario, se resistió hasta el último minuto, estuvo disponible para el diálogo aún con las carreteras tomadas bajo el eufemismo de que no estaban tomadas, que tan solo estaban enlenteciendo el paso de los vehículos. Finalmente se traspasó la pelota al parlamento bajo control opositor, exigiendo la aprobación de 13 leyes planteadas por los camioneros.

Nada nuevo bajo el sol: zanahorias para los amigos, los camioneros, y palos para los enemigos, en este caso los mapuche a quienes se les acusa de incendiar camiones en su paso por la región de la Araucanía. Así como hace casi 50 años los camioneros, al mando de León Villarín, bloquearon el país, para doblarle la mano al gobierno, hoy lo hicieron bajo la conducción de Sergio Pérez. La diferencia está en que ahora el gobierno está en manos de la derecha, y por tanto, no es para derrocarlo, sino para exigirle orden y seguridad, el imperio del estado de derecho, la del colonizador sobre el colonizado, en la región más conflictiva del país: la Araucanía.

Todo esto en medio de una pandemia que tiene al país sumergido en cuarentenas que se decretan y levantan a nivel de comunas en función del comportamiento de indicadores que el común de los mortales desconoce y de las exigencias provenientes de distintos sectores para reanudar cuanto antes la actividad económica. Presiones que están llegando a su máximo esplendor en vísperas de las fiestas patrias.

¡¡Quién lo creería!! La oposición estudiando una acusación constitucional contra el ministro del interior, claro exponente de la vieja guardia del innombrable, por la no aplicación de la ley frente a los camioneros, y un gobierno que afirma haber buscado resolver el conflicto por la vía del diálogo sin recurrir a medidas extremas que le franquea la ley. En el pasado, todo era al revés. El centro y la izquierda apelando al diálogo para resolver los conflictos en el sur, y una oposición de derecha exigiendo la aplicación de todo el peso de la ley. El mundo al revés. ¿De qué depende? ¿De quiénes son nuestros amigos y adversarios?