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Foto de Marco Oriolesi en Unsplash |
Esta columna está escrita en respuesta a
quienes no ven con buenos ojos la política, a quienes la ven como algo ajeno, que
no les concierne, como un tema que no es de su predilección, lo que no necesariamente
implica que no tengan ideas ni posturas.
No soy político ni mucho menos y siempre vi la
política como algo ajeno a mí. No porque no me interese, sino porque nunca me
he sentido en condiciones de “vivir” de la política. Vivir de ella supone tener
recursos económicos suficientes, espaldas financieras, que nunca he tenido. Por
otra parte, tampoco he querido vivir de la política porque pasaría a ser
dependiente de cargos, posiciones o mecenas. Valoro muy fuertemente mi autonomía.
Sólo me involucré en la arena política
gracias al innombrable, implicándome con tutti en el plebiscito del 88 para
derrotarlo con un lápiz y un papel. Y como respaldo al renacer de la democracia
, me inscribí en un partido político que después de 20 años terminé abandonando
cuando pasé a ser un adulto mayor, pero a cuyas ideas gruesas sigo adhiriendo.
La política es áspera. En ella, los codazos
suelen andar a la orden del día, pero es el espacio público de debate,
discusión, análisis de ideas, pensamientos contrapuestos, muchas veces descarnado,
lleno de zancadillas, traiciones, contradicciones. En la política asoma lo
mejor, y lo peor, del ser humano. La política es lo que somos como personas, no
otra cosa, y tampoco podría no serlo.
Hay algo que siempre debemos tener presente:
la política es la arena de discusión pacífica de enfrentamiento de posiciones
disímiles mediante el intercambio de palabras, no de balas. He ahí la madre del
cordero. La política es el espacio en el que los problemas se abordan y
resuelven civilizadamente, no militarmente. Está la solución política versus la
solución militar. Allí donde no hay política, hay militarismo; allí donde no
gobiernan políticos con mentalidades políticas, terminan gobernando militares
propiamente tales o políticos de cartón con mentalidad militar.
No sacamos nada con afirmar que la política
no nos concierne, o que no somos políticos, porque si somos seres humanos
pensantes, reflexivos, interesados en lo que nos rodea, en el bien común, en lo
que nos afecta, así como a nuestro prójimo, no podemos desentendernos de la
política sin arriesgar a que caiga en manos de “no políticos”, de quienes se
disfrazan como tales, pero que tienen mentalidad militarizada.
La política no ve el mundo en blanco y negro.
Quienes así lo ven, queriendo, o sin querer queriendo, están militarizados. Son
quienes juegan al todo o nada, sin matices, olvidando que el mundo, la
realidad, está llena de claroscuros. La política hay que cuidarla.
Cuando abandonamos la política, o el interés
por lo público, o la tornamos ineficiente le estamos abriendo cancha a su
opuesto. Cuando le estamos dando la espalda a las soluciones políticas, le estamos
dando el pase a las soluciones militares, las del golpe y raja, las del tú o yo,
rechazando la solución del tú y yo. Esta última es la solución política, más
difícil y compleja por cierto, pero a la que nunca, nunca, debemos renunciar.
Dicho esto, invito a quienes me leen a
rescatar lo positivo de la política y no sumarse al coro antipolítico que
termina llevando agua a esquemas militarizados. Desafortunadamente no pocas veces
son los mismos políticos los que no contribuyen a esto, alimentando con sus
comportamientos y decisiones la animadversión hacia ellos. Debiendo ser modelos
de virtud ciudadana, desgraciadamente no suelen serlo.
Pero ojo, los políticos no son
extraterrestres, son personas como cada uno de nosotros, y más encima, en
democracia nosotros los votamos. No solo los votamos, sino que tendemos a
reelegirlos una y otra vez a pesar de que despotricamos anónimamente como si
esto fuese un deporte. Alguna responsabilidad nos cabe por los políticos que elegimos
y tenemos. No podemos hacernos los lesos. En tal sentido, la crítica a la
política que solemos hacer, es una crítica a nosotros mismos, y que por lo
mismo, solo a nosotros nos cabe enmendar, y no andar sacando las castañas con
las manos del gato recurriendo a manu militari.
Hola Rodolfo... estoy de acuerdo con tu argumentación, entiendiendo la política en sentido amplio, como actividad mediante la cual las personas nos ponemos de acuerdo cuando hay fines compartidos que se contraponen a intereses individuales y grupales. Sin embargo, la política también tiene una dimensión más acotada, restrictiva y cómo se da en la práctica: la política "profesional" (sea con políticos de izquierda o de derecha, no hay ninguna diferencia) dentro de un sistema capitalista, o sea, dentro del tipo de sociedades que vivimos en la actualidad. Bueno, esta política y el 99% de los políticos de profesión están capturados por un tipo de actividad maniuladora, deshumanizante, sin principios, basada en el beneficio de quienes la ejercen y en una relación enfermiza con el poder y el conocimiento público. Sacando todo el romanticismo y toda la parafernalia falsa de los relatos que nos tratan de vender, la única pregunta que nos queda con esta política, es: por quien preferimos dejarnos manipular.
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