diciembre 26, 2013

Los jóvenes: la hora de las decisiones


Al momento de egresar de la enseñanza media, los jóvenes inician un proceso de decisiones de consecuencias no menores. La primera se relaciona con el camino seguir de entre las alternativas disponibles: ingresar al mundo laboral, o continuar estudios en la educación superior. Cualquiera de estos caminos plantea exigencias, obstáculos a vencer.

La decisión de ingresar al mundo laboral, tiene sentido si se tiene aversión por el estudio, limitaciones intelectuales, necesidades económicas inmediatas y/o tenerse un especial olfato para los negocios y/o de las oportunidades existentes en el mercado. Cualquiera sea la causa, por lo general este no es un camino corto, sino que por el contrario, es un camino largo, de esfuerzo, para salir adelante.

Cada vez son más quienes optan por continuar estudios superiores, en cuyo caso se hace necesario descifrar las opciones que se tienen por delante. La serie de decisiones a adoptar parte por si estudiar una carrera profesional o técnica. En este último caso, la alternativa son los centros de formación técnica. Se trata de una alternativa atractiva para quienes desean estudiar una carrera de no más de 4 años, eminentemente práctica, y de menor costo que una carrera profesional. Considerando el déficits de técnicos existentes en el país, se asume que la demanda por ellos debiera ir en ascenso, aunque deben vencerse los prejuicios existentes en relación a los universitarios. Lo mismo vale respecto de quienes egresen de institutos profesionales.

Si la opción es estudiar en alguna universidad, primero se debe tener claro qué carrera escoger, y luego en qué institución, no al revés. Para definir la carrera a seguir, lo más importante es escuchar lo que nos dice la vocación que anida en cada uno de nosotros. Los que la tienen clara desde su infancia, no tienen por dónde perderse. Cuando la vocación no está claramente definida, la segunda variable a considerar es la capacidad, las aptitudes que se tienen para uno u otro camino, esto es, si uno tiene dedos para el piano o no. Se aconseja fuertemente estudiar aquello para lo cual se tienen facilidades que permiten aprender más rápidamente, sin tanto esfuerzo. La tercera y última variable a considerar, es el mercado laboral, la que aconsejo solo si tanto la vocación como las aptitudes que se tienen son difusas, no están claramente identificadas.

No hay por donde perderse: primero, la vocación; luego las aptitudes; y solo al final, las posibilidades de encontrar trabajo y las remuneraciones esperadas. Una vez decidida la carrera a estudiar, viene la última definición: ¿en qué universidad? Dilema no menor en una realidad marcada por publicidad engañosa, subliminal, distorsionadora. ¿Cómo distinguir las universidades de verdad de aquellas cuyos fines no confesados no son sino el lucro o la segregación o la infiltración ideológica? Hay evidencias de que las mejores universidades no son las que lucran, ni las que segregan económica o socialmente, ni las que tienen un sesgo ideológico o religioso.

Teniendo identificada la carrera que se quiere estudiar, debe escogerse la universidad donde la carrera esté acreditada por el mayor número de años como una forma de asegurarse que el plantel cuenta con un buen cuerpo docente, estable, comprometido, con una infraestructura física, propia, no arrendada, amplia, acogedora, abierta, como se entiende que debe ser un campus universitario.

Los jóvenes de hoy no la tienen fácil pues deben tomar decisiones trascendentales para su vida que en un pasado no muy remoto eran tomadas por sus viejos, pero que en los nuevos tiempos son impensables, ya sea porque los propios jóvenes han decidido tomar el toro por las astas, como porque los propios viejos han renunciado a ello.

diciembre 18, 2013

Fin de año: muchas felicidades a tod@s @s amig@s visitantes!!!!!

¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO!!!!


El fenómeno de la abstención

Los resultados de la segunda vuelta presidencial fueron lapidarios para una derecha que aún no logra entender qué pasó. Hasta último minuto, no pocos se aferraban a la esperanza de un vuelco, de una sorpresa, incluso a un milagro bíblico, sobre todo por parte de jóvenes que han sido penetrados por una droga inoculada por los medios de comunicación “serios” y “expertos” economistas, la del libre mercado.

No logran entender lo que ha pasado. Se agarran la cabeza pensando en lo estúpidos que deben ser quienes votaron por la otra opción cuando el país navega rumbo al paraíso bajo la conducción de un gobierno serio, el de los mejores, de excelencia, que en aguas turbulentas, ha logrado un crecimiento sostenido, una inflación controlada, y altos niveles de empleo. Convencidos están que el país se ha farreado la oportunidad de darle continuidad a una política y un modelo admirado en el mundo entero, pero rechazado en nuestro querido chilito.

Y como para obviar la envergadura de la derrota, y la contundencia de la victoria de Michelle, inapelable y sin parangón en las últimas décadas, en tres elecciones sucesivas, los perdedores buscan poner el acento en el fenómeno de la abstención. Incluso más, han tenido la osadía de pretender llevar agua a su molina por la vía de puntualizar que ella sería una señal de que la gente está contenta, que no quiere grandes cambios, y que por lo mismo, no le pareció importante ir a votar.

En Chile, siempre ha habido abstención, lo que ocurre es que ella se transparentó, se sinceró, por la vía de la inscripción automática y el voto voluntario. En el pasado, se expresaba en lo fundamental por la vía de la no inscripción, una suerte de abstención perpetua. Ahora en cambio, ella se ha puesto sobre la mesa, descarnadamente, y su magnitud es similar a la de otros países con mayor y similar nivel de desarrollo al nuestro, como es el caso de Suiza y Colombia. No hay nada nuevo bajo el sol como se nos quiere aparecer.

Por otra parte, la abstención no tiene una única cara: puede ser reflejo de una elección con un muy bajo grado de incertidumbre, donde desde la propia derecha se oían voces de que era carrera corrida para la oposición; de quienes consideran que es perder el tiempo ir a votar porque sienten que en lo personal no ganan nada; de quienes rechazan lo que llaman el duopolio; de quienes han dejado de soñar y caído en el cosismo, el individualismo, el descreimiento; del encumbramiento del poder económico-financiero y el relegamiento del poder político a un rol irrelevante.

En todo caso, un elevado nivel de abstención es un problema que debe ser abordado con altura, relevando lo público respecto de lo privado, el bien común, la ética en nuestro comportamiento diario con nuestros semejantes, educando y formando, no para competir desaforadamente, sino para colaborar, compartir, integrar y construir juntos, sin discriminar, sin segregar, sin abusar. Esto es lo que hay que rescatar del holgado triunfo de Michelle.

diciembre 13, 2013

Rankings: lo bueno y lo malo

Los rankings parecen vivir tiempos de gloria en medio de una aparente creciente competitividad. Aparente porque muchas veces la realidad no es lo que parece; creciente, porque se nos hace creer que los mercados son cada vez más competitivos. Sin embargo, no deja de ser una paradoja que los distintos mercados están siendo cubiertos cada vez por menos empresas: cientos de farmacias han ido desapareciendo en beneficio de unas pocas cadenas que se dan el lujo de coludirse; las decenas de bancos existentes en un pasado no remoto, algunos de ellos de carácter regional, entre ellos el de Talca, Osorno y La Unión, han sido absorbidos por grandes bancos que operan ante indefensos consumidores, ya sea por la existencia de letra chica, como por la mala educación de consumidores incapaces de leer, descifrar e interpretar la letra chica que acompaña toda documentación donde uno tiene que poner su firma o su huella.

En este contexto, los rankings hacen su agosto, simulando una competencia que de tal, tiene muy poco. Un ranking no es bueno ni malo per se, pero no es neutro. Depende del ranking. Un ranking no es más que un ordenamiento de un conjunto de elementos –que pueden ser farmacias, alumnos, bancos, universidades, establecimientos comerciales, etc.- en base a los valores que asume algún criterio, variable o atributo, o conjuntos de criterios, variables o atributos específicos. Todo ranking aspira comparar los elementos en cuestión, sean estas universidades, farmacias o bancos. Pero solo tiene sentido comparaciones entre “iguales” o “similares”, sobre todo cuando se trata de comparar resultados. En caso contrario, los rankings lo que hacen es inducir sesgadamente la toma de decisiones.

A modo de ejemplo es un despropósito comparar los resultados SIMCE o PSU de establecimientos cuyos alumnos provienen de establecimientos municipales con aquellos que vienen de colegios particular pagados de La Dehesa o Las Condes. Es como comparar peras con manzanas. Además de que no se le pueden pedir peras al olmo.

Recientemente tuve el privilegio de hacer un ejercicio en un taller con un significativo grupo de profesionales, respecto de lo bueno y lo malo de los rankings. Los resultados fueron sumamente ilustrativos. Entre lo malo, se identificó su tendencia a:
  • La exacerbación de la competencia entre componentes no siempre iguales en entornos donde la cooperación debiese ser un valor, como es el caso de los ambientes educacionales;
  • La segregación, marginando a unos y seleccionando a otros, con miras a “mejorar” una posición;
  • La generación de prejuicios entre quienes se guían por los rankings sin preocupación respecto de la fórmula de cálculo empleada ni de la validez de los datos que los sustentan;
  • Su manipulación por parte de los interesados en mostrar los rankings que los favorecen y ocultar los que no los favorecen; y
  • La potenciación de un modelo de sociedad –político, económico, social y cultural- neoliberal.

Pero junto con lo malo, también se identificó lo bueno de los rankings, destacándose la posibilidad de:
  • Una visualización de una particular realidad en torno a un tema en particular;
  • Una comparación orientada al mejoramiento;
  • La adopción de decisiones orientadas a superar debilidades y la correspondiente focalización de acciones a emprender;
  • La verificación de los progresos o retrocesos en relación a terceros o a si mismo en el tiempo.

Recientemente, el Ministerio de Educación ha propuesto una nueva metodología para la determinación del arancel de referencia, que tiene como característica central tomar en consideración la empleabilidad del profesional que egresa del establecimiento. ¿Qué relación tiene esto con el tema de los rankings?

Nelson Mandela


Mi modesto homenaje a Nelson Mandela: una vida memorable ....

diciembre 12, 2013

Votar o no votar

Este domingo es la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile y las opciones que se tienen por delante abstenerse, votar nulo o en blanco, o por una de las candidatas en carrera. Entre mis amistades tengo de todo, no distribuidos uniformemente, pero tampoco parapetados en una única postura.

Quienes no voten, que muy probablemente sean los más, y de hecho probablemente la señora “abstención” sea la candidata ganadora, lo harán por los más diversos motivos. Están aquellos que no habían estado inscritos, como una manera de hacerle el quite al voto obligatorio, hasta que vino la inscripción automática y voto voluntario, como aquellos que votaban porque en su momento se inscribieron y ahora aprovechan que el voto dejó de ser obligatorio.

Se abstienen quienes a la fecha tienen más motivos para no votar que para lo contrario. Los motivos van desde que “votar no me cambiará la vida” hasta el rechazo a lo que llaman el duopolio que el sistema electoral binominal ha generado o el rechazo a la política en general, tal cual se expresa, o a lo que denominan la clase política.
Efectivamente, un voto no cambiará la vida de nadie, pero muchos votos sí pueden cambiarla. Tal como un grano de arena no da origen a una montaña, muchos granos de arena si la generan. Uno es parte de un todo. Si todos votamos podemos orientar al país hacia los objetivos que se aspiran.

No votar por oposición al duopolio Concertación-Alianza, es quedarse atrapado en un pasado que quedó atrás. Ni la Concertación ni la Alianza existen actualmente, pues han quedado sobrepasados. Una y otra coalición cumplieron un ciclo histórico, uno para derrotar a la dictadura, y el otro para defender su legado. Ambas coaliciones cumplieron exitosamente su misión: la Concertación derrotó, no solo electoralmente a la dictadura, sino que culturalmente. La Concertación es fruto de la rebeldía, del rechazo a los atropellos a los DDHH, de la promoción de las libertades políticas y de la resolución civilizada, no militarizada de los conflictos. Hoy por hoy, estas ideas ya están fuertemente instaladas mayoritariamente en la sociedad. A pesar del desprestigio de la clase política, son pocos los que piensan en volver atrás, en la necesidad de un “nuevo Pinochet”.

Por su parte, la Alianza logró mantener incólume la defensa de su legado, el modelo económico que tenemos, donde la sociedad se confunde con un mercado en todos los ámbitos, incluidos el de la educación, la previsión y la salud, convertidos todos ellos en bienes de consumo.

Las mayorías que ha tenido la Concertación fueron suficientes para reducir la pobreza, pero no para reducir las desigualdades y la precariedad de la vida diaria por parte de quienes han logrado escapar de la pobreza, pero que en cualquier momento pueden volver a caer en ella. El modelo político-económico que tenemos requiere cambios sustantivos, de envergadura, que pongan fin a los abusos, que miren más las externalidades positivas que generan gozar de una buena educación, una buena salud, una buena previsión. Quienes no votan, no contribuyen en nada a tales cambios, que solo son posibles con grandes mayorías.

Esto no significa que votando se aseguren tales cambios, pero sí asegura que sean más probables, y sí asegura que los cambios que muchos desean no se produzcan. Es una suerte de profecía autocumplida. No voto, porque no va a pasar nada, lo que efectivamente ocurrirá al no votar. Si la mitad del país no vota, por más mayoría que tenga quien triunfe en las elecciones, no tendrá las espaldas suficientes para tomar las decisiones que muchos de quienes no votan quisieran. A modo de ejemplo, si la candidata ganadora lo hace con un 60% de los votos, pero solo votó la mitad de quienes están habilitados para votar, significa que del universo electoral, solo un 30% votó por ella. Entonces, ¿con qué respaldo podrá emprender las acciones que muchos de quienes no votan aspiran?

En democracia, el voto es el instrumento clave, no la voz de la calle. La calle sirve para complementar, para expresarse, pero ningún gobernante puede adoptar decisiones en base a lo que diga la calle y a espaldas de quienes fueron elegidos, en tanto estos representan a las mayorías expresadas en las urnas. La voz de “la calle” tiene sentido en la medida que “la calle” vote, en caso contrario se transforma en un poder fáctico, como todos aquellos que repudiamos. Solo que en vez de estar en la sombra, lo hace a cara descubierta o encapuchado. La voz de “la calle” tiene sentido cuando quienes nos representan en las instituciones que se ha dado la democracia, no cumplen lo que prometen, o no estamos debidamente representados, lo que en cierta manera ocurre con el sistemita electoral que tenemos.

Por todo lo expresado, mi decisión es votar e invitar a votar a quienes lean estas líneas. Tengo la convicción de que no votando es más probable que las cosas se den como no quiero que se den.

No votaré por Evelyn ya sea porque no comulga en mi parroquia, como porque no me gusta quienes se visten con ropaje ajeno. Pretender ganar con un eslógan como “por un país más justo” cuando el modelo que preconiza tiende a exacerbar la injusticia, la segregación, y que por lo demás sus ideólogos no visualizan negativamente porque la encuentran consustancial a la naturaleza humana, me parece un despropósito. Y para rematarla, ahora habla de “cambios revolucionarios” en circunstancias que su sector ha sido el muro de contención de tales cambios que denomina como “revolucionarios”. Se equivoca si cree que los abusos se podrán eliminar bajo el modelo económico desregulado que tenemos. No quiero tener una gata a cargo de la carnicería.

Por lo expuesto, mi voto será por Michelle. Respeto a quienes desconfían, no se hacen muchas ilusiones, a quienes no voten por Michelle, quienes lo harán por motivos más que plausibles. Sin embargo, mi opción es Michelle. Lo es por los más diversos motivos, por trayectoria de vida, le creo, le tengo confianza. Me fío más de sus dudas que de las certezas de Evelyn. Michelle es buena onda, tranquila, humana, acogedora, cree en lo que yo creo, sabe que el país necesita otro rumbo, más cooperación, menos competencia desenfrenada, más y mejores trabajos, menos precariedad, un país a escala humana. Sabe que entre todos y todas podemos, sin exclusiones. Guardando las proporciones, siento que Michelle representa lo que Mandela representa a nivel mundial.

Voto por Michelle porque para hacer lo que hay que hacer, necesita una victoria contundente, abrumadora, que la empodere, que le de fuerza. No se trata de dar vuelta el país, se trata de enderezarlo! Una vez más se trata de decidir en torno al país que queremos.

En consecuencia, voto, e invito a votar este domingo por Michelle, con alegría, con esperanza, con fe de que “si, se puede”.

diciembre 05, 2013

LLueve sobre mojado

A la candidatura oficialista de Evelyn parece lloverle sobre mojado todos los días. A lo largo de la campaña no le han faltado las malas noticias. Le sobran por uno u otro motivo, sin parar, como si de una mala racha o de una confabulación se tratara.

No resulta fácil encontrar las razones para explicarse el actual estado de la campaña de Evelyn. No resulta fácil a la luz de las cifras que se manejan desde las esferas de gobierno. Crecimiento sin parangón, inflación bajo control, negocios florecientes, bajas tasas de desempleo rayanas en el pleno empleo. Esta triada no la tiene cualquier gobierno. De allí que se agarren de la cabeza frente a la posibilidad de que se les escape el control del próximo gobierno que emergerá de las urnas en los próximos días.

Desafortunadamente para sus adherentes, la sarta de errores no forzados, junto con algunos forzados ha conducido a la candidatura de Evelyn hacia una suerte de crónica de una derrota anunciada.

Entre los primeros se cuentan las bajadas y subidas de candidatos. Evelyn no es sino la culminación de esta serie que se inicia con la subida de Golborne por parte de la UDI, animada por competir en el plano de la simpatía o la sonrisa, y que a poco andar se desploma ante las denuncias de intereses usureros en la empresa donde oficiaba de gerente, y que se remata con la denuncia de sus depósitos en paraísos fiscales.

Ad portas de las primarias presidenciales cunde el pánico en la UDI, y en un dos por tres, lo bajan, y suben a Longueira, cuya máxima aspiración desde hace años no era otra que ser candidato a la presidencia de la nación.

Logran ganar a Allamand en las primarias, cuando para sorpresa de todos, la candidatura de Longueira se desploma al más puro estilo de la extinta Unión Soviética. La razón oficial, un cuadro depresivo que nadie logra explicarse razonablemente, en una persona que llevaba más de 30 años metido en la cosa política. Con este sustrato, vetado Allamand por parte de la UDI, emerge como candidata de última hora, también en un dos por tres, Evelyn. La nomenclatura de la UDI, los eternos coroneles, la proclamó entre gallos y medianoche.

Los resultados de la primera vuelta no hicieron sino confirmar lo que se temía. El premio de consuelo, lograr entrar a una segunda vuelta, con el paso de los días, y a medida que se aproxima la fecha, amenaza con ser más un castigo que un premio propiamente tal. Desde entonces, todo parecen manotazos de ciego. Desde la creación del observatorio judicial para ocultar las responsabilidades de gobierno en materia de seguridad ciudadana, hasta la invocación de catástrofes bíblicas si los evangélicos osaran votar por su contrincante.

La afonía de la que ha sido afectada, adportas de los debates con los que desde siempre ha soñado, no hace sino poner un broche de oro a lo que ha sido una campaña donde han sobrado las zancadillas desde la propia derecha. Emblemáticos candidatos de su sector que ganaron las elecciones parlamentarias, resuelven irse de vacaciones, dejándola al garete; o una candidatura presidencial más afín a su sector, Parisi, que la trata como una mujer “mala”, en contraposición a Michelle, a quien no duda en visualizar como una “dama”. Y un senador de la coalición que la respalda, que en la primera vuelta le negó su respaldo, ahora afirma que sus ideas de gobierno las ve más cercanas a la candidatura de la Nueva Mayoría. Y ahora, uno de los candidatos alternativos, Sfeir, entusiastamente, resuelve respaldar a Michelle en esta segunda vuelta.

La derecha, como dando por perdida la elección, sin pudor alguno, ya está levantando candidatos para la elección presidencial de cuatro años más. La única incertidumbre que aparece en el horizonte sería el del nivel de abstención. Un alto nivel de abstención si bien no deslegitima al ganador, lo debilita porque lo hace menos representativo de la totalidad de la población. De allí que un gobierno que emerge con una mayoría absoluta con bajo nivel de abstención, lo hace debidamente empoderado para implementar las transformaciones que el país pueda estar demandando.