marzo 26, 2015

Una democracia inmadura

Desde hace meses que nos encontramos impactados por el maridaje entre la política y los negocios. Si bien es cierto no se trata de algo nuevo, puesto que es un tema que viene desde tiempos remotos, lo nuevo es su envergadura, su extensión y el conocimiento disponible.

Tanto en Chile como en otros países, desde que se tiene memoria, han existido vasos comunicantes entre el mundo empresarial y el mundo político. En democracia, las autoridades legislativas aprueban las leyes que las autoridades ejecutivas aplican y que la ciudadanía debe respetar. La gran conquista democrática consistió en lograr que estas autoridades se eligieran a partir del voto universal, y que el voto del pobre pesara lo mismo que el voto de un personaje de la élite. Ese era nuestro orgullo. Pero como el agua que se escurre por intersticio que exista, el dinero se encargó de interferir en las decisiones mediante una publicidad a la vena, atosigadora, persistente, explícita e implícita.

El interés de la élite por influir en el proceso electoral se expresa financiando a los candidatos que no amenacen sus intereses, quienes habitualmente confunden con los de la comunidad, convencidos que lo que es bueno para ellos, es bueno para el país. Célebre es la frase de quien fuera director general de General Motors, Charles Wilson, en 1953, cuando afirmó que “Lo que es bueno para General Motors es bueno para el país (EEUU)”. No digo lo contrario, pero la sola afirmación supone una arrogancia que está muy extendida. A modo de ejemplo reciente, frente a la denuncia de uno de los fiscales, de que PENTA era una máquina para defraudar al fisco, uno de los imputados en el caso, Carlos “Choclo” Délano, muy suelto de cuerpo, afirmó que PENTA era una máquina para generar empleo. En otras palabras, como que tenía licencia para evadir impuestos.

Casualmente, los protagonistas suelen ser personajes –entre los cuales destacan José Yuraszeck y Julio Ponce Lerou-, quienes hicieron sus fortunas al amparo de oscuras privatizaciones efectuadas desde las entrañas de la dictadura. El primero, ligado al sector eléctrico e implicado en los más bullados manejos financieros que se tenga memoria, vinculado a la UDI y uno de sus financistas, en los últimos años, en una suerte de lavado de imagen, se introduce al mundo del deporte asumiendo el control de la propiedad del Club Deportivo de la Universidad de Chile. El segundo, Ponce Lerou, por su condición de yerno del innombrable, de la noche a la mañana, aparece con una fortuna que uno ni en 100 vidas trabajando tendría. Con la llegada de la democracia, Ponce Lerou, muy generosamente contribuye a financiar el quehacer político, ese que tanto denostó su exsuegro al hablar de “los señores políticos”, y muy astutamente, lo hace a todo el espectro político. Es así como actualmente tenemos en el candelero, no solo a conspicuos personajes de la derecha, sino que también a personeros de la exConcentración.

Hoy, parecen seguir haciéndose fortunas al alero de información privilegiada, tráfico de influencias y colusiones, lo que da cuenta de que estamos en presencia de una democracia imperfecta, inmadura. La demora en su reconstrucción, ya llevamos 25 años, nos está costando cara. Acelerar la profundización de la democracia es el desafío actual. En caso contrario seguirán medrando los pillos. Con todo, más vale ganarse la vida trabajando que haciendo fortunas mediante martingalas non sanctas, pero que el endiosamiento del libremercado ha convertido en sanctas hasta al hijo pródigo y la nuerísima.

marzo 18, 2015

La desigualdad delictual

Recientemente, en un programa televisivo se presentó un análisis comparativo de las penas vigentes en Chile para los distintos delitos, que incluyó también una comparación con otros países. En este análisis llamó la atención las diferencias entre los delitos cometidos por delincuentes comunes, y los cometidos por los delincuentes pertenecientes a las élites. Pero lo más llamativo fue la diferencia en las sanciones.

Si bien el fiscal nacional expresó que “queremos que este sistema de justicia sea una red que no solo atrape mariposas dejando pasar los elefantes”, el sistema que tenemos dice otra cosa. Pareciera que su objetivo fuese atrapar mariposas y dejar pasar los elefantes. De otra manera cuesta explicarse porqué las penas por delitos cometidos por las élites tienen penas que avergüenzan. Los delitos de soborno, cohecho, colusión, evasión tributaria y otros que suelen ser cometidos por personajes de cuello y corbata se castigan con penas irrisorias en relación a las vigentes en otros países con los cuales nos gusta tanto cotejarnos, y también son irrisorias respecto de delitos comunes.

Las evidencias señalan con mucha claridad que por más que se endurezcan las penas a quienes cometen delitos para sobrevivir, no tiene mayores efectos disuasivos, a diferencia de lo que ocurre con quienes delinquen para enriquecerse, que por lo general son personajes de altos ingresos, de codicia ilimitada. En estos últimos, las sanciones penales sí tienen efectos altamente disuasivos. Paradojalmente, las penas vigentes siguen el camino inverso, lo que daría cuenta que quienes legislan lo hacen en beneficio de los de arriba y en perjuicio de los de abajo.

Recuerdo que el gobierno anterior tuvo como uno de sus eslóganes favoritos que con su llegada se acabaría la fiesta de los delincuentes, que se terminaría con la puerta giratoria. Todo señala que no solo no se acabó, sino que se reforzó. Pareciera que muy por el contrario, la fiesta alcanzó ribetes extraordinarios, en particular para las élites, una fiesta tipo Farkas, como para tirar millones por la ventana mientras los mismos congresistas se resisten a aumentar el sueldo mínimo más allá de ciertos límites para no desfinanciar el presupuesto público. Esto es lo chocante! La distinta vara que se aplica para unos y para otros; para los de arriba y los de abajo, la que no hace sino multiplicar la desigualdad de origen mientras nos cantan al oído música celestial de la necesidad de emprender, de innovar, de aprovechar las oportunidades, de la meritocracia.

Es hora de poner las cosas en su lugar. Los países ya no aguantan dobles raseros. Lo que está ocurriendo en Brasil y en distintas partes del mundo, es muy sintomático. Da cuenta de un hastío, de un cabreamiento. El espacio natural para abordar, enfrentar y encarar este tema es el político, pero si los actores no están a la altura de sus responsabilidades, y en vez de responder ante quienes les votaron, lo hacen para representar a quienes los financian, la indignación se hará sentir con mucha fuerza.

Está clarito que el camino a seguir es el contrario al que hemos transitado. Menos cárceles y más oportunidades para los de abajo, y más cárceles junto con castigos ejemplificadores para los empingorrotados personajes que incurran en delitos. Hay que terminar con la fiesta de los de arriba.

marzo 12, 2015

Ver para creer

La creación de una Comisión Asesora Presidencial para regular la relación entre la política y el dinero ha despertado suspicacias no menores por razones más que comprensibles. Entre ellos destaca la incredulidad. Se ha perdido credibilidad en tiempos de cólera.

La creación de la comisión surge cuando en la cocina se destapan varias ollas. La de las boletas truchas por trabajos no realizados para financiar campañas electorales; la olla de evasiones tributarias que se desprenden de la olla anterior; la olla de tráfico de influencias ejercida por el hijo pródigo; la olla de conflicto de intereses que afecta a las élites económicas, políticas y tecnocráticas. Son siempre los mismos. De una cocina con estas ollas, uno solo podría esperar que emerjan platos corruptos.

Por tanto, la comisión se crea para que los platos que salgan de esta cocina sean platos decentes, lo que implica que las ollas a las que estamos haciendo referencias, estén vacías de boletas truchas, de evasiones tributarias, de tráficos de influencia y conflictos de intereses. Pero para ello, tendríamos que cambiar los ingredientes que echamos a las ollas, y los ingredientes, para el caso que nos ocupa, no son otros que las conductas, los comportamientos de las élites, de las castas que se repiten el plato una y otra vez. O cambiar las élites, siempre que los sustitutos no tengan los mismos vicios. La propia comisión está conformada por los mismos de siempre, con una que otra excepción.

Uno podría preguntarse: ¿Podría ser de otra manera? Muy probablemente no. ¿Quién está libre de conflicto de intereses? ¿De generar una que otra boleta trucha? La diferencia está en que no estamos hablando de mariposas, sino que de elefantes. Como bien dijera el fiscal nacional, hay gente a la que le encanta cazar mariposas, pero no elefantes, y que son quienes afirmaban que se iba a terminar la fiesta de los delincuentes, haciendo la vista gorda ante los elefantes. El resultado fue que no solo continuó la fiesta de las mariposas, sino que los elefantes –los delincuentes de cuello y corbata- pasaron de carnaval en carnaval.

No obstante las legítimas dudas que tenemos de que realmente la comisión llegue a buen puerto, no debemos dejar que la desconfianza nos corroa, por más poderosas razones que tengamos para desconfiar. Por sanidad mental, no queda más que confiar una vez más en que demos un paso adelante en el combate contra el tráfico de influencias y los conflictos de intereses. Pero no nos hagamos mayores ilusiones en tanto sigamos inmersos en un modelo neoliberal, y un modelo educativo, que no hace sino alentar el tráfico de influencias, los conflictos de intereses y la opacidad. Mientras no abordemos la madre del cordero, no le pidamos peras al olmo.

marzo 05, 2015

Gatos de campo

El período estival, que normalmente es parco en materias políticas y judiciales, este año no lo fue gracias a personajes que difícilmente olvidaremos. Ni siquiera el Festival de Viña logró opacar el protagonismo adquirido por quienes se han comportado como verdaderos gatos de campo, quién sabe desde cuándo!

Los protagonistas, de cuello y corbata, son todos personajes de las élites, malandrines de marca mayor. Se han constituido en verdaderas máquinas para defraudar al fisco a través de un intrincado mecanismo que se destapó a partir de las confesiones de un exgerente general del hoy mundialmente conocido holding PENTA. Saltaron los tapones, y con ellos, ilustres e inmaculados personajes, desde empresarios, ejecutivos de empresas, políticos y exfuncionarios públicos.

La fuerza política más involucrada, es la UDI. Desde el conglomerado empresarial PENTA, sus dos pilares, los dos Carlos, se encargaban de financiar las campañas electorales de sus candidatos más allá de los aportes reservados, que poco tienen de tales. Estos aportes no son gratis, son para asegurarse que en la Cámara de Diputados y en el Senado voten leyes que favorezcan a las empresas de PENTA, o al menos no las perjudiquen.

Es así como nosotros votamos por candidatos para que nos representen, pero que al final del día terminan representando a quienes financiaron sus campañas. El maridaje entre política y negocios no puede ser más nefasto, y la consecuencia es la que estamos viendo. Una democracia cartucha, donde la ciudadanía se siente pasada a llevar en todos los planos.

Uno de los personajes formalizados, Iván, afirmó con total desparpajo que no había hecho nada distinto a lo que hace todo el mundo. Lo mismo pensaría el hijo pródigo y la nuerísima cuando vieron que podían embolsarse de un paraguazo 2,500 millones de pesos. La filosofía de “aprovechar las oportunidades” que brinda la vida, metiéndose la ética al bolsillo o tirándola a la basura. ¿Dónde se formaron estos personajes? ¿Quiénes los formaron?

Pepe Mujica, peculiar personaje uruguayo, quien acaba de terminar su período presidencial en gloria y majestad, tan pobre como cuando entró, sostuvo en su oportunidad que a quienes les gustan los negocios, que no se metan en política. La razón la estamos viendo, porque cuando lo hacen, distorsionan la voluntad popular.

El tema es cómo evitar este maridaje. Soy escéptico respecto de la sola alternativa de legislar porque creo que las élites se encargarán de sortear las vallas que se interpongan para poner a sus peones en las instancias de poder. Si esta alternativa no es complementada con un sistema educacional que nos convierta en protagonistas, que nos agregue valor, que nos provea de capacidad para pensar, reflexionar, discernir, para separar la paja del trigo, la legislación poco servirá.

La clave, a mi juicio, está en tener un sistema educacional que nos eduque para que no nos metan el dedo en la boca una y otra vez. Difícil, muy difícil.