septiembre 29, 2022

Bolsonaro versus Lula

Foto de Tutz Dias en Unsplash

Este domingo tienen lugar las elecciones presidenciales en Brasil cuya disputa está centrada en Lula y Bolsonaro, representando ambos visiones diametralmente opuestas respecto de lo que se entiende por democracia y desarrollo.

La relevancia de estas elecciones se explica por tratarse del país más grande de América Latina y porque ahora se da la confrontación que no pudo tener lugar en las elecciones pasadas. A estas últimas no pudo concurrir Lula por haber sido sacado de la carrera presidencial por iniciativa del propio Bolsonaro vía judicial a través del entonces fiscal Moro.

Posteriormente, Bolsonaro, una vez entronizado en la presidencia, se encargó de premiar a Moro designándolo como ministro de justicia. Cargo al cual tuvo que renunciar poco tiempo después. El proceso judicial siguió su curso, comprobándose que Lula era inocente de todas las acusaciones por las cuales se le mantuvo encarcelado por poco menos de 2 años.

Desde que salió de la cárcel, Lula se ha empeñado en recuperar su imagen pisoteada una y otra vez por Bolsonaro y sus seguidores inmediatos. Desde entonces inicio la travesía para volver a la presidencia, no dejándose amilanar por los ataques de que ha sido objeto. Travesía que lo tiene adportas de alcanzar un triunfo apoyado por los tiempos en los que estuvo en la presidencia, período en el que redujo significativamente la pobreza y posicionó a Brasil dentro del concierto de naciones más poderosas del mundo. La duda está en si logra ganar con mayoría absoluta en primera vuelta.

En términos ideológicos, en los tiempos que corren, claramente Lula representa a la izquierda, en tanto que Bolsonaro a la ultraderecha. En tal sentido, dado un contexto de avances de la derecha extrema, particularmente en Europa, esta elección cobra especial importancia en el concierto latinoamericano.  En efecto, en nuestro continente la ultraderecha está al acecho, particularmente en Chile, cuyo último candidato presidencial, José Antonio Kast, no dudó en visitar Brasil para abrazar la causa bolsonarista y obtener su apoyo.

Un triunfo de Lula en Brasil tendría un efecto tonificador para una izquierda que se encuentra de capa caída a nivel mundial y un reconocimiento para quien emergió décadas atrás como un líder de los desposeídos y que ha sido injustamente perseguido.

Bolsonaro está en las cuerdas y para ello está recurriendo a golpes bajos, que es el terreno en el que mejor se mueve. Pero todo indica que esta vez no saldrá con las suyas como ocurrió hace 5 años. Eso al menos espero!

septiembre 26, 2022

El ascenso de la ultraderecha en Italia

Foto de Damiano Baschiera en Unsplash

Este domingo 25 de septiembre del 2022, tal cual estaba previsto, ganó la ultraderecha italiana. Giorgia Maloni es la gran triunfadora con tan solo 45 años, la edad de mi hijo. Me asombra cómo el postfascismo está retrotrayéndonos a tiempos que creíamos superados. Pero como bien sabemos, el ser humano parece ser un animal capaz de tropezarse más de una vez con la misma piedra.

En términos futbolísticos diríamos que la delantera encabezada por la ultratrechista Meloni y secundada por dos bufones como son Salvini y Berlusconi, ha ganado por goleada. Cuesta entender cómo el discurso ramplón, populista, simplista del fascismo de la 2GM haya encontrado eco en la Italia actual, al igual que en no pocos otros países. La comprensión de este fenómeno es todo un desafío para lo que se supone es el sentido común. Su discurso es el clásico fascista, nacionalista, homofóbico amparado en su condición de mujer, madre, cristiana e italiana.

En un mundo que está siendo preso de una inseguridad desde los más diversos frentes, el mayor atractivo de Meloni parece ser el de no ser de medias tintas; de no admitir grises, es sí o es no, es blanco o negro, estás conmigo o contra mí. Azuzan a las multitudes levantando un enemigo al cual lanzar sus dardos, sea éste el comunismo, el feminismo, la inmigración, el globalismo. Enemigos que identifican como los responsables de todos los males. Un discurso que a la vuelta de la esquina se desploma no sin antes dejar una estela de tragedias.

El triunfo de Meloni no es un caso aislado, es consecuencia de un efecto dominó, de un período signado por el miedo, la incertidumbre. Ha sido precedido por Trump y Bolsonaro y Orban, en EEUU, Brasil y Hungría. En Francia el ascenso de Marine Le Pen alcanzó a ser detenido a duras penas. En Suecia y Polonia los nacionalismos andan a la orden del día, y para qué hablar de Putín, quien se ha nutrido del nacionalismo ruso para invadir Ucrania.

Italia en Europa pareciera ser lo que es Bolivia en nuestro continente, donde sus gobiernos tradicionalmente han sido de corta duración. Podríamos tranquilizarnos con que en italia todo puede ser, con que sus gobiernos son de corta duración, que más temprano que tarde, el gobierno de Meloni caerá y que la vida sigue igual.

¿Cuál es el mar de fondo tras este resultado? Me temo que es el hastío, el cansancio con una casta política que por décadas se ha dado vueltas en sí misma. La corrupción reinante también está haciendo lo suyo, la clásica avivada que termina socavando los cimientos de cualquier sociedad que se precie de tal. Lamentablemente me temo que la ciudadanía termine apelando a los peores. Como quien dice, poniendo a los gatos a cuidar la carnicería. Ojalá me equivoque!

septiembre 25, 2022

Especulando desde Pullay

Fuente: Rodolfo Schmal

Poco antes del último plebiscito de salida, el presidente Boric afirmó que de ganar el rechazo da por sentado que se haría necesaria una nueva convención, lo que en su momento descolocó a medio mundo. Sí, descolocó a moros y cristianos, a adherentes y opositores porque todos se planteaban de otra manera.

Mal que mal, entre los partidarios del rechazo estuvieron quienes no quieren la constitución actual, pero que tampoco les gusta para nada la constitución que se propone y que decidieron rechazar para entrar a reformar la constitución actual.

Entre los del apruebo estuvieron quienes no les gusta la constitución que se propone, pero que la prefieren antes que la actual. Los partidarios acérrimos del apruebo objetaron las expresiones de Boric porque asumía, en forma implícita, que el rechazo podría ganar. Y los extremistas del rechazo, que son quienes quieren seguir con la constitución actual tal como está, las criticaron porque aspiraban que un triunfo del rechazo implicara automáticamente la continuidad de la constitución del 80.

Ahora, con el inobjetable triunfo del rechazo en la mano, está meridianamente claro que el país, si bien no quiere la constitución actual –lo que fue expresado categóricamente en el plebiscito de entrada por casi el 80% de los votantes- tampoco quiere la propuesta constitucional elevada por la convención. La pregunta que habría que hacerse es si habría que elegir una nueva convención para que hagan otra propuesta constitucional que habría que someter a plebiscito, y así sucesivamente hasta que se apruebe una nueva constitución. En matemáticas esto se llamaría el ¨método de las aproximaciones sucesivas” hasta encontrar una constitución aceptable, esto es, aprobada por la mayoría. Teóricamente así sería, pero no creo que lo sea porque el país resistiría vivir varios años en este estado de “aproximaciones sucesivas”. Por lo demás, nada asegura que esto tienda a algo, porque podrían ser también oscilaciones en diversas direcciones y que al final no se aproxime a nada. En política las matemáticas no siempre calzan.

El tema es ciertamente complejo. El país pareciera estar partido en dos con miradas totalmente opuestas. Quizás podríamos hablar de cuatro países: el de la derecha (15%) que estuvo por el rechazo a secas para seguir con la constitución actual sin modificaciones; una centroderecha (35%) que estuvo por el rechazo para reformar, tomando como base la constitución actual para reformarla; una centroizquierda (35%) en la que unos habrían estado por el apruebo para reformar la constitución propuesta y reformar algunas de sus partes, así como otros que habrían estado por el rechazo, pero no para mantener la constitución actual, sino que para modificarla sustancialmente; y una izquierda (15%) que estuvo a ojos cerrados por aprobar la constitución propuesta. Las cifras son al azar y dan cuenta de mi impresión. Lo que quiero decir es que alrededor de un 70% estaría por otra constitución, distinta de la actual y de la propuesta.

Vamos a ver en qué termina esto, pero tengo mis aprensiones porque no obstante algunos gestos de buena voluntad, a la hora de los quiu, no faltan las zancadillas. Los ánimos están demasiado caldeados en un contexto mundial inestable en términos tanto económico-sociales como políticos. Sin embargo, la esperanza es lo último que se pierde. Mal que mal, el horno no está para bollos, ni para unos ni para los otros.  

El gran aliciente que existe para salir airosos del trance en que estamos, es que si no salimos adelante, perdemos todos. Nadie gana, ni siquiera los de arriba. En tal sentido no debemos descartar alguna salida inesperada e insospechada imposible de predecir en un país como Chile.

septiembre 14, 2022

La resurrección del centro político

Foto de Thought Catalog en Unsplash

Soy de los que perdieron en el reciente plebiscito de salida. Voté apruebo porque prefería tener sobre la mesa la constitución propuesta antes que seguir con una basada en la constitución del 80. Voté por dar vuelta la página con una nueva constitución. Una clara mayoría dijo otra cosa.

Los distintos actores políticos están enfrascados en descifrar el resultado final desmenuzando los datos electorales a todo nivel, comunal, socioeconómico, etáreo, de género, etc. Mi análisis será más simple, apoyándome en cuatro grandes corrientes políticas que nos recorren: izquierda, centroizquierda, centro derecha y derecha. Se trata de una simplificación gruesa dado que las fronteras entre ellas son un tanto borrosas. Podríamos agregar dos categorías más en ambas puntas, la ultraizquierda y la ultraderecha, pero que para el presente análisis las he subsumido dentro de la izquierda y la derecha respectivamente.

Mi tesis sostiene que quien atraiga el grueso de las voces de centro, sean estas de centroizquierda como centroderecha, es quien gana. Así ocurrió con el plebiscito de entrada, donde la izquierda logró capturar casi el 80% de la votación dando inicio al proceso constituyente. Así ocurrió también en la elección presidencial con el triunfo de Boric, facilitado por el hecho de que en la segunda vuelta compitiera con Kast, representante de una derecha extrema. Y si nos remontamos más atrás, al plebiscito del 80, la opción del No ganó en gran parte gracias a los desgajamientos producidos desde las entrañas mismas de la dictadura del innombrable. Entre los nombres que se cambiaron de acera destaco los de Mónica Madariaga, Federico Willoughby, Armando Jaramillo, Julio Subercaseaux y Liliana Mahn.

En esta ocasión, en el plebiscito de salida, la opción del rechazo logró atraer a gran parte de la centroizquierda, en tanto que la centroderecha se cuadró íntegramente. Ahí es donde estaría la madre del cordero. Y la pregunta que asoma de Perogrullo es ¿porqué? El centro, tanto de izquierda como de derecha, tiende a representar a quienes no están en el día a día de la política, quienes tienen posturas moderadas, no extremas, graduales, no abruptas, quienes le hacen el quite a tierras movedizas, desconocidas, salvo cuando se viven momentos desquiciados.

Así ganó el NO el 88: mientras la campaña del SI se centraba en el caos que sembraría un eventual triunfo del NO, la campaña por el NO se impuso poner la pelota al piso y colocando al frente a sus voces más moderadas. Así también se ganó el plebiscito de entrada, enfatizando la necesidad de dejar atrás una constitución mal parida que vanagloria el individualismo y desprecia el espíritu comunitario como base del desarrollo al que todos aspiramos. Así también logró acceder Boric a la presidencia cuando al pasar a la segunda vuelta decide limar las aristas más ásperas de su programa para atraer al mundo de centro, esencial para toda victoria en las urnas.   

Así fue como ahora se perdió en el plebiscito de salida. La derecha logró atraer para su opción, la del rechazo, a todo un mundo de centro que evaluó mal la propuesta constitucional la convención. Esta mala evaluación nos dice que la propuesta constitucional no recoge las aspiraciones de una mayoría. Y esta mayoría la conquista quien logra atraer para sí a ese centro que en Chile siempre ha sido crucial, nos guste o no. Bien sabemos que solo mayorías claras y contundentes en las urnas, son las que viabilizarán las transformaciones necesarias para tener un país más equilibrado, en todo el sentido de la palabra. Por tanto, la orden del día para recuperar una mayoría como la alcanzada en el plebiscito de entrada, es reconquistar el centro político del país. No es una misión imposible. Basta simplificar y clarificar la propuesta constitucional, despojándola de sus acápites más conflictivos, reduciéndola a aquellos aspectos básicos donde se puedan encontrar consensos. Hacer aquello que no hizo la convención.

Aparentemente la derecha ganó desde el momento en que el rechazo obtuvo más votos. Pero ojo, para ganar se tuvo que esconder y poner en el escaparate a figuras del centro político, particularmente de la centroizquierda, la niña bonita de esta elección. Acá no ganó la derecha, sino que el centro político, y quien perdió fue la izquierda, que sin querer queriendo, se vio arrastrada por una izquierda radical, extrema. Este centro político tiene ahora la obligación de concretar las reformas que comprometió en campaña y no verse inmovilizada por una derecha que está queriendo sacar las castañas con la mano del gato.

septiembre 07, 2022

Fuimos por lana y salimos trasquilados

Foto de Kayle Kaupanger en Unsplash

Como consecuencia de la contundente derrota de la opción a la que adhería el gobierno en el plebiscito de salida, no obstante que los análisis abundan, no por ello me abstendré del mío. Acá va.

Sin duda que la derrota cuesta asimilarla y comprenderla en toda su magnitud. Lo más fácil es achacarla a factores externos, que si bien existieron, no los considero determinantes para un resultado que no se esperaba, al menos de la magnitud que alcanzó. Nadie, ni siquiera en la oposición se atrevió a vaticinar una diferencia por sobre 20 puntos (68% versus 32%).

La oposición se encargó de distribuir noticias falsas a través de las redes sociales de manera descarada sembrando a diestra y siniestra dudas, inquietudes, temores, miedos. Los medios de comunicación convencionales también contribuyeron, al igual que la difícil situación económica que está viviendo la gran mayoría de los hogares. A ello agréguese la disparidad de recursos financieros disponibles por parte de una y otra opción fue enorme.

Nadie duda de lo señalado, pero no es nada nuevo. Esta realidad también se dio en la campaña para el plebiscito de entrada y para la presidencia, tanto en la primera y segunda vuelta. Y sin embargo, casi el 80% quiso una nueva constitución y Boric logró acceder a la presidencia en forma holgada. Sin embargo ahora no fuimos capaces de repetir los triunfos anteriores, y por el contrario, perdimos por paliza, farreándonos una oportunidad histórica.

¿Qué pasó? Sin perjuicio de factores que incidieron, pero siempre estarán presentes cuando quieres realizar transformaciones profundas, tengo el convencimiento de que acá fueron factores internos, errores nuestros, que están bajo nuestra responsabilidad los que hicieron posible este traspié. Intentaré bosquejarlos someramente.

El proceso constituyente llevado a cabo por los convencionales estuvo plagado de incidentes desafortunados, por decir lo menos. Como era de esperarse, estos incidentes fueron multiplicados adinfinitum por las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales. También hizo lo suyo el predominio de convencionales “independientes” provenientes de movimientos sociales por sobre los convencionales “políticos”, cuya mirada tiende a ser más amplia, larga y dúctil que la de los primeros.  

El resultado de la convención, la “nueva constitución” en vez de entregar estabilidad y certidumbre, en la práctica incorporó inestabilidad e incertidumbre al abrir espacio a las más diversas interpretaciones, dando alas a los más variados temores en sectores moderados que terminaron siendo capturados por los opositores. Todo esto, por cierto, multiplicado al por mayor por todas las vías imaginables.

El concepto de plurinacionalidad y de las autonomías indígenas fue muy mal entendido, y por lo mismo, mal explicado, mal comunicado. No pocos se compraron el cuento de que el país se dividiría en tantas partes como regiones o grupos indígenas existen. Y si fue bien transmitido, significa simplemente que el país no está preparado, no está en condiciones de asumir la plurinacionalidad.

Fuimos por todo, pero el resultado no cuajó. La mayoría encontró en la nueva constitución al menos algo que objetar y que lo motivaba a rechazar. Perdimos a los moderados, olvidándonos que son claves. Olvidamos que en el plebiscito de entrada se ganó por casi el 80% gracias a que hasta sectores de derecha votaron por una nueva constitución porque entendían que la del 80 ya no daba para más. Olvidamos que el triunfo de Boric se produjo gracias a que al frente había un candidato de ultraderecha y que para la segunda vuelta moderó su programa y logró atraer para sí a todo un mundo que tiende a ser presa fácil de la derecha. Nos olvidamos de lo que en su momento sostuvo Boric en su primer discurso presidencial: vamos lento porque vamos lejos.

Hay otros factores internos, pero con éstos bastan. Fuimos por lana y salimos trasquilados. Se jugó al todo o nada, y se perdió. Así de simple. En democracia esto es sin llorar. Solo nos queda lamer nuestras heridas, aprender de los errores, corregirlos y levantar cabeza.

septiembre 04, 2022

Toda una paliza

Inicio la escritura de estas líneas en pleno proceso electoral con gente aun votando y la terminaré una vez que al menos se sepa la tendencia. Lo primero que habría que consignar es que el proceso electoral ha sido ejemplar como históricamente lo ha sido en Chile y que no deja de enorgullecernos. Una jornada democrática con amplia participación, que se ha desarrollado bajo un clima expectante frente a la incertidumbre del resultado final. Todos han arriado sus particulares banderas para quedar bajo una única bandera, la de Chile, la de la estrella solitaria.

Importa consignar que cualquiera sea el resultado final, el proceso constituyente no concluirá, seguirá abierto, iniciándose una nueva etapa cuyo tenor vendrá dado por 3 factores: uno, cuál sea la opción ganadora; dos, por la magnitud de la diferencia entre las opciones en juego; y tres, por el comportamiento de la población y su clase dirigencial de todo orden, particularmente los líderes políticos, sociales y empresariales.

El plebiscito de salida ha tenido lugar luego de una intensa campaña a favor y en contra de la propuesta elevada por una convención constituyente elegida democráticamente. Campaña efectuada en un contexto extremadamente complejo marcado por golpes bajos, noticias falsas, fuerte incidencia de las redes sociales, el desnivel de recursos disponibles por parte de una y otra opción, una economía nacional y mundial en declive. A ello cabe agregar la asunción de un nuevo gobierno hace menos de 6 meses encabezado por el presidente más joven que ha tenido el país en toda su historia, y sin disponer de las mayorías en el parlamento. Mayorías imprescindibles para realizar las profundas transformaciones comprometidas.

Cualquiera sea el resultado final, la pelota será traspasada al parlamento en funciones, ya sea para ver cómo y qué cambiar de la constitución del 80 o de la propuesta constitucional, lo que dependerá de cuál sea la opción triunfante: rechazo o apruebo. Lo que la campaña ha puesto de manifiesto es que las posturas extremas están condenadas al fracaso: tanto por parte de quienes quieran mantener la constitución del 80 tal cual, sin moverse ni un ápice de él, como por parte de quienes se empecinen en implementar la nueva constitución tal cual está.

En consecuencia, se iniciará una fase de negociaciones, y la fuerza con que se acceda a ella por parte de los distintos actores, estará determinada por cuál sea la opción que gane y por la diferencia con que se ganó/perdió. Lo que viene será muy distinto si se trabaja a partir de la constitución actual o a partir de la nueva constitución. Uno pasa a ser el dueño de casa y el otro la visita. Y también será muy distinta la fuerza con que las partes se sientan a conversar si el triunfo ha sido holgado o estrecho. En el cuadro que sigue se ilustran los escenarios que se abren, todos caracterizados por la negociación, la conversación.

Gana/Resultado

Estrecho

(menos de 10 puntos)

Holgado

(más de 10 puntos)

Apruebo

E1: Se negocia mucho con el apruebo en posición dominante

E3: Se negocia poco con el apruebo en posición dominante

Rechazo

E2: Se negocia mucho con el rechazo en posición dominante

E4: Se negocia poco con el rechazo en posición dominante

Continúo estas líneas, conociendo la tendencia de los resultados, los cuales revelan un abrumador triunfo de la opción rechazo, lo que nos ubica en el escenario E4 de la tabla, con la dirigencia del rechazo en posición claramente dominante y con poca capacidad de negociación de quienes respaldaron el apruebo.

Es interesante consignar que para el plebiscito de entrada la opción de una nueva constitución logró casi un 80%, porcentaje que en este plebiscito de salida se redujo estrepitosamente a una cifra, al momento de escribir esta columna, que bordea el 40%. La pregunta que la dirigencia del apruebo debe hacerse es ¿qué se hizo mal para reducir a la mitad el porcentaje alcanzado en el plebiscito de entrada? Hubo un vuelco tal que obliga a una introspección, a asumir con humildad el veredicto popular.

Ahora, la responsabilidad se traslada al interior de los partidarios del rechazo donde conviven quienes quieren mantener la constitución del 80 tal cual está, quienes quieren cambios cosméticos, y quienes reconocen la necesidad de cambios profundos acorde a los tiempos que vivimos.

En este marco, serán claves el comportamiento, la conducta que adopten los distintos actores implicados, tanto a nivel de base poblacional y laboral, como a nivel de la dirigencia política, sindical, social y empresarial. Poner paños fríos a las cabezas calientes deberá ser la orden del día para abrir espacio a la sensatez, al sentido común, a la cordura, mirándonos a los ojos, dejando atrás un clima de odiosidad inconducente. Se deberá pasar a un clima de acuerdos de cara a la gente, sin cartas escondidas abriendo espacio a la confianza para dejar atrás desconfianzas. Este es el gran desafío, la gran responsabilidad que tendrán los políticos y el gobierno encabezado por Gabriel Boric.