agosto 31, 2006

Los sagrados incentivos

Ha saltado a la prensa el tema de eventuales sobornos e irregularidades en el fútbol nacional. Debo confesar que no me extraña, aún más, lo veo inevitable dado el contexto en que nos encontramos. Si bien hoy está centrado en el futbol, es un tema que trasciende al futbol recorre a todo el deporte, y no solo al deporte. Tiene que ver con el tipo de sistema en que estamos inmersos, con la escala de valores dominante. Por tanto, no debiera sorprendernos la corrupción que observamos en este ámbito, así como en muchos otros.

Ahora es el futbol el que está en el candelero por posibles incentivos a jugadores para que perdieran partidos involucrados en apuestas de juegos legales o ilegales ya sea en el país como en terceros países. Mas temprano que tarde el problema saldría a luz. Lo curioso es que quien puso el fosforito fue Miguel Namur, quien fuera alto dirigente de la actividad, se fue al ostracismo, para recientemente volver por sus fueros como dirigente en Santiago Morning. Además, empresario vinculado a casinos y dueño de terrenos dieron origen a la conocida toma de Peñalolén.

Cuando hago mención al contexto se me viene a la mente lo ocurrido en Brasil, donde los árbitros eran comprados. Si algunos creen que la solución es convertir a los equipos futbolísticos en sociedades anónimas que se transan en la bolsa de valores. Sin embargo, ni ellos se han librado.

Vivimos en un mundo que se orienta en base a incentivos, donde la tentación está a la vuelta de la esquina. En todas partes nos explican que las ineficiencias y los fracasos tienen su origen en la falta de incentivos o la no existencia de los incentivos correctos. Aquí está la madre del cordero. Cuando el valor del trabajo que realiza la gran mayoría de las personas vale hongo es fuerte la tentación por ganarse unos pesos adicionales para parar la olla. Ahí está el narcotráfico buscando corromper.

Pero también está el otro extremo, el de quienes no ganan poco, quienes están en la cúspide, en la cresta de la ola, embriagados por la competitividad, donde parece primar el “todo vale” para acceder a posiciones de vanguardia o con tal de mantenerse arriba. En el mundo de hoy, para ser campeón hay quienes creen que no solo se requiere esfuerzo, entrenamiento, persistencia, sino que también se hace necesaria una buena dosis de hormonas provistas por drogas. En el deporte tenemos múltiples ejemplos, pero también los tenemos más allá de ellos, en el mundo político, empresarial y laboral. Muchos máximos ejecutivos de empresas deben drogarse para sostener su tren de vida, al igual que muchos trabajadores con extenuantes jornadas laborales o sometidos a fuertes exigencias de cumplimiento de metas. En el mundo académico no han estado ausentes los casos de investigadores que simulan o manipulan experiencias para llegar a conclusiones que confirmen sus hipótesis.


En fin, para qué seguir. No nos movamos a engaño. En un mundo que se orienta por incentivos materiales, la realidad actual no debe sorprendernos. Algunos creen que el tema pasa por implementar un apropiado sistema de castigos que inhiba conductas reprobables. Desgraciadamente la propia lógica mercantil es la que encontrará los medios para vulnerar cualquier sistema de castigos que se quiera imponer. El problema es más profundo y pasa por modificar la esencia, el corazón del sistema en el que estamos envueltos y la lógica bajo la cual se toman las decisiones.

agosto 21, 2006

Pudor nacional

A los bolivianos no les bastó declarar monumento nacional a la modesta choza donde nació su actual presidente Evo Morales. Ahora estamparon su figura en una reciente producción de sellos bolivianos. Estos hechos me permiten poner sobre la mesa una característica nacional que parece escasear en otros confines, y que no quisiera que perdiésemos.

Un cierto pudor, recato o vergüenza nos impide incurrir en gestos, actos o actuaciones que en otras partes, para otras personas, no producen siquiera una arruga. Recientemente en Colombia, su presidente Uribe acaba de ser reelecto, autoreformándose la Constitución. Lo mismo hizo en su oportunidad Menem en Argentina y Chávez en Venezuela. A ninguno de ellos se les movió una ceja siquiera. Como si fuera de lo más natural del mundo promover medidas en las que ellos mismos están involucrados.

En Chile, ni siquiera a Lagos se le habría ocurrido promover su reelección, no obstante el amplísimo respaldo que gozó en las postrimerías de su gobierno. Ni a sus asesores del segundo piso de entonces se les pasó por la mente manejar esa alternativa. ¿Razones? Esta suerte de pudor nacional de la que en otros lares se carece.

En Chile, a quienes pretenden saltarse este sentido del recato por lo general les sale el tiro por la culata. El caso más reciente, hace ya casi 17 años, es el del innombrable, quien se quiso repetir el plato vía plebiscito para perderlo estrepitosamente corriendo solo.

En el caso boliviano resulta más chocante porque al ser consultados personeros de gobierno sobre el tema respondieron que los pilló de sorpresa, como si la empresa de correos del estado hubiese corrido con colores propios. Como si las guaguas las trajera la cigüeña en vez de ser el resultado del fortuito encuentro entre un espermio y un óvulo. Pretenden adobarlo con la cantinela que es un homenaje al primer presidente indígena. Para ello podrían haber puesto en escena a un indígena cualquiera. Es como si en Chile nos pusiésemos a emitir estampillas con la sonrisa de nuestra presidenta en homenaje a nuestra primera mujer presidenta., emisión que habría brotado del entusiasmo popular.

Por suerte, al menos hasta la fecha, no nos hemos prestado para estas farándulas. Ya llegará el momento para que nuestra Michelle tenga su estampilla como lo han tenido quienes han ocupado la primera magistratura.

Mientras tanto enorgullezcámonos que en medio de la ensalada de características negativas con las que nos azotamos diariamente, tengamos también alguna positiva y que no nos avergüence destacar.