Las recientes elecciones parecieran dar cuenta del ocaso de la política. Quizás lo que estamos observando sería más bien el ocaso de la política partidista, la de los enjuagues políticos, la de los dimes y diretes, la de los acuerdos bajo cuerda, la de los cambulloneos, del clientelismo, de una forma de hacer política. Sin embargo, los resultados parecen decirnos también algo más. Una suerte de hastío, de cansancio, de agotamiento con la política propiamente tal por su incapacidad para resolver los problemas que afectan a la sociedad, a un modelo de sociedad, a un modelo de convivencia.
Reconozcamos que
no se trata de un fenómeno solo local, regional o nacional. La política
partidista está en crisis a nivel mundial, trasciende nuestras fronteras. La lucha
despiadada por el poder, por la conservación del poder mientras los problemas
no se resuelven, se prolongan y agravan, no hacen sino desquiciar, acumular
rabia, desencanto, resquemores que con el tiempo se agravan. Haciendo un símil
con los fenómenos telúricos, hay placas subterráneas que se mueven y chocan,
energía que busca liberarse, que busca su cauce, sin encontrarlo.
Electoralmente esto
se viene expresando desde hace tiempo vía enjambres sísmicos, movimientos de
baja intensidad que por momentos se expresan con mayor intensidad. En Chile esto
lo estamos viendo desde el inicio del presente siglo, expresados en la
revolución pingüina en el 2006, luego en la rebelión del 2011 y que encontró su
broche de oro el 2019 con la explosión social. Esta última solo amainó gracias
al acuerdo político alcanzado para cambiar las reglas de juego bajo las cuales
nos movemos –la constitución política del Estado-, y la pandemia. Sin duda que
la pandemia ha contribuido no poco a bajar los decibeles de la energía
acumulada tras un descontento que nos atraviesa, pero la energía está ahí,
buscando su cauce.
Cabría
preguntarse de qué energía estamos hablando. Mal que mal desde los 90 el país
crece, que si bien ha perdido fuelle, la ha cambiado la cara al país. Debe
reconocerse que este país no es el mismo de 30 años atrás, la pobreza dura ha
disminuido fuertemente. Lamentablemente se ha salido de esta pobreza a punta de
endeudamiento, de empleos precarios y mal pagados. Por lo mismo viven al borde
de la cornisa. Han salido de la pobreza con alto riesgo de que en cualquier minuto,
ante cualquier crisis como aquella en la que nos encontramos –la sanitaria- vuelvan
a la pobreza. Lo estamos viendo en estos días. Este es el gran conflicto que no
se ha abordado de frente y que "los ganadores" han soslayado.