julio 30, 2010

Los datos duros en la educación superior chilena

La educación superior en Chile ha estado sufriendo una profunda mutación a lo largo de las últimas décadas gestada desde los tiempos del innombrable. Con sus rasgos positivos y negativos, esta mutación es la que permite explicar la situación en que se encuentra actualmente. Institucionalmente se trata de un sector caótico porque las reglas y normas no son las mismas para todos sus actores. El enjambre institucional no tiene parangón a nivel internacional y es fruto de una desregulación promovida desde el Estado a comienzos de los años 80 donde con una mano adelante y otra atrás se podía crear una universidad. El gobierno de entonces, mientras tanto, en vez de cautelar, acicateó, estimuló, alentó la creación de universidades y carreras sin mayor respaldo. Total, es el mercado el que manda, dejemos que el mercado diga su palabra, un mercado desinformado en manos de la publicidad con un nivel de inversión y profundidad subliminal sin paralelo. Todo esto en un país en el que por siempre se ha considerado la educación como un bien público, como un mecanismo de promoción, ascenso, movilidad social. La vía lenta, pero segura, para ser y tener más.

Cuando llegaron los gobiernos democráticos se procuró modificar esta situación, pero no se tuvo la fuerza y/o voluntad suficiente para modificar algo que había sido impuesto a sangre y fuego.

Hoy tenemos una educación, no solo la educación superior, sino que toda la educación chilena, con rasgos que en vez de contribuir a atenuar las diferencias, las desigualdades, tiende a agudizarlas, a promoverlas. El resultado que tenemos a la vista es patético: una educación fragmentada, segmentada, desintegrada. No tenemos un sistema educacional, tan solo un conjunto de establecimientos, de universidades, en el que cada uno busca arreglárselas por su cuenta.
Si bien podemos rescatar algunos elementos positivos de lo que tenemos, en todo caso no es como para enorgullecernos demasiado. Se nos dice que en estas décadas la cobertura se ha más que duplicado. Es cierto, de una cobertura por debajo del 20% entre los jóvenes en edad de estudiar en la educación superior hemos pasado a una cifra del orden del 40%. Desgraciadamente este aumento ha sido porque la educación superior se ha abierto a quienes saben y no saben leer y escribir, o a sumar y restar. Ha sido sobre la base de bajar la vara de entrada al mundo de la educación superior, no porque ahora egresan mejores estudiantes de la educación media. Y la vara se ha bajado porque se trata de un buen negocio que ingresen más estudiantes.

Para quienes les gustan los datos duros acá van algunos de ellos. Nuestro país invierte del orden del 2% de su PIB en educación superior, cifra que está dentro del rango de países que más invierten en este sector, pero ojo, porque de ese total, solo el 0,3% es gasto público, ubicando a nuestro país como aquel donde el Estado realiza el menor esfuerzo público en el mundo en educación superior. Sí, en el mundo, aunque cueste creerlo.

Corea, país que tiene un sistema educacional altamente privatizado no llega a los límites chilenos: allá invierten sobre el 2% de su PIB en educación superior siendo un 0,5% gasto público, en tanto que el resto es privado, esto es, por cada peso que pone el Estado, la familia coreana se pone con 4 pesos. En USA el gasto total en educación superior es del 3% de su PIB, los privados se ponen con un 2% y el Estado con un 1%. En Chile, uno de los países más desiguales del mundo, por cada peso que le pedimos que se ponga el Estado, la familia chilena debe ponerse con 6 a 7 pesos, mientras que en USA por cada peso que pone el Estado, la familia estadounidense se pone con 2 pesos.

Mientras esto no se modifique seguiremos de tumbo en tumbo en materia educacional. Acá lo que se requiere es un cambio de política en el que el Estado deje de estar ausente y pase a estar presente; en el que el Estado deje de mirar a la luna y se haga cargo de la responsabilidad que le corresponde. El abandono de la educación por parte del Estado debe terminar de una vez por todas. Acá el problema no es de gestión como nos quieren hacer creer, sino que político: ¿Qué educación queremos? y ¿para qué? Estas son las preguntas claves que debemos respondernos como país. Lo que actualmente estamos haciendo es dejar que “el mercado” responda estas interrogantes, esto es, el bolsillo de cada cual, o mejor dicho, el tamaño del bolsillo de cada uno.

julio 16, 2010

Por amor ... o el embrujo del futbol

La Contraloría General de la República acaba de notificar al actual Subsecretario de Deportes, Gabriel Ruiz-Tagle, ex presidente y actual accionista mayoritario de Colo Colo que debe abstenerse de tomar decisiones vinculadas al fútbol. Dicho sea de paso, Sebastián también conserva acciones de Colo Colo, un modesto paquete accionario del 13% del total. Gabriel ya ha dicho en todos los tonos que mientras la ley no le prohíba vender acciones, no lo hará.

Las razones dadas por ambos empresarios que actualmente cumplen importantes funciones públicas, Sebastián como Presidente de la República, y Gabriel como Subsecretario, para no vender sus acciones, son de alto vuelo: por amor. Tener acciones de Colo Colo no es lo mismo que tener acciones de cualquier otra empresa, porque el fútbol es otra cosa. Algunos afirman que es una pasión. Si de paso es un negocio, enhorabuena, pero que nadie piense que están en eso por plata. Aunque cueste creerlo, es por amor. Gabriel ya le habría dicho a Sebastián cuando lo nominó subsecretario que no tenía problemas en asumir, pero que no le pidiera que vendiera las acciones del Colo Colo, a lo que Sebastián le habría respondido que no se preocupara porque él tampoco iba a vender las suyas.

Paradojalmente ambos eran personajes desconocidos en el mundo del deporte hasta no hace mucho, casualmente hasta que ambos vieron en el fútbol una veta, así como muchos otros, casualmente del mundo de la derecha. Entre los actuales, en la otra vereda, destaca José Yuraszec, en su momento mandamás de la empresa Endesa, y que ahora, entre otras actividades se desempeña como un alto dirigente deportivo de la Universidad de Chile. Por lo demás no es algo enteramente nuevo. Ya en los años 80 este mismo club tenía entre sus más conspicuos directivos a uno de los guardias pretorianos de la dictadura, Ambrosio Rodríguez, quien desde el Ministerio del Interior era el encargado de tapar, desmentir los horrores de esos tiempos, legalizando las arbitrariedades de entonces.

Los conflictos de interés han saltado a la palestra, pero acá como si nada. Incluso en su momento alguien sostuvo que los únicos que no tienen conflictos de interés serían los muertos y los santos. Así que ya sabemos a qué atenernos.

Es el embrujo del fútbol, capaz de cautivar a moros y cristianos, urbi et orbi, como pudimos constatarlo recientemente a propósito del mundial en Sudáfrica cuya final dejó un nuevo campeón: España, título que obtiene por primera vez en su historia.

julio 07, 2010

Una final inédita

De los cuatro semifinalistas, dos de ellos eran previsibles: Alemania y España, el primero por sus pergaminos, y el segundo porque se decía que tenía un equipo de excepción. Uruguay era el convidado de piedra, sacando su pasaje a semifinales en un partido electrizante que terminó por inclinar a su favor con un penal de antología del pie de un loco. Holanda, calladamente, partido tras partido, de atrasito, terminó entrando. Hasta el partido de hoy España no se había visto en toda su expresión, incluso más, partió con el pie izquierdo perdiendo ante Suiza, comprometiendo su clasificación. Alemania, por el contrario, ya había mostrado su poderío, dando la sensación de ser un equipo imbatible, afiatado, casi perfecto, listo para ser campeón mundial.

Holanda le gana a Uruguay siguiendo la lógica, aunque la lógica en futbol no siempre se da, y menos cuando de Uruguay se trata. Sobre los hombros de todo uruguayo está presente la gesta del maracanazo en el 50, en las narices de todos los brasileros. Para los uruguayos nada es imposible, aunque se trate de una epopeya de hace ya 60 años atrás. La derrota de Uruguay duele, pero duele menos cuando se cae como se cayó: luchando, dejándolo todo, no renunciando nunca al triunfo, por más poderoso que fuera el adversario. Todo esto en un partido de meta y ponga, con golazos de lado y lado, y un testazo holandés de antología, clavando la pelota en la esquina interior derecha del arco que dejó parado a un arquero que solo atinó a mirar cómo se introducía la bola. Holanda en la final.

Y en otro partido jugado a todo dar, a todo ritmo, tan vertiginoso que por momentos los propios jugadores tenían que hacer un alto, parando la pelota, retrocediéndola, buscando el espacio, intentando crear espacios. Todo perfecto. Costaba entrar, verdaderas murallas defensivas dificultaban tanto el ingreso al área chica como el disparo de media distancia. No había por donde entrar. El manejo del offside de parte de ambas escuadras lindaba en lo perfecto. No se veía por dónde podía venir el gol, salvo un error, algún entrevero en el área con algún tiro a la olla. Y así fue, un cabezazo de Puyol, defensa del Barca, de baja estatura en relación a otros jugadores, se alza por sobre los demás y con la cabeza le da perfecto al centro del arco, desatando la euforia hispana. Un cabezazo similar en el primer tiempo, del mismo Puyol, se había elevado por encima del travesaño.

España fue más durante todo el partido, incluso pudo y debió haber ganado por más, fue quien hizo el gasto, en tanto que Alemania defraudó en relación a partidos anteriores, lo que es señal que su capacidad fue neutralizada exitosamente por los españoles. En definitiva, España fue un claro, inobjetable y merecidísimo triunfador en la primera contienda del Mundial en que mostró todos sus pergaminos, justificando con creces su presencia en la final. El testazo de un catalán catapultó a España a la final. Quién lo hubiese soñado!!!!

Será la primera final de donde emerja un campeón mundial que nunca lo ha sido. Uruguay y Alemania, que ya lo han sido disputarán el tercer y cuarto lugar. Aleluya, aleluya, el circo estará por terminar para volver a la vida real, al pan nuestro de cada día.

julio 02, 2010

La destrucción de las universidades estatales

El nuevo Jefe de la División de Educación Superior del Ministerio de Educación (MINEDUC) nos ha anticipado el tenor de las reformas que vienen, las que se centran en la necesidad de que los escasos recursos públicos que hoy son asignados a las universidades estatales se redistribuyan entre todas las instituciones de educación superior sobre bases competitivas.

Estas reformas se veían venir desde hace tiempo, desde que se viene recorriendo un sendero trazado a inicios de los años 80 cuando se redujo el financiamiento público y se abrió espacio en la educación superior para su privatización y mercantilización. De un financiamiento público del 100% de las actividades de las universidades estatales, hoy se cuenta con un financiamiento público muy por debajo del 50%. Todo ello, bajo el argumento de la necesidad de introducir dosis de competitividad en el mercado de la educación superior.

La consecuencia de esta política que ya lleva casi 30 años de implementación, es la educación superior que hoy tenemos y que no tiene parangón a nivel mundial. En ningún país del mundo existe una educación superior estatal tan jibarizada como la nuestra, donde crecientemente la lógica del negocio está atravesando las decisiones que se adoptan desnaturalizando su razón de ser. También es difícil encontrar una educación superior tan cara como la nuestra (en relación a nuestro desigual ingreso per cápita).

Pocos pueden negar el alto nivel de competitividad existente en nuestro país en nuestra educación superior y que se grafica con la desenfrenada publicidad, sin el más mínimo recato, con que las universidades dan a conocer su oferta. He recorrido muchos países en el mundo y en ninguno de ellos he encontrado una publicidad como la que tenemos en Chile. Los alumnos son vistos como clientes, como presas a cautivar.

Lo positivo de lo descrito es el aumento de la cobertura, que se ha más que duplicado en estas décadas, pero a costa de un nivel de endeudamiento de los estudiantes y sus familias sin parangón alguno, particularmente de entre los más pobres.

La presencia de consorcios internacionales en el mercado nacional de la educación superior da cuenta de que estamos ante un apetitoso mercado, de alta rentabilidad, y que por tanto es visualizado como un negocio.

Tras esto está la lógica de estamos en un sector donde la competencia es sana y conduce a servicios de calidad. Esta lógica que se da por sentada, por obvia, no está respaldada por evidencia alguna. No existe país alguno, que disponga de una educación superior de calidad, en el que esto opere y funcione en la dirección que sus defensores pregonan. Desafortunadamente estamos en un ámbito en el que la competencia no conduce a una educación superior de calidad: no solo en la educación superior, sino que en la educación en general. Por el contrario, estamos ante un sector en el que la evidencia señala que debe primar la cooperación, la sincronización antes que la competencia.

Pero nosotros vamos a contrapelo y las consecuencias ya las estamos experimentando. Los efectos perversos del esquema en el que está operando la educación superior chilena son notorios, tanto en la educación superior privada como estatal.

Siendo Chile un país desigual, el más poderoso instrumento para perforar la reproducción de familias privilegiadas y el progreso social sea posible, es mediante una educación pública de calidad. Para ello es un imperativo dotar a las instituciones educacionales públicas de los recursos, las atribuciones, las estructuras y las normas que le permitan cumplir su función. Las universidades privadas en lo suyo pueden prestar toda la educación superior que quieran, de la calidad que quieran o que las regulaciones existentes determinen, con platas privadas. Las universidades públicas, las realmente públicas, las que operan con recursos públicos también en lo suyo, que no es otra cosa que desarrollar sus actividades de creación, transmisión y difusión de conocimientos bajo estándares de alta calidad. En caso contrario, no tienen razón de ser.

Tal como a la ciudadanía no se le ocurriría destinar recursos públicos para financiar a FFAA privadas, tampoco se le deben destinar recursos públicos a universidades privadas. Podemos tener guardias privados, empresas de seguridad privadas, destinadas a proveer servicios de seguridad muy valiosos, pero ello de manera alguna justifica que se le asignen recursos públicos. A cambio de ese monopolio de recursos públicos de que disponen nuestras FFAA, se les exige que tengan la capacidad para defender el territorio nacional frente a cualquier ataque externo. Para esto se le asigna un presupuesto público. Las distintas ramas de las FFAA no compiten entre sí, sino que cooperan entre sí concientes que son parte de un sistema de seguridad nacional.

Lo mismo vale en materia educacional. Un país con una buena educación pública es un país más seguro y un país mejor. Todo sistema educacional está conformado por componentes, dentro de los cuales la educación superior es uno de ellos. Dentro de este sistema, la experiencia internacional privilegia la cooperación antes que la competencia y la asignación de recursos públicos estables en el tiempo a las instituciones estatales. En caso contrario se las condena a morir.

Lamentablemente, lo que hoy tenemos es cualquier cosa, menos un sistema educacional propiamente tal. Por ello es un imperativo construir un sistema educacional con un norte nítido y reglas de juego claras para todos sus componentes.

Como esto no se tiene, se hace imprescindible abrir una discusión a nivel de sociedad respecto del norte que queremos y las reglas bajo las cuales vamos a jugar.

Mientras esta discusión no tenga lugar, el financiamiento de las universidades estatales deben ser en un 100% de carácter público y el de las universidades privadas, en un 100% de carácter privado. Los fundamentos de mi postura son:

1. para no caer en una lógica competitiva de mercado educacional que no existe en ninguna parte del mundo: tal como la seguridad de la nación no está en manos del mercado, sino que de las FFAA, la educación tampoco debe estarlo. En estos años hemos visto a varias universidades estatales que se han pervertido por razones de mercado: ejemplos tenemos de sobra y a la vista;
2. porque su dueño es el Estado, y no consorcios privados nacionales o internacionales cuyos propósitos son distintos a los de las universidades públicas, donde debe primar la tolerancia, la diversidad, la integración, la equidad, atributos que una universidad es incapaz de garantizar. Sus dueños contratan, despiden a los rectores, académicos y porteros que sean funcionales a sus intereses, que no necesariamente son los del país.

Como contrapartida, por este monopolio de los recursos públicos que las universidades estatales reclaman para sí, éstas tienen la obligación de:

          • desarrollar docencia, investigación de calidad;
          • rendir cuentas de sus gastos, de sus actuaciones y de sus resultados; y
          • practicar la transparencia y la participación real, no aquella meramente formal.

En síntesis, las platas privadas para las universidades privadas, las públicas para las públicas. Cualquier otra cosa, la experiencia de estos años en nuestro país demuestra que conduce al abismo, a una educación universitaria que en vez de integrarnos, nos desintegrará cada vez más.