mayo 26, 2011

¿Es posible otro mundo?

A raíz del proyecto de Hidroaysen se ha vuelto a poner sobre la mesa el tema del desarrollo. Incluso el presidente, Sebastián, se refirió en duros términos a quienes se oponen al proyecto señalando que no es posible salir del subdesarrollo y consumir más energía eléctrica, mientras al mismo tiempo nos oponemos a proyectos que nos permiten generar más energía para alcanzar el desarrollo.

Acá hay una trampa porque asume que el desarrollo es más consumo, más televisores, más automóviles, más energía, más PIB, llenarnos de objetos. Esta asociación es inapropiada y perversa. El desarrollo es otra cosa, está ligada no solo a la satisfacción de necesidades materiales. El progreso no es más consumo de lo que no necesitamos, pero tal como parece entenderse hoy, mientras más consumimos, no importando la basura que consumamos, seríamos más desarrollados. El desarrollo tiene que ver con la capacidad para ser más, reflexionar, tomar decisiones, actuar con autonomía, creer en lo que hacemos, confiar en nosotros.

Qué progreso o desarrollo es este que día a día nos empuja a trabajar más y más para tener más, para estar en onda, para estar con lo último, en medio de una persistente publicidad que nos atosiga creando necesidades.

Qué clase de desarrollo es este donde el grueso de las familias vive con un alto endeudamiento, que sustenta el nivel de actividad y la consiguiente tasa de empleo. Qué sociedad es esta cuyo “desarrollo” se sustenta en elevados endeudamientos con cada vez menos tiempo libre. Un desarrollo que nos convierte en máquinas, donde valemos por lo que producimos y su cantidad, antes que por lo que somos, por nuestra capacidad para discernir.

Me resulta paradojal que la magnitud del trabajo en nuestras sociedades dependa del mantenimiento de un ritmo frenético de actividad basado en el uso indiscriminado y masivo de tarjetas de crédito, gracias a las cuales estamos comprando hoy con recursos provenientes, no de trabajos ya realizados, sino que de trabajos futuros. Para remate, con estas tarjetitas terminamos pagando dos, tres y más veces el precio de los bienes/servicios implicados.

Al final de este camino no encontraremos el desarrollo, a lo más un espejismo de desarrollo. Nos hace falta un nuevo modelo de desarrollo. Tengo la certeza de que es posible otro mundo, o como dice un slogan, otro mundo es posible. Y eso depende de nosotros, de nuestra voluntad.

mayo 20, 2011

Soterrado malestar

El país ha sido testigo de protestas motivadas por la aprobación de la instalación de una central hidroeléctrica en la Patagonia chilena, en paralelo con las de estudiantes universitarios, quienes entre otros factores, reclaman por el alto costo de sus estudios.

Al mismo tiempo estamos siendo testigos de protestas en distintas partes del mundo, que si bien no parecieran no tener nada en común, sí lo tendrían. Es el caso de España donde las proclamas van desde un grito de “democracia real ya”, hasta un “que se vayan todos”. En el norte de África, desde comienzos de este año, como un reguero de pólvora, las revueltas, como verdaderas ventoleras, claman por poner término a satrapías.

¿Qué es lo que está pasando? No es fácil discernir respecto de lo que está ocurriendo, particularmente cuando estamos en medio de la vorágine, pero podemos al menos vislumbrar una suerte de malestar que no es solo de ahora, pero que estaría saliendo de las catacumbas, por su profundidad, y por obra y gracia de las redes sociales. El efecto de internet es devastador, puesto que gracias a esta red de redes la difusión de lo que ocurre, de lo que se desea que ocurra, se esparce como reguero de pólvora, especialmente entre los más jóvenes.

Quienes temían que internet tendría efectos negativos al segregar a la sociedad en quienes tienen acceso a él y quienes no, parecen haberse equivocado medio a medio. La popularización de internet está teniendo un fortísimo impacto a todo nivel: está contribuyendo a la democratización de la sociedad, a punto tal que las dictaduras le temen e intentan limitarla. Contribuye a la transparencia de los mercados, de las decisiones, del comportamiento de las instituciones del Estado y de sus burócratas; es un poderosísimo medio de conformación de redes sociales. Su poder de convocatoria y de difusión es impresionante.

La primera prueba la dio el año 2004 en Madrid, España, con ocasión del atentado a la estación de Atocha, a días de las elecciones, cuando Aznar postulaba con ventaja a la reelección y quiso imputar el atentado a la ETA, organización terrorista que proclama la independencia del País Vasco, sin tener las más mínimas pruebas de ello. La consecuencia fue la derrota de Aznar y el ascenso de Zapatero, en gran parte gracias a los millones de correos electrónicos que circularon por internet transmitiendo el mensaje “pásalo”, en referencia a las mentiras que se propalaban desde las alturas del poder.

Por estos días, ya no son los correos electrónicos, sino que las redes sociales, entre las que destaca facebook, y los mensajes cortos vía twitter, entre otros, los que están canalizando las convocatorias, las protestas y el malestar que se está instalando en la sociedad y que las clases políticas y económicas no están escuchando.

Todos estos serían indicios de la existencia de una suerte de cabreamiento, de cansancio con los discursos oficiales, con la hipocresía, con la vista gorda que se hace desde las altas esferas. Tanto tiempo de ocultismo, o de postergaciones, termina por reventarlo todo y ponen en la mira de la ciudadanía a quienes considera como responsables de ello: las clases políticas y empresariales, particularmente quienes se coluden para mantener vergonzosos e impresentables privilegios.

mayo 13, 2011

Lo que hay tras Hidroaysen

El tema de Hidroaysen ha traído cola, dando la impresión de que todo estaba cocinado. Algunos dicen que la institucionalidad funciona, otro que no funciona, o que es de cartón.

Se trata de un megaproyecto destinado a cubrir el déficit de suministro de energía eléctrica que se proyecta para las próximas décadas. Como dijera Sebastián, el proyecto nos permitiría vivir sin apagones.

Sin embargo este megaproyecto tiene detractores tanto por la contaminación ambiental que genera en un entorno paradisíaco, como porque aducen la existencia de energías alternativas no convencionales cuyo desarrollo aconsejan promover.

Quienes respaldan el proyecto se amparan en que se trata de algo inevitable si es que queremos llegar a ser un país desarrollado, como un mal menor, mientras que sus opositores aducen que se trata de una falacia sostener su inevitabilidad, que el desarrollo no pasa por destruir el medio ambiente, sino que por el contrario.

Esto es lo que está a la vista, en la superficie de una suerte de iceberg, porque tras el proyecto hay intereses y un modelo de desarrollo altamente demandante de energía. También hay interrogantes no resueltas. Uno de ellos es el de la transparencia de los mercados. No sabemos todo lo que debemos saber, y un desarrollo sin transparencia no es desarrollo. Otra duda existencial tiene que ver con el nivel de competencia en el mercado de la generación eléctrica.

Sus principales actores son 2 empresas, las que cubren el 74% de la producción de energía eléctrica. Estamos ante un duopolio que explica los altos precios de energía de los que “gozamos”. Estas dos empresas son las que “mandan”. Por una casualidad no tan casual, estas dos empresas son las dueñas del proyecto Hidroaysen. Para que no hagan lo que quieran se requiere de regulaciones, de un Estado regulador fuerte, capaz de pararse de igual a igual frente a ellas.

Y este Estado no existe, por el contrario, está lo suficientemente debilitado después de años de prédica anti Estado, que abre cancha a especulaciones, colusiones y corruptelas. A ello se agrega que este Estado está siendo gobernado por los campeones de la privatización, por quienes ven al Estado como un mal necesario que debe abstenerse de involucrarse en la producción de bienes y servicios, cuya responsabilidad debe estar en manos de privados.

Prueba lo expuesto que la energía en nuestro país es 40% más cara que en Estados Unidos, mucho mayor que en los países de mayor desarrollo y de menor desarrollo. ¿Cómo se explica esto si no es por la ausencia de competencia?

Por ello la población está rabiosa. No le gusta que le presenten alternativas cocinadas, donde una de ellas es la que nos salvará y las restantes nos condenarán. Y que quienes resuelvan no sean sino peones de una historia cuyo final ya se conocía.

Todo ya estaba oleado y sacramentado. Son muchos los intereses en juego.

mayo 05, 2011

Asesinato de un asesino

Photo by Felix Koutchinski on Unsplash

Casi 10 años después del atentado a las torres gemelas en el corazón financiero del imperio, que ocasionó la muerte de miles de inocentes, es asesinado su mentor, Osama Bin Laden. No tengo dudas de su calidad de asesino y de estar al mando de una organización terrorista como es Al-Qaeda. Pero de allí a validar su ejecución y alegrarme por lo que no es sino un asesinato de Estado, hay mucho trecho.

Ello porque el asesinato de Osama implica validar la ley del talión, del ojo por ojo, diente por diente. La civilización, el desarrollo de la humanidad, asumo que ha procurado dejar atrás esos tiempos, para ser sustituido por el del imperio del derecho, del debido proceso, de la presunción de inocencia, y un largo etcétera.

Pero acá tenemos el resultado de una operación militar encabezada por un imperio que se ha erigido en el abanderado de la democracia, de la libertad, y de la justicia, pero que a la hora de la verdad no escatima en recurrir a procedimientos y acciones al margen de la legalidad, que lo hacen incurrir en crímenes de Estado.

Todo parece haber sido a contrapelo de cómo nos han enseñado a lo largo de la vida de cómo deben abordarse las cosas. Todo amparado en que la lucha contra el terrorismo es una guerra irregular que no puede darse en el marco de la ley. Así se explica la existencia de Guantánamo, un espacio donde el Estado se da el lujo de extraer confesiones bajo tortura. De ahí habría emanado la información que condujo a la localización del escondite de Osama.

Como dijera Aylwin, Osama murió en su propia salsa. Podían haberlo apresado y llevado a juicio, pero se prefirió ejecutarlo aún cuando estuviera desarmado, y delante de una de sus hijas de 12 años, porque más valía tenerlo muerto que vivo. Y no bastó con tenerlo muerto, además, se tiró su cuerpo al mar para evitar procesiones a su tumba. Me hizo recordar a Pinochet cuando, entre risas socarronas, ofreció a Allende subirlo a un avión hacia el exilio, pero asegurándose de hacerlo estallar en el aire para evitar su resurrección y/o peregrinaciones hacia el lugar donde sus restos descansaran.

No creo que matando la perra se haya acabado la leva. Con lo realizado, USA se ha rebajado al nivel de los terroristas, con el agravante de hacerlo con el soporte del Estado. Siento que se ha perdido la brújula.