octubre 29, 2015

La colusión de la Papelera

Para quienes nos opusimos a la dictadura y para quienes creemos en una sociedad verdaderamente libre, resulta decepcionante observa la realidad que estamos viviendo, atravesada por una corrupción desvergonzada. Desvergonzada y generalizada en sectores privilegiados, en las élites que nos han estado dictando cátedra a través de los más diversos medios de comunicación, en las élites que nos han estado gobernando, en las élites dueñas de establecimientos educacionales donde estamos siendo formados, en las élites dueñas de las más importantes empresas nacionales.

A la colusión de los pollos y las farmacias, ahora debemos agregar al inventario, como broche de oro, la colusión de los papeles, con la famosa CMPC a la cabeza. La misma empresa que en aras de la libertad inició la cruzada contra Allende y la Unidad Popular a fines de los 60 e inicios de los 70, con su slogan “la papelera NO”. Ilustres apellidos que han jalonado la historia patria, saltan por los aires.
Estupefacto, el país observa la hipocresía elevada a su máxima expresión. Personajes que con voz engolada pregonan la libre competencia, el libre mercado, en la práctica terminan siendo sus principales enemigos cuando se coluden para percibir utilidades monopólicas en desmedro de modestos consumidores.

En paralelo, para cubrir el frente político, en los entresijos del poder, descaradamente se encargan de capturar a quienes deben regularlos, y parecen no faltar quienes sucumben a la tentación. Ya son muchos los senadores, diputados, alcaldes y concejales implicados, tanto a nivel nacional, regional, provincial, como comunal. Ya son muchas las grandes empresas involucradas. Si bien se trata de un problema global, que nos trasciende, no por ello podemos “sacarnos el pillo”.

Estas prácticas duelen más fuertemente cuando se llevan a cabo en un sistema que tendemos en denominar democrático, pero que está trizado, por no decir fracturado. No puede ser democrático un sistema donde votamos por quienes deben representarnos, pero que a la hora de la verdad, terminan representando a quienes están financiándolos bajo cuerda. El caso de Jaime Orpis, el senador de la UDI, es particularmente emblemático, tanto por su relación con las empresas pesqueras, como por representar a una región donde la incidencia de estas empresas es fuerte, como la aureola que le rodeaba por la creación de una fundación destinada a rehabilitar a drogadictos.

Desafortunadamente no se trata de un caso puntual, sino que de una extensión tal que está remeciendo la razón de ser de la democracia y de una sociedad verdaderamente libre. Todo esto da cuenta de una ética y una moral erosionadas, de un relajamiento de las exigencias ético-morales, tanto a nivel individual como colectivas.

Para salir airosos del trance en que nos encontramos, no hay más remedio que recuperar la decencia, ser más exigentes, no claudicar, respaldar con todas nuestras fuerzas a quienes están a la vanguardia en la lucha contra la delincuencia de cuello y corbata. En particular, respaldar a la Fiscalía Nacional, la que a la luz de las acciones emprendidas, pareciera estar constituyéndose en la reserva moral del país.

octubre 23, 2015

El proceso constituyente

Con ocasión de la cena anual que celebra la SOFOFA, organización gremial empresarial, uno de sus miembros, Gonzalo Bofill, presidente de Carozzi, señaló que estaba desilusionado porque ve que el gobierno está empecinado en un proceso que culmine en una nueva Constitución. Proceso que le interesaría a tan solo un 3% de los chilenos ideologizados que quieren imponer sus posturas, en circunstancias que habría cosas más relevantes de las que preocuparse. Sus palabras parecen expresar muy bien el pensamiento de una oposición que se parapeta tras una Constitución, que estima ha sido fundamental para el desarrollo de este país en estos últimos 30 años. Agrega, sin arrugarse siquiera, que el 76% de los chilenos se siente feliz. Entonces ¿para qué cambiarla?

En estas líneas me centraré en las razones que a mi juicio ameritan un proceso constituyente, un proceso deliberativo, participativo que puede culminar, o no, en una nueva Constitución.

No me pronunciaré sobre las bondades ni maldades de la Constitución del 80, sobre la cual podemos tener concordancias y discrepancias, sino sobre su génesis. La Constitución del 80 surgió entre cuatro paredes, por orden de una Junta Militar, como resultado de una comisión presidida por Enrique Ortúzar, con la actuación estelar, en las sombras, de Jaime Guzmán. El resultado es la Constitución que tenemos, una Constitución que nos fue impuesta a punta de bayonetas, en un contexto de guerra fría. Buena o mala, fue impuesta, aprovechando la ausencia absoluta de deliberación y participación, salvo la que pudiere haber existido entre quienes respaldaron la dictadura, algunos con los ojos bien abiertos, en tanto que otros, los cómplices pasivos, cerrando los ojos.

A lo largo de estas décadas esta Constitución, la que tenemos, ha experimentado cambios, algunos de ellos sustantivos, sin embargo conserva su esencia, su impronta original. Los cambios que la han afectado son los que la derecha ha admitido, aceptado, por lo general, cuando ya no le eran propicias, como es el caso de los senadores vitalicios. Bien sabemos que la derecha, no obstante ser minoría, ha conservado, contra viento y marea, su capacidad de veto dada por la Constitución del 80 a través de los quórums calificados.

La derecha sabe que la actual Constitución ha sido impuesta mediante un plebiscito sin registros electorales, en tiempos oscuros. A más de 25 años de la derrota de la dictadura es hora de tener derecho a elaborar una nueva Constitución. ¿O solo la derecha puede hacerlo?

Lo que aspiramos es tener la posibilidad de tener otra Constitución. Lo que necesitamos con urgencia es dirimir de una vez por todas lo que queremos, y por lo mismo creo que tenemos derecho a poner sobre la mesa la Constitución que queremos. Si a unos les gusta esta, y a otros les gusta otra, lo que corresponde es que decidamos en un proceso electoral, cuál Constitución queremos. ¿Es mucho pedir?

No queremos imponer Constitución alguna, como sí lo hicieron ellos. Solo queremos tener la opción de tener una Constitución que sea fruto de un proceso constituyente deliberativo, participativo, donde los desacuerdos se diriman electoralmente, como corresponde a una verdadera democracia.

octubre 15, 2015

Desde Casapueblo

Encontrándome en Uruguay no resistí la tentación de ir, una vez más, a Casapueblo, concebida como una escultura habitable. Casapueblo, localizada a unos 15 km antes de llegar a Punta del Este, es la obra maestra de Carlos Paez Vilaró, consumado artista uruguayo fallecido el año pasado a los 90 años.
Se trata de una obra monumental, cuya construcción se inició a fines de la década de los 50 sobre unos acantilados rocosos de una pequeña península. Al poniente se observa la magnífica playa de Punta Ballena, en tanto que al oriente, elevando la mirada se divisan los rascacielos de Punta del Este.

Carlos Paez Vilaró fue un autodidacta, que se formó a sí mismo sin conocer la universidad. Construyó Casapueblo, con sus propias manos y el apoyo de pescadores, para que fuera su casa, taller y museo. Al hacerlo, afirmó:“pido perdón a la arquitectura por mi libertad de hornero”.

Hace unos años, tuve el privilegio de verlo y compartir con él. Cuando supo que venía de Chile su mirada se encendió y sus brazos se extendieron para acogerme. En 1972, Carlos Miguel, uno de sus hijos, viajaba en el avión siniestrado en la cordillera de los Andes. Luego de más de 2 meses de infructuosa búsqueda, y cuando las esperanzas se desvanecían, en víspera de navidad, un arriero chileno se encuentra con algunos sobrevivientes. Entre ellos venia su hijo, Carlos Miguel. Desde entonces, en señal de gratitud, su vinculación con Chile y los chilenos se fortaleció.

En Casapueblo se puede observar la extensa y portentosa obra de Carlos Paez Vilaró, que se extiende al ámbito de los murales, pinturas, cerámicas, esculturas, collages, letras. Su creatividad no tenía límites, y su temática favorita era el candombé, expresión musical-cultural de origen africano muy arraigada en Uruguay, yque Carlos Paez Vilaró hizo suya.

La construcción de Casapueblo demoró más de 40 años, y allá llegan quienes quieren ver magníficos atardeceres en un ambiente de paz, con espacios y rincones para la reflexión sobre el sentido de la vida y disfrutar del arte.

Su admiración por la mujer lo llevó a expresar:

Si Casapueblo es mi homenaje al sol, también mi ofrenda a la mujer.
A todo el universo de la mujer.
Me refiero a la mujer obrera, a la mujer maestra. A la que encorvada bajo el sol lava la ropa en el arroyo o la que lleva su hijo de mochila mientras transporta el cesto de frutas en la cabeza. La que enfrenta el desnudo la cresta de la ola o la que sofisticada decora el salón con belleza de pavo real.
Ella ha significado el mayor estimulo en todas las batallas que eh debido librar o las empresas que eh acometido.
Siempre pienso que sin mujer no hay creación.
Es la base de todos nuestros proyectos y de todo lo que hacemos. Por ella somos capaces de levantar una casa, emprender una aventura, pintar, componer, escribir o hacer una revolución.
Es la raíz de nuestras motivaciones, la salsa que condimenta con su belleza nuestra vida.

octubre 06, 2015

Revolución Democrática en la mira

Recientemente se tuvo conocimiento del rechazo a la inscripción de Revolución Democrática (RD) por parte de SERVEL. La razón invocada se centra en que la palabra revolución evoca, incita o invita a actuaciones que pudiesen dar origen a convulsiones, caos, alteración del orden público. Lo anterior, a fin de resguardar la institucionalidad vigente.

Esto ocurre en momentos en que la imagen de los partidos está por los suelos, y con ello, la democracia. Al fin y al cabo, con partidos débiles, capturados por las empresas, la democracia se convierte en letra muerta. Incluso más, cuando las encuestas más recientes visualizan a RD como un movimiento político serio, que valora positivamente su incursión en el terreno de la política. Lo prueba la evaluación positiva que la ciudadanía le asigna, por encima del resto de los partidos.

En este contexto, el rechazo a RD representa todo un símbolo de la postura de los poderes establecidos dominantes, más preocupados de las formas que del fondo de la cuestión. Si hay algún movimiento que ha practicado como pocos la democracia interna, ese es RD. A ello se agrega su rechazo a la violencia, en la teoría y en la práctica, y su opción decidida y real por la democracia.

Su nombre obedece a su intención de dar vuelta por completo la democracia que tenemos, una democracia cartucha, más formal que real. RD nace para reivindicar la esencia de la democracia, invitando a hacer carne la participación. Como pocos, RD sabe que una democracia se construye con partidos sólidos, que practiquen la democracia. Su líder y único representante en el Congreso, ha dado muestras consistentes de su convicción democrática e interés en el fortalecimiento de los partidos políticos y de las buenas prácticas en la arena política.

El rechazo al nombre de RD no hace sino reforzar el eufemismo al que estamos habituados, la dificultad que tenemos para llamar a las cosas por su nombre. En vez de dictadura el etablishment prefería hablar de régimen autoritario; en vez de golpe, pronunciamiento. ¿Hasta cuando?

Solo cabe esperar que se reconsidere un rechazo que no tiene pies ni cabeza. RD valora la democracia como el que más, así como en su tiempo la Democracia Cristiana acuñó la expresión Revolución en Libertad, y no por ello se le imputara alguna intención de atentar contra la institucionalidad vigente en esos años, la década de los 60. Claro que entonces no estábamos regidos por la Constitución del 80, invocada para rechazar la inscripción de RD.

octubre 01, 2015

La lección de la nana

Gracias a un video se tuvo conocimiento de la agresión de un médico oftalmólogo a una asesora del hogar, también llamada empleada doméstica o nana en un edificio localizado en el balneario de Reñaca, Viña del Mar. En el video se observa claramente la prepotencia y discriminación con que actuó el médico, quien iba acompañado de sus dos pequeñas hijas. La nana, quien iba con una perra lazarillo de su empleador fue conminada a salir del ascensor, a lo que se negó, no hallando el médico nada mejor que agarrar a la perra y expulsarla con inusitada violencia.

Lamentablemente el hecho retrata una sociedad que abusa a vista y paciencia de todos. A modo de ejemplo, en la semana también tuvo lugar la comparecencia del cardenal Errázuriz ante algunas de las víctimas de los abusos de Karadima.

Para remate, el médico involucrado no halló nada mejor que irse a Miami no sin antes excusarse por su conducta. Sin embargo, no se trata de la primera vez que el profesional incurre en esta clase de conductas. En el año 2010 había discriminado a una secretaria del municipio de Viña del Mar que padecía artritis reumatoide.

No cabe duda que algo anda mal. Los abusos andan a la orden del día de la mano de la segregación socio-económica o de cualquier otro orden. Se maltrata al distinto sin expresión de causa, y cuando existe alguna causa, es inverosímil. A unos sí, a otros no. Discriminación dura y pura basada en una idea de superioridad por cualquier factor. Quienes la practican parecen sentir placer por abusar una y otra vez imponiendo sus condiciones.

No pocos ejercen su autoridad por esta vía, olvidando que en, al menos en el discurso, la sociedad se ha vuelto más transversal, más plana, más democrática, más transparente. Desafortunadamente estos hechos parecieran indicar lo contrario, aunque preciso es reconocer que muy probablemente en el pasado se dieran incluso con más frecuencia, pero que no se daban a conocer porque estábamos en una sociedad más cerrada, menos transparente, más hipócrita.

Con todo, no puedo dejar de admirar la entereza de la nana de Reñaca, que supo reaccionar con gallardía, salvaguardando su honor y no dejándose atropellar por quien se asume que tiene más estudios, pero no más educación. La nana nos dio una verdadera lección de educación y de autoestima, la que no deberíamos perder nunca.