El
delito al que estamos haciendo referencia es uno de los clásicos de cuello y
corbata, el de ocupar cargos directivos y ejecutivos en instituciones que se
asumen deben competir. En este caso: Banco de Chile, Consorcio Financiero y
Falabella. A este delito se le denomina Interlocking, definido como la
participación simultánea de una persona en calidad de director o ejecutivo
principal de empresas competidoras. Como si CocaCola y PepsiCola compartieran
ejecutivos. O Paris y Ripley. Simulan competencia allí donde no la hay. Para
que nuestro personaje no fuera a parar a la cárcel se llegó a un acuerdo con la
FNE: Falabella pagará el millón doscientes mil dólares, el personaje renuncia y
todos quedan libres de polvo y paja, como si acá no hubiese pasado nada. Tal
como en su momento “los hermanos Carlos” de una importante financiera de la plaza
(PENTA) fueron castigados con clases de ética y un trato de guante blanco.
¿A
quién estamos refiriéndonos? ¿Quién es el involucrado? Hernán Büchi, quien
fuera subsecretario de Salud, ministro de la Oficina de Planificación Nacional
(ODEPLAN) y ministro de Hacienda en tiempos del innombrable. Luego del triunfo
del NO en el plebiscito del 88, fue nominado como candidato presidencial en representación
de la UDI y RN. Su lema de campaña fue “Büchi es el hombre”. Fue derrotado
inapelablemente por Patricio Aylwin, quien logró liderar exitosamente a la
coalición opositora de entonces. Büchi solo alcanzó a obtener el 30% de los
votos.
Posteriormente,
en 1990 funda Libertad y Desarrollo, institución que presta apoyo y asesoría a la
derecha en materias de orden público y de defensa del neoliberalismo imperante
en Chile. Entre 1992 y 1994 pasa a integrar la comisión política de la UDI. De
allí para adelante pasa a desempeñarse como ejecutivo y/o director de diversas
empresas de los más diversos grupos empresariales (Luchetti, Madeco, SOQUIMICH,
Falabella, COPESA, Parque Arauco, etc.). En el año 2014 Büchi lanza, junto a
Gabriel Ruiz-Tagle y otros, el medio digital El Líbero para la difusión de las
bondades de la doctrina que abrazó, el neoliberalismo. Recordemos que en el
2015 Gabriel Ruiz-Tagle estuvo implicado en la colusión del papel higiénico y
que en el año 2019 fue sancionado por usar información privilegiada en su condición
de director de Blanco y Negro en una transacción de acciones del club deportivo
Colo Colo.
Desde
hace años que Büchi ya no vive en Chile. En el 2016 decidió irse a Suiza, donde
reside en la actualidad. La razón principal que adujo en su momento fue el de
la “incerteza jurídica” que se habría estado viviendo en el país en los años del
segundo gobierno de Bachelet por querer modificar la constitución del 80 vía
asamblea constituyente, el parlamento o por cualquier otra vía. Esto era visto
como una herejía por parte de quienes se parapetaban tras la constitución del
innombrable. Büchi no quería que se le moviera el piso al país.
Importa
constatar que Büchi solo ve certeza jurídica allí donde las leyes promueven y
sostienen un modelo político, económico y social que a él y a quienes
representa, las grandes empresas en sus directorios, les gusta. De lo contrario
hay incerteza jurídica. Está igual que quienes denuncian fraude cuando pierden
una elección, como Trump y Bolsonaro. O como los niños cuando se llevan la
pelota para la casa si ven que están perdiendo el partido. O como quienes
cuando pierden una elección afirman que es porque los votantes son tontos. Es lo
que se llama no saber perder.
Resulta
curioso constatar que no se fue del país en tiempos del innombrable, cuando existía
incerteza total, no solo jurídica. Cuando no sabíamos si conservaríamos
nuestros trabajos, nuestras familias, nuestras vidas. Cuando organismos
clandestinos (DINA, CNI y otros) hacían de las suyas. Todo lo contrario, sirvió
al dictador de turno sin pedirle cuentas.
A
Büchi lo recuerdo como compañero en la universidad. Es de mi generación,
compartimos más de un curso. No parecía estudiar para rendir las pruebas, y no
obstante ello su rendimiento era excepcional. Parecía tener una inteligencia
superdotada.
Lo
relatado en esta columna refleja a un Büchi que al menos yo no conocí, y al
mismo tiempo retrata lo que un sistema, un modelo de país es capaz de incidir
en nuestros comportamientos. No recuerdo cuál era su concepto de la ética, pero
todo indica que al término de la dictadura terminó con ella en los suelos. Un
tipo como Büchi, quien tenía bastante más de dos dedos de frente bien sabe que
el riesgo de coordinarse y coludirse incide en la intensidad de la competencia,
la que se asume debe beneficiarnos ya sea con menores precios, mayor variedad
de productos/servicios y/o mayor innovación.
Alguna vez admiré al brillante Büchi compañero de carrera y universidad y luego me tocó verlo codeándose con torturadores y asesinos volviéndose feroz, inescrupuloso y oportunista (sin principios morales), capaz de usar sus dotes para ganar dinero para él y sus empleadores en desmedro de todo un país y su gente... una pena por él... y una buena reflexión sobre la ilusión que nos hacemos sobre ciertos personajes brillantes que resultan a la postre, siniestros...
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