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Aprovechando que por estos días se ha celebrado el día de la filosofía –el 17 de noviembre-, plenamente consciente de mi condición de neófito en la materia, en estas líneas intentaré especular en torno a ella.
La
primera pregunta que se me ocurre y cuya respuesta debiera indagar sería ¿Qué
es la filosofía? A esta altura del
partido, esto es, de mi existencia, no tengo mayor interés en buscar una
definición en diccionario alguno o en google, la que prefiero buscar en mí
mismo. Diría que filosofía es la búsqueda de la razón de ser en nuestra vida,
de dotarla de un sentido. En consecuencia, la filosofía es una invitación a
pensar, especular, reflexionar, analizar, escudriñar respecto del origen y
destino del ser humano.
Vista
así, solo parece tener sentido filosofar una vez que hayamos satisfecho nuestras necesidades físicas
básicas. Resueltas estas podemos darnos el lujo de filosofar para saber quiénes
somos y para dónde vamos. En mis tiempos laborales en el campo del modelamiento
de datos afirmaba que tenemos dos mundos: el real y el de las ideas. Para
resolver los problemas del mundo real, solemos incurrir en un proceso de
abstracción por el cual llevamos los problemas al mundo de las ideas para allí,
en base a los conocimientos disponibles –teorías, ecuaciones, leyes, etc.-
buscar y encontrar soluciones a los problemas del mundo real. Encontradas las
soluciones iniciábamos un proceso de concreción destinado a implementarlas en
el mundo real.
El
pensar tiene lugar en el mundo de las ideas, invitándonos a abstraernos. Y
claro, el resultado de pensar difícilmente nos conduzca a una única solución, a
una única respuesta, y si ella existiera, habría que dudar de ella, habría que
pensar que acá hay gato encerrado. En el mundo que estamos viviendo pareciera
que no se nos invita a pensar, sino que a repetir como loros y a memorizar, lo
que otros nos dicen, lo que no necesariamente excluye que pensemos por nuestra
cuenta.
Debemos
tener la capacidad de preguntarnos por qué las cosas son como son y no de otra
forma. Creo que todo esto podemos hacerlo amenamente, sin ponernos graves, donde
nos preguntemos qué queremos saber, qué nos inquieta, cuáles son los misterios
de la vida que nos abruman o no nos dejan dormir. E invitarnos a investigar sugiriéndonos
lecturas específicas.
De
todos los filósofos que estudié en mis tiempos mozos, el que más recuerdo, es a
Heráclito, el del perpetuo movimiento, cambio, que todo es como el agua que se
escurre y que nada vuelve a ser igual, que todo evoluciona por más que lo
veamos igual, que creamos que lo que ocurre hoy es lo mismo que mañana. Hasta
la rutina tiene su cambio, su gracia. Ningún día es igual al otro.
Otro
día continuaré. Muchas cosas se me quedan en el tintero, particularmente el de
la relación entre la filosofía y las matemáticas. Como para no creerlo, pero
entre los filósofos podemos encontrar no pocos insignes matemáticos. Filósofos matemáticos
o matemáticos filósofos.
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