A poco andar lo echaron. Eran tiempos de caza de brujas. Jaime era rebelde, hippie para esos tiempos, no se andaba con chicas, le decían el punta. Su expresión era un tanto adormilada, somnolienta. Su vida fue un deambular. Arica fue su tierra de la que se fue contra su voluntad, porque no tenía trabajo, pero volvía una y otra vez, cada vez que podía.
Trabajó con nosotros en Prodat, la empresa informática que tuvimos entre los años 78 y 82 con Yanko, Mauricio, Juan Carlos, Gonzalo. Tenía una sonrisa mefistofélica, como si estuviera escudriñándote. Lo recuerdo ordenado, meticuloso para trabajar.
Luego fundamos Aleph, una suerte de heredero de Prodat, cuyos inicios fueron en la casa que tenía su madre, creo que en calle General Lagos, entre 18 de septiembre y Maipú. No alcanzaba para parar la olla.
Jaime formó parte de La Aventura del Pensamiento, grupo integrado por quienes queríamos respirar aires de libertad en nuestra querida Arica, Siempre Arica hasta morir. Para el plebiscito del 88 fue el primero en apuntarse para el escrutinio clandestino paralelo que el Comando por el NO nos encomendó. Estuvo al pie del cañón, encargado del proceso computacional en la casa secreta en que nos instalamos, en 18 de septiembre con Caupolicán. A él le llevábamos las actas con las votaciones de las mesas y fuimos los primeros en todo el país en entregar los resultados de todas las mesas de la ciudad de Arica. Jaime fue el encargado de remitir estos resultados vía fax al comando central de Santiago.
Nos alegraba reencontrarnos cada vez que podíamos. Después me lo encontré por casualidad una vez en Santiago. Se había separado y andaba con nueva pareja. Seguímos en contacto. Se hizo cargo de la carrera de ingeniería en informática en la Universidad de Las Américas. No le gustaban las universidades privadas, pero la necesidad tiene cara de hereje. Allí fue la última vez que lo vi, junto con Augusto Aninat, quien en ese tiempo era decano de la Facultad de Ingeniería de la U. de Las Américas. A Augusto lo conocía de mis tiempos como director de la ZOFRI.
Se me fue un amigo, un hombre bueno, al que la vida le hizo muchas zancadillas. La vida continúa mientras nos vamos yendo.
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