Foto de Fauzan Saari en Unsplash |
En un rato más juega Uruguay con Corea. En el papel
Uruguay debe ganar, pero como están las cosas no se puede cantar victoria. Ya ha
habido dos batacazos imprevistos, las derrotas de Alemania y Argentina que
nadie, ni en sus peores sueños alcanzó a vislumbrar. España ha sorprendido
gratamente con una apuesta arriegada del entrenador al dar espacio a un plantel
renovado. Bélgica, no obstante su buen plantel y buen juego se ha visto amagado
por un país como Canadá sin mayior tradición futbolística. Las sorpresas están
a la orden del día. Espero que Uruguay sea capaz de sortearlas.
Las caídas de Argentina y Alemania no las veo como el fin
del mundo. Son varios los países que han terminado campeones a pesar de haber
perdido su primer partido. Asi que no es para morirse. De las derrotas se sacan
mejores y mayores lecciones que de los triunfos. Las derrotas aterrizan, obligan
a repensar, a filosofar, a revisar. Los triunfos, por el contrario, tienden a
pasar por alto los errores y andar por el mundo como sin pisar tierra.
Argentina se estaba dando un paseo en el primer tiempo.
ganaba por uno a cero pero podía haber sido por más. los anularon 3 goles por
offside, más de alguno dudoso. Se fueron tranquilos al descanso. El entrenador
seguro que no consideró necesario hacer observación alguna. debe haberles
dicho, tranquilos, vamos bien, no hay de qué preocuparse, esto es pan comido. Por
el contrario, en el camarín adversario, de Arabia Saudita, el clima debe haber
sido otro. El entrenador debe haber subido y bajado a los jugadores, los debe
haber aleonado, les debe haber recordado los millones de dólares con que se les
paga, y que si pierden se quedarán sin nada. Salieron a la cancha como tromba. En
tan solo 5 minutos hicieron dos goles. Tiraron la casa por la ventana mientras
los argentinos andaban como zombies. No atinaban a nada. Arabia Saudita se
refugió en su cancha defendiéndose con uñas y dientes. Argentina perdió toda
compostura, perdió la cabeza, no sabía cómo salir del embrollo. Se tiró con
todo, a ciegas, sin claridad. Todos sus pergaminos se vinieron al suelo. El tiempo
transcurría inexorablemente y el partido se les fue entre los dedos.
Pero como hace miles de años, una voz de ultratumba le
está diciendo a Argentina, no llores por mí, levántate y andá.
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