Foto de Flavius Torcea en Unsplash |
En Qatar ya tuvo lugar el partido entre Uruguay y Corea. Se dio lo
que se temía. Un partido apretado que da cuenta de muchos cambios. Cada vez es
más difícil encontrar partidos fáciles. Al menos a nivel del campeonato
mundial. La desigualdad futbolística entre países se está viendo reducida. La multiracialidad,
o interraacialidad está en pleno apogeo, lo que da cuenta del intenso flujo
migratorio imperante. Cuando imaginamos que veríamos a jugadores “de color”
jugando con los colores de Alemania. Que países sin historia futbolera jugaran
de igual a igual a países con historia, y no solo eso, que les ganaran!
Uruguay entró a la cancha premunido del conocimiento de
las derrotas infligidas por países sin mayor historia a dos potencias en el
ámbito futbolístico, que han sido campeones mundiales: Argentina y Alemania.
Este conocimiento por parte de Uruguay debe haber pesado en su planteo, en su
entrada a la cancha procurando adoptar todos los resguardos para evitar ser
sorprendido. Respetó al rival, como corresponde. Se plantó bien, con solvencia.
Vi bien parado al equipo. La velocidad y los cambios de juego de los coreanos
no eran broma. Ambos equipos crearojn situaciones de riesgo y tuvieron sus
oportunidades de gol.
Creo que el resultado final refleja el equilibrio que
existió en el campo de juego. Un cero a cero que no favorece a ninguno de los
dos, quizás menos a Uruguay que aspira a pasar a la ronda siguiente. Lo ideal
habría sido llegar al segundo partido con una victoria en el bolsillo. No se
pudo, pero al menos no se fue con una derrota. De ahora en adelante todo se
pone cuesta arriba. Habrá que ganar a Ghana, a Portugal. Uruguay tiene equipo
para ganar a cualquiera. Y también para perder. Pero si se planta bien, con los
dientes apretados, aperrando, mojando la camiseta, todo puede ser, no hay nada
imposible.
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