En efecto, se asume que a la presidencia de un país, y menos
a un país que se precia de desarrollado, de ser modelo de sociedad para muchos,
llegan personalidades de fuste, creíbles, confiables, responsables del destino
no solo de sus conciudadanos, sino que también de buena parte del mundo dado el
poder que concentran: poder de construcción y de destrucción.
Los debates se vienen desarrollando desde la década de los
60, siendo quizás el más memorable, el de Kennedy versus Nixon, debate que fue
capaz de dar vuelta los pronósticos y que demostró el peso que tendría la
imagen televisiva, que se prolonga hasta la fecha. Ninguno de los debates en
más de medio siglo de existencia ha sido tan pobre, tan degradante como el que
vimos esta semana. Quizás el debate sea el retrato de una nación en estado de
nerviosismo ante la emergencia de China, de pérdida de influencia, de decadencia,
de transición a otro mundo. En este contexto el slogan “Make America great
again” parece toda una ironía.
Conociendo a los protagonistas, si bien no se esperaba gran
cosa del debate, era imposible prever que sería de tan bajo nivel. De un presidente en funciones se espera que esté a
la altura del cargo que ostenta, es quien se supone que debe defender su gestión,
lo hecho durante estos cuatro años y su contrincante, Biden, el desafiante, el
atacante. Sin embargo, lo que se vio fue todo lo contrario. Se observó a un
presidente, Trump, agresivo, interrumpiendo permanentemente, insultando,
agrediendo, logrando sacar de sus casillas a su rival, haciendo infructuosos
los esfuerzos del entrevistador quien se vio totalmente sobrepasado.
Se sabía que Trump no se quedaría callado, se sabía de su
agresividad, se sabía que no tiene pelos en la lengua, características que lo
catapultaron a la presidencia desde fuera de la cancha al provenir del mundo
empresarial, muy distinto al político. Lo que delató el debate, o confirmó, al
menos a nivel mundial, es la catadura moral del personaje y el pobre valor que
le asigna a la democracia.
La catadura moral se retrató en su postura frente a los
impuestos al afirmar que como empresario no hizo sino lo que hacen todos: ver
cómo escabullir el pago de los impuestos. Eso es lo que se espera de los
mortales comunes y corrientes, pero no de quien ostenta y aspira a la primera
magistratura de una nación. Para remate, Trump responsabilizó de ello a los
políticos como Biden que son quienes hacen las leyes que terminan beneficiando
a los empresarios. Lo que hizo Trump fue revelar la colusión de intereses entre
el mundo de los negocios y de la política norteamericana, que de alguna manera
se reproduce en no pocos países.
El pobre valor que le asigna a la democracia vino dado por su
negativa a reconocer el resultado de las elecciones en caso de perderlas. Se guardó
bajo la manga la posibilidad de desconocer el veredicto de las urnas amparado
en la posibilidad de fraude a través del voto por correo. La verdad que no
entiendo el argumento dado que esa posibilidad ha existido desde siempre en los
EEUU. Con este argumento se impugnaría su propia elección cuatro años atrás.
Fue raro ver un debate donde el presidente en vez de defender
su gestión, ataca por la vía de que el contrincante lo haría peor. Frente a los
miles de muertos por covid19, la respuesta de Trump a Biden fue de antología:
contigo habrían sido muchos más. Frente a los crecientes disturbios y conflictos
raciales que afectan a EEUU, sin arrugarse Trump acusa a la izquierda radical,
lavándose olímpicamente las manos
El comportamiento de Trump se está reproduciendo a nivel
mundial. La derecha ha despertado, cansada de estar a la defensiva ha decidido salir
a la calle, a dejar de ser timoratos, identificando como enemigo a todo aquel
que no piense como ellos. Flor de demócratas que lo ven todo blanco o negro.
¿Quién ganó el debate? No lo sé. Si me ponen contra la espada y la pared, diría que ninguno de los dos. Veamos qué nos dicen los debates que vienen previos a la elección. Pero de lo que no tengo duda alguna, es que el nivel de Trump y Biden, así como el del debate, nos dice que a nivel político-empresarial vivimos tiempos decadentes.
Si, vivimos tiempos de degradación todo a lo ancho y lo alto. Preocupante. Y el debate una vergüenza. Decepción y con la esperanza que el poder venga ahora desde la base y ya no mas, desde las cúpulas coludidas y corruptas en demasiado número.
ResponderBorrarDiscusting.
Una verguenza realmente lo que se vio. Lo de Trump... no me sorprendió. Pero al final... ambos dejaron muchísimo que dejar. El gigante USA en manos de....... maleducados (por no decir otra cosa)
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