octubre 09, 2020

La democracia de los acuerdos (parte 1)

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Recomponer el clima de entendimiento fue un objetivo a alcanzar en los 90 y sigue siéndolo no obstante que en la actualidad es denostado por ciertos sectores. El plebiscito del 88 se ganó, entre otros objetivos, para dejar de vernos como “buenos o malos”, de amigos y enemigos que caracterizó a los tiempos de la dictadura. En democracia sin apellidos, está en su esencia la búsqueda de acuerdos. En contraposición a las soluciones militares que suponen la eliminación del enemigo, las soluciones civilizadas, propias de una democracia suponen acuerdos con los adversarios. Por tanto, lo natural, al salir de una dictadura, con un lápiz y un voto, lo razonable pasa por la búsqueda de acuerdos, no la imposición de unos sobre otros. Que esta disposición haya sido manipulada, desnaturalizada, vulnerada, decepcionada, por unos y/u otros, es otro cuento.

Sin duda que resulta grotesco ver a la derecha actual rememorando positivamente los tiempos de los “acuerdos” en circunstancias que fueron fieros opositores a los gobiernos de la Concertación aprovechándose de los cerrojos constitucionales imperantes, de una minoría sobredimensionada con un sistema electoral binominal y los famosos senadores vitalicios. Tan fieros que llegaron a limitaron las políticas a seguir: la derecha conservó el sartén por el mango. Hizo uso y abuso de la voluntad de entendimiento.

Después de la guerra todos somos generales. No pocos afirman que para el pinochetismo de esos años era muy cómodo mantener el poder sin gobernar. Sin embargo no fue tan cómodo como se quiere hacer creer. Por algo querían seguir gobernando, jugándosela para ganar el plebiscito poniendo por delante el caos si ganaba la opción contraria, al igual que ocurre en la actualidad con el plebiscito constitucional que tenemos adportas.

Si pusiéramos en una balanza el poder militar, empresarial, político y social, está claro que bajo la dictadura se eliminó el poder político y social, quedando concentrada la totalidad del poder en el poder militar, el cual se subordinó al poder empresarial. Los remanentes del poder político y social desde mediados de los 80 hicieron posible el triunfo del No en el 88. Pero ello no significó que el poder militar y empresarial se fuera para la casa y que el poder político y social regresara en gloria y majestad. Más de 15 años de dictadura que a sangre y fuego impuso un modelo neoliberal extremo dejaron su huella: un individualismo exacerbado que nos pena porque dificulta todo trabajo político-social colectivo. Todo ello en un contexto internacional de derrumbe del mundo soviético, de desarrollo científico-tecnológico sin precedentes y de crisis ecológica.   

Prueba lo señalado que recién después de más de 20 años del término de la dictadura se haya logrado, no sin dificultades, abrir espacio para cambiar la constitución que haga posible una nueva constitución que deje atrás la actual. La gran tragedia griega que se avecina es que en el próximo plebiscito lo más probable que ganen los adherentes del apruebo y la convención constituyente, pero pierdan a la hora de elegir constituyentes. Al final, capaz que terminemos dándonos puras vueltas de carnero para seguir con lo mismo, con la misma constitución. Ese es el drama que vive la división opositora actual y de la que se tiene que hacer responsable y no andar apuntando a terceros. 

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