En el caso de Chile no deja de sorprender e intrigar el nivel de violencia imperante, esencialmente porque una de las ideas fuertes más potentes por las cuales la coalición de gobierno (Chile Vamos) accedió al poder ejecutivo fue justamente para reducirla, no para aumentarla. Estamos haciendo referencia a la violencia física, callejera, delincuencial, destructivas de la propiedad pública y privada.
La derecha se asume que gobierna para proveer más seguridad, no menos seguridad. Sin embargo lo que estamos viendo es todo lo contrario, y el gobierno en vez de asumir su responsabilidad, no encuentra nada mejor que reprochar a la oposición de estar tras la ola violentista que azota al país.
Recuerdo muy bien que al asumir Piñera su primera presidencia,
del 2010 al 2014, uno de los eslóganes esgrimidos fue “Se les acabó la fiesta a
los delincuentes”. Desafortunadamente, fue todo lo contrario. La delincuencia
persiste y al día de hoy podría afirmarse no solo que no se acabó la fiesta,
sino que los delincuentes están de carnaval, aún en medio de la pandemia. Estamos
hablando de la delincuencia en el más amplio sentido de la palabra, que incluye
no solo robos y asaltos, sino que destrucción de bienes públicos y privados,
así como aquellos delitos de cuello y corbata.
Estamos ante un gobierno que pareciera estar sobrepasado, que
no atina, incapaz de hacerle frente, con las atribuciones y los recursos que la
legislación le franquea. No solo eso, tampoco ha logrado identificar su origen
así como a sus responsables. Todo parece quedar impune, tanto la destrucción que
observamos a diario en la región de la Araucanía como en la plaza Italia y sus
inmediaciones, así como en el resto del país. Dentro de la oposición política
no cabe sino oponerse y desmarcarse totalmente, por convicción y doctrina, sin medias
tintas, de toda violencia y todo acto al margen de la ley.
Por otra parte, estando a menos de un mes de un plebiscito constitucional,
no escapará a nadie que los niveles de violencia actual son funcionales a
quienes desean perpetuar la constitución vigente al alentar la inseguridad, la
que invita a la adopción de medidas represivas e insurrección armada que no
pocos se pueden ver tentados a apoyar.
Por lo expuesto imposible no pensar que tras la violencia que
nos sacude hay todo un plan o montaje operado por sectores de ultraderecha con
el propósito de imputárselo a la ultra izquierda. Al menos es lo que está haciendo
Trump en USA. Todo es culpa de la izquierda radical mientras protege a los
supremacistas blancos, representativos de la derecha radical.
La doctrina Trump exportada a varios países, entre ellos,
Chile.
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