Foto de Marvin Meyer en Unsplash |
Un gran amigo que está en la tercera edad, que algunas llaman dorada, y que no vive en un país subdesarrollado como el nuestro, sino que en un Gran Ducado europeo tuvo que pasar más de una hora u media solucionando un problema con su impresora causado por una mala manipulación con consecuencias desastrosas: no pudo imprimir nada dado que se le atascó el papel. Por suerte supo abrir la tapa de la impresora para desatascarla. Su impresora compite con la que tengo, por lo vieja que es: no es wifi, ni inalámbrica. Funciona con cable, igual que la mía. La única diferencia entre ambas impresoras, es que la de él es marca Canon y la mía, Brother.
Bueno, para resolver su
problema, el papel atascado, como buen ingeniero que es este gran amigo mío,
tuvo la luminosa idea de ponerse a leer las instrucciones del manual que
conservaba. Luego de sucesivas vueltas descubrió que el buffer de la impresora
estaba atascado. Para los no entendidos el buffer es una suerte de almacenamiento
temporal de lo que se quiere imprimir. Al ser incapaz de eliminar lo que había
en el buffer, no encontró nada mejor que imprimir todo lo que se había
acumulado en el buffer. Sin duda que todo lo descrito es para llorar, pero no
para morirse. Perdió tiempo y hojas, además de quedar agotado mentalmente,
seguramente pensando en cómo puede haber personas que crean que la tecnología
está para ayudarnos y no para estropearnos la existencia.
El tema creo que va más
allá de lo tecnológico. Hoy, frente a cualquier error nuestro, las
consecuencias pueden ser catastróficas, como es perder lo que hayamos escrito y
no hayamos guardado oportunamente, o cuando se nos pierden los whatsapps sin
que siquiera sospechemos los motivos. En el pasado, si bien cometíamos errores,
las consecuencias no eran tan catastróficas, eran más “reparables”. Es el
precio de la modernidad en que estamos.
Todo esto me hace
recordar cuando andaba en coche por caminos de tierra o pavimentados, y de
repente nos perdíamos, o nos habíamos pasado de largo. Retrocedíamos o dábamos
media vuelta y subsanábamos el problema. Ahora si andamos en una autopista y
por esas cosas de la vida no salimos por donde debíamos haber salido, sonamos, puesto
que debemos llegar hasta el pueblo o la ciudad siguiente para subsanar nuestro
error u olvido.
Algunos dicen que esto
ocurre cuando la velocidad de los avances tecnológicos es mayor que la velocidad
o capacidad de aprendizaje, que en el caso de los adultos mayores puede mostrar
signos de fatiga. De allí la fastidia, recelo o rechazo que en no pocos de
ellos producen los avances tecnológicos, y las ganas que tienen de irse a la
punta del cerro, lejos del mundanal ruido, para disfrutar de un atardecer.
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