Acá la última parte de lo que rescato del libro de una gringa, Sillie Utternut, que no es sino el pseudónimo de dos chilenos de tomo y lomo. Uno de ellos, Guillermo Blanco, talquino, Premio Nacional de Periodismo en 1999, y Carlos Ruiz-Tagle. Ambos, rescatan muy sabrosamente el ser chileno, como cuando la periodista recoge el siguiente diálogo entre los extranjeros afincados en Chile:
“Mire, el pueblo chileno es
muy distinto de lo que Uds. Creen. No son bailarines de danzas tropicales, ni
ociosos que se caen de siesta en cualquier esquina. Este es un pueblo
inteligente, dinámico. Yo he trabajado con ellos y los conozco. Es
impresionante la facilidad con que captan lo que se les explica. Y es
increíble lo que un chileno puede hacer con un trozo de alambre”.
“Se descompone una plancha, un
motor, una llave, y viene uno de estos maestros chasquilla, con un alambrito y
la apariencia menos importante que se pueda imaginar. Y repara la avería ¡No sé
cómo!
Prosiguiendo con sus
indagaciones en busca de antecedentes revolucionarios en este pintoresco país,
la gringa escuchaba:
“Entiendo que en Chile ha
habido revoluciones, a pesar de todo” dijo uno, en tanto que una dama
manifestaba que “lo que hace falta es un gobierno de orden”. “¿Sin dictadura?
preguntó la periodista gringa. La respuesta fue inmediata: “Exacto, dictadura
ya tuvimos, y creo que nos dejó vacunados para siempre. A mi pobre marido lo
persiguieron en forma inaudita. Imagínese que un día lo corretearon a lanzazo
limpio los guardias a caballo”. “¿Y vino una revolución?” “No del todo” fue la
respuesta. “¿Cómo es eso? Insistió la gringa. “Lo botamos sin mover un dedo”.
No comprendo respondió Sillie. “Justamente, sin mover un dedo, nadie movió un
dedo. Nadie trabajó; nadie estudió, hasta que el caballero se dio por aludido y
se mandó cambiar”.
“Sí, la última fue para
derrocar a un dictador. A un hombre que comenzó gobernando legalmente, y
después perdió la brújula y creyó que se encontraba en otro país
latinoamericano”.
Respecto del ambiente
político-social que se vivía, el siguiente comentario es ilustrativo del
carácter único, que al menos en esos años, imperaba en nuestro país:
“Si estuviéramos en cualquier
otro país latinoamericano … casi en cualquier otro, la conclusión sería: habría
revolución. Pero estamos en Chile, donde existe una gran conciencia jurídica,
un formidable respeto a la constitución y sus leyes. Y parte de la tradición
nacional consiste en saber perder en las luchas políticas, por ardorosas que
hayan sido. La norma latinoamericana de intentar una revolución cada vez que se
pierde en las urnas no rige acá, se cree en el valor del sufragio”.
Todo esto, y más, está en este
libro “Revolución en Chile” de Sillie Utternut que reencontré por azar en Pullay, cuando por esas casualidades de la vida me invitaron
a visitar una pequeña biblioteca que nunca imaginé pudiera existir por esos lares.
Si no lo tiene, búsquelo hasta
encontrarlo. Es un fiel retrato del Chile de ayer que se mantiene incólume
hasta la fecha con tan solo variaciones marginales.
Maru dice que eres genial Rodolfo!!!gracias !
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