enero 29, 2022

Las estadísticas

Foto de Carlos Muza en Unsplash

Es un tema que me ha gustado y perseguido toda la vida. Siendo estudiante, recuerdo haber sido ayudante de un curso de Estadística impartido por un profesor de apellido Prado en la histórica Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile localizada en Beaucheff. Luego fui profesor auxiliar y finalmente profesor titular ahí mismo. El libro base era uno cuyo título no recuerdo, pero sí recuerdo el apellido de su autor: Meyer. Eso fue en los años 1972-73, en pleno período “revolucionario”.

Mi primera práctica, en el verano de 1969, la hice en Fanaloza-Penco donde me correspondió elaborar estadísticas de producción. Eran tiempos de gloria de la empresa. Para ello me trasladé a Concepción donde residí un mes completo en una residencial localizada en la calle Colo Colo. En marzo de ese mismo año eran las elecciones parlamentarias. Yo aproveché de respaldar a un profesor de Economía de mi escuela, Joaquín Undurraga, quien se postuló como candidato a senador de la Democracia Cristiana (DC) en dicha región. La DC llevaba 3 candidatos: Undurraga, quien iba por la corriente tercerista de entonces, Alberto Jerez por la facción rebelde, y Tomás Pablo por la corriente oficialista o freista. Entonces gobernaba Frei Montalva. En el día trabajaba en Fanaloza haciendo mi práctica, y por las noches salía a pegar carteles a favor de Undurraga en los postes de luz. Al otro día los carteles desaparecían por obra del espíritu santo. No, poco después de quienes colocábamos estos carteles, otros voluntarios de las otras facciones, se encargaban de sustituir nuestros carteles por los de ellos. En la sede de la DC los partidarios de las corrientes de Jerez y Tomas Pablo se trenzaban en peleas de padre y señor mío. Nosotros, quienes estábamos con Undurraga éramos la corriente minoritaria, y por lo mismo ni nos enfrascábamos en esas trifulcas. Al final, de la lista DC en la región, fueron elegidos Jerez y Tomás Pablo, quedando fuera Undurraga. Fue una experiencia impagable que recuerdo hasta el día de hoy, más de medio siglo después.

En 1974 emigré hacia la puerta norte de Chile, la ciudad de la eterna primavera, Arica siempre Arica, para trabajar en la Universidad del Norte. Allá me tocó hacer clases de estadísticas a estudiantes de las carreras de Ingeniería Comercial y Educación de Párvulos. En esta última carrera el 100% de su alumnado eran mujeres. Aunque con ellas solo veía estadística descriptiva básica, ellas sufrían. Para ellas, el cálculo de medidas de posición y dispersión, el análisis de correlación, la construcción de tablas y gráficos, era todo un calvario. Por esos años, la década de los 70, yo era un veinteañero. Con los estudiantes de ingeniería comercial eran 3 los cursos: estadística descriptiva, probabilidades, e inferencia estadística. Estaba en mi salsa, pero poco a poco fui derivando a la computación allí donde no había nada, ni computadores ni nada, los primeros lenguajes de programación, fortran, cobol. Las estadísticas pasaron a ser pasado.

Al llegar a Talca, a la Universidad de Talca, en 1995 se me invitó a participar en un programa de posgrado, un magister en política y gestión educacional para impartir cursos de indicadores y sistemas de indicadores. Fueron dos décadas antes de colgar los guantes. Fueron cursos que siempre me interesaron fuertemente porque me permitían satisfacer mi inquietud por ver lo que hay bajo el agua, conocer la firme en torno a los indicadores y rankings.

Las autoridades, cual más cual menos buscan los indicadores que más les favorecen. Es así como hay quienes son obsesos de los rankings, sacando bajo la manga el ranking que más le apetece. Yo solo atino a fruncir el ceño, sacar a la pizarra los rankings para husmear en torno a sus bemoles, sus limitaciones, sus trampas. Lo que dicen y no dicen realmente.

Desafortunadamente las autoridades tienden a manipular los indicadores, las estadísticas. En tal sentido siempre he buscado despertar un espíritu crítico mínimo en los alumnos, recordándoles que no todo lo que brilla es oro. Los indicadores intentan dar cuenta de una realidad, pero por lo general esta realidad es de una complejidad tal que es imposible reducirla a un indicador. De allí la necesidad de un sistema de indicadores, que procure dar cuenta de todas las aristas de una realidad dada. Así y todo no es fácil encontrar los indicadores apropiados que conformen tal sistema de indicadores. A ello se agrega todo lo relativo a la validez de los datos, de sus fuentes, de sus mediciones.

Todas estas limitaciones las estamos viendo a propósito de la pandemia que nos aflige donde nos tiran cifras e indicadores al por mayor que en vez de clarificarnos el panorama pareciera oscurecerlo. Nos obligan a  filtrar la información que recibimos. Con todo, más vale tener algo que nada porque no tener indicadores es equivalente a andar sin brújula, a andar perdido. Tener indicadores es un avance, pero hay que andar con pies de plomo porque quien sabe a dónde te pueden llevar. Puede llegar a ser tan malo tener un deficiente set de indicadores como no tener indicadores.

La manipulación en estas materias anda a la orden del día, particularmente cuando de economía y política se trata. Lo que les importa es crecer, que el PGB crezca, no importa cómo, ni qué crece, ni a quienes beneficia. No basta tener un indicador asociado al PGB, también se requieren indicadores que nos digan qué sectores y quienes están aportando al PGB, así como de qué manera se distribuye este PGB. Por eso es tan importante tener la capacidad para discernir de modo que no nos metan el dedo en la boca.

1 comentario:

  1. No puedo dejar de pensar que muchas veces, en asistencia de la salud, interesa ver quienes vieron más pacientes y no quienes trabajaron bien con el paciente, creo que mucha gente debe haber tenido alguna experiencia de ese tipo. Parece un dato menor, pero es nuestra salud …

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