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A propósito de una columna que escribí respecto de qué estudiar, una tía curicana me dijo que “lo único que tengo claro es que hoy ni en el colegio ni en la universidad se repite curso” y muy amablemente me pidió si podía explicárselo. Estas líneas son un intento en esa dirección en torno a una preocupación que aflige a no pocos.
Vivimos tiempos muy distintos a los de nuestros padres, así
como a los que les está tocando vivir a nuestros hijos. El tema tiene aristas
nacionales que se complementan con lo que está ocurriendo globalmente. De partida
tendemos a creer que todo tiempo pasado fue mejor, que hoy todo es más fácil. No
necesariamente ha sido y es así. Hay avances y retrocesos de los que somos
testigos directos.
Sin duda que un 6 de ahora, en la escala del 1 al 7, no tiene
el mismo valor de décadas atrás. Para sacarse un 6, cualquiera que fuera el
establecimiento en que estudiáramos, había que ser una lumbrera. Hoy en cambio,
da la impresión de que cualquiera puede sacárselo. En Chile esta inflación en
las notas tiene varios componentes. Su inicio se remonta a los tiempos del
innombrable con la persecución a los profesores en base a denuncias de los
apoderados y se complementa con el abandono de la tradicional matrícula en
aquel establecimiento educativo cercano al domicilio de los alumnos al que se
estaba acostumbrado. Se introduce la competencia en la educación bajo el
supuesto de que ello conlleva un aumento en la calidad de la educación que
reciben nuestros hijos. Craso error.
Todo ello con una mirada de los alumnos, ya no como tales,
sino como clientes, y todos sabemos que en el mundo de los negocios, el cliente
siempre tiene la razón. En el mundo de la educación no se trata de darle en el
gusto al alumno ni al apoderado. De allí que en este contexto el poder del
profesor se ve disminuido frente al de los alumnos, lo que se expresa en una
pérdida de la confianza del apoderado en el profesor. Cuando un alumno llegaba
a casa con una mala nota, el apoderado asignaba la responsabilidad del mal
rendimiento, sin duda alguna al alumno, conminándolo a enmendar. Ahora pareciera
que la tónica fuese al revés. Frente a similar situación, el mal rendimiento se
explicaría por fallas en el profesor, no en la falta de estudio del alumno.
A ello se agrega que la formación de los profesores, que era
universitaria, se vio desvalorizada cuando el innombrable la dejó fuera de
aquellas carreras que solo podían ser impartidas por las universidades. Este fue
un menoscabo mayúsculo que solo vino a repararse con la llegada de la
democracia en la década de los 90. Pero el daño ya estaba hecho.
En paralelo hemos entrado en una lógica de indicadores de
deserción, repitencia, tiempos de titulación, con no pocas consecuencias
perversas. Si bien el propósito de tales indicadores es elevar la calidad del
proceso formativo, en no pocas ocasiones, la consecuencia es la opuesta. Pobre de
aquel profesor con altas tasas de repitencia. Pobre de aquel director de
escuela de una carrera con altos tiempos de titulación. El resultado de todo
esto, lenta y paulatinamente, para evitarse mayores problemas, que los
profesores tienden a aflojar la marca, a bajar los brazos, a no tensar la
cuerda.
Por estos días se han estado dando a conocer las notas de
enseñanza media de quienes han rendido la prueba para ingresar a las
universidades, las que inciden en el puntaje con el que los alumnos postulan. Los
establecimientos educacionales no han encontrado nada mejor que alzar las notas
de sus alumnos para inflar sus puntajes de postulación y con ello facilitarles
su ingreso a las universidades. Un ejemplo más del socavamiento ético que se
está viviendo bajo la lógica del todo vale.
Por último, es importante destacar que en la formación de nuestros hijos hay tres componentes: la escuela, la familia y el contexto social. Es una triada en el que cada componente es esencial, no hay ninguno redundante. Pues bien, hoy pareciera que la familia ha abdicado de su rol educativo, ya sea por falta de tiempo, por estar abrumado de problemas o cualquier otro motivo. Se cree que la escuela tiene la responsabilidad total en esta materia. Otro craso error.
De acuerdo, Rodolfo. Pero el problema con el "alumno-cliente" y con el profesor "proveedor" (esto pues en muchas Ues privadas los "part time" estamos legalmente tratados como proveedores, al igual que quienes venden los útiles de aseo y otros suministros) no se limita a la enseñanza media, sino que escala,incluso con peores asuntos a la enseñanza universitaria, incluidos muchos "diplomados" e incluso MBAS. Mucha cobertura y escasa profundida!
ResponderBorrarPor cierto que todo lo expresado no se limita a la educación básica y media, sino que se hace extensivo a la educación terciaria con consecuencias nefastas.
BorrarTambién creo, que además de lo explicado, por lo menos en Uruguay (1985), curse y di los exámenes correspondientes a todas las materias. Salíamos pensando que no sabiamos nada pero de a poco, con colaboración de grupos de estudio para profundizar y etc. empezamos a trabajar. Mi hija, que se está haciendo un doctorado en otro país, ya me había dicho, que en Europa por ejemplo es obligatorio hacer maestría y doctorado para considerarse que podes ser docente. Creo que con marstria pueden empezar a trabajar (hablo de psicología, psicopedagogía, etc.
ResponderBorrarTampoco podemos olvidar que en estos últimos dos años, por el covid, casi no se permitió repetición de año (que tiene muchas aristas a reveer). Saludos 🖖
Estoy completamente de acuerdo con lo que tú dices Rodolfo, es más, como profesora tuve la experiencia in situ de lo que dices especialmente desde el comienzo de esta transformación en los 80'. Además de la poca confianza al trabajo del profesor versus lo fuerza con que el apoderado llegaba empoderado ( pagaba fortuna por educar a sus hijos), nos hacia sentir frustrados y devaluados. Entre nosotras las profesoras hasta nos causaba risa aveces, otras mucha rabia, los comentarios de algunos alumnos respecto a lo que escuchaban de sus padres decir de los profesores...muchas veces nos trataban como "Nanas".
ResponderBorrarBueno, y eso ya está instalado hasta el dia de hoy en los colegios especialmente los colegios privados.
Es muy triste para mi hablar de este tema.
Lo que estamos viviéndo en Chile por la falta de educación de calidad y con valores se refleja cotidianamente en las calles, los servicios, las redes sociales...etc. Lo ví nacer y hasta hoy me afecta recordarlo.
Saludos,