enero 11, 2022

La hora de la verdad: ¿qué estudiar?

Foto de Windows en Unsplash

Hoy se inicia el proceso de postulaciones a las universidades. En relación a nuestros tiempos hoy parece ser de mayor complejidad la decisión a tomar por parte de los jóvenes que aspiran seguir estudios superiores. Digo esto porque en el pasado las opciones eran mucho menores, tanto en términos de carreras a elegir como a universidades. Hoy hay una diversidad de carreras y universidades que hace tan solo medio siglo atrás no existía. A ello habría que agregar que antes, no pocas veces la decisión la tomaban los padres, o en el mejor de los casos, los jóvenes con el apoyo de los padres. Hoy los jóvenes tienden a tomarla con autonomía de sus padres. Por otra parte, la frontera entre las distintas carreras era más nítida, a diferencia de la actualidad donde los límites muchas de ellas son difusos, borrosos, no siempre distinguibles.

Si bien los jóvenes nunca la han tenido fácil a la hora de postular, hoy parecen tenerla más difícil que nunca. La pregunta del millón que deben hacerse quienes hoy postulan a universidades, institutos profesionales o centros de formación técnica es ¿qué estudio? ¿qué carrera estudiar? A ella habría que agregar otra ¿dónde estudiar? Pero por el momento intentemos centrarnos en la primera. Solo una vez respondida la primera, tiene sentido abordar la segunda.

Las variables a considerar o evaluar son esencialmente tres: La primera tiene relación con lo que se quiere estudiar, con la voluntad, con lo que a uno le gusta. La segunda variable tiene que ver con la capacidad, con lo que se puede, si se tienen dedos para el piano. Y la tercera variable se vincula con la realidad laboral futura. Ojo, el orden en que están es absolutamente arbitrario y no indica orden de prioridad alguno, por lo que cada uno verá lo que prioriza.

El ideal es que las tres variables calcen, una suerte de bingo, esto es, que lo que uno quiera estudiar coincida con las capacidades que se tengan, esto es, la facilidad de aprendizaje de lo que se quiere, y con las perspectivas laborales futuras. Esto es, esudiar aquello que le gusta, para lo cual además se estaría bien dotado, y que para más remate su mercado laboral futuro sea promisorio. Desafortunadamente son pocos los que pueden darse ese gusto.

Yo quise estudiar periodismo pero en mi casa fueron taxativos: no! Porqué pregunté. La respuesta fue draconiana: no queremos muertos de hambre en la familia. Como en esos tiempos uno no cortaba ni pinchaba, solo atiné a preguntar: ¿Entonces qué estudio? La respuesta no se hizo esperar: ingeniería. Volví a preguntar: ¿porqué? La respuesta fue de una simplicidad aterradora: porque le pegas a las matemáticas. Nunca me había imaginado estudiar ingeniería porque lo asociaba a obras físicas, a construcciones, y de niño nunca había me había entusiasmado esa línea. No se me había ocurrido asociar las matemáticas con la ingeniería, la que asociaba más con la física y química. Pero bueno, estudié ingeniería, la sufrí, pero la sorteé no sin dificultades.

Otro caso es el de quien quiso estudiar arquitectura, lo que a sus padres llamó la atención porque lo veían más por el lado humanista, ya sea por la psicología o la abogacía. Pero sus padres no quisieron meter la cuchara. Eran ya otros tiempos, en el que el peso de los padres en las decisiones de los hijos menguaba. Estudió arquitectura porque quiso, pero al año tiró la toalla. No era lo suyo, no tenía dedos para el piano, lo que desprendió a la hora de los talleres, de las maquetas, de ver a compañeros que eran capaces de hacer maquetas con una facilidad que no tenía. Y de allí pasó a estudiar psicología.

Otro caso es el de quien quiso estudiar diseño gráfico. Los padres se agarraban la cabeza pensando de qué va a vivir. Pero el diseño gráfico lo tenía desde la cuna, desde niño agarraba servilletas y se ponía a dibujar, a hacer ilustraciones, historietas. Era lo que quería, lo que le gustaba y para lo cual tenía todas las aptitudes. Hoy no es muerto de hambre y tampoco anda al tres y al cuatro, se defiende, está en lo suyo. Los padres se alegran de no haber interferido.

En fin, no es una decisión fácil la que en esta semana deben tomar los estudiantes implicados. En todo caso, mi sugerencia es que no dejen de considerar las tres variables más arriba mencionadas para después no andar llorando sobre la leche derramada.

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