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La designación de los futuros ministros trajo cola, tal como seguramente ocurrirá cuando se haga lo mismo respecto de los subsecretarios y otras autoridades. Nada nuevo bajo el sol. Los dimes y diretes andan a la orden del día. Resulta penoso observar que no obstante los esfuerzos del gobierno entrante por superar la vieja política, ésta se resiste a batirse en retirada. A continuación algo más que un par de botones de muestra.
La recientemente única senadora electa de la Federación
Regionalista Verde Social (FRVS), Alejandra Sepúlveda, se dio el lujo de
oponerse al único ministro de su partido, Esteban Valenzuela, por considerar
que a su juicio no tiene las condiciones técnicas para desempeñase como tal.
Seguro que el nombre que ella había propuesto era otro, y pero no encontró nada
mejor que airear su frustración.
Por el lado del partido comunista (PC) la decepción vino por
quien ocupará la cartera ministerial de Hacienda, Mario Marcel. Consultado por
la prensa, el secretario general del PC, Guillermo Teillier no encontró nada
mejor que declarar que no lo conocía. Por otro lado, quien fuera su candidato
presidencial, Daniel Jadue, fue más honesto al afirmar que lo conocía como
neoliberal, con lo que dejaba traslucir el desacuerdo del PC con lo resuelto
por el presidente electo.
A estos dos botones podríamos agregar otros. Como el del
reclamo de Revolución Democrática (RD) que se siente menoscabado en relación a
Convergencia Social (CS), el partido de Boric. Lo mismo ocurre con otros
partidos del Frente Amplio que respaldaron a Boric desde sus inicios en la
carrera presidencial. Se trata de una ensalada de partidos con sus respectivas
siglas que el grueso de los mortales es incapaz de identificar y reconocer sus
diferencias. No logro reconocer lo que distingue a unos de otros.
Otro ejemplo está dado por la postura desde diputados y
senadores de la futura coalición de gobierno de respaldar un quinto retiro de
las AFP, siguiendo las aguas de la diputada Jiles, en circunstancias que no
está en el programa de gobierno. Agréguese que el presidente electo ha sido
claro en oponerse a un proyecto de esta naturaleza.
Por último, no faltan posturas maximalistas que recuerdan
tiempos, hace ya medio siglo, en que se pregonaba la necesidad de “avanzar sin
transar”. Posturas que pavimentan un camino que nadie desea y cuyo destino ya
conocemos quienes vivimos esos tiempos.
Todas estas dificultades no son compatibles con los
propósitos que se persiguen, de realizar las transformaciones que el país
requiere, gradualmente, paso a paso, firmemente. No son tiempos para andar
echándole pelos a la sopa. Todo lo contrario, constituyen obstáculos que de
continuar pueden llegar a ser vallas insalvables para los propósitos
transformadores del futuro gobierno. Obstáculos mayores que los que eventualmente
provendrán desde la derecha que desde ya se solaza con ellos. Una derecha que se fortalecerá y apertrechará en el
próximo parlamento que asumirá en marzo.
Las expectativas imperantes, las esperanzas puestas en el
relevo generacional ameritan una nueva política despojada, exenta de todo
aquello que tanto se ha criticado de la vieja política. ¿Será posible una nueva
política? ¿O todo lo expuesto no será parte de la “real politik”, de la lucha
por el poder?
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