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No me refiero a la presión arterial ni mucho
menos. Hago alusión a la presión social y económica en Chile.
Respecto de la presión social, ha salido al
tapete a raíz de lo que uno de los candidatos presidenciales (Eduardo Artés) prevé
que ocurriría en Chile si José Antonio Kast (JAK), llegara a la presidencia al
afirmar que “un gobierno suyo no va a durar nada, la calle lo derribará y la
presión social no lo dejará gobernar”. Se trata de una afirmación de dudoso
talante democrático que ha merecido fuertes críticas, muy especialmente de quienes
están tras la candidatura de JAK.
Digo que se trata de una expresión de dudoso
talante democrático porque en democracia se asume que al presidente se le elige
para que gobierne, no para que no se le deje gobernar, para que implemente el
programa para el que fue elegido con pleno respeto a las minorías y bajo el
control de parlamentarios -diputados y senadores-. La presión social se ejerce
al momento de votar, y posteriormente, velando porque el programa de gobierno
que trae consigo el candidato ganador, se implemente, y que los parlamentarios
electos hagan lo que dijeron que harían. Todo esto en el marco de la legalidad
e institucionalidad vigente sin hacer uso de resquicios ni trampas. Para
supervisar todo esto está el poder judicial.
Es por lo expuesto que la madre del cordero
reside en el voto, en un voto consciente, responsable, meditado, evaluado, y
que todo el proceso electoral, desde que se inicia hasta la hora del
escrutinio, sea limpio, libre, sin violencias, sin mentiras, sin falsedades, sin
promesas vacías. De lo contrario, el proceso se vicia, se invalida, y debilita
todo lo que afirmo en el párrafo anterior.
A
diferencia de la presión social que es ruidosa, callejera, visible, la presión económica es una
presión de trastienda, silenciosa, bajo cuerda, tras las bambalinas, tácita. Si
uno mira los aportes financieros de peces gordos a los distintos candidatos
puede verse que el desequilibrio es brutal. Y todos sabemos que con plata se
compran huevos, y algo más que huevos. Están apostando, poniendo todas sus
fichas en una dirección de forma tal que hacen crujir la democracia. La resquebrajan
porque desequilibran. La presión económica transforma la democracia en una plutocracia disfrazada de democracia.
Y para rematarla, si por esas cosas de la
vida, el candidato(a) de los amores de estos peces gordos no gana, ejercen la
presión económica tirando del mantel, esto es, contrayendo inversiones, llevando
sus capitales a paraísos fiscales, o como ordenara en su momento Nixon a
Kissinger: “Hay que asfixiar la economía chilena” al enterarse del triunfo de
Allende hace poco más de medio siglo.
El desafío es que todos juguemos limpio, esto
es, sin presiones indebidas de ninguna índole. Así de simple.
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