El populismo ultraderechista tiene sus huestes, las que están saliendo de sus cuevas, perdiendo la vergüenza, minimizando, o negando, sin arrugarse siquiera, los horrores de las dictaduras que defiende. Todo esto bajo un discurso simple, emocional, el de la seguridad enfrentada con mano dura, sin importar si ésta es justa o injusta, y metiéndose al bolsillo los DDHH. Una ultraderecha alzada mientras el centro y la izquierda no parecen reaccionar ni saber a qué atenerse en tiempos de bulos esparcidos como reguero de pólvora por redes sociales.
En este contexto es imposible olvidar lo que fue la gesta del 5 de octubre de 1988. El golpe y el destino me habían llevado a residir en Arica desde 1974. Para el plebiscito decidí jugármela con un grupo de amigos, colegas y alumnos, formando parte de un grupo para deliberar y escribir libremente.
Por sugerencia del legendario Jaime Barros Perez-Cotapos, médico pediatra relegado por la dictadura a Arica, el grupo se llamó La Aventura del Pensamiento. Famoso por sus extravagancias de todo orden, andar con calcetines de color rojo. Siempre de buen humor, de verbo sin igual, comprometido con la causa de los pobres. Había sido senador por la región de Valparaíso en representación del partido comunista del que se salió para conformar un movimiento de ultraizquierda, Espartaco, que tuvo corta vida.
Entre los creadores del grupo estuvo el doctor Salvador Urrutia, entonces presidente del Colegio Médico, gran hombre,siempre positivo, amigo de todos y querido por todos. No fuimos pocos. Entre ellos Juan Prado, Jaime Rodriguez, Alvaro Silva, Luis Salgado, Oscar Arancibia, Patricio Arancibia, Mauricio Néspolo, Octavio Arratia, Santiago Arata. No sé si se me escapa alguien. Algunos ya no están, se fueron a la eternidad. Tuvimos también visitas ilustres como las de Juan Podestá, Sergio Bitar, Ignacio Balbontín y otras que no alcanzo a recordar.
Para el plebiscito, como La Aventura del Pensamiento participamos activamente haciéndonos cargo del escrutinio paralelo al del comando oficial del NO en prevención a todo intento de manipulación de los resultados. Eran tiempos de la planilla Lotus 1-2-3, de fax. No existían los celulares ni internet. Junto con jóvenes profesionales y estudiantes que se sumaron con entusiasmo al desafío de enfrentar la maquinaria oficial, conformamos un equipo de trabajo que iba desde los apoderados de mesa, apoderados de local, enlaces y quienes estaban en el centro de cómputo cuya localización se mantuvo en secreto para evitar que fuera allanado en caso que el régimen pretendiera desconocer nuestra victoria.
Fuimos los primeros de todo Chile, desde Arica, quienes entregamos vía fax los resultados obtenidos en la comuna, resultados que anticipaban nuestro triunfo, que la dictadura había sido derrotada en las urnas, con un papel y un lápiz. Pero aún teníamos que contener la respiración, no podíamos cantar victoria porque la dictadura no reconocía nada, posponía la entrega de los cómputos oficiales. La dictadura, vía el subsecretario de entonces, Alberto Cardemil, se resistía a asumir la derrota. Solo cuando el comandante de la Fuerza Aérea, el general Mathei, ante un aluvión de periodistas que lo perseguía cuando se dirigía a La Moneda, sostuvo que había ganado el NO, pudimos respirar. Las horas de tensión impedían celebrar como lo merecíamos.
Habíamos ganado. Desde entonces, se inicia un largo y pedregoso camino que aún continúa sin que aún lleguemos a buen puerto. Han sido tiempos desafiantes que aún no terminan, y que nos obligan a redoblar los esfuerzos por superar los obstáculos que persisten para alcanzar el esquivo desarrollo al que aspiramos para todos, no tan solo para unos pocos.
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