La
pregunta que encabeza esta columna no pretende dar una respuesta única dado que
ella no existe. Depende de las características de cada uno de nosotros. No existe
varita mágica alguna al respecto. Ese es el dilema en el que se ven sumergidos los
educadores y estudiantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Esto es
especialmente válido en los tiempos actuales fuertemente tecnologizados y en
los cuales la educación -la buena educación- ha adquirido gran relevancia como
oportunidad de movilidad y ascenso económico y social.
Atrás
quedaron los tiempos donde los alumnos eran agentes pasivos que se limitaban a
escuchar a sus profesores y hacer aquello que éstos les indicaran. Hoy el
proceso educativo trasciende el ámbito de la escuela, el liceo o la Universidad,
permea a toda la sociedad. La enseñanza ya no es monopolizada por el profesor, dado
que en ella también participan los medios de comunicación convencionales, las
redes sociales, y últimamente la inteligencia artificial. Los dispositivos
móviles también están interviniendo, tanto para bien como para mal, facilitando
o dificultando el proceso de enseñanza-aprendizaje.
William
Glasser (1925-2013), psiquiatra estadounidense, conciente de esta nueva
realidad, elaboró una pirámide que lleva su nombre, que busca comprender la
forma como aprendemos en nuestra calidad de alumnos. Esta pirámide debe verse
con precaución, dado que cada uno de nosotros tiene sus particularidades, no
somos una masa homogénea, somos individuos, donde cada uno debe saber dónde le
aprieta el zapato, por qué vía aprendemos más y mejor. Por eso, el primer paso
es conocerse a sí mismo, ver e identificar cómo aprendemos más cada uno de
nosotros. Ahí estaría la madre del cordero.
Dicho
esto, a continuación se explica el contenido de la pirámide.
Aprendemos
cuando enseñamos, cuando buscamos transmitir lo que sabemos a terceros porque
nos fuerza a clarificar conceptos, estructurar, clasificar y ordenar
información que deberemos resumir y explicar. Glasser nos dice que retenemos el 95% de lo que
enseñamos.
Aprendemos cuando hacemos algo, ya sea leyendo, escribiendo, jugando, recorriendo museos, vistiéndonos y repitiendo una y otra vez toda actividad que realicemos. Glasser nos dice que retenemos el 80% de lo que hacemos.
Aprendemos de lo que conversemos y discutamos con otros, de las ideas que intercambiamos, de las reflexiones que se desprendan de tales intercambios, que pueden ser en torno a la lectura de algún libro, de una película que hayamos visto, de una música o un discurso que hayamos escuchado. Glasser nos dice que retenemos el 70% de lo que discutimos con otros.
Aprendemos de lo que vemos y oimos, particularmente en estos tiempos que vivimos, de imagenes. Mal que mal un imagen puede valer más que mil palabras. Si bien tales imagines ingresan fácilmente a nuestro cerebro, ellas tienden a ser de corta duración, efímeras, de fácil olvido. Glasser nos dice que retenemos el 50% de lo que vemos y oimos.
Aprendemos de lo que vemos, pero basar el aprendizaje solo en imagenes no es suficiente porque los estímulos visuales no suelen permanecer en el recuerdo. Por lo mismo que este aprendizaje debe ser adecuadamente reforzado. Glasser nos dice que retenemos el 30% de lo que vemos.
Aprendemos de lo que oimos, aunque no suele bastar, porque mal que mal, las palabras se las suele llevar el viento, razón por la cual debe acompañarse de emociones, experiencias. Glasser nos dice que retenemos el 20% de lo que oímos.
Aprendemos de lo que leemos, lo que debe complementarse de otras actividades puesto que de lo contrario difícilmente retendremos su contenido; la lectura es un buen punto de partida, pero insuficiente si no es complementado con otras actividades. Glasser nos dice que retenemos el 10% de lo que leemos.
Como
podemos ver, la pirámide de aprendizaje de Glasser nos presenta breve y claramente
las vías más efectivas para que fijemos los conocimientos que recibimos en
nuestros establecimientos educacionales, en nuestros hogares o frente a un
computador o móvil. De dicha pirámide se deduce que tendemos a aprender más cuando reflexionamos
y aplicamos lo aprendido. Pero como dije al comienzo, al final del día todo depende de cada uno.
Aplaudir y agradecer el estudio de Glasser, muy clarificador para entender las diferentes formas en las que aprendemos. Pirámide especialmente valiosa para nuestro cuerpo docente
ResponderBorrar