Así como a nivel mundial estamos pasando a un estado de ebullición climática, en Chile al igual que en un buen número de países, pareciera que estaríamos ingresando a una suerte de estado de ebullición ética. Ahora nos estaríamos dando cuenta, pero todo apunta a que estuvo precedido por un estado de cambio ético que se ha venido arrastrando por décadas sin que nos diéramos cuenta, o si nos dábamos cuenta, nos hacíamos los locos.
Salvo excepciones, atrás parecen haber quedado los tiempos de trabajos
voluntarios, colaborativos, sin esperar nada a cambio, por la mera satisfacción
de hacer aquello en lo que uno cree, o en procurar el bien. Difícil señalar en
qué momento se inicia el estado de cambio ético y cuándo termina para dar
comienzo al estado de ebullición ética en el que nos encontramos.
Aventuro que la fase de cambio ético se inicia con la instalación del
modelo neoliberal en tiempos del innombrable. Modelo que exacerba el
individualismo en desmedro del bien común, cuando se impone la lógica de que
cada uno se las arregle por su cuenta. Lógica que tiene su sustento en la
famosa “libertad de elegir” proclamada urbi et orbi por Milton Friedmann,
omitiendo que esta libertad depende de los ingresos que se tienen. Ingresos que
se asumen directamente proporcionales a la cantidad y calidad del trabajo que
se está desempeñando.
Todo esto, de la boca para afuera, porque en la práctica vemos lo
contrario. En tiempos del innombrable, tiempos de censuras, de oscurantismos,
las ventas de empresas públicas fueron a precios viles a próceres del propio
régimen, de funcionarios públicos reconvertidos en empresarios. Entre éstos
destaca con letras de oro, quien fuera yerno del innombrable, hoy rey del
salitre y mañana quizás rey del litio.
Como broche de oro, el innombrable, no encuentra nada mejor que tener
sus platas afuera, en bancos foráneos, como prueba indesmentible de su
patriotismo sin fronteras. Todo un símbolo de período de cambio ético, donde la
ausencia de libertad política hizo posible que quienes lo detentaran hicieran
zamba canuta con los recursos públicos.
El cambio ético tiene que ver también con que desaparecían personas y
los medios de comunicación informaban de “presuntos” detenidos desaparecidos.
Cuando se torturaba y nosotros debíamos seguir viviendo como si nada pasara,
porque de lo contrario tendrías que atenerte a las consecuencias.
Con el arribo de la democracia, o de la transición democrática, pero
siempre con el innombrable tras las bambalinas, los ecos del cambio ético,
persistieron. Pero ahora los desaguisados empezaron a ser de dominio público.
Así fue como se conoció el escándalo de lo que se llamó el desmalezado en la
refinería de ENAP en Concón, en 1993. Con el tiempo fueron conociéndose otros
escándalos gracias a la incipiente democracia que se estaba viviendo, pero que
persistían porque la tentación era más fuerte.
Tentación que alcanzó su máximo esplendor con el caso MOP-Gate que dio
origen a un acuerdo político transversal destinado a evitar la existencia de
“sobres con dinero” que se distribuían bajo cuerda en compensación por los bajo
sueldos en la contraparte pública. Pero seguíamos bajo un modelo económico
donde lo que manda es “Don Dinero”.
Mientras tanto veíamos como florecían Iquique y La Serena sin saber de
dónde provenían los recursos. Lo mismo ocurría con cadenas hoteleras y
restaurantes. Algo olía mal, pero hacíamos la vista gorda. Lo importante era
que el país estaba creciendo. El lavado de dinero hacía lo suyo a vista y
paciencia de impuestos internos y de las autoridades económicas, sin imaginar
en qué terminaría esto.
Y llegamos al caso Caval en 2015, escándalo político-judicial por
influencias indebidas, que involucró al hijo de Michelle Bachelet en su primer
año de gobierno. Las consecuencias de este caso no se hicieron esperar, dejando
su huella. La colusión de los mundos público y privado, así como de los mundos
político y económico-financiero, estaban en su máximo esplendor sin que se les
pusiera coto.
Al mismo tiempo, procesos judiciales abiertos contra altos oficiales de
las FFAA y Carabineros por fraudes de marca mayor daban cuenta de que la
corrupción también estaba asentada en ellas. Por obra y gracia de quien
sabe quién, en los depósitos de armas, muchas de ellas desaparecían mientras
aparecían en manos de bandas de narcotraficantes. Y ahora último se viene a
descubrir que éstas eran abastecidas por quien es, o era, el presidente de la
asociación de comerciantes de armas y que ahora está siendo sometido a proceso.
El duopolio político estaba entrando en crisis de la mano de la
corrupción. Mientras tanto, el modelo de país se mantenía incólume al amparo de
una constitución que consagraba al Estado con un rol marginal en el ámbito
productivo y como rol central el de cautelar la seguridad y protección de los
derechos de propiedad antes que de las personas.
Surgen nuevas fuerzas políticas alternativas, tanto a la derecha -el
partido republicano- como a la izquierda -el frente amplio (FA)- que empiezan a
tener un rápido protagonismo bajo la bandera de la necesidad de combatir la
corrupción. En la última contienda electoral presidencial, sus candidaturas
presidenciales fueron las más votadas, razón por la que llegaron a la segunda
vuelta.
Así se llega a la presidencia actual de Boric con el apoyo del FA y del
partido comunista (PC) con un discurso centrado en la superioridad moral de una
nueva generación que dejara atrás las peores prácticas políticas y la necesidad
de efectuar importantes transformaciones en los más diversos ámbitos.
Hoy tenemos al gobierno en las cuerdas, pasando de una crisis a otra sin
descanso como consecuencia de múltiples factores, entre los cuales destaca su
inexperiencia fruto de la juventud que los caracteriza. Pero la guinda de la
torta ha sido el discurso de superioridad moral que se les vino al suelo al
descubrirse que los actos de corrupción también se están dando en el seno de su
militancia. Esto ha quedado al desnudo merced a convenios establecidos por
organismos públicos con fundaciones privadas para proyectos que se asumen
destinados a mejorar la vida de los más pobres. Al final del día todo apunta a
que no son sino mecanismos para esquilmar recursos públicos con destino a sus
respectivos molinos. Incurrir en aquello que tanto se objetaba, criticaba y con
mucha razón, es lo que hace de todo esto algo imperdonable.
Se ha estado defraudando la fe pública por parte de quienes llegaron
para hacer todo lo contrario. Eso es lo más penoso y que explica la
desconfianza imperante. De allí que sostenga que estamos en un estado de
ebullición ética.
Si hay algo rescatable de todo lo que está ocurriendo, es que esté
saliendo a la luz pública sin filtros. Podremos reclamar que unos ponen el
acento en hecho reprobables de unos y no de otros, eso es parte del juego, pero
lo importante es que esté saliendo a luz, aunque duela. Porque solo así
podremos pensar en implementar los correctivos que correspondan. En tal sentido
todo lo que está ocurriendo es una ventana de oportunidad para enfrentar la
realidad.
No será fácil salir de este estado de ebullición porque mientras no se cambie el modelo económico vigente, la tentación de corromper y corromperse seguirá vivita y coleando. Para amortiguar esta tentación a quien se descubra partícipe de ellos, no pocos creen que las penas a aplicar deben ser severas e inexcarcelables. Ayudará, pero no será suficiente bajo el modelo en que estamos. En China el maridaje político-económico lo mantienen a raya a punta de penas de muerte. No es nuestro caso y se pasa por alto el mar de fondo.
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