Foto de Lorenzo Spoleti en Unsplash |
Las clases de piano del nieto terminaron abruptamente. Un día el profesor no vino sin siquiera avisar. Después dio una excusa absurda. La semana siguiente avisó que no podía venir. El nieto ya no quería tener clases. Acordamos cerrar el ciclo.
Quedó en venir a buscar la pianola que había dejado en casa. No venía y lo llamé varias veces sin que me respondiera. Finalmente corté por lo sano, yendo a su casa. No sabía exactamente donde vivía, pero sí cerca, en otro condominio o loteo cercano. Voy para saber de él, estaba intrigado, todo era muy raro. Llego al condominio que tenía un portón. No habían timbres, esperé un rato que llegara o saliera alguien para poder entrar. No entraba ni salía nadie. Había una casa a la vista dentro del condominio.
Antes de irme con los crespos hechos decidí pegar un grito: ¡Aló, aló! ¿Hay alguien por ahí? No pasó nada. Volví a a gritar. El grito parece haber llegado a destino de algún misterioso menesteroso, porque misteriosamente el portón se empezó a abrir. Me subo rápidamente al coche y entro. Es un condominio no consolidado, con pocas casas. Miraba de lado a lado mientras conducía muy lentamente. No sabía cuál era la casa. Hasta que llego al final del camino donde en la afuera de una casa veo un coche que reconocí: era el del profesor de piano.
Por suerte había un timbre. Lo toco, por mi sordera no sabía si sonaba o no. Soy sordo, pero no mudo. Por si acaso pego un grito: aló, aló. En la ventana de lo que parecía ser la cocina diviso una persona, me percato que me ve y con un ademán me dice que espere, que ya viene. Al rato veo venir a una persona, era el mismísimo profesor de piano, un tanto demacrado, con mala cara.
Le dije que lo había llamado sin respuesta. Me responde que cambió de n° de celular. Andaba agripado. Le dije que estaba preocupado por su desaparición. Me confiesa que está con licencia médica por depresión, que está en tratamiento, medicado. Ahí recién me cayó la teja de todas las irregularidades. Le pregunté si quería qie le llevara la pianola. Me dijo que no me preocupara, que cuando se recuperara la buscaría. Insistí sin éxito. Finalmente me retiré deseándole una pronta recuperación. Toda una odisea.
En concreto, la pianola
sigue acá. No veo para cuando venga a retirarla. Por suerte no molesta, está durmiendo en el living.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario