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Estamos viviendo tiempos migratorios por las más diversas circunstancias. En general hacemos referencia a migraciones por razones forzadas, en busca de trabajo, por exilio político, religioso o racial, por guerras o ambientes políticos inestables, o para escapar de actividades criminales. Ahora también debiéramos incluir las migraciones por el cambio climático o desastres naturales, como son sequías, inundaciones, terremotos, incendios.
Las migraciones son flujos de personas desde lugares
en que se está mal hacia lugares donde se cree que al menos se puede estar
mejor. Ningún país tiene la capacidad para recibir un número ilimitado de
inmigrantes, lo que explica la necesidad de algún tipo de política al respecto.
Hay países con mayor o menor umbral de tolerancia
hacia los inmigrantes, esto es, más abiertos, pero todo tiene un límite.
Excedido este límite borroso, variable, la población nativa empieza a sentirse
amenazada, ya sea por motivos económicos, políticos, sociales o de otra índole.
Motivos que pueden ser fundados o acicateados por medios de comunicación, o por
corrientes políticas, con mayor o menor poder que juegan sus cartas.
El tema migratorio no es posible resolverlo
individualmente, no se remite a lo que haga un país, concierne a un problema
global cuya resolución va más allá del país al que migran las personas:
concierne también al país desde el cual se emigra. Por tanto, las políticas en
los países que reciben a los inmigrantes deben ser concordadas con políticas en
los países desde los cuales provienen. En síntesis, en torno a la migración no
basta lo que haga el país de destino, sino que también lo que haga el país de
origen.
El mejor ejemplo viene dado al caso de un país que
persiga a mafias extranjeras si se limita a expulsarlas para trasladarlas a
otro país. Es pasarle la pelota a otro. Estas políticas no pueden ser aisladas,
deben ser mancomunadas. Con la política de que cada país se las arregle por su
cuenta estamos fraguando un problema mayor.
Estamos viviendo tiempos paradojales porque políticamente los países democráticos están tendiendo a elegir a candidatos cada vez más nacionalistas reacios a adoptar políticas migratorias en conjunto con otros países. El fenómeno migratorio debe mirarse globalmente porque concierne no solo al país de acogida. Por lo mismo el espacio más apropiado para debatirlo debiera ser las Naciones Unidas.
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