Ya tuvo lugar el último debate presidencial previo a la primera vuelta. Estuvo movido, el punto alto lo marcó Marco Enriquez-Ominami (MEO) disparando a diestra y siniestra, jugándose los últimos cartuchos. Kast que estaba punteando en las encuestas, se desinfló, mostrándose inseguro, dubitativo, paralogizado, nervioso, todo lo contrario que en ocasiones anteriores en los que llamó la atención por su aplomo, tranquilidad, seguridad. Ahora fue todo lo contrario.
Qué explicación puede
darse para tener una perfomance tan débil? Apostaría a tres factores. Uno que le
jugó en contra fue el favoritismo con que llegó a este debate. A los debates
anteriores llegó como outsider, donde no tenía nada que perder. En esta
ocasión, dado que había asumido la delantera en las encuestas, sí tenía mucho
que perder, y por lo mismo, se chupó, se bloqueó, mostró la hilacha. Dos, en el
curso de la semana cometió una torpeza mayúscula en una conferencia de prensa al
rendir tributo a los candidatos disidentes del régimen de Ortega en Nicaragua que
se encuentran encarcelados. Al rendir tributo a ellos, un periodista le dijo
que no había tenido la misma reacción en tiempos del innombrable. En un error
garrafal no forzado, Kast respondió que el innombrable no había encarcelado a
nadie. Esta respuesta, le está costando cara porque le tiraron toda la
caballería encima de exiliados, torturados, desaparecidos, despedidos, etc.
Hasta el otro candidato de la derecha, Sichel, se lo echó en cara. Y tres, se
puso sobre la mesa su programa de gobierno, un programa añejo, ultraconservador,
schönstatiano, opusdei, discriminador, en el que da cuenta de su discriminación
contra las madres solteras o divorciadas. A ello se agrega su negativa a creer
en el cambio climático al más puro estilo Trump o Bolsonaro. Toda la pachorra
que había mostrado hasta este debate se le vino al suelo como lo mostraron las
imágenes televisivas en que se le observó totalmente desencajado.
Desconozco si esto
será suficiente para que no alcance a llegar a la segunda vuelta, pero al menos
implicará un quiebre en la tendencia hasta ahora. También es digna de mencionar
la arremetida de MEO, quien fue el único que encaró de frente a Kast. Difícilmente
sea suficiente para que alcance a llegar
a la segunda vuelta. Si se me encima para calificar a los candidatos según su
desempeño en el debate, en una escala del 1 al 7, ella sería la que sigue:
MEO (6): incisivo,
punzante, narcisista, se la jugó el todo por el todo, cual Quijote derribando
molinos de viento
Sichel (5): cuando no
tenía nada que perder mostró aplomo, seguridad y conocimientos, diferenciándose
sin titubeos de Kast
Boric (4): tranquilo, jugó
a no arriesgar su expectante posición, reforzando la necesidad de cambios
claves sin atemorizar al votante de centro
Yasna (4): buscó garantizar gobernabilidad y la necesidad de implementar cambios en orden y en paz
Artés (3): en lo suyo, un discurso añejo, da la impresión de estar viviendo a comienzos del siglo pasado
Kast (2): descolocado, no
fue capaz de transmitir la seguridad que normalmente da estar encabezando las
encuestas
Lo que finalmente
ocurra este domingo es una caja de Pandora. No sé cuál será el grado de influencia
que tendrá este debate presidencial; tampoco sé qué tan creíbles son las
encuestas que han estado circulando.
Los números no me
cuadran. Me cuesta creer una segunda vuelta con Kast y Boric en la papeleta a
dos años de una revuelta social y a menos de un año de la elección de
constituyentes donde la derecha blanda y dura fue barrida. Me suena más una segunda
vuelta entre Boric con Sichel. Kast representa la derecha nostálgica, la dura,
es como si el innombrable fuese elegido democráticamente. No me calza.
En el plebiscito del 1988,
el innombrable se la jugó por seguir otros 8 años. Perdió, por lo que tuvo que
convocar a elecciones a fines de 1989, y su candidato, Hernán Büchi, perdió
como era de esperarse. Habría sido una contradicción que ganara en
circunstancias que un año atrás la ciudadanía había dicho que quería dar vuelta
la página.
Pero en política todo
puede ser, toda acción genera una reacción, lo dice el principio de Newton. Lo
mismo que en el futbol. Hay favoritos, pero no siempre ganan. De repente, hay
sorpresas, el que se veía como más débil gana el partido al que se veía como
más fuerte jugando un partidazo y anulando a quien se daba por ganador.
Nada se puede
descartar, pero en general se da lo que se vislumbra como lo más probable. Y hoy
por hoy, la corriente juega a favor de la izquierda, de los desencantados de la
Concertación que no quieren virar hacia la derecha, sino que todo lo contrario,
quieren realizar los cambios que se prometieron ya en 1990 pero que se han
pospuesto una y otra vez por distintas circunstancias, dado que todo estaba
dado por la medida de lo posible. El centro político parece acorralado, pero en
los tiempos que corren no se puede dar por muerto a nadie. A la derecha
tampoco, ni la dura ni la blanda. La única que se puede dar por muerta es a la
izquierda trasnochada representada por Artés.
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