Hoy
las banderas vuelven a agitarse con fuerza, la cordura parece perder terreno, abriendo
paso a la politiquería barata, a los populismos de lado a lado que viven
momentos de éxtasis, exacerbando sus posiciones. Ahora, con el apoyo de redes
sociales que multiplican al por mayor y al unísono, cual bombas de racimo, mensajes
cargados de extremismo. De esta forma, se
relegan a un modestísimo protagonismo de segundo o tercer plano, la
moderación, la racionalidad, el diálogo, la política con mayúscula.
Lo
que está ocurriendo en estas últimas semanas es muy probable que prosiga hasta
el día de las elecciones, y no solo eso, sino que se prolongue hasta la segunda
vuelta. Los ánimos están exaltados, lo que no favorece a nadie, ni a unos ni a
otros. La realidad en que se encuentra el país no nos permite dar un salto al
vacío, ni quedarnos petrificados bajo una sociedad cansada de ser abusada.
En
un extremo se tiene a un candidato, José Antonio Kast, que saliendo de las
vísceras de la derecha, promete orden y seguridad allí donde el desorden y la
inseguridad campean. Casualmente aspira suceder a un gobierno del mismo signo,
que ganó las elecciones con las mismas banderas. Desafortunadamente la realidad
actual nos dice que el desorden y la inseguridad de hoy son sustancialmente
superiores a las de cuatro años atrás. Lo normal es que cuando a un gobierno le
va mal, sea sucedido por una coalición del signo opuesto al vigente. Pero
claro, en política lo normal no siempre se da.
En
el otro extremo tenemos a un candidato, Eduardo Artés, que pretende emular los
tiempos previos de la guerra fría, como si en estos 50 años no hubiese pasado
nada. Anclado en una concepción de la sociedad constituida por trabajadores de
la primera mitad del siglo pasado, no se percata del torrente de agua que ha
pasado bajo el puente. Torrente que se expresa en el paso de una sociedad
industrial a una sociedad basada en el conocimiento, esto es, allí donde el
trabajo manual ha debido abrir paso al trabajo intelectual.
Entre
ellos están los otros candidatos, de los cuales dos, Parisi y MEO, nadie sabe
qué pretenden al disparar de chincol a jote aprovechando y medrando del
descrédito de la política. El desafío de los restantes candidatos en carrera,
Sichel, Provoste y Boric es introducir mesura, realismo, diálogo, vasos
comunicantes, paños fríos, viabilidad para concordar cambios destinados a
reducir fuertemente los abusos que se observan a diario y que tienen a la
población con los pelos de punta. Transformaciones indispensables que por su
envergadura requieren mayorías claras si no se quiere agregar más inestabilidad
de la que ya existe y sobra. Lo que se necesita es más certidumbre, no más
incertidumbre. Paz, no más violencia. Mientras no entendamos esto los abusos no
terminarán y seguiremos en las tinieblas.
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